“No te negaremos que hemos tomado más precauciones que en el primer disco”, confiesa Paskal sobre la selección de ideas que han terminado conformando su segundo largo. Julen, por su parte, subraya lo dicho mencionando que es ahora, con el producto en la mano y a las puertas de compartirlo, cuando han comenzado a sentir el fantasma de la presión. “Nos han dicho que es un disco menos adolescente que el primero, y ahora no sabemos si eso es bueno o malo”. Tal observación no es baladí, pues el salto madurativo que el trío enmascarado nos ofrece aquí es incuestionable. Para muestra, varios botones. “Nos dimos cuenta de que las pistas que le mandábamos a Edu [Ed is Dead] estaban prácticamente terminadas y no queríamos acabar sobreproduciendo el disco”, recuerda Julen sobre la decisión de ser ellos los encargados de la producción. “Nos lo tomamos como un reto, tratando de comprobar hasta dónde podíamos llegar y contando con la determinante confianza de Edu, que terminó encargándose de la mezcla y nos dio luz verde a nuestras ideas. Sabemos que no hemos sido del todo ortodoxos, pero estamos muy satisfechos con el resultado”.
“Si el oyente termina emocionándose con este disco tanto como lo hemos hecho nosotros, ya habrá valido la pena”.
La narrativa del proyecto, a su vez, también se ha visto salpicada por esta evolución y toma personal de los elementos, creando un abanico conceptual que gira en torno a las diferentes acepciones del término “zuloa” (“agujero” en castellano): “Tendemos a la melancolía, pero en el fondo somos muy luminosos”, asevera Julen. “Por eso nos daba rabia que ‘zuloa’, al menos en euskera, tuviera connotaciones tan negativas y oscuras, cuando realmente un agujero puede tener muchos otros significados. Un agujero puede ser algo que te quitan o un lugar en el que caer, pero también es un hueco por el que respirar, por el que se filtra la luz o por el que huir”. Una premisa que no solo les ha servido para construir diez temas de ilusiva voluntad, sino también una edición física de su trabajo reforzada con el arte de proximidad de colaboradores como Markel Idigoras, Adrián Romero, Nerea Garro y Alazne Zubizarreta.
“Nos encanta lo que han hecho todos los artistas implicados, especialmente por el hecho de haber terminado sintiendo el proyecto tan suyo como nosotros”, remarca Paskal. “Si el oyente termina emocionándose con este disco tanto como lo hemos hecho nosotros, ya habrá valido la pena”. Y lo cierto es que el trío responsable pone a nuestra disposición recursos de sobra para lograrlo, pues han sabido elegir con puntería las palabras adecuadas para atravesarnos: “Al principio nos dio algo de reparo cantarle a algo sobre lo que parece que ya está todo dicho”, recuerda Julen sobre “Hiru Damatxo”, su particular himno contra la gentrificación. “Pero es cierto que su buena acogida nos ha demostrado que todavía había mucho que decir al respecto. Es evidente que es una herida en común que sigue abierta y que nos polariza como sociedad. O eres víctima o eres causante, no hay medias tintas”.
Menos habitual es, sin embargo, ver a una banda de sus características atreverse a abordar temas tan íntimos como el indescifrable universo de las emociones paternas, desarrollado en su sentida “Triste Dabil Aita”. “Siempre se ha tendido a pensar erróneamente que el padre es la figura familiar que debe mantenerse en pie cuando el resto de los miembros flaquean y por ello a nuestra generación nos cuesta tanto verles como seres sintientes o nos impacta más si les vemos mostrar su vulnerabilidad”, apunta Paskal, quien nos confiesa que el tema está inspirado en una etapa familiar particularmente dura. “Son circunstancias que te ponen en tu sitio. Quizás sientas que no estás preparado, que hace cuatro días tenías quince años y que, aunque ahora seas adulto, funcionalmente no puedes asumir ciertas responsabilidades. Pero todos acabamos aprendiendo tarde o temprano a madurar, queramos o no, y por ello sentimos que esta canción puede llegar a ser muy universal para muchos”.
Tan universal como su palabra, conjugada en su disco tanto en castellano y en euskera sin ningún propósito más que el hecho de ser ellos mismos. Algo que incluso les ha llevado a traspasar fronteras y calar en el público más centralizado. “Cuando bajamos a Madrid a firmar con Sonido Muchacho flipamos al ver que tanta gente nos conocía”, recuerda Julen, orgulloso de la trascendencia de su proyecto pero sin dejar de sentirse sorprendido y agradecido. “Estamos muy lejos de hacer un disco completamente en castellano o en euskera. En nuestra música está el equilibrio lingüístico que nos representa no solo como artistas, sino también como oyentes e individuos”.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.