"En este disco queríamos matar la guitarra"
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"En este disco queríamos matar la guitarra"

Alan Queipo Bonet — 22-02-2016
Fotografía — Juan Pérez Fajardo

A los pies de Martí Perarnau IV, Víctor Cabezuelo, Miguel de Lucas y Carlos Pinto yace muerta una guitarra eléctrica. Mucho han decidido matarla para seguir haciendo otro rock and roll, uno con la lengua afilada de rabia y bilis, pero pasado por el filtro de sintetizadores y atmósferas que viajan a los años ’80, pero que también hacen ojitos a Beck, Air, Gil Scott-Heron o la facción más progresiva de Prince. Se trata de “Pidiendo en las puertas del infierno” (Marxophone, 2016), un cambio de tercio que coloca al combo en una nueva situación: la de la invención del synth and roll.

Habláis mucho de la idea de “cambio”. ¿Por qué tanta necesidad de cambiar?
Simplemente es por diversión. Siempre hemos sido fans de los grupos que han evolucionado mucho, y creo que la diversión en la música está en el cambio y en intentar siempre hacer un disco diferente al anterior, y que cada disco nuevo que hagas sea una reacción radicalmente opuesta algo que has hecho antes, o por lo menos es la visión que tengo yo de la música: cambiar el proceso e intentar que sea diferente. Luego, a nivel instrumental teníamos muchas ganas de usar más teclados, que habíamos hecho pero no a saco y queríamos ver qué surgía. No es que quisiéramos cambiar porque se nos ha puesto en la punta del cipote (risas).

¿Pero sentíais que os estabais estancando; que podíais llegar a convertiros en una banda de versiones de vosotros mismos?
En realidad es que yo me aburro muy pronto de las cosas: soy muy obsesivo y cuando me da una época por algo lo quemo hasta la saciedad y luego me provoca un cansancio muy cañón y tengo que romper con todo y volver a empezar. Sí que hubo un momento de descubrimiento con el EP anterior, “Grupo revelación” (Marxophone / Gran Sol, 2014), que empezamos a sacar los sintetizadores e hicimos una canción que nos sonaba muy a Air y nos abrió mucho el camino. Y ahí nos preguntamos qué pasaría si hiciésemos un disco que estuviera basado todo en este sonido. A raíz de eso, en esa época descubrí un programa que se llama Ableton Live y que te permite trabajar con algunas atmósferas electrónicas y sintéticas, y empecé a probar cosas en casa con todo aquello y fuimos encontrando sonidos muy guay: de repente, que el bajo no fuera un bajo real de cuerdas como el de McCartney con ese sonido setentero que siempre habíamos usado sino reemplazarlo por un moog (que lo usaban Michael Jackson o Stevie Wonder de toda la vida: no estamos inventando nada), y ese tipo de nuevas estéticas te lleva a otros caminos, a otras sonoridades que te pongan cachondo y te animen a componer.

Mencionas a Air, hace unos meses mencionaste a Jorge Drexler como nuevas influencias y decías que son cosas que hace unos años nunca hubieras mencionado en tu vida. ¿Sientes que es el disco de mayor madurez objetiva de tu carrera? Ya no sólo con Mucho, sino incluso de tu etapa de Underwater Tea Party o The Sunday Drivers
Me resulta complicado decirte que es mi disco de madurez porque me sigo sintiendo muy inmaduro musicalmente…

"Al final, toda esta locura musical es que Mucho acabe dando con un sonido diferente".

¿Sólo musicalmente?
(Risas) Bueno, ¡y personalmente! (risas) Pero sí que es verdad que estos dos últimos años he escuchado mucha música muy diferente, y me ha volado la cabeza tanto Kendrick Lamar como Jorge Drexler, Enrique Bunbury o una época de Prince absurdamente progresiva y a la vez de sonidos muy ochenteros… La música se me ha abierto y tengo la sensación de que me gusta todo. He tenido un problema a la hora de decidir tomar una dirección porque disfruto de la música más que nunca: no sé si es madurez o directamente que se me han abierto los oídos a todo. Igual ahora me pongo a escuchar jazz y me flipa. La música me resulta cada vez más interesante, y hay una serie de estilos y sonidos que me flipan y quiero ir metiéndolos en las canciones. Al final, toda esta locura musical es que Mucho acabe dando con un sonido diferente, aunque en el momento que acabe la canción me acabe sonando no tan diferente, y mi voz siga estando ahí sonando igual (ríe).

