Hace aproximadamente un año, a propósito de la promoción del álbum de Grinderman, Nick Cave llenaba de sentido la expresión “enfrentarse a una entrevista”. Aquel primer encuentro con el australiano -recogido en el número de marzo de 2007 de esta publicación- se saldó con una serie de reproches y desmanes que, sinceramente, no me hacían llegar a esta nueva cita con las mejores expectativas. El escenario cambiaba y Londres dejaba paso a Brighton, la ciudad en la que el australiano y su prole han encontrado refugio en los últimos años, una ventana al Atlántico con tradición rock y por cuyas desvencijadas calles y señoriales edificios no resulta difícil poner a pasear a los protagonistas de las canciones de Cave.
"Canciones como ‘Into My Arms’ están escritas en momentos de caos total, cuando las cosas estaban muy jodidas en mi vida a todos los niveles"
Cuando atraviesa el umbral de la puerta de uno de los salones del Hove Club, él mismo tiene algo de personaje novelesco. Los centenarios miembros que cuelgan de las paredes de tan selecto club observan la escueta presentación inicial. Le he llevado dos números de MondoSonoro, aquel en que se recoge la entrevista con Grinderman -“un pequeño hit en España” le aseguro, ante lo que emite un pequeño gruñido- y la portada que le dedicamos en su día a propósito de “Nocturama”. Ésta capta su atención y masculla entre dientes: “Estaba tan joven y guapo entonces…”. ¿Cuánto ha pasado desde entonces? ¿Seis años? “Sí, supongo…”.El tiempo pasa deprisa para todos, pero intuyo que en su caso lo apretado de la agenda acrecienta la sensación de fugacidad. A día de hoy Cave combina sus funciones como marido fiel y padre responsable con los escarceos como ocasional guionista para Hollywood, compositor de bandas sonoras y general en jefe de los Bad Seeds, un proyecto en el que ha volcado lo mejor de sí mismo y que va ya camino de los veinticinco años.
Los cumplirá en plena forma y defendiendo “Dig, Lazarus, Dig!!!”, álbum que hace el número catorce en su discografía y que supone un continuum temático y sonoro de su obra. “Hay cierta conexión entre este disco y ‘Henry’s Dream’. Entonces quería hacer un disco acústico que sonase muy violento pero David Briggs, el productor, llegó y lo cambió todo. Sentí que el disco se me escapaba y transformaba en algo que no debía haber sido. En ‘Dig, Lazarus, Dig!!!’ he vuelto a intentar que la guitarra acústica se convirtiera en el centro de todo, y que la electricidad sobrevolara las canciones para dotarlas de cierta ligereza. En ‘Abattoir Blues’ el sonido era muy heavy, muy potente, y quería que este disco sonase más pequeño y más raro. Pero, en definitiva, si bien mi visión de ‘Henry’s Dream’ era mucho mejor que el resultado final, en este caso he conseguido realizar lo que tenía en mente”.
"Hay cierta conexión entre este disco y ‘Henry’s Dream’. Entonces quería hacer un disco acústico que sonase muy violento"
Bien sea por la comodidad de encontrarse a un par de calles de su propia casa, por enfrentarse él solo a la promoción, o porque Brighton se ha levantado hoy con un hermoso cielo azul y temperatura casi primaveral, parece que ha habido suerte: toca conocer la otra la cara de un Cave al que todas las explicaciones sobre su trabajo le parecen pocas. “He tardado bastante en encontrar una nueva forma de contar historias. ‘Night Of The Lotus Eaters’, ‘Moonland’ o ‘Today’s Lesson’ son canciones con una atmósfera tan lírica como opresiva, canciones en las que la acción ha desaparecido para dejar paso al efecto de aquello que ha ocurrido. Por ejemplo, en ‘Moonland’ un tío conduce un coche y es evidente que algo ha pasado, que está dejando algo atrás. Y hay un misterio encantador en ello…”. Se me ocurre la comparación con el cine de Michael Haneke. Por un lado porque en cintas como “Caché” lo que menos importa es la explicación de aquello que genera nuestra inquietud y la de los protagonistas. Por otro porque, al igual que ocurre en la mayor parte de títulos del cineasta austriaco, el terror proviene de situaciones tan ordinarias como imprevisibles. Incluso me atrevo a plantearle tímidamente si algo tiene que ver en todo eso su nueva vida como acomodado padre de familia. Adiós a las drogas y excesos. ¿Tiene el miedo hoy otra cara? “Hmmm, es un gran cumplido. Desde luego prefiero que digas eso y no que me compares con Tarantino o algo así. Haneke es grande. Por otro lado yo no tengo miedo de la violencia física y las cosas que realmente me asustan son el aburrimiento o la complacencia. Cuando creo, un universo paralelo surge delante de mí, puedo estar disfrutando de mis hijos y volver al sótano a escribir. Y todo cuanto está pasando allí es caótico y enfermo”. No es casualidad, pues, que por la nueva galería de personajes se deje caer un maldito como John Berryman. “Bukowski was a jerk!/Berryman was best!” aúlla en “We Call Upon The Autor”. Un órdago que apuesta por lo ficcionado y desprecia el carácter confesional de obras anteriores. “Canciones como ‘Into My Arms’ están escritas en momentos de caos total, cuando las cosas estaban muy jodidas en mi vida a todos los niveles. Ahora bien, encuentro muy complicado seguir viviendo de esa forma, continuar viendo mi vida con la teatralidad de ‘The Boatman’s Call’. Una serie de mujeres me dejaron tirado en aquella época. Mala suerte, tío. Hice un hermoso álbum sobre ello, en el que me representaba como una especie de héroe romántico. Era un buen disco, pero no es el tipo de cosa que me gustaría repetir. Hasta tipos tan importantes como Dylan, Cohen o Van Morrison, que han escrito los discos confesionales más grandes de la historia del rock, comprendieron en determinado momento que para sobrevivir necesitaban dejar de hablar de sí mismos y sus tragedias”.
¿Y qué hay de las impresionantes mujeres que pueblan el disco? “Mi modelo erótico es mi mujer. Definitivamente. Pensar en ella todavía nubla mi mente”. Y a su lado las fábulas bíblicas aún resultan inspiradoras. “Desde niño no puedo dejar de pensar cómo se sentiría tras levantarse de la tumba”, dice Cave sobre Lázaro en el “track by track” promocional. “Bueno, los malditos track by track son una mierda”. Bien, pero a mí me sirve para hacer una última pregunta mientras la responsable de promoción avisa de que la entrevista se acaba. ¿Piensa en los últimos tiempos Nick Cave más que antes en la muerte? “Creo que me preocupa hacerme viejo. Puedo calcular cuánto me queda con frescura mental: si todo va bien tal vez veinticinco años. Y ahora sé cuánto duran veinticinco años. Empiezo a pensar en las cosas que me gustaría hacer antes de irme, y el tiempo se convierte en algo precioso… No sé, incluso pienso a menudo si no estaré perdiendo mi tiempo…”. Se queda pensativo y cuando me levanto hacia la puerta se inclina para volver a mirar la foto que fue portada de la revista hace unos años. Reflexionando, supongo, sobre todo aquello que se le ha escapado desde entonces.
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