"Ganar un Oscar no es la panacea"
EntrevistasNico Casal

"Ganar un Oscar no es la panacea"

Alan Queipo — 18-06-2019
Fotografía — Archivo

Hay un dicho, el de “un hombre solo no puede hacer nada”. Imaginaos si a ese dicho le agregamos calificativos como “deprimido” o “vapuleado”. Así es como estaba Nico Casal un 8 de enero de 2016 en su casa en Londres: solo y en la más absoluta mierda. Sin embargo, y contradiciendo el dicho, el músico compostelano que compuso la música del cortometraje ganador de un Oscar Stutterer, se sentó en un piano de segunda mano que tenía en aquel cuarto y narró sin palabras, pero con música, aquel estado que estaba viviendo. De aquello nació Alone ([PIAS], 2019), un álbum de piano instrumental, tan cerca del neoclasicismo como de la auto-BSO, y que recoge el guante al sonido de artistas como Nils Frahm, Ólafur Arnalds o Ludovico Einaudi. Ya feliz y viviendo en Madrid, hablamos con el compostelano sobre uno de los álbumes más descriptivos y emocionantes que se han publicado este año.


Supongo que es normal, habiendo hecho música para anuncios y películas con premios tan importantes, pero, ¿te gusta que al hablar de tu música se hable más de cine que de tus canciones muchas veces? ¿Entiendes la fijación de la prensa con el hecho de que pusiste música a un cortometraje ganador de un Oscar?
Entiendo perfectamente que se hable de todo eso, porque, la verdad, es la primera vez que estoy defendiendo algo mío personal. No es que haya hecho tres discos y Alone es el primero que encuentra visibilidad: es que es el primero que hago. Y, para poner en contexto, es normal que se hable de Stutterer y de otras bandas sonoras. No me molesta: creo que ayuda a poner en contexto las cosas.

¿Dirías que el cancionero de Alone te ayudó a encontrar una mayor identidad como artista, algo más tuyo; o dirías que tus trabajos para bandas sonoras ya habían ayudado a perfilar tu identidad?
(Piensa un rato) Es una pregunta muy interesante. Creo que estos diez años haciendo música para películas, teatro, etc., me ayudaron a perfilar mi estilo y mis gustos; pero, al fin y al cabo, estaba haciendo música para otros, por encargo. Yo improvisaba para mí durante horas, pero nunca acababa de trabajarlas. Después de tantos años trabajando para otros, me había acostumbrado, y me di cuenta de que no me atrevía a hacer música para mí. De hecho, es algo que me preguntaban mucho en su momento: “¿Cuándo vas a hacer un disco tuyo, música para ti?”. Y yo nunca me lo había planteado.
Yo venía del mundo clásico, de dar conciertos, y no me imaginaba dar conciertos de algo que no fuese clásico, y las bandas sonoras servían para poder conectar esa faceta clásica con mis gustos, pero siempre con alguien detrás, que no era yo, que tenía que aprobar esa música que estaba creando. Pasé toda mi vida sabiendo que tenía algo que quería sacar, pero nunca me atrevía. Con Alone estoy muy feliz, porque es la primera vez en mi vida que me he atrevido a defender algo con mi nombre. Había probado cosas, pero nunca quedaba satisfecho. Esto es lo primero de lo que estoy suficientemente orgulloso como para firmarlo con mi nombre, sin autorizaciones de nadie: reafirmo quién soy a nivel musical y personal.

Cuando tuve que escribir la crítica del disco decía que me daba la sensación de que hacías las canciones como mirando una pantalla que, en este caso, era tu mente, tu cabeza. ¿Te costaba más mirar a esa pantalla imaginaria que eres tú a la hora de ponerle notas?
Me costó muchísimo más. Mucho. Estuve muchos meses para conseguir hacer las canciones. Es curioso porque, durante la que acabó siendo, sin yo saberlo, mi última época en Londres, estuve buscando inspiración en otras cosas: leí mucho a Murakami con la idea de hacer música basada en su obra; y, al mismo tiempo, yo estaba pasando una época muy mala. Y, visto con perspectiva, era imbécil: en vez de buscar en lo que yo estaba sintiendo, buscaba fuera. Hasta que un día lo tomé como ejercicio; decidí ser mi propio director, ver cómo estoy hoy, exagerarlo un poco, e improvisar sobre mí hoy.
Hasta llegar a ese día estuve muchísimos meses tirando la toalla, y decidiendo que mi lugar en el mundo como músico era hacer cosas para otros, pero no para mí. Ese día probé y fue bonito, porque escribí prácticamente todos los títulos del disco ese día, antes de improvisar: era una manera de escribir imágenes en forma de títulos. Me metí en mi propia escena e intenté hacer mi propia banda sonora.

