En 2019 ibas a fichar por una discográfica y cuando les entregaste tu anterior disco “Open The Gate” te lo rechazaron. ¿Crees que este segundo álbum también te lo hubieran rechazado?
La verdad es que no estoy muy segura de lo que querían a día de hoy. Es una discográfica que hace música electrónica -no quiero dar el nombre porque no me gusta hablar mal de la gente- pero básicamente empezaron a llevar otro tipo de artistas y conmigo no sabían muy bien qué hacer. Primero me pidieron un disco de jazz y, cuando empecé a trabajar en los temas, entonces me pidieron un disco de música mía. Hice “Open The Gate”, y luego me dijeron que no, que mejor íbamos a probar otro estilo… Ahí fue cuando decidí no trabajar con ellos porque creo que ni siquiera ellos sabían cómo entender mi arte ni el tipo de perfil de artista que soy.
Te he preguntado si te hubieran rechazado este disco porque es evidente que ha habido un proceso evolutivo muy grande entre el primero y el segundo. El más obvio es el cambio al castellano. Además tu acento, tu inflexión vocal a la hora de cantar, le da ese toque flamenquito y hay mucha más diversidad... ¿cómo ves tú este proceso evolutivo? ¿Qué ha cambiado en tu vida artística para llegar a este segundo trabajo de esta forma?
Más que en la vida artística, creo que al final lo que ha cambiado es mi vida personal que es lo que siempre se refleja en la música. Con el primer disco en el momento en el que estaba, pues hay un viaje más espiritual, más introspectivo, etéreo, hacia adentro… y el proceso personal que he estado haciendo estos años es un proceso de toma de tierra con la realidad. Mi realidad es que soy de Cádiz, entre muchas otras cosas. Con la cuarentena conecté con todo ese amor que le tengo a mi tierra y con toda esa curiosidad también que empezó a provocarme porque me fui de Cádiz muy joven, entonces realmente no he pasado mucho tiempo en la ciudad de adulta. Al estar ahí tanto tiempo, empecé a conectar con eso y a tener esa curiosidad de mi cultura a parte del flamenco, que es la música por antonomasia de Andalucía, de toda la historia espiritual también que tiene Andalucía. Yo soy una persona que me gusta mucho el misticismo, las cosas esotéricas, me siento muy identificada y me da mucha curiosidad. En Chiclana está el castillo de Sancti Petri que era donde venían a peregrinar todo el mundo hace tres mil años, ¡era como la Meca! En mi pueblo, y yo no tenía ni idea de todo eso… Era el castillo de Hércules, y antes, el Templo de Melqart. Es como una isla que hay allí en Chiclana en la isla de Sancti Petri y empecé poco a poco a enamorarme cada vez más de aquello, a conectar con mis raíces… Yo soy Marín y mi tío abuelo fue quien inventó las muñecas de Marín, las que se ponen encima de la tele, son de mi familia. Realmente como que siempre he vivido tan desconectada de mis raíces he dado muchas cosas por hecho que hasta que no me he parado a reflexionar sobre mi realidad y mis raíces no me he dado cuenta de que hay un manantial de inspiración increíble allí. Con este disco básicamente lo que ha ocurrido es que he tomado esa verdad mía, interior y espiritual, y la he unido con mi mundo real, con los problemas de mi vida real, con los regalos, los retos, el amor, la salud, la enfermedad, los bajones… Todo eso que antes vivía de otra forma, más apartada de la realidad y ahora, que me siento encuerpada, que es una palabra que me gusta mucho, siento que de alguna forma se ha unido.
"Mis playlists personales pues son una mezcla entre Massive Attack y después sale copla… sale de todo"
De hecho, empiezas con una declaración de intenciones como “Reencarnación” donde ya estás diciendo que pasas de lo etéreo y espiritual a algo mucho más corpóreo, mucho más conectado con la tierra. Los referentes también han cambiado, en el primer disco cuando se usaban referentes para describir tu música, normalmente eran anglosajones y vinculados al trip-hop, como Beth Gibbons y Portishead, Björk, Goldfrapp... Ahora los referentes con los que se te vincula son españoles y sobre todo mujeres, como Nita de Fuel Fandango, Queralt Lahoz, Valeria Castro… ¿qué referentes son los tuyos de verdad?
Pues si te soy honesta he seguido con los mismos referentes. Aunque, ahora que estoy aquí, adentrándome en lo nacional y en el folklore, estoy enamorándome de muchos y muchas artistas que están haciendo verdadera brujería musical como Queralt Lahoz, La Plazuela, Karmento… Mucha gente de mi generación que está bien activa, lo cual me encanta. Y son artistas que realmente he descubierto una vez ya ha salido el disco, con gente diciéndome “tía, pues en estos festivales va a tocar no se quién…” Y ya como que el año pasado he ido descubriendo a estos artistas. Pero realmente he tenido los mismos referentes.
