“Deseamos la incertidumbre, pero quienes nos siguen quieren consistencia”
EntrevistasMercury Rev

“Deseamos la incertidumbre, pero quienes nos siguen quieren consistencia”

Carlos Pérez de Ziriza — 07-10-2024
Fotografía — Archivo

"Born Horses" (Bella Union/Music As Usual, 2024) es el noveno álbum de Mercury Rev. Trabajo atmosférico, cinemático y profundamente evocador, de vuelo libre.

Estamos ante un nuevo disco  en el que Jonathan Donahue y Grasshopper (el cuarteto lo completan ahora Marion Genser y Jesse Chandler) muestra su querencia por las bandas sonoras de clásicos del cine, por el jazz o por el blues, filtrados a través de su personalidad, comandados por una voz que está más cerca del susurro que del canto. Una nueva prueba de que van completamente a su bola.

Hablo de todo esto con Donahue por la pantalla del PC, en una charla en la que irrumpe (para mi sorpresa) también Grasshopper, en un momento dado. Ambos se muestran entusiasmados ante la posibilidad – no se ha confirmado nada aún – de volver a girar por España: un país que, me confiesan, sostuvo gran parte de su carrera entre 2008 y 2015 y les mantuvo vivos, cuando en otros lugares muchos parecían haberse olvidado de ellos. Incluso me mencionan con cariño aquel itinerante Big Cat Festival que los trajo a Barcelona y Madrid en 1995.

Han pasado cinco años desde vuestro último disco. ¿Os cuesta cada vez más? ¿Perfeccionismo?
Jonathan Donahue: No, creo que el disco fue cocinado por la vida. No solo en lo personal sino en lo musical. Cuando eres joven quieres entrar en combustión y que todo ocurra muy rápido. Eres impaciente. Te gusta lo picante, incluso quemado. Pero conforme creces y vas ganando más experiencia en la música, desarrollas la paciencia que permite que la música se revele a sí misma en sus propios tiempos. Si me hubieran preguntado si "Born Horses" (2024) estaba listo en 2019, hubiera contestado que no. Ni en 2020. Estuvo listo cuando salió. Como artista, debes aprender a confiar en la música por sí misma. Ya sea escribiendo, pintando o haciendo cine. Aprender a no poseer la línea de tiempo en la que se produce. Darle la dignidad de que crezca a su ritmo. Creo que eso arroja resultados increíbles, al menos para nuestra música. No puedes gritarle a una flor para que se abra, y por esa misma razón no puedes gritarle a una canción en el estudio para que esté finalizada ya, pese a que es tentador, porque todos tenemos que pagar facturas. Los sellos discográficos también lo quieren todo ya. Pero las canciones requieren su propio tiempo: es algo que he aprendido después de más de tres décadas. Ojalá lo hubiera aprendido antes. Pero quizá estábamos destinados a descubrirlo tarde.

"Da igual lo punk que te creas que eres: quieres aprobación y gustarle a la gente"

El mundo gira ahora en la dirección opuesta.
Jonathan Donahue: Sí. Tu mismo, como periodista, te habrás dado cuenta de que la mayoría de las canciones que se oyen hoy en día empiezan directamente con la voz entrando a los pocos segundos. De hecho, es lo primero que se oye. Una voz que además nunca deja de cantar a lo largo de toda la canción. Durante tres minutos. Es como si tuvieran miedo a que, si tarda mucho en aparecer esa voz, el oyente cambiará de dial porque no oye ninguna voz humana. En este disco es al revés: la voz tarda en entrar, hay un ejercicio de paciencia. Uso un ejemplo un poco crudo pero que creo que es útil: en la pornografía clásica, por primitiva que fuera, tardaba un poco en desarrollarse el argumento antes de la acción, por básico que fuera. Aparecía un repartidor de pizza y tal… y ahora, desde la perspectiva del hombre y puede que también de la mujer, la pornografía empieza ya directamente en la acción, sin introducción de personajes ni preliminares. Va todo directamente a esa experiencia limitada. Películas como "Blade Runner" (Ridley Scott, 1982) necesitaban su tiempo para desarrollar su historia y sus personajes, para apreciar su hondura. Sin esa profundidad en nuestras canciones, no te interesaría Mercury Rev. Y creo que esa profundidad resulta más atractiva conforme envejeces. Trabajo duro para que esa profundidad emerja, en lugar de tratar de atornillarla desde el principio.

