"Cruzando los dedos" (Contra, 2024) fue publicado originalmente hace un par de años en Reino Unido como "Fingers Crossed: How Music Saved Me From Succes" (Nine Eight Books, 2022), y es un magnético relato en primera persona sobre la engañifa del éxito y la complicada convivencia con su compañera creativa Emma Anderson, los abusos sexuales sufridos en la infancia, los desajustes emocionales de criarse en una familia muy desestructurada, la complicada ambivalencia de ser hija de una japonesa y un húngaro en la Inglaterra de los años setenta y ochenta, los estragos de sufrir un atosigante machismo en la época del brit pop y además lidiar con el suicidio del batería Chris Acland, que dio al traste con la banda en 1996. ¿Demasiado para cualquier mortal? Quizá. Experiencias muy intensas, algunas francamente traumáticas, que Miki resuelve con sensibilidad y todo el sentido del humor posible, el tono reflexivo de la mediana edad y un encomiable pulso narrativo. Hablo con ella a través de la pantalla del PC. Es risueña, divertida, perspicaz. Encantadora, en resumen.
¿En qué momento tuviste claro que tu experiencia vital podía convertirse en un libro?
Me lo propusieron. No había ningún concepto detrás. El editor, Peter Selby (Nine Eight Books), me convenció. Al permitirme enfocarlo tal y como quería, quise hablar de todo lo que me ocurrió en mi infancia. Pensé que era importante. Y personalmente creo que la segunda parte del libro, la que se centra más en la música, es la menos interesante (risas). Había mucho material del que nunca había hablado porque los medios musicales tampoco se fijan en eso, menos aún si estás en una banda, si no eres una solista. Es un tipo de libro poco común, y por eso pensé que sería interesante. Lo escribí siendo consciente de que Lush no es precisamente la banda más popular del planeta, y que el libro puede enganchar a cualquier persona que no sea fan. No es necesario serlo para que te guste.
"A los medios musicales les molaba resaltar la condición de clase trabajadora de muchos músicos"
Estoy de acuerdo en lo que dices del primer tramo: muchas de las autobiografías que se han publicado en los últimos tiempos, y pienso en las de Morrissey, Brett Anderson, Bob Mould o Moby, suelen ser más interesantes en esa primera parte, cuando cuentan la vida del músico antes de alcanzar la fama.
Estoy de acuerdo.
En el libro cuentas que tenías un diario: ¿lo tomaste como punto de partida?
Diarios, fotografías, un montón de cosas que tengo aquí en casa, de las que no me he deshecho. Siempre escribí muchas cartas, incluso siendo niña. Y mi familia habló siempre mucho de nuestra vida, quizá por el hecho de ser hija única. Escuché muchas conversaciones de adultos. Y creo que también el hecho de mudarme tanto de casa y de país, de algún modo te hacer recordar las cosas con más nitidez. Mis compañeros de colegio y de instituto vivían habitualmente en el mismo lugar, pero yo estaba dos años aquí, dos años allá, en Japón, en Los Ángeles, en Londres, en Windsor… siempre de aquí para allá, y eso te facilita recordar las cosas porque las asocias a esos lugares.
¿Te resultó fácil escribir sobre los abusos infantiles que sufriste?
Fue bastante terapéutico. En parte porque al saber que lo vas a hacer público, tienes que equilibrar el relato entre lo que quieres contar y lo que la gente implicada va a decir cuando lo lea. La familia, sobre todo, que dirá “venga, no fue todo tan malo”, ¿sabes lo que quiero decir? También está el suicidio, algo sobre lo que también es difícil escribir. Puede haber gente que haya pasado por algo parecido y otros que literalmente no entiendan esa experiencia. Hay que ponerlo en contexto. En realidad, cuando le cuentas algo a alguien, también en cierto modo editas lo que estás diciendo, no es tan diferente. Supongo que por eso una terapia es diferente a una charla con amigos. Yo estaba en medio de ambas cosas. No quise enfadar a nadie, sino contar lo que pasó con cierto sentido de la responsabilidad hacia la gente implicada. Espero haber logrado ese equilibrio.
¿Se enfadó alguien al leerlo?
Emma (Anderson). Creo que fue la única realmente enfadada. Mucho. Un par de personas se indignaron un poco, en plan de “no me puedo creer cómo coño has contado esto”, pero sin darle mayor importancia. Pensaban “que le den a todo, es tu libro, escribe lo que te dé la gana”. A Emma es a la única que realmente le importó, y luego hay gente en el libro con quienes no tengo ya ningún contacto, así que no puedo saber qué piensan ni tampoco si lo han leído (risas).
Han cambiado mucho las cosas en el mundo del pop: entonces casi ningún músico hablaba de estas cosas, y hoy en día los abusos, las experiencias traumáticas y los problemas de salud mental están a la orden den día en las canciones de los músicos de renombre. Sobre todo, mujeres.
