Mikel Renteria es un "rara avis" dentro de la escena musical, o más exacto sería circunscribir dicha excepcionalidad en cuanto a su perfil como cabeza visible de una banda. Y no lo es tanto por sus características o maneras de afrontar dicho rol en la formación The Walk on Project Band, sino porque su bagaje personal, y por extensión profesional, se aleja de la semblanza -escrita muchas veces más desde la mística que de la realidad- ligada a los habitantes de ese particular universo rockero. Su dedicación al frente de una organización sin ánimo de lucro, del mismo nombre, basada en el estudio de las enfermedades neurodegenerativas, consecuencia de la propia experiencia con su hijo, y su extensión en un entrañable y ya veterano festival homónimo que ha inundado de resiliencia y buena música la capital vizcaína, le confiere al espigado y entrañable autor una naturaleza particular.
Dicho lo cual no impide que cuando se pone al frente de su grupo sea capaz de hacer aflorar todo el nervio y la energía que su sonido requiere. Basta con echar un vistazo a su quinto, y nuevo, disco, “Cuerdos de atar” (Autoeditado, 2022), que continúa ampliando su currículum de referencias ligadas al rock americano clásico (léase desde Bruce Springsteen a Neil Young) conquistando territorios gobernados por el power-pop, el punk o las puras trazas de "songwriter". Ramificaciones escenificadas en un álbum de esencia orgánica pero expeditivo en sus formas, donde el vitalismo conceptual que contiene se reviste tanto de contagiosa euforia como de profundo intimismo, configurando un repertorio de una inquebrantable calidad. Motivos más que sobrados para conocer en profundidad dicho trabajo de la mano de su propio compositor.
Este nuevo disco, “Cuerdos de Atar”, creo que guarda ciertas similitudes con su predecesor “Vida” en cuanto a su actitud vitalista, la interpretación en castellano, un sonido más orgánico y dinámico o la utilización de una banda común, ¿consideras que el actual trabajo continúa lo instaurado por aquel anterior?
Con “Vida”, sin duda, hubo un cambio de paso. Por un lado, por la decisión que tomé de componer exclusivamente en castellano; por otro, por basar el disco y la grabación en los miembros de la banda sin colaboraciones. El proceso de las colaboraciones en anteriores discos fue precioso, pero la banda ha cogido una experiencia que hacía casi antinatural que las canciones las grabáramos con otras personas. Esto se ha acentuado con el último disco porque ha sido un proceso de muchos meses de dar forma juntos a las canciones. Y digo cambio de paso, que no de rumbo, porque se trata de un proceso muy natural en el que, tras diez años de banda, hay una evolución que quizás se nota ahora más pero que no se ha producido de la noche a la mañana.
Es innegable que el actual álbum sigue avanzando en construir un sonido, al mismo tiempo, más identificativo y robusto pero también más variado, donde vamos del rock americano al power pop enérgico o a trazas más intimistas de “songwriter”, ¿hasta qué punto os sentís una banda en continua evolución y aprendizaje?
Estamos en un momento de mucha relajación sin mayores objetivos que los de disfrutar y sentirnos orgullosos de las canciones, del proceso de diseño y de grabación, de los conciertos, etc... Eso hace que no haya más límites que esos objetivos marcados. De esa manera sólo llevamos a los discos las canciones que nos convencen, nuestra ejecución busca los terrenos en los que nos movemos con naturalidad, sin adornos artificiales. Y donde movemos con mucha libertad son en esas estancias que apuntas: el “nuevo rock americano”, el power pop y en la desnudez de una canción que así lo pida. Nos encanta probar las canciones en diferentes terrenos hasta que sentimos que “anda”, que “fluye”. Las canciones mandan.
Me llama la atención el sonido que alcanza este disco: orgánico, natural, pero con fuerza y explosivo tanto en lo instrumental como incluso en tu forma de cantar, ¿ha sido el reflejo de una forma de grabar y trabajar en el estudio particular y encaminada a ello?
Creo que es reflejo de la propia evolución de todos los miembros de la banda. En lo que me toca personalmente, me siento mucho más cómodo que nunca cantando, y esa misma “comodidad” la veo en todas las facetas musicales de cada una de las personas de la banda.
En segundo lugar seguro que tiene que ver con el propio diseño de las canciones, en las que hemos buscado desvestirlas y ejecutar sólo lo que nos pidan de manera natural. El famoso “menos es más” es algo que hemos interiorizado. Y en tercero el proceso de grabación, sin duda, ha marcado el sonido y la producción del disco. Hemos hecho todas las tomas en nuestro local de ensayo y prácticamente todas las canciones las hemos interpretado de forma conjunta. Sólo hemos regrabado algunos punteos y la voz, siempre hemos utilizado dos o tres tomas, como mucho. Todo eso hace que el disco refleje la verdad de lo que somos, con todas nuestras limitaciones y con toda nuestra fuerza. Y finalmente, por supuesto, el papel de Alberto Macías en las mezclas ha sido fundamental para conseguir el balance correcto de cada pieza.