Me inventé una etiqueta porque me parece un disco difícil de etiquetar: synth and roll. ¿Te parece justa, que se acerca a tu idea de lo que sois Mucho ahora?
Sí, puede ser. Siempre me ha parecido muy difícil definirnos, pero es verdad que es como rock and roll hecho con sintetizadores…

¿Se puede hacer rock and roll sin guitarras?
Era un poco la idea, en realidad. Yo todo el rato pensaba en LCD Soundsystem, Michael Jackson, Prince, en raperos o en tipos como Beck cuando hace rap, que suene muy groovie. Supongo que tu idea de synth and roll o hip-roll-synth… ¡yo qué sé! (risas) Es una mescolanza extraña.

Pero sí que asumes que hasta ahora os habían enmarcado como un grupo de rock and roll. ¿Os ha dejado de gustar o de hacer rock and roll?
Sí, es verdad que se nos denominaba como un grupo de rock and roll. Nunca nos ha dejado de gustar pero sí que siempre nos ha dado un poco de rabia que nos considerasen una banda de rock and roll porque nosotros nos consideramos herederos de los ’70 más en la visión de Pink Floyd que de Jimi Hendrix; pero no podemos negar el rock porque venimos de allí. Igual cuando empezamos con Mucho yo estaba flipado con The Raconteurs y The Black Keys, y ahora me flipan otras cosas.

No sé si con la salida de Fausto y la incorporación de Víctor Cabezuelo, eso marcó un poco la evolución musical de Mucho
Sí, eso ayudó mucho. De hecho, este es el primer disco en el que Víctor se ha implicado en arreglos, porque en “El apocalipsis según Mucho” (Gran Sol, 2013) justo llegó para grabar el disco, y no pudo participar en el proceso, además de que no teníamos la amistad que tenemos ahora ni la conexión musical que hemos desarrollado, que básicamente se fundamente en el uso de sintetizadores y teclados antiguos de todas las maneras posibles que podamos imaginar. Sí que hemos hecho como una especie de “hermandad de los sintes” dentro del grupo, y eso tiene que ver con la entrada de Víctor por la manera que él tiene de pensar la música como la manera en que yo conozco ahora la dinámica de Mucho con un miembro como él dentro de la banda. Eso con un guitarrista nato no se podía hacer.

¿Y la idea de esa “hermandad de los sintes” es matar la guitarra o es algo circunstancial?
En este disco sí que queríamos matar la guitarra. De hecho, creo que sólo hay tres pistas de guitarra en todo el disco, y dos de ellas están grabadas por línea sin pasar por el amplificador…

Como faltándole el respeto a la guitarra…
Sí, teníamos ganas de faltarle el respeto a la guitarra pero porque habíamos quemado todo lo que sabíamos expresar con una guitarra. Queríamos probar qué pasaba si afrontábamos la guitarra como si fuera un sintetizador, y al final hay muchas pistas en el disco que no sabes si es una guitarra o un sintetizador, y nos mola esa idea. Y también queríamos probar si no echábamos de menos las guitarras, y ni yo ni a la gente que le mostramos el disco las echa de menos ni le suena raro en ningún momento. Guay haber llegado a ese sitio sólo con los teclados. De hecho, fue una imposición que les dimos a los productores: “vamos a hacer que suene increíble sin que haya guitarras”. Y eso les excitó bastante porque tampoco es que ellos hayan hecho mucho lo de desvincularse de las guitarras; y es una cosa que te abre, permite que suene más grande y pasan cosas nuevas cuando te impones estas máximas.

"Decidimos que era una putada para todos salir de la zona de confort de los instrumentos a los que estábamos acostumbrados, pero que nos apetecía probar y hacerlo así".