Sí, y también creo que la sociedad ha cambiado en gran medida. No siempre para bien (risas), pero la capacidad para hablar sobre estas cosas está menos estigmatizada. Por mi experiencia, sufrir abusos e infligirte a ti misma lesiones te hacía parecer una loca. La gente lo rechazaba, se alejaba de ti. Les generaba incomodidad, así que simplemente no lo contabas. Hoy en día la gente entiende que todo esto es muy habitual. No hay el mismo estigma. Y la terapia es algo común. Cuando yo era adolescente, se presuponía que solo los americanos o quienes estaban mal de la cabeza iban a terapia (risas). Incluso puede que hoy en día se hayan pasado de frenada y vayan demasiado.
Me gusta la forma en la que hablas sobre tus padres: defines su amor como imperfecto, pero prefieres quedarte al final con los aspectos positivos.
Sí, creo que es síntoma de cierta madurez, he escrito el libro tras cumplir los cincuenta, y supongo que si lo hubiera hecho con 25, el tono hubiera sido más de cabreo (risas). Hay gente que pierde a sus padres cuando son jóvenes, hay quienes son abandonados por ellos… es verdad que mucha otra gente no sufrió abusos, pero seguro que pasaron por otras experiencias chungas al respecto. Y ponerte a escribir que tus padres fueron horribles por decisiones que tomaron que tampoco eran esenciales, te deja un poco en terreno de nadie, y creo que lo solventé. Mis padres me quisieron, y puede que no tomaran las mejores decisiones. También he de decir que ser madre, como es mi caso, lo cambia todo, empiezas a entender muchas cosas (risas).
Cuando Lush empezasteis, se hablaba mucho del shoegaze, una etiqueta que os incomodaba.
Creo que si le preguntas a cualquier banda británica te dirá lo mismo, nadie quería verse adscrito al estilo porque es lo que la prensa musical generaba. Hay que entender cuál era el paisaje de la prensa musical en aquel momento: tres semanarios compitiendo entre ellos. Esos términos que servían de paraguas para englobar a una serie de grupos suelen gestarse con el tiempo, pero en el Reino Unido salían de un día para otro. Te veías metido en una etiqueta de la que no habías oído hablar. Mira Blur, por ejemplo, que fueron metidos en muchas escenas diferentes en solo una década. Porque son escenas inventadas, literalmente, producto de la prensa musical que trata de vender ejemplares. Y ojo, porque a veces podía jugar en tu favor, pero el problema es que el shoegaze acabó siendo un insulto: “oh, mira a esos tipos que no levantan la cabeza, con esos flequillos, qué aburridos”. Pero es curioso cómo los periodistas norteamericanos, y nos dimos cuenta girando por allí, lo utilizaban como un nombre propio (risas). Lo que es una locura es que la etiqueta haya sobrevivido estos últimos treinta años y en la actualidad haya tantas bandas jóvenes que se definen a sí mismas como shoegaze. Nunca pudimos imaginar que eso ocurriría. Y creo que si les preguntas a las bandas del brit pop, tampoco ninguna de ellas quería ser calificada como brit pop. Ni Pulp ni Blur.
"No sé mucho sobre drogas ni tengo mucha paciencia con quien las toma, con lo que no me di cuenta de cómo de serio era el problema"
De hecho, yo desconocía, y lo cuentas en el libro, que el término shoegaze estaba asociado a músicos más bien pijos, de clase media-alta, en contraposición a la escena Madchester, supuestamente más de clase baja o de clase trabajadora.
Es algo muy británico esto de las clases sociales. Y revela mucha hipocresía. A los medios musicales les molaba resaltar la condición de clase trabajadora de muchos músicos, y había periodistas que eran de clase trabajadora, pero también muchísimos de clase media y gente muy pija. Lo encontré un poco irritante, y cuando llegó el brit pop se convirtió en una completa parodia. Con lo de Manchester aún podías decir que la cosa iba sobre una ciudad y una cierta vibración, pero el brit pop abanderó una condición de clase trabajadora, y lo siento, pero casi ninguno de los músicos implicados en él era de clase trabajadora. ¡Y no debería importar! (risas). Pero el shoegaze era visto como una cosa de estudiantes de clase media… y ni My Bloody Valentine ni Moose eran grupos de clase media. Tampoco es que les importase mucho, pero es cabreante que te digan que eres algo que no eres, y que sea utilizado como un insulto. A mí me importaba una mierda, porque yo sí he sido siempre de clase media (risas).
Hay un cambio de paradigma que reflejas muy bien, el que emerge entre 1993, cuando se publican los debuts de Suede y The Auteurs, y 1994, cuando el debut de Oasis y el "Parklife" de Blur hacen que todo lo del brit pop estalle y luego se salga de madre ya en 1995. Lo que era motivo de cierto orgullo nacional deriva en un festín de auto complacencia. Y en una escena, tal y como revelas, muy sexista, que anticipó la cultura lad y revistas como Loaded.
