“Vivimos bajo la amenaza de varios apocalipsis”
EntrevistasMoby

“Vivimos bajo la amenaza de varios apocalipsis”

Carlos Pérez de Ziriza — 10-07-2024
Fotografía — Archivo

Me da que "Always Centered At Night" (Always Centered At Night/Mute, 2024), titulado como su propio sello discográfico, es lo mejor que ha hecho Moby desde los tiempos de "Play" (Little Idiot/V2/BMG/Mute, 1999), hace ya 25 años.

El nuevo trabajo tiene la misma ambición que aquel, pero un enfoque aún mayor: se alimenta de música soul, dub, house, drum’n’bass, blues o jazz. Y como aquel, cuenta con un elenco de vocalistas singulares, pero no extraídos de arcanos archivos de audio de discos de soul y de gospel, porque son músicos de carne y hueso, en plena actividad, con cuyos talentos ha logrado dar en su condición de zahorí de gargantas sobradas de alma. Algunos, los menos, son relativamente conocidos por el gran público (Serpentwihfeet, JP Bimeni o José James), aunque la mayoría no lo son (Gaidaa, India Carney, Brie O’Banion o Choklate). Hablo con él de todos esto a través de la pantalla del PC, y acabo de nuevo con la sensación – como en las dos anteriores – de que Moby es uno de los entrevistados más interesantes del planeta pop. Con diferencia.

¿Qué te impulsó a contar con un vocalista distinto en todas y cada una de las canciones del disco?
La razón principal se remonta a cuando tenía diez años, empezaba en esto de la música y lo que realmente quería era ser David Bowie. Quería tener una voz bonita y ser el mejor cantante que nunca hubiera pisado la faz de la tierra. Pero según fui creciendo y componiendo me di cuenta de que mi voz no estaba mal, pero tampoco era asombrosa. A principios de los noventa, cuando empecé a grabar mis propios discos, acepté que si quería contar con grandes voces, tenía que buscar grandes cantantes. Es un proceso que comenzó hace mucho tiempo, pero lo que lo hace diferente en "Always Centered At Night" (2024) es que lo llevé a cabo durante la pandemia: en el pasado encontraba nuevas voces yendo a tiendas de discos y comprando material, o incluso en karaokes, pero en este caso todo se hizo a distancia, en remoto. Y no quería que los cantantes fueran necesariamente muy conocidos, solo me interesaba que tuvieran voces bonitas. Muchas veces las colaboraciones en el mundo de la música, en 2024, se hacen por razones de marketing, pero yo solo quise basarme en la calidad de sus voces.

"Cuando se publicó "Play" (1999), no pensé en ningún momento que fuera a ser un éxito. Al revés"

¿Tenías ya las canciones maduradas antes de elegir a los vocalistas, o hubo parte del trabajo de composición y arreglos que fuera compartido con ellos?
Intento siempre mandarles una idea que les pueda inspirar, pero tampoco tan pulida como para que piensen que fue escrita para ellos. No les envío ideas vocales, sino simples instrumentales que les dejen espacio para ser creativos.

El disco es tremendamente variado, con apelaciones al soul, al dub, al house, al drum’n’bass, al blues o al jazz. Nada de punk. Todos géneros de raigambre negra. Parece como un resumen de cuarenta o cincuenta años de música popular de raíz negra.
Me inspiró una especie de nostalgia al recordar cómo era vivir en Nueva York a principios de los ochenta, y cómo era de excitante porque la música no obedecía a definiciones. Pienso en algunos de los DJs pioneros como David Mancuso o Larry Levan, y en clubes como Area o Danceteria, a los que ibas solo para escuchar música que se pudiera bailar. Podía ser Grace Jones o New Order o Donna Summer o The Clash o Manu Dibango o Grandmaster Flash. Era muy eclético. Me encanta ese periodo de la historia. Escuchabas música y no te parabas a pensar en cuál era el género al que pertenecía. Solo respondías a ella. Entiendo la conveniencia de clasificar la música en géneros, pero añoro aquellos días en los que la música era juzgada solo por ser música, y no por pertenecer a un subgénero específico de la música de baile.