Cantas en este disco de un modo muy sutil, casi susurrando. ¿Has dado con un nuevo registro que te resulta más válido?
Jonathan Donahue: Me pilló por sorpresa. Igual que a mucha gente le pilló por sorpresa escucharme cantar así en la primera canción del disco. Yo tampoco supe qué pensar. ¿Quizá era un suicidio comercial? ¿Una forma de cargarme mi carrera? Pero con la ayuda de Marion (Genser) y de Grasshopper, quienes me animaron a confiar en mí, fue más fácil. Incluso cuando yo tenía muchas dudas.

¿Tiene alguna influencia en todo esto el hecho de vivir y grabar entre las montañas de Catskill y el valle del Hudson, en un entorno rural y alejado de la urbe?
Jonathan Donahue: En cierto modo, sí. Genera mucha reflexión personal y quietud. Incluso la gente que vive en Nueva York se las apaña para dar con esos momentos. Y esa reflexión es la esencia de la nueva cualidad que muestra mi voz. No intenta decirte qué es lo que debes pensar, solo expresar una incerteza que anida en mí, en ti y en cualquiera de nosotros. A lo largo de la vida hay una gran incertidumbre, que viene con el hecho de vivir una buena vida. Y esa es mi forma de describir mis sentimientos acerca de esa incertidumbre.

En la hoja de prensa se define vuestro actual sonido como psych-jazz-folk-baroque-ambient.
Jonathan Donahue: Alguien lo escribió, pero no es la forma en la que yo pensaría en mi música al levantarme. Ni tú. Quién sabe. Nadie piensa en sí mismo apelando a cuatro o cinco palabras. Eso es como una Polaroid desgastada por el tiempo. Al mismo tiempo, hay una consistencia en la forma en la que la gente nos ve. Si entras a un bar y hay gente que te conoce, ya saben un poco qué esencia vas a destilar, la gente lo pilla, tiene una idea de ti. Y creo que, como artista, hay siempre una relación de amor y odio con la forma en la que la gente te ve. Un día te encanta, y al siguiente te cagas en todo pensando en por qué han de verte siempre del mismo modo. ¿Por qué han de usar siempre esas mismas palabras? ¿Es lo único que oyen? Es parte de ser un artista, pero también es parte de la vida misma. Te preguntas si eres simplemente eso o si vas a reaccionar de otro modo. No sé cómo va a ser visto este disco. Te escucho con atención porque quiero verme reflejado en las opiniones de quienes lo habéis escuchado. No me basta con escuchar las mezclas una y otra vez, eso no me sirve para saber qué hay en realidad ahí. Necesito ver el disco a través de los ojos de los demás. Tener ese reflejo de vuelta. No lo hemos tocado en directo, así que vosotros sois las primeras personas que nos devolvéis ese reflejo. Y me fijo. Más de lo que la gente cree.

¿Te has sentido cansado de que tras "Deserter’s Songs" (1998) el interés de gran parte del público decayera? Hace unos años lo tocasteis de nuevo en directo por su aniversario, y la portada de este nuevo disco me recuerda mucho.
Jonathan Donahue: Es parte del mundo del entretenimiento y de la vida. Si alguien te dijera “Carlos, ¿puedes ponerte la ropa que vestías en 1988?, es que nos encantaba ese look y ya no nos mola tanto lo que llevas”, ¿qué harías? Hey, aquello fue entonces. Entiendo que a la gente le encantara aquel disco, fue un punto de inflexión para nosotros, pero al mismo tiempo, como artista, has de abandonar la idea de aprobación externa para llegar a donde sinceramente quieres llegar. De jóvenes, todos buscamos esa validación. Da igual lo punk que te creas que eres: quieres aprobación y gustarle a la gente. Tienes 18 años y quieres ser visto como alguien original, diferente. Pero esa necesidad de aprobación ha de irse disolviendo con el tiempo. Es como un juego del gato y el ratón: como artista, deseo la incertidumbre, me encanta no saber qué es lo que va a pasar, pero quienes te siguen desean consistencia, quieren escuchar algo parecido al disco anterior pero un poco más pulido. Y puede que tú no seas así, que no estés en esa onda. Seguro que lo que tú escribes ahora será muy diferente de aquello que escribiste hace diez años. Es algo que cualquier artista, periodista o escritor, experimenta.
Grashopper: ¿Estáis hablando de gatos? (risas).