Y, cuando has descubierto a estos artistas, ¿has visto si realmente había trazos en común con tu música?
Muchísimo, muchísima conexión. Claro yo a estas personas no las conozco personalmente en profundidad, pero es como que a nivel generacional está habiendo una ola muy fuerte de conciencia de todo esto que te estaba hablando, de las raíces y de la riqueza cultural que tiene nuestro país, que llevamos miles de años petándolo en el arte, básicamente. Está feo que lo digamos porque somos nosotros, pero es verdad. Creo que mi generación y las que están llegando ahora son muy conscientes de esto. Sí que es verdad que las coplas me encantan, sobre todo, hay ahí una fuerza que me fascina y mis playlists personales pues son una mezcla entre Massive Attack y después sale copla… sale de todo. Creo que precisamente ese punto que hay en común, no creo que sea tanto de inspirarnos unos a otros , sino de esta conciencia que hay del legado, del arte en España y de la innovación de los tiempos que corren.
Cuando uno tiene tu disco entre sus manos, lo primero que le capta la atención es la portada ¿qué has querido transmitir con esta imagen como de Diosa?
Realmente todo surgió porque conocí a Joaquín Pérez que es el responsable de esta maravilla y que os invito a que echéis un vistazo a su arte porque es maravilloso… Él se inspira mucho en el arte eclesiástico, en la iconografía mística de la semana santa y este tipo como de símbolos y arquetipos, y lo mezcla con una imaginería queer increíble. Una cosa que me ha costado mucho es estar en una iglesia, o en un espacio sagrado de cualquier religión, y sentir como esa pertenencia de lo místico independientemente de tus creencias, de si te hubieran quemado hace trescientos años por bruja, o si de repente no crees en nada pero eres una persona muy sensible... Es algo que estamos trabajando también mucho en el directo y que me interesaba reflejar, y para la portada pensé en la carta de la justicia del Tarot, que es básicamente el punto de inspiración. Con Joaquín estuvimos incorporando los elementos de este tipo como la luna por ejemplo, que está en el suelo y la virgen la está pisando porque es como que lo femenino, la intuición y la magia, que están vistas como cosas que están mal, ¿no? Se suelen pisar para que queden enterradas, y si abres el CD lo primero que sale es una pedazo de luna, para disfrutarla como esa liberación del inconsciente y del derecho de todos y todas a adueñarnos de esto, a cogerlo como una espada y como un himno y decir “esto es mío también”. Como un símbolo de empoderamiento femenino.
Hay una canción que destaca y resalta en el número de escuchas en Spotify que ha sido “Tulipanes rojos” no sé si esperabas que con esta canción pasase eso, que se convirtiera en la canción bandera o estrella del disco y, si lo esperabas ¿por qué crees que "Tulipanes Rojos" conecta con la gente más que el resto de las canciones?
Para mi ha sido algo que me ha sorprendido un montón, porque hay otras canciones que he compuesto con una estructura más pop, mientras que Tulipanes no tiene para nada una estructura pop, es súper extraña, no tiene estribillos, es como muy experimental. La creé en el estudio con Chris Webb que es con el que he trabajado para algunos de los temas. Él es un productor londinense de hip-hop súper potente y le dije “mira Chris, tengo esta letra y me gustaría que hiciéramos un experimento”, entonces le puse vídeos de Paco de Lucía, le enseñé ritmos de flamenco que se quedó con el culo torcido. ¡Tú imagínate! Ahora de vez en cuando me manda vídeos así de Camarón y me escribe “This guy is amazing!” y es como súper fan… Bajamos unos samples de palmas y le dije “Chris, vamos a hacer una rollo afro beat y esto te lo doy como unos samples y móntalo como tú montarías un tema de hip-hop”. Entonces le mandé eso y luego lo hablé con mi compañero de piso, que es Álvaro Gordillo, que él es bailarín del Ballet Nacional de flamenco y le dije “mándame una nota de audio así con jaleos” . Se lo di también a Chris y le dije “vamos a jugar con todo esto”. Entonces en realidad fue más como un experimento nuestro de unir esos dos mundos que un intento de hacer algo que pensara que iba a gustar tanto, porque además no tiene tampoco así una melodía muy pegadiza, salvo en algún momento. Pero me encanta que la que menos piensas tú que va a funcionar, sea la que a la gente más le flipa porque sienta que hay algo ahí especial.