Quizá hoy en día está todo más fragmentado.
Ha cambiado el papel de la música en la vida de la gente, sin duda. Cuando yo era joven, tenía que ahorrar dos semanas para comprarme un disco de David Bowie. Llegaba a casa, me leía hasta los créditos, lo escuchaba en mi habitación una y otra vez, y no me permitía a mí mismo hace nada más mientras lo escuchaba. Eso ha cambiado. Y no es una crítica, es una constatación del mundo en que vivimos. Para la mayoría de la gente, la música es lo que suena de fondo mientras hacen otras cosas. Yo no crecí así. Me gustaría que mi música no fuera solo un sonido de fondo para alguien mientras anda metido en Snapchat o en TikTok.

¿Te has sentido rejuvenecido de algún modo con este álbum?
Cuando se publicó "Play" (1999), no pensé en ningún momento que fuera a ser un éxito. Al revés. Pensé que sería un fracaso de ventas. Su éxito me resultó sorprendente, y me introdujo en un mundo, en de la fama y la música más comercial, del que no tenía experiencia. No sabía nada de él. De repente me vi en un sello multinacional y todo lo que me rodeaba implicaba una aproximación a la música en la que yo no quería ni pensar. Implicaba pensar en el comercio, en las ventas, y no hay nada malo en ello, pero yo me metí en esto de la música solo por amor a la propia música. En 2008 tuve una epifanía, que en gran medida le debo a David Lynch, que me recordó que la música es un premio en sí mismo. Su objetivo no debería ser el hecho de ser comercial, sino el intentar crear belleza, algo especial, crear un mundo entero alrededor de una canción, y ahí es cuando empecé a sentirme renovado, o como dices tú, rejuvenecido. Y reconecté con la idea de hacer música que solo aspire a conectar emocionalmente con la gente, sin pensar en nada más.

De hecho, esto lo contaste en tu libro, "Porcelain. Mis memorias" (2016), sobre el que estuvimos hablando la primera vez que te entrevisté. Y se nota en la selección de vocalistas del disco: la mayoría de ellos no son mundialmente conocidos, precisamente. ¿Hay alguno que te sorprendiera por su forma de trabajar?
Uno que me viene a la mente ahora es mi amigo Aynzli Jones. Le conozco desde hace mucho tiempo. A principios de los 2000 era conocido como un rapero británico, tuvo cierta repercusión allá por 2004. El rapero más talentoso que he escuchado jamás. Pasaron los años, mantuvimos nuestra amistad, y le envíe una pista instrumental pensando que rapearía, y lo que hizo fue cantar. ¡Y es muy bueno cantando! Yo no tenía ni idea. Se lo dije, y me contestó: “no se lo digas a nadie”, bromeando, porque la gente escuchará la canción y se acabará dando cuenta. Fue una divertida sorpresa. Y la otra fue Benjamin Zephaniah: siempre que trabajo con cantantes lo hago por su habilidad vocal, pero en este caso fue por su activismo como poeta y escritor académico. No imaginé que su voz fuera tan poderosa.

De hecho, falleció a finales de 2023, llegó por los pelos a participar en el disco, ¿no?
Sí, fue sorprendente y muy triste, porque allá por septiembre u octubre, cuando la canción ya estaba hecha, le escribí para preguntarle cuándo podíamos hacer el videoclip, y me contestó que estaba lidiando con algunos problemas de salud. Yo le dije que podíamos acercarnos a su domicilio, que no era estrictamente necesario que se desplazara, y me dijo que no se veía con fuerzas para hacerlo. Desgraciadamente, falleció dos meses después.

"Hay que aceptar el componente humano del proceso creativo. Nunca va a ser perfecto"