El sexismo ha existido siempre, está ahí. Pero creo que hubo un tiempo, en la era post punk, quizá también en parte porque gobernaba Margaret Thatcher, que había un movimiento underground, con grupos como Gang of Four o las Au Pairs, incluso bandas como New Order, que nunca hablaban de sexo o política: tenían a Gillian (Gilbert) y era una mujer de lo más normal, no necesitaba mostrar su sujetador sobre el escenario ni nada de eso, nadie se lo demandaba. Había una connotación de rebelión en esa música underground, que rechazaba los valores de su entorno, fueran los que fueran. Pero para mí el brit pop se convirtió en el mainstream. Y no rescató aquellos valores previos. Los tabloides, las revistas con chicas enseñando las tetas… se volvió todo muy sexualizado, como si eso fuera un requerimiento. Y ocurrió muy rápido. Hay una lección que aprender ahí, porque mucha gente piensa que la sociedad ha progresado y que eso no va a volver a ocurrir nunca, y claro que puede volver a ocurrir, y con mucha rapidez.
Por cierto, cuando hablas sobre los tres álbumes de Lush, me da la impresión de que el segundo, "Split" (1994), es del que peor recuerdo tienes. A mí es el que más me gusta de los tres.
¡En realidad, no! He dicho más de una vez que es mi favorito. Bueno, para serte sincera, la cosa cambia a veces, porque no los escucho muy a menudo, y cuando me preguntan cuál es mi favorito he de mencionar alguno. Creo que tiene más que ver con la grabación, fue un periodo muy complicado para Lush. Me resulta complicado ser objetiva con esos discos, porque tú escuchas un producto terminado pero yo escucho todos y cada uno de los detalles de cuando los estábamos grabando (risas). Todos tienen sus cosas, pero Split (1994) se grabó en un momento muy difícil. Es un clásico que cuando publicas un primer álbum que es muy bien recibido por todo el mundo, con el segundo se complica porque ya no eres una novedad. Nos ilusionaba mucho grabar ese segundo álbum, pero cuando salió, todo había cambiado. Todo el mundo lo veía como un disco deprimente, con canciones demasiado lentas, que había llegado a contrapié, y ese es otro de los aspectos del brit pop que no me gustó: antes de que llegara, el shoegaze y la escena de Manchester podían convivir al mismo tiempo, pero con el brit pop era como si fuese el único tipo de música que se nos permitía hacer. Y todo lo demás era una mierda. Yo pensaba “¿qué coño es esto?”
"Lovelife" (1996) me sonaba a intento por triunfar por la vía directa, como si quisierais demostrar que también podíais facturar hits, buscando las listas de éxitos.
No teníamos más opción. Una de las cosas buenas de estar en 4AD es que les importaba una mierda todo eso, pero en aquel momento Ivo (Watts-Russell) se estaba mudando a Norteamérica, el paisaje había cambiado en la música independiente y todo el mundo se sentía obligado a entrar en las listas de éxitos. Todo el mundo. Los semanarios musicales le habían dado mucho espacio a 4AD, o a Creation o a cualquiera de esos sellos independientes, pero en ese momento dejó de ocurrir, y si no estabas en el Top 5, no escribían sobre ti. Sentimos esa presión. Su hubiéramos publicado otro álbum después hubiera sido muy distinto: no nos habríamos preocupado por eso. Lo hicimos, quedamos contentos, pero no era lo que realmente nos interesaba.
¿Cómo fue el trabajo con Robin Guthrie (Cocteau Twins) como productor? Creo que estaba pasando un momento complicado, a punto de separarse de Liz Fraser y con una relación ya cada vez más agria con Ivo Watts-Russell (4AD), y aún así lo describes como un buen psicólogo a la hora de mediar como productor entre los diferentes equilibrios en Lush.
Éramos tan nuevos en ese mundo, y tan jóvenes, con solo veintipocos años, que creo que no llegamos a ser conscientes del todo de lo complicado que era aquel momento para Robin. Consumía muchas drogas, estaba irritable, enfadado con Ivo, pero éramos demasiado inmaduros para darnos cuenta del impacto que eso estaba teniendo en él. Era como que tampoco nos lo hacían ver, como los maduritos que no quieren que los críos se enteren de lo que está pasando (risas). Él estaba muy motivado, quería hacer un buen trabajo de producción, y creo que se implicó mucho, se metió muy a fondo en el trabajo, pero todo el ruido que le rodeaba le sobrepasaba. Y lo mismo le pasaba a Ivo, no sabíamos muy bien por qué no quería que Robin nos produjera. Luego lo entendimos. Lo pasé bien con Robin. No sé mucho sobre drogas ni tengo mucha paciencia con quien las toma, con lo que no me di cuenta de cómo de serio era el problema.
Vinisteis a tocar al Festival de Benicàssim 1996 en coche, desde casa.
Fue una locura. Moose (K.J. "Moose" McKillop) y yo nos íbamos de vacaciones luego, y nos tiramos dos días conduciendo, pero lo pasamos muy bien en aquel festival.
En 2016 fuisteis al Primavera Sound como parte de una gira de reunión. Supongo que la de Lush es una historia definitivamente cerrada.
Ir de gira ahora se me haría muy complicado, muy cuesta arriba. No sacas dinero de ningún lado (risas). No te genera beneficio alguno. Emma (Anderson) y yo tenemos personalidades muy diferentes, y estar en una banda es muy estresante. Creo que nosotras dos no manejaríamos esto muy bien. Algo malo ocurriría, desafortunadamente.
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