De otro lado, y siguiendo con su vertiente literaria, Niño de Elche da continuidad a su producción narrativa, que comenzó con el volumen misceláneo “No comparto los postres” (Bandaàparte, 16) y el poemario “Morbo legítimo” (Bandaàparte, 19). Con “In memoriam, Posesiones de un exflamenco” (Hurtado y Ortega, 20), volumen del que en estas mismas páginas ha dejado dicho Joan S. Luna que “nos ofrece una larga lista de episodios cortos en los que Contreras resume sin épica momentos que han marcado su vida primero y su evolución después”.
Conversamos con Niño de Elche sobre este breve volumen compuesto por cuarenta y seis textos o estampas que recuerdan momentos puntuales de su formación flamenca, intercalados con fotografías poético-performativas (en blanco y negro) de Ángela Martín-Retortillo y que sirven de paratexto visual de lo que se expone en los textos.
Quería preguntarte en primer lugar sobre la gestación del libro. ¿Cómo se te ocurrió la disposición estructural en base a diferentes posesiones y cómo las escogiste? ¿Fue a través de un proceso de lluvia de ideas y después fuiste seleccionando o cómo fue, a través de recuerdos dispersos que fuiste engarzando? Cuéntame un poco sobre este proceso, por favor.
Soy una persona a la que le cuesta mucho retener las fechas exactas donde han acontecido diferentes experiencias y vivencias y de ahí el interés de querer escribir en primera orden una autobiografía de aquello que siempre he llamado mi otra vida, que no es más que la época en la que me dedicaba y ejercía como cantaor de flamenco. Ante la imposibilidad de encontrar una cronología y después de leer el libro “Las formas del olvido” del antropólogo Marc Augé entendí que el proceso y la estructura tenían que estar condicionados a esa experiencia de posesión que son la memoria, el recuerdo y, sobre todo, el olvido.
"Diría que he hecho unas paces con aquel niño que anhelaba ser un cantaor clásico de flamenco, pero eso no significa haber hecho las paces enteramente conmigo mismo".
Dices en algún momento que por siempre te acompañarían melodías de fantasmas. ¿Dirías que las posesiones son también esas melodías inconscientes?
Las posesiones son sobre todo esos fogonazos de imágenes, melodías, letrillas en forma de cantes, unidos a experiencias personales y colectivas que te gobiernan en un momento dado sin saber ni porqué ni de dónde vienen, solo que llegan, te habitan y se van, algunas veces dejando huella en ti y otras simplemente como aves de paso.
Me gusta mucho una imagen que cuentas de cuando tenías ocho años y con tu primera guitarra y te imaginabas dando conciertos, pero sin tocar, solo tocando el mí. ¿Si pudieras qué le dirías a ese yo de los ocho años? ¿Crees que eso yo de tus ocho años estaría orgulloso de ti?
Le diría que siguiera tocando esa nota mi, que en esa incesante repetición minimalista podrá llegar a sitios realmente fructíferos en el campo de la música. Seguramente ese niño no entendería nada de lo que hago hoy en día, como yo no entendía nada de otras propuestas que no eran flamenco clásico.
Después de todos estos años, ¿sigues considerando que tienes una voz de segunda?
Considero que tengo muchas voces y que ninguna me pertenece. Las catalogaciones las voy abandonando poco a poco, aunque en ese momento sí, mi voz era de segunda para mucha gente, y así sigue siéndolo.
"Intento que mis proyectos sean trabajos inacabados, de eso va lo experimental".
Hablas de tu formación con la guitarra como un modo de superación personal, ¿el hecho de saltarte los patrones canónicos y ese ir investigando musicalmente durante los últimos años en diferentes proyectos y con diferentes sonidos estaría también esa línea?¿Te hace sentirte mejor contigo mismo o sientes siempre ante un nuevo proyecto que sigues en la misma casilla de salida?
Intento que mis proyectos sean trabajos inacabados, de eso va lo experimental. Ese espíritu, esa actitud ante la práctica artística hace que sienta un abismo terrible cada vez que abordo un proceso artístico, pero también, paradójicamente, una liberación porque el error o lo mal hecho no existe ni aparece en el proceso. Por eso, la casilla de salida es continua, porque además, en mi caso, intento meterme en territorios donde no soy nada especialista y en el hacer y en el embarrarme hace que aprenda de una forma u otra.
¿Sigues teniendo miedo escénico?
No, los miedos que tengo actualmente no tienen nada que ver con lo escénico.