A la formación de la banda se ha sumado la incorporación del teclista Mikel de Vicente, que considero aporta mucho colorido a las canciones, ¿era un elemento que echabais de menos, dado el tipo de música que hacéis, y buscabais añadir a vuestro sonido o ha sido con su llegada cuando habéis descubierto sus posibilidades?
Como te decía el foco de un tiempo a esta parte está puesto en la banda y en el propio disfrute que supone cada vez que nos juntamos. En ese sentido, cualquier incorporación tiene un gran impacto. A pesar de que siempre hemos tenido claro que en las canciones y en nuestro estilo los teclados tenían cabida y sentido, teníamos aún más claro que no íbamos a incorporar un teclista hasta que encontráramos a la persona adecuada. Y eso ha sucedido después de diez años, con Mikel de Vicente (en la banda le llamamos “Devi” para no liarnos con dos “Mikeles”). Ha aportado mucho a las canciones en el disco y hemos trabajado muy a gusto con él, me ha aguantado muy bien (risas).
“La vida igual no ahoga, pero vaya si aprieta”
Exprimís en este disco todas las cualidades de la banda, y me refiero por ejemplo al muy buen uso que utilizáis de los coros para incrementar las emociones de las canciones, ¿es un elemento que habéis cuidado y manejado premeditadamente?
Xabier, Gorka y Álex cantan muy bien y es una joya contar con ese ingrediente en las canciones. Hemos trabajado mucho los coros y es un aspecto que nos gusta especialmente. Las canciones crecen mucho con los coros y, donde no llegan ellos porque sean secciones vaciadas de voz, los teclados de Devi hacen el trabajo.
Por otra parte, en directo agradezco muchísimo el “acompañamiento” que supone sentir, oír y ver a mis amigos cantar conmigo. Eso nos hace unirnos más, disfrutar más... y eso se nota en los ensayos y es percibido en los conciertos.
Otro elemento significativo que ha sufrido ciertas variaciones son tus textos, siempre personales pero actualmente más luminosos y optimistas que los pasados, ¿son el fiel reflejo de las cambiantes sensaciones vitales que te han ido acompañando en cada momento? ¿Y hasta qué punto esas sensaciones también influyen en el tipo de sonido que desarrollas?
Las letras, el mensaje, las historias, siempre han sido importantes en mis canciones. Siempre han surgido en un momento especial que, efectivamente, reflejan un estado de ánimo, una historia, un pensamiento, un motivo de felicidad o de dolor… Creo que el giro principal que has detectado está en que ahora trato de escribir canciones que, a pesar de que surgen del mismo lugar, realmente pueden ser hechas suyas por el oyente y llevadas a los lugares personales de cada uno. En ese sentido podríamos decir que son más “universales” en estos dos últimos discos.
Este es el disco en el que más he trabajado las letras en ese sentido. Y un mensaje, una historia, un sentimiento, afecta finalmente a la música. En mi caso, casi la totalidad de mis composiciones primero son un escrito y después les sumo música y damos forma finalmente como banda a partir de ese punto de inicio. Esto hace que la música tenga un peso, un tempo, un ritmo en relación a la letra. Ahora bien, cada vez nos gusta más jugar con la ironía o transgresión que supone una instrumentación aparentemente sin correlación con el mensaje.
Esta vez has escogido un título llamativo en el juego de palabras para poner nombre al disco, ¿Es “Cuerdos de atar” una forma de nombrar, y hasta cierto punto homenajear, a aquellos que resisten y continúan adelante con sus ideas y sus sueños por particulares y en cierto modo alejados de lo que se entiende por “normal”que sean?
¿Qué es la cordura y qué es la locura? Creo que cuando uno vive con intensidad y libertad, según pasan los años ve con menos claridad la frontera. La cordura tradicional suele tener que ver con la continuidad de lo establecido, con lo que genere menos incomodidad. Los cambios, la evolución, la vida está en manos de “locos” que se arriesgan a vivir, a transitar nuevos caminos a no aceptar más cordura que la de la propia satisfacción de cumplir con sus convicciones y sus sueños. Locos trabajadores y esforzados en su locura para construir nuevas corduras. El juego de palabras forma parte de la letra de una de las canciones del disco y me parecía que ponía tener la entidad necesaria para el título del disco.
En cuanto a la temática del disco no hablaría de un disco conceptual pero sí que percibo un hilo argumental casi común en cuanto a esa necesidad o sensación de tener a alguien cerca para superar los baches de la vida, no sé si era una idea preconcebida antes de crear las canciones o surgieron de esa forma...
Siempre que he escrito una canción lo he hecho de manera irremediable y sin premeditación. Es algo así como un temblor que voy sintiendo, habitualmente durante días, y que finalmente erupciona a través de los trazos de la tinta sobre un trozo de papel que pillo en ese mismo momento. Sale de “las tripas” y está claro que de uno de los platos principales de los que me alimento es del enorme agradecimiento que siento por querer con intensidad y por sentirme querido haciéndolo. Esto me recuerda a la preciosa canción "Nature Boy" que quedó grabada por Nat King Cole y que habla de este descubrimiento: “The greatest thing you’ll ever learn is just to love and be loved in return”.