Ahora que los mencionas, los títulos de las canciones son muy descriptivos: “Preparado para hablar”, “Cosas que no tuve el coraje de decir”, “Todavía no estoy enfadado”… Parecen puntos de autoanálisis que tomaste como hojas de ruta para construir las canciones. ¿Querías que se viera esa parte explícita de las sensaciones que tenías?
Totalmente. Además, soy alguien horrible poniendo títulos, me cuesta muchísimo. Pero, en este caso, creo que eran necesarios. Y como empecé a improvisar sabiendo que los ritmos los iba a desarrollar en el resto de piezas, y que todo iba a estar conectado, en ese sentido; también entendí que lo normal es que hubiera una estructura narrativa también en las cosas que quería expresar, en las emociones que quería poner en común a través de mi música, como si fuese un guion: pasar por distintos estados y ponerle un final a ese día.
Cuando regrabamos todo y pensamos en que se convirtiese en un disco, me replanteé si cambiar cosas de la música y de los títulos; pero quise mantener la esencia tal cual de ese día. Me daba pena cambiar los títulos originales. Al no haber letra en las canciones, me apetecía que se viera esa parte de ‘diario íntimo’. Me daba un poco de pena que se perdiera esa parte emocional que conseguí plasmar de manera explícita a través de los títulos.

"Ahora que tengo en mente trabajar en mi segundo disco, no sé qué voy a hacer: ya no estoy solo y amargado en Londres, sino en Madrid bastante feliz"

Resulta curioso que, aunque se hable tanto de esos éxitos y galardones, el disco refleja otra realidad que se desprende de esos éxitos, cuando decidiste que ibas a apostar para vivir solo de tu música, dejando de ser profesor: lo complicado que es poder vivir de la música, las batallas internas que hay que librar, la resistencia y resiliencia, casi. Está ese contraste entre el chico de éxito ganador de un Oscar, y la encrucijada vital y profesional, ¿no?
Sí, es un poco así. Yo entiendo que el tema del Oscar queda bonito y vistoso, pero la época justo después de haber formado parte del equipo de Stutterer es verdad que me abrió puertas para conseguir mejores trabajos, pero tampoco fue la panacea: hay gente que se imagina que estaba con mi descapotable contando los billetes, pero no fue así. Para mí Londres fue una experiencia muy buena, pero también me machacó mucho: me costó mucho hacerme valer y trabajar como músico y vivir de eso allí. Además, se me juntaron temas de estrés, de pareja… y mi último año de Londres fue un cóctel bastante explosivo: lo único bueno que saco de todo ese año es el disco (ríe).
Nunca lo había pensado, en realidad, pero esos meses, que no fueron nada fáciles, después de hacer el disco me salió la posibilidad de hacer una película aquí en Madrid [NdeR: La enfermedad del domingo, de Ramón Salazar] y me vine tres meses a trabajar en eso y desconectar de Londres. Y eso fue lo que me ayudó a tomar la decisión de quedarme aquí. El disco es una fotografía de cómo estaba ese día, y es un resumen bueno de cómo llevaba los últimos años; pero, ahora que tengo en mente trabajar en mi segundo disco, no sé qué voy a hacer: ya no estoy solo y amargado en Londres, sino en Madrid bastante feliz. No sé dónde encontraré la inspiración. Pero me alegra que se vea ese contraste.