¿En el seno del grupo ya vais viviendo que Mucho ya no es sólo “la banda de Martí Perarnau” sino una banda con cuatro voces cada vez más equilibradas, aunque estés tú como capitán del barco?
En realidad siempre he dejado conducir mucho al resto de los chicos. De hecho, esta es la vez en las que las canciones venían más marcada por la maqueta y que habíamos ensayado menos antes de ir al estudio, y por eso el input que vino de cada uno fue muy fresco. Para Miguel fue un poco marrón porque nunca había tocado la línea de bajo con un moog…

…o lo echabais…
(Risas) No, no, pero fue una putada, de alguna manera. Pero sí que hubo muchas conversaciones: decidimos que era una putada para todos salir de la zona de confort de los instrumentos a los que estábamos acostumbrados, pero que nos apetecía probar y hacerlo así. Y esa presión de sólo tener ocho días para grabarlo y de tener y querer hacer una cosa por cojones ha hecho que estemos más unidos como banda y que lleguemos a un nuevo nivel de entendimiento. De hecho, ellos han cambiado mucho su manera de tocar para este disco: que las baterías sean más minimal, sin breaks (completamente diferente al disco anterior que estaba petado de breaks de batería); que el bajo fuera moog; que hubiera mucho aire; que casi no hubiera guitarras… Antes el principal aporte era demostrar que éramos una banda de rock en el ensayo antes de entrar a grabar, y ahora se ha sustituido por el trabajo detallado en el estudio. De todos modos siempre he sido muy de dejar hacer que de dictador, y creo que no ha cambiado demasiado en ese sentido. También el paso de los años hace que nos entendamos más.

Dices que es un disco “rabioso y enfadado, una catarsis de todo el odio”. ¿Hacia qué o quién queríais disparar en “Pidiendo en las puertas del infierno”?
Hay un odio general hacia la clase política de nuestro país: esta política en la que nos han metido, que quieren eliminar toda la cultura y que quieren que seamos como ovejas trabajadoras asintiendo a todo y sin pensamiento crítico. Se nota en los recortes de educación, la televisión que tenemos… todas herramientas para fomentar una ignorancia absurda e incluso un humor y un enaltecimiento de lo que es ser tonto: ahora parece que es guay vivir en la ignorancia y hacer chistes tontos. Yo he estado muy quemado con ese asunto y me ha salido la cosa de querer repartir contra todos: contra la política, la ignorancia, la música aburrida…

¿Pero lo ves como un disco de canción protesta?
Hay un poco de protesta, aunque nunca me he sentido nada identificado con…

¿…con Nacho Vegas, por ejemplo?
No, con Nacho Vegas sí porque soy muy fan. Pensaba más en los Manic Street Preachers cuando pensaba en canción protesta, pero si pensase en Bob Dylan o en Nacho Vegas quizás sí me sentiría identificado con esa idea de protesta. Intento hacer de una manera menos terrenal que la suya pero creo que el odio y la rabia a la hora de sentarte a escribir y cagarte en todo puede ser similar. Pero no me compararía nunca con Nacho porque mi cercanía a su música y su manera de escribir es como fan; pero sí que creo que nuestro disco es de protesta. Parece un chiste: hemos matado las guitarras y el rock and roll, sólo usamos sintetizadores, hacemos música protesta… ¡Menuda movida de disco! (risas).

Encima en la canción de apertura, “El León de tres cabezas”, reunís en el cielo a Jesucristo, Supermán y Maradona…
(Risas) Es un drama, es un sitio ingobernable ese: está el rey de la selva en la sabana estelar y está Maradona buscando algún camello, Supermán está muy enfadado con Maradona porque es otro tipo de superhombre y Jesucristo intentando poner paz en todo ese sarao y no hay manera. Es un reflejo animal de nuestra sociedad, una definición de lo que somos pero desde la broma y el cachondeo. Va un poco sobre el odio contra todos los estamentos de nuestra sociedad: desde la religión a la televisión o la cultura futbolera.