Me da la impresión de que algunas canciones, como “Dark Days”, la que canta Lady Blackbird, tienen relación con el estado actual del mundo, por su letra. Eso de “so I’ll fly, fly away, from the apocalypse”.
Durante la pandemia me di cuenta de que cuando alguien habla del apocalipsis lo hace pensando un algo muy concreto, pero yo creo que vivimos múltiples apocalipsis. Hubo un apocalipsis en forma de virus, pero llegaron también el apocalipsis climático, el apocalipsis de las fake news, el apocalipsis de la destrucción de la democracia… muchos apocalipsis pequeños y grandes, que creo que nos están superando, al menos a mí me ocurre, puede que a ti también. Es interesante, porque este es el año en el que Play (1999) cumple su 25 aniversario, y a causa de ello he estado dando algunas entrevistas y surge esta pregunta recurrente: ¿cómo te sentías en 1999? ¿Cómo era el mundo entonces? Y es un poco deprimente, porque la situación del mundo en 1999 era muy optimista, en comparación. No sabíamos lo que era el cambio climático, pensábamos que internet haría que la gente se uniera y se comunicara con más honestidad, teníamos presidentes jóvenes y que creían en la democracia en la mayoría de países de nuestro entorno, Rusia, China y la India se estaban volviendo más democráticas, el 11-S aún no había ocurrido… genera un poco de tristeza recordar aquel optimismo. No quiero resultar deprimente, pero todas esas cosas que nos generaban un optimismo un poco naïf hace 25 o 26 años, han acabado saliendo mal. La mitad de la gente del planeta ya no vive en democracias. Es difícil escapar a la sensación de que vivimos en medio de un diluvio de amenazantes apocalipsis.

Ahora provoca risa pensar en que nuestro mayor temor entonces era que los ordenadores de medio mundo pudieran colapsar por el efecto 2000.
Sí, y a lo largo del año 2000 no hubo grandes problemas. Quiero decir que, por supuesto que los había, pero no del calado de los de ahora. El cambio climático no era un problema. Los micro plásticos no eran un problema. Todo el mundo abrazaba las reformas democráticas. El mundo parecía sorprendentemente inocente.

Hablando de cosas que salen mal: en el disco hay una canción llamada “We’re going wrong”, que es una versión de un tema de los Cream, de 1967, con la voz de Brie O’Banion. ¿Redescubriste algo en ella?
Es una canción increíblemente bonita, escrita por Jack Bruce, que ya sonaba muy especial en su versión primeriza. Quise darle un toque más moderno y soul, con voz femenina, y conecta con la idea que me comentabas acerca de la canción con Lady Blackbird: también va sobre el apocalipsis. Los problemas que afrontamos como especie son problemas que hemos creado nosotros mismos como especie, y eso es lo exasperante de los problemas globales que tenemos. No es algo que nos esté haciendo nadie, es algo que nos estamos haciendo a nosotros mismos, y somos incapaces de pararlo.

Quizá exagero, pero este me parece tu mejor disco desde los tiempos de Play (1999). No sé cómo lo ves tú.
Me gustan algunos de los discos que he hecho en los últimos diez o quince años por lo que son: proyectos creativos que tienen algunas canciones a las que me siento muy ligado. Pero un álbum es una instantánea. Como cualquier cuerpo creativo, es una instantánea de un momento. Del momento en que fue grabado, del talento del autor, de su edad… hay muchas variables contextuales en la creación de un álbum. Y hace tiempo que me di cuenta de que, para mí, el objetivo de un álbum no es que sea perfecto, porque a veces esa búsqueda de la perfección te puede llevar a hacer algo que no sea muy orgánico. Para mí, se trata de creer en el desorden y la complejidad del proceso creativo. ¿Podría volver atrás en el tiempo y haber hecho mejores discos? Posiblemente. Pero también se trata de entender que son proyectos creativos desordenados, fruto de una mente desordenada, y que eso va a suponer que conforme pase el tiempo habrá cosas con las que te digas “¡oh, esto lo podría haber mejorado! ¡debería haberlo trabajado más!”. Pero hay que aceptar el componente humano del proceso creativo. Nunca va a ser perfecto. Y algunos de mis discos favoritos, grabados por otra gente, son también imperfectos. No me comparo con ellos, pero pienso en “Strange Fruit”, de Billie Holiday, con esa voz tan áspera, y es preciosa, es perfecta en su imperfección. Y yo aspiro a eso.

Al menos no eres de esos músicos que dicen siempre que su mejor trabajo es el último.
Ninguno de nosotros tiene objetividad para juzgar nuestra obra. Sé que algunas canciones de ciertos discos me siguen sonando muy especiales, por arrogante que pueda sonar, y que otras las podría haber hecho mejor. Y cuando me refiero a las especiales no suelen ser los singles de éxito, sino la canción número doce del disco, aquella en la que casi nadie ha reparado.

 

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