Entonces, ¿qué canción pensabas que iba a funcionar por encima de “Tulipanes Rojos” en el disco?
Yo pensaba que funcionarían las más pop, que son “El nido” y “De la noche el sueño”. Temas que tienen estructuras más tradicionales por lo que pensé que la gente conectaría más y de hecho hay muchísimas personas que les encanta porque las escuchas una vez y ya la tienes todo el rato en la cabeza. ¿Mi favorita?… No sé… Es difícil porque es como tener un montón de hijos y no puedes elegir el que más te gusta, pero yo diría que “Pajarillos”, que también es una de las que se sale más de lo convencional a nivel de estructura, pero me mete como en un viaje muy psicodélico y muy de hipnosis, muy de trance. Me gusta esa magia de la música.
De hecho el disco es bastante variado y se percibe en él una sensibilidad robusta, e imagino que en eso tu productor Chris Webb habrá tenido un papel crucial. Además creo que Chris Webb ya participó en tu primer disco y que lo conociste por casualidad durante una jam-session en Londres. Ha sido todo como fruto del azar y es reseñable que todavía estéis trabajando juntos ¿no?
Fíjate que con “Open The Gate” quería hacer un disco pero no tenía ni un duro. Yo vivía en Londres y pues en una jam me puse a hablar con él porque tocamos juntos -él es un bajista increíble aparte de producir- y le digo “tío quiero grabar un disco” y me dice “ah, pues yo tengo un estudio”. Todo el mundo dice lo mismo, o sea, yo tengo un estudio en mi casa. Si te pones una tarjeta de sonido y unos speakers, pues ya lo tienes… Me dijo que pasara para que hablásemos. Me pasé y el estudio era una fantasía, y me dio precio y le dije que no podía, que no tenía tanto dinero, pero que pintaba súper bien. Así que le hice una propuesta: yo le pintaba el estudio y a cambio grabábamos el disco, y me dijo que sí. Yo estudié Bellas Artes y hago pintura mural, y así lo hicimos en el primer disco. Para el segundo, cuando ya tenía todos los temas y todas las maquetas listas pensé en grabarlo en España pero, cuando todavía no le había dicho nada, me escribe Chris y me dice “Mar, he construido unos alojamientos y me encantaría que vinieras a pintarlos como hiciste con el estudio ¿tienes algo para grabar?” No me lo podía creer, pero así fue. Al final, creo que con este disco hemos conseguido esa contundencia porque desde el principio teníamos como muy claro esto del encuerpar, del bajar a la tierra todo esa espiritualidad y ¿qué hay que te baje más a la tierra que un buen bombo y un buen bajo de hip-hop sólido, con una línea sólida?. Entonces pues hemos construido como esta tarta, por la capa de las bases súper sólidas y luego el andaluz y el arpa por encima como los topping, el helado donde le echas las virutillas. Y así quedó…
"Creo que con este disco hemos conseguido esa contundencia porque desde el principio teníamos como muy claro esto del encuerpar, del bajar a la tierra todo esa espiritualidad"
Hacia el final del disco, en el tema diez, tienes un tema instrumental de un minuto, “Nana de arpa para Rufus”, que a mí me ha dado la impresión que marcaba el final del álbum y los dos temas que siguen a continuación, “Naufragio” y “Guíame” son distintos al resto del disco, como una especie de epílogo. ¿Está hecho a propósito, lo de poner el tema instrumental hacia el final y crear luego esas dos canciones que se escapan un poco del resto?
Sí, totalmente. Creo que en el primer bloque el tema instrumental es un poco esa declaración de intenciones, de power místico, empoderamiento, poner los pies en la tierra pisando fuerte. Luego yo creo que hay un rescoldo de esa parte más intimista e introspectiva de “Open The Gate”, con las dos canciones que para mí son las más emocionales del álbum. “Naufragio” que habla de estas veces que caemos y no tenemos fuerza para seguir navegando. Para mí era un poco como que he hecho un Tarot con las canciones del disco y cada tema tiene su carta. En la carta de esta canción, el consejo que sale es un poco el aceptar esos momentos de bajón, de decir “yo estoy mal hoy, y si me pregunta mi amiga no le voy a mentir”. Es un permitirse sentir ese dolor para poder atravesarlo y encontrar la guía de la intuición, de lo que la vida te pone por delante, de esas señales que aparecen… Esos dos últimos temas son esa transformación interna profunda de trabajo de sombras de una misma para poder trascender los miedos y caminar con más libertad.