Recién mencionabas la idea de “música aburrida”. Nunca has tenido pelos en la lengua acerca de lo que crees que es bueno o no tanto musicalmente como a la hora de gestionar las carreras. De hecho, hay público ahí algún tuit criticando aquella campaña de crowdfunding que llevaron a cabo Izal para grabar uno de sus discos. ¿Crees que Mucho tiene el lugar que merece tener? ¿Son más los grupos que tienen un lugar que consideras que no se merecen que aquellos que sí? ¿Estás indignado, de alguna manera?
Para mí hay algo de indignación pero al final es algo muy subjetivo: yo no soy quién para valorar las cosas de manera universal y definitiva. Obviamente que me gustaría que mi banda estuviera en un sitio increíble, pero es algo muy subjetivo, yo no tengo la razón sobre lo que está bien y lo que está mal en la música. Al final la música es un arte y puede gustarte un estilo u otro y todo estará bien: alguien que hace canciones en su casa y llega a grabarlas y a sacar un disco se lo ha tenido que currar mucho para que pase. Otra cosa es que sienta que la estandarización de las cosas, y me pasa igual con el cine o con la ropa, llegue a un punto en que haga que la música se me haga aburrida. Pero me pasa tanto en España como en el extranjero: tengo la sensación de que Inglaterra salen cosas muy aburridos y hay pocos grupos que realmente sorprendan, y que quizá Estados Unidos o sitios como Australia o Canadá son los que más arriesgan. Pero al final parece que hay bandas que replican una fórmula que está comprobado que funcionan y se suben a carros que no le pertenecen. Ojalá podamos ver que cada vez se hace más música con pretensión de hacerla avanzar, y que pretenda ser novedosa y diferente. Yo veo a un tipo como Beck, que admiro sobremanera, y veo que con cada cosa que hace intenta llevar la música hacia otro estado; en cambio, luego hay discos que son iguales a otros que ya existían y que no eran ni siquiera de ellos.

"Creo que hay un buen rollo que no existía antes: en la época de Los Planetas y Los Piratas había mucha más mala onda entre bandas".

¿Y crees que este alegato en contra de la “música aburrida”, que es una de las formas de protesta que mencionas en el disco, puede llegar a generar piques en la escena independiente de aquí, gente que se sienta aludida?
Yo hay grupos que no entiendo hasta qué punto se los puede criticar, como pasa a veces con Vetusta Morla, a los que considero que son un grupo que intentan hacer avanzar la música con cada disco que hacen, e independientemente que te guste o no lo que hacen, ellos lo intentan hacer avanzar. Pero de que pueda haber piques o no en la escena no lo veo mucho así; de hecho, creo que hay un buen rollo que no existía antes: en la época de Los Planetas y Los Piratas había mucha más mala onda entre bandas; y ahora nos conocemos casi entre todos y nos llevamos todos bastante bien, más allá de que yo pueda opinar que me gusta más o menos una banda, pero hay bastante hermandad y hace muy bien a la escena. De hecho, es la primera vez que se hacen vídeos gente de otro grupo para que vayan al concierto de unos amigos; y que exista ese buen rollo es muy bueno para la música y no deberíamos perderlo más allá de que venga un tonto como yo a decir que la música tiene que avanzar.

En tu circuito en concreto hay una serie de bandas que coincidís casi con los mismos miembros, o con pocas variantes: Mucho, Egon Soda, Santos, Mi capitán, Nothing Places... ¿Consideráis que ese círculo en concreto sois una escena en vosotros mismos, o una comunidad creativa?
Es que somos muy amigos entre todos en el caso de todas estas bandas. Lo que ha pasado estos años es que hemos tocado mucho juntos, hemos descubierto que nos flipa tocar entre todos nosotros, la mayoría son grandes músicos y aprendemos mucho de compartir canciones, historias y hechos. Nosotros nos vemos como si fuéramos la hostia, y me encantaría que fuéramos como los Broken Social Scene de España, pero a la hora de la realidad somos sólo un grupo de amigos: otros grupos de amigos quedan para ver el fútbol; nosotros quedamos para tocar y hacer canciones. Pero se fundamenta más en la amistad que en la idea de escena. Ha sido todo muy natural, por extensión de esa idea de camaradería.