“El disco refleja la verdad de lo que somos, con todas nuestras limitaciones y con toda nuestra fuerza”
En el disco reinterpretas un viejo tema, “The Tear Car”, adaptado al castellano (“El coche del viento”) y sobre todo aportándole un tono menos trágico , ¿te sientes en la necesidad a veces de actualizar bajo tu nueva mirada, personal y musical, pasados temas?
En su momento fue una maravilla grabarla con nuestros amigos Steve Wynn y Jason Victor, pero ahora el cuerpo me pedía actualizarla al castellano y ponerla sobre la parrilla de nuestro momento musical para ver qué sabor cogía. Es un caso claro de lo que hablábamos antes: se trata de una canción que surge de un momento muy duro pero que ahora nos pedía llevarla al terreno del optimismo, la luz, y hasta la mofa. Porque hasta de nuestro dolor a veces nos podemos reír. Y eso es algo que me pasa con otras canciones de los primeros discos, por lo que no creo que sea la última vez que lo hagamos, porque hay muchas canciones ahí que nos va a apetecer tocar en nuestros conciertos.
¿Hay algo de esa necesidad por mostrar quiénes sois y cómo sonáis ahora en la también reciente edición del EP en directo “Live in Kafe Antzokia”?
Sí. Es una especie de… “Esto es lo que somos”. Son muchos años y, a pesar de que hemos tocado en muchos sitios grandes, nunca habíamos enfocado esa sensación hacia fuera, aunque siempre nos lo hayamos tomado con mucha seriedad y respeto hacia nosotros mismos. Con este último disco sí queremos dar ese paso, prodigarnos en más conciertos elegidos.
Sacar previamente a "Cuerdos de atar" un EP con nuestra actuación de diciembre en el Kafe Antzokia de Bilbao abriendo para Cracker quería ser algo así como… “Lo que vas a escuchar en el disco de estudio es exactamente lo que somos y a lo que somos capaces de sonar. Sin trampas. Esto es lo que somos”.
Desde fuera parece que tu caso, conociendo ciertos episodios duros en tu vida, es uno de los mejores ejemplos del poder que la música puede llegar a alcanzar tanto para servir de terapia y expulsar demonios como para sembrar optimismo, ¿es así?
La música ha sido uno de mis principales salvavidas. Ya sé que suena a frase de postureo por lo manoseada que ha sido en formulaciones parecidas por personas en las que resulta poco creíble, pero no lo es en mi caso, no. Fue y es mi manera de sacar de dentro la presión de la vida cuando esta aprieta para bien y para mal. La música me ha ayudado vivir, porque la vida igual no ahoga, pero vaya si aprieta.
Cuando pusiste en marcha el proyecto de esta banda hace poco más de una década, ¿tenías la determinación de alcanzar un largo recorrido como el actual o es algo que ha ido llegando de manera casi sorpresiva?
Ha llegado de manera muy natural. Ha sido un andar hecho en el paso a paso de cada día. Mirando hacia atrás me sorprende mucho todo lo que ha pasado y la maravilla que ha sido este camino, pero ahora más que nunca no pesa nada ese trayecto, en el sentido de suponer una carga de responsabilidad. Siento un enorme agradecimiento por todo este tránsito y muchas ganas; muchísimas, por ver a dónde llevaremos el siguiente paso.
Como sabemos también trabajas en la elaboración del WOP Festival, ¿haberte relacionado desde la cercanía con bandas míticas que admiras, además de suponer intuyo una gran satisfacción personal, te ha servido para aprender ciertas enseñanzas de cara a plasmarlas en tu propio grupo? ¿Cuáles destacarías?
Hemos tenido contacto tanto en nuestras producciones como en nuestros discos con muchas bandas y músicos que admiramos e identificamos como algunas de nuestras principales referencias. Algunas de esas personas se han convertido en amigos, además, y con muchos hemos tocado en una u otra situación. Creo que uno de los principales aprendizajes está en el trabajo, en la humildad, la coherencia con las capacidades reales de cada uno y en la búsqueda de la simplicidad. Recuerdo muchos pasajes en ese sentido. Virtuosos haciendo un riff sencillo pero que hacían explosionar una canción en el estudio, por ejemplo. Los artistas más solventes y más grandes, han sido los que menos problemas nos han dado siempre y, en cambio, grupos “pretenciosos” han sido los más problemáticos porque, sin duda, visten de sofisticación y culpas externas sus propias limitaciones.
A modo de anécdota al respecto te cuento una experiencia que nos marcó el camino hace nueve años con mi banda en el alucinante festival South By Southwest en Austin Texas. Fuimos allí a vivirlo y a tocar en varios escenarios. En uno de ellos, en una pequeña cervecera, tocó Robin Hitchcock, Mike Mills …todos ellos sin prueba de sonido y con los mismos instrumentos con los que tocaron otras bandas y nosotros mismos. Ellos sonaron increíblemente bien. Nosotros y otros no tanto. Eso sí, nadie pudo decir que era porque no eran sus instrumentos o porque no habían hecho prueba de sonido … Humildad, sencillez y trabajo…
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