“Another Black Feather” mantiene la calidad de sus predecesores, sumándose a la lustrosa carrera de esta artista, pero no ha sido un trabajo fácil de dar a luz. Al principio, su gestación no ha sido precisamente un camino de rosas, aunque pronto tomó el camino correcto. “En Nueva York, mi vida era muy estresante, estaba muy ocupada. Me casé, y eso supuso también un cambio muy importante. Personalmente estaba feliz, pero artísticamente estaba preocupada, ya que tenía miedo a estancarme. Necesito estar tranquila y tener tiempo libre para escribir. Necesitaba desconectar para poder trabajar. Más tarde me fui a una casa de campo, en el desierto de Arizona, en la que no había ni electricidad, con lo que no me funcionaba el ordenador. Pasé horas mirando a través de la ventana y observando flores cuando salía a pasear. Fue maravilloso y no dejé de escribir. Para crear necesito aislarme y evitar el contacto humano. Mucha gente ve esto como un trabajo, se levanta a las nueve de la mañana, desayuna y se pone manos a la obra, pero no es mi caso”.
"Antes que ser una superventas, me compensa más llegar a un pueblo de Indiana o de Arizona, tocar en un bar, que la gente conecte conmigo" |
Dayna Kurtz surgió de la nada hasta ganarse el respeto a base de conciertos excelentes y discos de calidad. “Postcards From Downtown” ganaba puntos con cada escucha. Dejó de convertirse en la amiga de la afamada Norah Jones para conseguir hacerse un hueco entre las cantantes de prestigio gracias a las covers de “Beautiful Yesterday”. “Cuando me disponía a grabar mi segundo disco, decidí hacer versiones, porque no me veía capacitada en ese momento para componer. Fue una decisión que no gustó a todo el mundo, pero yo prefería estar en la carretera y aprovechar el tiempo de una forma más productiva”. En su nuevo disco, Kurtz a veces suena con el entusiasmo genuino del Tom Waits más etílico (“From The Bottom Up”), pero también se atreve con el folk oscuro o las sonoridades latinas (“Venezuela”). “Hay gente que me dice que es un más tranquilo, lo cual es un poco contradictorio, ya que nadie se pone de acuerdo. De lo que sí estoy segura es de que se trata de un disco con más energía y eso lo sé sencillamente porque ahora hay mucha más energía en mi vida”. El disco está dedicado a la que para ella es la ciudad más grande, misteriosa, acogedora y enigmática de los Estados Unidos, New Orleans. “Me llegué a plantear vivir allí. Da la sensación de que en New Orleans no pasa el tiempo, la gente es más feliz, sea por su modo de vida o por el carácter del sur. Te sientes como en casa, ya que hay una gran comunidad de músicos. En Nueva York, los músicos son viejos con veinticinco años. El blues y el jazz dominan la escena de New Orleans y los músicos, por su experiencia, tienen mucho más que decir. Cuando pasó el huracán se me rompió el corazón, además fue precisamente el día de mi cumpleaños y me quedé atónita. Muchos amigos míos vivían allí. La gente se volvió loca porque perdieron sus casas, su dinero y ese modo de vida tan plácido y maravilloso que llevaban. Una de mis mejores amigas perdió a su hermano y fue muy doloroso. Creo que no pude cantar absolutamente nada en un par de semanas”. Volviendo a la música, en “Another Black Feather”, vuelve a atreverse con dos versiones, en este caso de Bill Withers y Johnny Cash. “No he visto la película sobre la vida de Cash. No tengo tiempo para ir al cine y me centro en lo que se publica en DVD. Me enganché tarde a su música, en los últimos diez años, ya que yo siempre me había interesado más por el jazz que por el country. Me gustan más los compositores de estándares del jazz, pero reconozco que Hank Williams, por ejemplo, era un gran poeta”. De ahí que en sus discos no falte nunca la dosis justa y necesaria de jazz, que siempre le sirve como condimento ideal para enriquecer su menú musical. “Aunque las formas del jazz son muy puras, es más divertido si eres músico, puesto que existe mayor variedad instrumental y debes tener una buena educación y formación musicales para sacarle provecho. Entre los músicos también hay más complicidad y provoca mucho más la improvisación, pero aunque escuches algo de jazz en mis discos no me planteo convertirme en una cantante de jazz”. Curiosamente y como le ocurre a cineastas como Woody Allen o Roman Polanski, a Dayna Kurtz las cosas le funcionan mucho mejor en Europa que en Estados Unidos, y es que a veces es difícil ser profeta en tu tierra. “Diría que es cosa de las compañías. Nina Simone tampoco fue muy grande en América. A mí, antes que ser una superventas, me compensa más llegar a un pueblo de Indiana o de Arizona, tocar en un bar, que la gente conecte conmigo y que me reconozcan por la calidad de mi música. Me gusta viajar y conocer a personas de todo tipo gracias a mi trabajo. Ese es el secreto de mi felicidad”.
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