A la hora de producirlo también tiráis de cabezas que forman parte de ese núcleo: Ricky Falkner, Santos & Fluren y tú, que además todos trabajáis también como productores. ¿Cómo os organizasteis, en ese sentido? ¿Quién mandaba?
Yo es la primera vez que salgo como uno de los productores porque es un disco en el que tenía muy claro hacia dónde tenía que ir el disco a nivel de sonidos: ya las maquetas estaban muy marcadas cosas como lo del moog, la batería, los sintes… Pero teníamos claro que queríamos repetir con Ricky, Santos y Fluren porque nos gusta la idea de que todos los discos grabados estuviesen por los mismos productores y ver tanto dónde está el cambio real teniendo el mismo equipo como si realmente fuimos capaces de llevarlo a un sitio diferente siendo las mismas personas. Luego allí es un descojono y una gozada trabajar con ellos: Santos te ayuda con la batería y hace de ingeniero; Fluren te aporta una idea de piano negroide increíble y te ayuda con las programaciones; y Ricky te da esa visión de la canción que es increíble y te ayuda con coros y todo lo demás. También pasó que Santos probó cosas en la mezcla que no había probado antes, y creo que en este disco en concreto en el aspecto de la mezcla él se ha dejado la piel. Hemos cambiado las canciones, el estudio y la cantidad de días, pero la dinámica ha sido la misma que en todos los discos, con ese ritmo caribeño que da estar trabajando en un entorno amistoso.

Aparece también “Reunión de pastores, ovejas muertas”, que aparece en “Dadnos precipicios” (Naïve, 2015), el último disco de Egon Soda. ¿Quién versiona a quién? ¿Por qué jugar a hacer dos versiones tan diferentes?
Esta idea nació en una gira que dimos Mucho con Mi capitán el año pasado, en Miranda de Ebro y Aranda de Duero. Y en Miranda de Ebro estábamos fuera de un bar fumando todos los barbudos y se nos acercó una señora y nos dijo esa frase: “reunión de pastores, ovejas muertas”. Y nos hizo mucha gracia porque nos imaginamos a nosotros como dueños de ovejas que las teníamos abandonadas en el monte. Y esa noche misma, Ferrán (compositor de Egon Soda) y yo llegamos al acuerdo, supongo que un poco etílico, de hacer dos canciones diferentes pero con la misma letra e incluirla en nuestros próximos discos. Se quedó un poco en el aire hasta que dos meses después Ferrán, que es uno de los mejores letristas de este país, me envió la letra y me pareció tan increíble que teníamos que llevar a cabo el experimento. Ha supuesto problemas para la SGAE porque ahora hay dos temas que se llaman igual pero que son diferentes…

Bueno, cobrará más derechos de autor Ferrán como letrista, al menos (risas). ¿A la señora la incluisteis en los créditos?
(Risas) No, pero tenemos ganas de acercarnos a Miranda de Ebro para ver si sigue viva y qué opina de lo que hemos hecho con su legado.

¿Qué esperáis del disco? ¿Cómo crees que recibirá este “Pidiendo en las puertas del infierno” vuestros seguidores más rockeros fundamentalistas?
Creo que si hay algún seguidor acérrimo y fundamentalista se ha equivocado de banda, porque nosotros somos muy poco fundamentalistas, más bien lo contrario. Lo que queríamos conseguir y nuestro verdadero reto era poder hacer un disco que cambie tanto la visión como banda que teníamos hasta ahora. Sólo lograrlo ha valido la pena. Queríamos hacer otro disco como banda porque igual no nos va tan bien para vivir sólo de Mucho. Ahora, que pase lo que tenga que pasar. Esto es un drama, no controlamos nunca lo que puede pasar o no.

Pero esto que dices de que queríais hacer un disco más como banda, ¿es porque os planteáis que puede llegar a ser el último?
No, yo si algo tengo claro en la música es que necesito seguir haciendo canciones como modo de vida.

Siempre puedes hacer un disco en solitario, como dejaste caer en alguna entrevista…
No lo sé, nunca lo he planteado de verdad ni se me pasa por la cabeza. De hecho, si quisiera hacer un disco en solitario llamaría a los otros tres miembros de la banda (risas). Lo que no quiero hacer es volver a pensar en reglas en la música, de eso sí me he aburrido: vengo de escuchar a bandas como Blur u Oasis que te llevaban a un sitio de mente muy cerrada, y eso se me ha pasado ya. El próximo disco, sea con Mucho, sea en solitario con los de mi banda o sea un disco solo con piano y voces robadas de otros discos, que sea lo que tenga que ser. Yo lo que quiero es seguir divirtiéndome cuando hago canciones, música y discos: es la libertad que te da la música y que no te lo da otra cosa.

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