"Cuando la canción puede ser enfocada desde ángulos distintos es cuando sabemos que estamos en el buen camino"

¿Habéis escuchado mucho jazz antes de grabar este disco?
Grashopper: Yo llevo escuchando jazz desde que era un chaval, pero también rock and roll, folk, punk y muchas otras cosas que conectan entre sí de múltiples maneras. Cuando oyes a Willie Nelson decir que le encantaba Django Reinhardt, que es algo que acabo de saber, y cuando le oyes tocar, es fascinante. Hay country y folk, jazz y rock and roll ahí… no hay líneas rojas, que es también lo que ocurre con nosotros. Procedemos de la misma pasión y el mismo sentimiento. Escuchamos blues del Delta, folk y rock inglés, como Fairport Convention, cosas de psicodelia… bandas sonoras de películas, sobre todo westerns… tratamos de incorporarlo todo, ser inclusivos y mezclarlo todo (risas). Y ha sido así Mercury Rev desde el día uno.

También del kraut rock, ¿no? La última canción, “There’s always been a bird in me”, tiene ese ritmo motorik.
Jonathan Donahue: Sí, la batería sostiene la canción, tiene ese elemento, y me gusta que sea así porque no queríamos hacer un disco que fuera profundamente melancólico, sino de mirar al interior para proyectar al exterior, y creo que es como una declaración de intenciones que esa última canción sea tan revitalizante. Quisimos acabar con esa sensación. No es un álbum de bajón.

¿Juegas los sueños y el subconsciente algún papel en estas canciones?
Jonathan Donahue: Creo que todos los artistas trabajan con el subconsciente. Tratamos de reflejar algo que con la parte consciente de nuestra mente es complicado.
Grashopper: Cuando nos conocimos, nuestros artistas favoritos eran gente como Salvador Dalí, el arte dadá, el surrealismo, artistas en los que lo inconsciente forma parte de lo consciente. Todo eso conectaba con nosotros.

La figura del pájaro está presente en un par de canciones, “A Bird Of No Adress” y “There’s Always Been A Bird In Me”.
Grashopper: El pájaro es una metáfora para hablar del misterio, de la libertad, es un animal que puede viajar y vivir en diferentes mundos, para muchos músicos ha significado esa pasión por viajar, tiene la capacidad de migrar y disfrutar de diferentes climas y hábitats y países, sin fronteras. Aquí donde vivimos, en los Catskills, hay especies que migran a Sudamérica y vuelven. Tienen mucho que ver con lo que nosotros queremos ser.

¿Hubo mucha improvisación en la grabación del disco?
Jonathan Donahue: Puede haber dos acordes que sirvan como base y luego se produce una cierta improvisación entre los cuatro. Como un pájaro que construye su nido. Que intenta encontrar su espacio seguro. Eso da pie a la atmósfera de la canción. Todas nuestras canciones, desde el principio son así. Nunca terminan hasta el fin de las mezclas, literalmente. A veces incluso en el proceso de mastering. Y no es porque no sepamos lo que queremos, ni porque no sepamos lo que la canción quiere, sino porque queremos que tengan el mayor tiempo posible. Y la paciencia para ver que la canción lo necesita. Va por oleadas. A veces estás convencido de cómo debería ser, y no quieres añadir nada más, pero en general no es la mejor forma de hacerlo, lo mejor es dejarlo todo abierto a la interpretación.

¿Habéis tenido la ocasión de tocar este material en directo y ver cómo mezcla con el material anterior?
Jonathan Donahue: No, empezaremos en dos semanas. Hemos de enseñarles al resto de músicos que vienen de gira las canciones, y también acostumbrarnos nosotros a ellas. Estas canciones son como un cachorro, no sabemos aún cómo vamos a enfocarlas, preferimos dejar que se nos acerquen.
Grashopper: Cuando hicimos "Deserter’s Songs" (1998) no era distinto. Nos preguntábamos cómo íbamos a tocarlas en directo. Y dimos con la forma. A veces cambian en directo, y otras no. Como le ocurre a las canciones de cualquier otro músico, ya sea Brian Eno o Bruce Springsteen. Pueden cobrar una nueva vida, y eso está muy bien, creo.
Jonathan Donahue: Cuando la canción puede ser enfocada desde ángulos distintos es cuando sabemos que estamos en el buen camino. Miles Davis nunca tocó la misma canción del mismo modo, Bob Dylan está siempre está cambiando sus canciones en directo, nunca sabes cómo van a sonar. Entendemos que si vas a tocar “Goddes On A Highway” o “Holes” a la gente le va a encantar, y a nosotros también, pero hay otros elementos que nos enamoran cuando las canciones se pueden mover sobre sí mismas y ser tocadas como un trío con piano en un bar de jazz o como una potente banda de rock. Siempre buscamos eso, y por eso pasamos tanto tiempo en el estudio, porque las probamos en formatos muy distintos.

 

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