MENOS LAGRIMAS
EntrevistasTindersticks

MENOS LAGRIMAS

Redacción — 16-11-1999
Fotografía — Archivo

Tanta desmesura romántica les había entrampado. Algo tenía que cambiar en el universo de Tindersticks. Y algo ha cambiado. Puede que su nuevo disco guste menos a sus fans de siempre, pero el golpe de timón era necesario. Ahora hay más luz y es más fácil respirar. A los británicos les tiraba la sisa… pero han contratado un sastre nuevo. El camerino de la sala La Riviera es sórdido, frío y pide pintura -otro tono al menos- a gritos. El catering -uno, que es muy dado a fantasear, imaginaba botellas de Borgoña, dátiles y tabaco de liar- no existe. Si el de las estrellas es así, no quiero ni pensar cómo serán los aposentos de Arab Strap, teloneros esta noche. Allí nos espera David, teclista de Tindersticks, con su porte de estudiante a la par espigado y distinguido. Trasluce timidez y contesta en pocas palabras. Y desde la primera pregunta parece dispuesto a ejercitar la autocrítica, algo a lo que no estamos acostumbrados cuando hablamos de bandas británicas. «Es muy fácil etiquetarte a ti mismo como grupo, subiéndote al vagón de «el nuevo grupo de tal…», he visto muchos errores de este tipo, grupos que aceptan ese juego porque creen que así se aseguran el éxito, nosotros desde un principio hemos escuchado música más oscura y hemos hecho música que nos gustaba. Empezamos por ahí, con el objetivo de ser profesionales, de ser nosotros mismos y parece ser que los fans han ido apreciando esto y aquí estamos después de diez años. Es mejor así, hay que tener mucho cuidado con esas cosas…sobre todo en Inglaterra». Y sí, Tindersticks no son el típico grupo británico. Son capaces de reconocer pequeños deslices de antaño. «Sí, queríamos probar con este nuevo sonido, hacer un disco más accesible, más corto que los tres anteriores, que eran discos en los que había que meterse a base de un enorme esfuerzo». David se refiere a «Tindersticks» (93), «Tindersticks» (95) y «Curtains» (97), -amén del directo «The Bloomsbury Theatre 12.3.95», de la banda sonora de la película «Nanette Et Boni» (96) y del recopilatorio «Donkeys» (98)- tres piezas de belleza y espesor considerable que agotaban tanto las posibilidades de almacenamiento del compacto como las neuronas de un oyente poco habituado a obras densas y, sobre todo, personales. Una voz inusual, quejumbrosa y profunda descansando sobre mantos de violines y apuntes de viento que sólo a veces recibía la dentellada mortal de una guitarra fuera de sí. Y una veintena de canciones por disco. Muchas para mantener elevada la media. «Ya éramos conscientes de la dificultad de esos discos en su momento, pero creo que nuestra música hay que aprender a quererla, no sólo el público… sino también para nosotros. Con este disco tratamos de hacer algo más fácil para nosotros, que somos ahora capaces de reproducir sobre el escenario todos los detalles de la grabación». Lo que más llama la atención de su reciente «Simple Pleasure» es lo negro, lo soul que les ha quedado, con esas voces femeninas dando réplica a Staples. Como ya hicieran Carla Torgenson (The Walkabouts) o Isabella Rossellini en grabaciones anteriores. «Nos gusta añadir esas texturas femeninas, hubo un tiempo en que llevábamos coristas en los conciertos pero era muy caro. Nos gusta hacer este tipo de colaboraciones, aunque no contemplamos el añadir de forma permanente una voz femenina». Es un disco cálido, un disco que filtra y dosifica el apasionamiento y que mantiene un cierto aire mediterráneo, presente en toda su discografía. «Es sobre todo por Dickon (Hinkcliffe, violín) que está muy relacionado con España y Méjico. Cuando venimos a España a Italia o a Grecia nos sentimos muy bien, mucho mejor que en Inglaterra». Y también es melancólico, carnal y mucho menos afectado que los anteriores, en los que uno tenía la impresión de que estaban forzando la situación. «Sí, es una influencia que viene de largo. Tiene un lado soul, sobre todo por culpa de Stuart (Staples, voz) que decidió tirar por ese lado, añadiendo esa mezcla. Es un disco de canciones tristes pero que transmite alegría a la vez». Esto no quiere decir que ahora Tindersticks se hayan convertido en la alegría de la huerta, ni mucho menos. En sus canciones y en sus directos sigue habiendo desolación, cálculo y distancia. Quizá sean algo impostores, magníficos actores también. «No, no… más bien es una cuestión de concentración. Parecemos muy tristes sobre el escenario pero es porque estamos muy metidos en el concierto. Sí disfrutamos, claro que hay un componente lúdico en el grupo aunque también es cierto que últimamente nos hemos relajado. Antes íbamos siempre con trajes y todo eso… ahora estamos más relajados». «Simple Pleasure» está publicado por Island/Universal.

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