Me interesan mucho las fotografías que acompañan al libro, ¿podrías hablarnos un poco de ellas? ¿De dónde surgen, cómo pensaste su estructura, etcétera? Y también quería saber cómo se vincula esto a la idea que expresas en el libro de que “la construcción del cantaor comienza por su vestimenta”. Lo pregunto porque en todas las fotografías la vestimenta se percibe como algo problemático, algo que no ajusta del todo bien.
Unas maravillosas fotografías realizadas por mi admirada Ángela Martín Retortillo, mucho antes de comenzar la escritura de este libro a partir de una invitación que me realizó ella para encontrarnos y jugar sobre ideas que ella tenía en mente hacía tiempo para/sobre mi persona. Pasado el tiempo y revisitada la sesión entendí que hablaban perfectamente de la concepción de la posesión y el desnudo, desnudarse como idea de quitarse nudos. De eso va el libro, al fin y al cabo.
Defines el asombro como reconocimiento de una falta. Y es curioso porque cuando uno cuando te escucha tiene esa misma sensación, pero una sensación que el oyente parece compartir contigo, pues da la impresión de que en cada una de tus canciones algo está siempre presto a quebrarse. ¿Qué faltas dirías que aun te quedan por expiar, explorar o corregir?
Las faltas de las que hablo no son tanto corregibles, sino escuchadas, atendidas y desde ahí reflexionadas, analizadas, experimentadas y desplazadas. Nunca eliminadas del todo. Si queremos seguir asombrándonos debemos seguir teniendo faltas.
Respecto a tus primeras entonaciones clandestinas cuentas en el libro que tienen el efecto de que tu hermano mayor Aladino y tu amigo Virgilio se dieron cuenta de que aquella voz tuya pertenecía a otro tiempo. ¿Ahora que ya te reconoces como exflamenco sigues teniendo esa sensación? Me refiero a la de pertenecer a otro tiempo.
Los recuerdos pertenecen a otro tiempo, pero yo creo que mi trabajo artístico pertenece a este tiempo. Es una de mis constantes reivindicaciones. Mis lógicas están influenciadas por seres de otro tiempo, sí, por eso la multidimensionalidad del tiempo es algo que desde las prácticas artísticas se puede llegar y reconocer.
Durante el libro se hace referencia a muchísimos concursos, quizá sea el flamenco una de las artes en las que esto es más profuso y está más extendido. Los concursos implican una competición constante que es bastante contraria al arte. Esto es, un concurso habla de la jerarquía, pero también del azar y el capricho. ¿Qué dirías que fue lo peor y lo mejor de todos esos concursos en los que fuiste forjando tu arte flamenco?
Lo peor de los concursos fue precisamente lo que bien apuntas, la competitividad ante algo inmaterial como es la música flamenca. Lo bueno creo que fue el fraguarme ante tanta adversidad sociológica y presiones familiares. Eso te hace tener algo más curtida la piel. De todas formas mi recomendación es que nadie se presente a esos concursos de flamenco porque realmente son muy tóxicos y cuesta desprenderse de la toxicidad que dejan en tu ser.
En la parte final del libro, a modo de cierre, dices: “fui quitándoles las placas sobrantes de flamenco a mis voces para poder deshacerme del nudo, desnudarme para no convertirme en un mercenario”. ¿Sigues notando que tus diferentes voces aún se han de despojar de más cosas para ser enteramente libres?
Las voces nunca conseguirán ser libres, en todo caso podrán encontrar espacios de liberación muy concretos, pero nunca enteramente libres. Quien diga lo contrario estará diciendo una verdadera idiotez.
En una de tus intervenciones recientes en Playground dijiste: “el equilibrio es la muerte”. Después de haber hecho las paces contigo mismo en este libro, ¿cuál dirías que ha sido la sensación que se te ha quedado en el cuerpo?
Diría que he hecho unas paces con aquel niño que anhelaba ser un cantaor clásico de flamenco, pero eso no significa haber hecho las paces enteramente conmigo mismo. Estoy contento con el resultado del libro, de su escritura y con la recepción de este. Los trabajos artísticos son pasos que se dan, ni siquiera páginas que uno escribe y pasa, son mucho menos relevantes de lo que pensamos. La lectura de ello es lo que irá dejando huella en mí y ahí es donde podré contestar a tu pregunta. ¿Cuándo? Que Dios nos siga cruzando por estos mundos y llegaremos a saberlo.
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