A mí lo que me gusta es que aquí no hay un “final feliz”, que es un elemento recurrente en discos con narrativas oscuras. Aquí se empieza en la mierda y se acaba en la mierda, con una canción que, de hecho, se titula Still Alone. ¿Buscabas transmitir esa sensación de: “Vale, vuelco toda la mierda que siento aquí, pero no os creáis que esto está solucionado”?
(Ríe) Es que realmente estaba en la mierda ese día. En el concierto que di en la sala Galileo Galilei hace unas semanas, aquí en Madrid, conté un poco las bambalinas, y les expliqué cosas de los títulos. Y después de tocar cinco temas del disco les conté que venía “Still Alone”, y la gente empezó a reírse.
Yo ahora lo cuento y la perspectiva ha cambiado. Pero seis meses después de haber compuesto ese disco, ya viviendo en Madrid, mi manager me dijo: “Reescribe todo lo que has hecho, haz partituras y lo grabamos”. Yo ahí era libre de cambiar el final. Y, de hecho, intenté cambiarlo, pero no me gustaba nada. Y decidí mantener cómo estaba yo ese día, que fue un 8 de enero de 2016. Yo empecé ‘alone’ ese día por la mañana, pero por la noche todavía estaba ‘alone’. Cambiarlo no me parecía honesto. La fotografía de ese día es este disco, y cuando toco las canciones me es fácil trasladarme a ese día, a esos meses. Ahora es distinto, pero ese día estaba así.

Quizá es invento mío, pero hay algo de reflexión sociopolítica en el disco: al final es la historia de un joven español que emigró a Londres para intentar vivir de su profesión, y que se encuentra solo y deprimido, sin pasta, sin pareja y sin gente alrededor y graba un disco conceptual con un piano comprado en una tienda de segunda mano. ¿Hay lectura política en Alone?
Es verdad que ese día las grabaciones las hice con un piano de segunda mano horrible, y las siete pistas están grabadas así; pero seis meses después, cuando lo regrabamos, fue con un piano de cola en un estudio, con una chelista muy buena, sin pistas midi, que sí estaban en la grabación de ese día.
Con respecto a la lectura política o sociopolítica, no la veo tan así. Yo me fui a Londres por dos motivos: 1) por experiencia personal, para verme solo viviendo en otro sitio y empezando en una etapa nueva; y 2) para hacer un máster. No es que yo estuviera en España fatal y sin trabajo y tuve que emigrar. En este caso fue una decisión propia: era un master pequeñito, fui sin beca y sin ahorros y lo hice en dos años, trabajando allí para pagarlo. Yo en Galicia estaba con trabajo de profesor de piano y feliz, pero hay algo que me hizo salir y moverme; de lo cual, por cierto, me arrepentí de haberlo hecho cuando ya estaba en Londres. Pero, en principio, no hay una lectura sociopolítica: irme allí fue más buscando un cambio de vida a nivel personal, y hay cosas que salieron bien y otras que salieron mal, pero mi último año allí a estaba muy cansado y preguntándome qué cojones hacía con mi vida.

"Me fui a Londres buscando un cambio de vida a nivel personal, y hay cosas que salieron bien y otras que salieron mal"

Cuando te llevó Buenafuente a Late Motiv te dijo algo así como que ponías “emoción y música a unas imágenes”. ¿Sientes que con Alone consigues proyectar imágenes, que has conseguido rodar un film solo con la BSO?
Ojalá. Eso sería un lujazo, un privilegio: si alguien, escuchando el disco, se imagina una historia o ve y siente imágenes sería lo mejor que me pueden decir como compositor y como pianista.

Tus canciones tienen una duración y una dinámica bastante pop, pero no dejan de ser piezas instrumentales que se las cataloga más cerca de la música clásica. ¿Dirías que las fronteras entre las piezas de música clásica y las estructuras pop no están tan alejadas como podía imaginarse?
Me gusta no identificarme con un territorio en concreto. De hecho, las duraciones es algo a lo que le doy bastante importancia: si una canción o pieza dura ocho minutos, tiene que estar muy justificado, porque si no son un coñazo. En el caso del disco, hay una canción, I Don’t Want This to End, que era más repetitiva, que duraba un minuto y pico más, y le eliminé casi dos minutos porque prefería ir a lo concreto y no dar muchos rodeos para contar esa historia.
También es cierto que en los directos lo cambio: juego con el factor improvisación y cambio cosillas. Supongo que el momento de inmediatez y urgencia que vivimos también me influye: prefiero ir más a lo directo. Una canción de dos o tres minutos te la escucho, pero una de catorce gratuitamente no.