Supongo que cuando empezaste a tocar el arpa no tendrías muchos referentes y creo que eres autodidacta ¿no?
Sí, fui autodidacta. Fue tal el crush que tuve con el instrumento que fue como un encuentro místico, como los objetos sagrados, los cálices de iglesias, estos objetos que dan un poco de cosa acercarse a ellos porque dices ¡guau! esto es especial… Me pasó eso con el arpa cuando la descubrí y fue tal ese sentimiento que ponerme a investigar en YouTube cómo se toca el arpa o qué artistas la tocan me parecía como una manera de profanar esa cosa mágica, yo lo veía como un objeto sagrado que ya de por si tenía toda la información que cualquiera podría necesitar, como un manantial de sabiduría inconsciente. Esto fue con 13 años cuando escuchaba Slipknot y era muy metalera, entonces claro no se parecía en nada a lo que yo escuchaba en ese momento, hasta que en esa parte dark del metal descubrí el trip-hop y dije “uy, mamasita, qué es esto, I wanna join”. Empecé a encontrar un poco mi rollo y a liberarme de toda esa cosa barroca del metal, que son un montón de cosas sonando a la vez, como muy potente. Pero si igual hubiera escuchado música celta por entonces, pues no estaría haciendo lo que hago ahora, así que…
Al ser autodidacta, ¿sabes leer música? ¿Has dado clases de solfeo y esas cosas?
Ya luego sí. Cuando empecé… A ver que estaba dando un montón de conciertos, y la gente estaba escuchando un montón mi música y pensaba tío, ¡no lo puedo estar petando sin saber nada de música! Así que ya antes de "Open The Gate" me puse a investigar, a tomar clases. Pasa que me echaron de las clases, de casi todas, porque empecé con una artista clásica y cuando llegué vio que toco con uñas, porque me gusta que la cuerda suene más metálica y normalmente con las arpas esto es ilegal, esto no se puede hacer, tienes que tocar con las yemas. Cuando me vio que tocaba con las uñas me dijo, ¿qué estás haciendo? Además al no saber, es como que te has inventado tu propia manera de tocar el arpa y la piva se quedó así como “what?”. Pero bueno me estuvo enseñando teoría, cambios de tonalidades, que es lo más complicado del arpa. Luego fui a tomar clase con una cantante de jazz y me pasó lo mismo, igual. Bueno, no, de hecho ella me dijo “no vuelvas más”. Y yo pensaba que había hecho algo mal porque además fui porque tenía unos conciertos importantes y quería prepararme la voz, y me dijo tía es que si das clase vas a perder esa naturalidad que tienes y como que transmites un montón, y no piensas ni racionalizas antes de cantar, sino como que sientes y sale. Entonces me dijo que eso era mucho más importante que tener técnica y me echó.
En ocasiones precisamente el no tener una formación clásica y estar tan encorsetado por las normas que te produce también el estudiar, pues te da ese atrevimiento, ese arrojo a hacer cosas que una persona formada ni se atreve a hacerlas porque lo ve como una especie de sacrilegio o una locura.
Yo siempre lo pienso, en inglés se dice “playing music” que si tú lo traduces es “jugar música”, en realidad. Si entramos en ese encorsetamiento como tú bien describes, es muy difícil jugar. Pero claro está guay jugar sabiendo las normas del juego, también. Entonces es un poco las dos cosas, primero disfrutar y conectar con el instrumento, siempre que alguien empieza a tocar, digo “juega”, y cuando descubres lo que te gusta, ahí estúdiatelo y apréndetelo a fondo y coges todas las herramientas que necesites para hacerlo lo mejor que puedas.
¿Qué va a suceder en los próximos meses? ¿qué planes tienes?
Pues empezamos con la gira de presentación de “El sendero”. Hemos hecho una banda espectacular y ya está todo preparadísimo, seremos cuatro en directo. Somos todas mujeres andaluzas talentosísimas: María Damónica, que es cantaora de flamenco, cantante, rapera y percusionsita; Pastora Andrade, que es bajista y cantante también; luego viene Elena con el cello que también canta increíble. Vamos a hacer unos conciertos que hemos definido como poderío místico, que es la etiqueta que hemos puesto a lo que queremos transmitir en los directos de lo que te hablaba, tomar ese espacio de espiritualidad y presencia y hacerlo tuyo. El primero será en Cádiz el día 24 de febrero, luego estaremos en la Sala Sol en Madrid el 6 de marzo, presentándolo que estáis invitadísimos a venir. Después estaremos tocando por toda España, lo pondremos por redes sociales e iremos avisando de todos los conciertos.
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