En su nuevo trabajo Casal alcanza unas miras a las que antes, dados los corsés y las limitaciones estilísticas, el alumno aventajado de Gram Parsons no podía alcanzar. ”Tras diez años tenía que empezar con una nueva etapa que fuese ilusionante para mi. Lo más cómodo, hubiese sido seguir la misma línea, coger mi guitarra, y seguir siendo otro cantautor más. Hubiese seguido teniendo reconocimiento en ese apartado, pero yo no me hubiese sentido realizado. Debía descubrir cosas nuevas, y creo que he conseguido lo que me había propuesto. Quería encontrar un sonido diferente, que no fuese similar a lo anterior, debía romper por completo y que todavía se pudiese reconocer mi capacidad para sorprender. Estoy orgulloso de los viejos tiempos, pero estaba cansado de que las acústicas estuviesen en el centro de gravitación. Quería buscar un sonido psicodélico, que fuese especial, y que técnicamente fuese perfecto, con una producción densa. He estado un año, para crear este disco. No ha sido todo seguido, ha sido en intervalos, pero he estado centrado en hacer el mejor disco posible”.
En esta obra se nota que el trabajo ha sido arduo, y que ha hablado largo y tendido con sus colaboradores para que no se le escapase ningún detalle, para que ningún fleco quedara suelto, y para que se sintiera lo más satisfecho posible. ”Éste es un disco para escuchar con auriculares, ya que tiene muchos detalles y cada vez que lo escuchas descubres algo nuevo, algo que te sorprende. El resto de discos que he hecho los puedes escuchar mientras lees, mientras pones orden en casa, pero a esta obra le tienes que prestar atención. La producción es brillante, y el disco suena muy soleado”. Una de las claves para este aparente cambio, ha sido la gratificante experiencia vivida con su proyecto paralelo. ”Hazy Malaze ha sido muy importante para mi, porque he aprendido lo que significa estar en una banda. Desde que era un niño, ese siempre había sido mi sueño, pero no había sido realizable, porque nunca había tenido muchos amigos, y siempre al final me inclinaba por ser autosuficiente. Hazy Malaze ha tenido un efecto clave en mi carrera, y de hecho, los otros dos chicos de la banda, han participado en la confección del disco”. Neal Casal ahora es una persona radiante, positiva y afable. Los malos tiempos ya forman parte de su particular baúl de los recuerdos. ”Mi situación personal es mejor, después del enorme bache por el que pasé. Estuve explorando sobre mi tristeza, todo era muy oscuro, pero ahora todo eso, afortunadamente, ya ha pasado. El desamor, y complicaciones económicas derivadas de ese enlace, provocaron esa crisis, de la que afortunadamente ya he salido”. Psicodelía fugaz, canciones redondas, concepto de banda, y una amalgama de sonidos que llevan su propio sello personal . ”La inspiración me vino en parte gracias a Beachwood Sparks. Encontré esa nueva dirección, aunque suenan más pop, y yo quizá, sueno un poco más rockero. Tenemos ideas comunes, y ellos son muy creativos. Hemos tocado juntos, y tenemos una buena amistad”. El año pasado, vieron la luz, unas grabaciones que inmortalizó junto a la preciosa y dócil Shannon McNally. ”Con Shannon McNally escribí algunas de las piezas más emocionantes que he hecho nunca. La producción era muy casera, y la grabación sonaba muy real. ´Pale Moon´, nunca había sonado antes tan real y sincera, y eso lo ha reconocido gente como Emmylou Harris y John Prine. Me alegro mucho del éxito que ha tenido ella son su disco ´Geronimo´”. Dada su evolución, quizá el espejo de Ryan Adams sea en el que Neal Casal deba mirarse. ”Ryan Adams es un genio. Lo que ha hecho él es impensable. Tres discos en un año, y a cual mejor. Yo toqué con él durante unos meses junto a Willie Nelson, y ya entonces, no paraba de crear. Cada día sacaba al menos una canción nueva. Es un chico especial, pero en el trato diario es una persona muy normal, e incluso, puede ser bastante agradable”. Como uno de los últimos embajadores de la música folk y country americana, era de obligado preguntarle por “En la cuerda floja”, el biopic de Johnny Cash. ”Jim Scott, quién había sido mi productor, me invitó a uno de los primeros conciertos que él dio tras fichar por American Recordings. Me metió en camerinos, ya allí estaba Rick Rubin observándolo todo. A tres metros míos, pasaron él y June Carter, y fue como ver a Dios. Me quedé perplejo, sin palabras. La película no la he visto, porque no me interesa demasiado. La verdadera historia de su vida, se puede encontrar en un documental que se llama ´His Music, His Life´”.
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