Hay quien piensa que si hubiera que salvar una ciudad en el mundo, debería ser Nueva York. Por muchas razones, entre ellas porque permite con toda naturalidad que una estudiante japonesa de arte conozca a dos gemelos italianos y formen una banda que a la larga se convierte en una de las más significadas del panorama alternativo de Estados Unidos. Es la historia de Kazu Makino y Amadeo y Simone Pace, con quien hablamos en Madrid en una parada de un amplio tour promocional que refleja el creciente interés por la banda en Europa, sobre todo tras su fichaje hace un par de discos por 4AD. “Nueva York es una ciudad que te permite acceder a muchas cosas; a veces puede resultar difícil, pero siempre hay algo que te podrá inspirar. No sé si en otro sitio nuestra música sería la misma. En ‘Melody Of Certain Damaged Lemons’ (Touch & Go, 00) hay algunas canciones que escribimos estando en el campo, en Francia, y no sé decirte cómo suenan exactamente, pero seguro que hubieran sido de otra forma si las hubiésemos compuesto en Nueva York”. Simone Pace, batería de Blonde Redhead, se piensa las respuestas, trata de no dar pasos en falso por banal que pueda resultar la cuestión y mide sus palabras hasta el punto de conseguir que el silencio no resulte incómodo. Cuando ya habíamos dejado el tema y hablábamos de “Silently”, uno de los mejores temas de “23”, concluye: “Nueva York tiene un efecto en nuestra música, seguro”. Cerramos capítulo definitivamente y abrimos el de la producción, que por primera vez asumen ellos mismos después de varios discos en manos de Guy Picciotto. “Siempre se ha implicado mucho, era casi como el cuarto miembro de la banda, pero en esta ocasión nos apetecía hacerlo nosotros mismos. No queríamos restricciones de ningún tipo; teníamos muchas ideas que queríamos probar, y ésta era la mejor manera”.
"No sé si es nuestro disco más accesible, ya veremos, pero sí tratamos conscientemente de que fuese el más directo, más impulsivo" |
Las mezclas las dejaron luego en manos de Alan Moulder, por lo que no parece casual que haya algunos pasajes de este álbum que remitan a My Bloody Valentine. “No sé si es nuestro disco más accesible, ya veremos, pero sí tratamos conscientemente de que fuese el más directo, más impulsivo. Por una parte hemos intentado que fuese menos abstracto que otros trabajos, y por otra que no hubiera elementos que pudieran distraer la atención”. Y así, lo que empezó siendo noise y se etiquetó también como post-hardcore ahora es pop con regusto shoegazer. “Bueno, creo que siempre ha habido algo de eso. ‘La mia vita violenta’ (Smells Like Records, 95) era, en cierto sentido, bastante pop”. Desde entonces han depurado su sonido, las melodías han ido ganando peso y a las guitarras se les han sumado los teclados como elemento estructural. “Tenemos una energía distinta. Hemos dejado que las cosas pasen de una manera más espontánea, que todo sonase natural aunque en realidad estuviese muy trabajado. Y eso también pasa con las melodías; no es que estén más definidas… son, no sé, más inmediatas. Bueno, sí, es más pop”. Quizá el toque justo para subir no uno, sino dos peldaños en esa carrera de fondo en la que llevan desde 1993. Mientras tanto, Kazu Makino colaboró en el último disco de TV On The Radio y Simone Pace trabaja en un proyecto con Laurie Anderson. Aprovecha uno de sus silencios para sacar una chuleta de la mochila y hacer recuento de las cosas que ha escuchado últimamente: Animal Collective, Interpol, The Knife, Thom Yorke, Marvin Gaye, The Cure, Ennio Morricone… Una de las virtudes de Blonde Redhead, especialmente en este trabajo, es que su sonido puede resultar previsible, pero en ningún caso obvio. Su único y accidentado paso por España, antes de su aparición en el pasado Primavera Sound, hay que buscarlo en 1999, “Ese primer contacto con España no fue precisamente una buena experiencia. Hicimos dos conciertos. El de Bilbao no estuvo mal, pero la gente estaba cenando mientras tocábamos y con ese ambiente era difícil transmitir algo positivo. Y lo de Barcelona fue un desastre, era un local pequeño, tuvimos que llevar todos los trastos andando un buen trecho y lo peor fue que había un problema con los micros, nos daban descargas, y al final tuvimos que envolverlos si queríamos acercarnos a ellos; para rematar, creo que no habría más de cinco personas en la sala… todo salió mal, así que era mejor dejarlo”.
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