Tu disco aparece en un momento en el que nombres como los de Ludovico Einaudi o James Rhodes son conocidos; y que incluso en el territorio alternativo otros como Nils Frahm, Ólafur Arnalds, Hauschka o Jóhann Jóhannsson son bastante reconocidos. ¿Dirías que es un buen momento para que se reconozca una obra de corte clásico, habitualmente despegada de los circuitos pop?
Creo que sí es un buen momento. Lo estoy notando también por la apuesta que está haciendo [PIAS], mi sello: está apostando mucho por intentar que funcione algo que, de entrada, es complicado de explicar. Están ayudando a situarnos en tres mundos: el mundo más clásico, el mundo electrónico (con covers y colaboraciones que estoy haciendo) y el mundo de las bandas sonoras.
Y me pone muy feliz que algo que hice un día en mi habitación sin ninguna expectativa haya coincidido, dos años después, con que los promotores se fían y la industria se esté interesando en empujar a tocar en directo un disco como éste. El hecho de tocar en sitios tan icónicos de Madrid, Santiago o Londres hace que flipe y me enorgullezca de todo lo que hay detrás. El apoyo que medios como Radio 3 me sorprende un montón, y ayuda también a tener una percepción de en las diferentes aguas que está mi música.

En tu canal de YouTube no tienes versiones de variaciones de Mozart, Bach o Schubert, sino versiones de James Blake, Sufjan Stevens, PJ Harvey, The XX o Jon Hopkins. ¿Dirías que tu música conecta con la visión neoclásica de este perfil de artistas, más de corte alternativo y electrónico?
Sí, mucho más. De hecho, algunos de esos vídeos son de hace tres o cuatro años, con lo que es algo que me viene interesando desde hace ya mucho tiempo, antes incluso de plantearme sacar un disco. Y de la obra de Mozart o Schubert, si bien la adoro, también acabé cansado tras tantos años de mi vida tocándolos todos los días. Cuando fui a Londres descansé de la música clásica y descubrí a artistas como Max Richter, Jamie XX, Jon Hopkins, Nils Frahm, Ólafur Arnalds, Sufjan Stevens… y me lo paso muy bien tratando de pasar todo ese tipo de música a mi estilo. Dentro de poco sacaré una de Bonobo. Me gusta mostrar mis gustos musicales al margen del mundo clásico.

"En Londres descansé de la música clásica y descubrí a artistas como Max Richter, Jamie XX, Jon Hopkins, Nils Frahm, Ólafur Arnalds, Sufjan Stevens…"

Hace cosa de un año sacaste un EP junto al productor de electrónica Edu Imbernon. ¿Hay más colaboraciones con productores electrónicos a la vista?
Sí. De hecho, con Edu Imbernon es probable que hagamos más cosas muy pronto. Nuestra primera toma de contacto fue algo a lo que me tiré a la piscina sin saber quién era ni lo que iba a pasar, y fue una experiencia muy buena mezclar su mundo electrónico de pista de baile y de Pachá y festivales; con el mío, más de piano y auditorio. El proyecto nació porque él quería hacer un remix de uno de mis temas, y cuando nos conocimos decididos hacer algo juntos desde cero. A mí todo lo que me saque de mi zona de confort y me haga aprender y trabajar con más gente digo que sí sin pensármelo.

El disco lo compusiste hace como tres años. ¿En qué estás trabajando ahora? ¿Nuevas bandas sonoras, disco nuevo, colaboraciones…?
Si todo va bien, habrá conciertos muy guays en verano; y el sello está intentando organizar una gira algo más grande a partir de septiembre. Es probable que saque un EP en un par de meses; seguiré también subiendo versiones a mi canal de YouTube; y, al mismo tiempo, desde La enfermedad del domingo llevo como año y medio sin peli, y ojalá encuentre otra pronto: estoy haciendo castings para trabajar en algunas películas. Ahora estoy empezando a trabajar en un cortometraje de Álvaro Gago, que estuvo nominado a un Goya y fue premiado en Sundance por Matria, y con el que ya trabajé en más ocasiones; y también estoy empezando a trabajar en la banda sonora de una experiencia en realidad virtual, y es algo nuevo y bastante distinto.

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