Manu Sánchez tiene la sana costumbre de no tomarse muy en serio. Al menos, lo suficiente para que no le importe que el personal tienda a fijarse en sus melodías y desvaríos líricos antes que en las texturas sonoras. En “Grandes males, remedios regulares” (Gramaciones Grabofónicas, 2011), sin embargo, el fondo reluce tanto o más que las formas. En algunas de nuevas canciones hay un acercamiento a la electrónica más descacharrada, que se traduce en guiños a Kraftwerk y Suicide, una versión de “A-68” de Hidrogenesse en la que troca el Vocoder por la voz Ariadna de Los Punsetes y el aroma a los Magnetic Fields del “Get Lost" que desprende el pegajoso single “Arruino todo lo que encuentro”. “Ahora estoy grabando con un ordenador, con un abanico de opciones loquísimo, y se me ha ido la olla a Camboya. También quería que “Grandes males, remedios regulares” sonara muy variado, y han acabado saliendo cosas que yo no sé si son tan electrónicas, pero van por ahí. Al final, el resultado depende de los medios de los que dispones a la hora de hacer las canciones. Este ha sido siempre el espíritu de Antonna y lo sigue siendo”, reconoce. Un espíritu que pasa por entender el proceso de composición como algo completamente lúdico, anárquico y sin complejos. Y sin embargo, algo ha cambiado. “En este disco he trabajado menos los estribillos y más las estructuras. Muchas veces he empezado a arreglar una canción antes de tenerla terminada, que es algo que no había hecho nunca. Al trabajar así, te vas encontrando cosas por el camino y la estructura de la canción cambia. Si los discos suenan cada vez mejor es porque voy aprendiendo mientras trabajo. Si sigo en esta progresión, acabaré convirtiéndome en Quincy Jones” (risas). En el tercer advenimiento de Antonna, a un rap chanante a cargo de Garbanzo le sucede sin pudor una muralla de guitarras superpuestas a lo Johnny Marr; consecuencia más o menos directa de la lectura de la polémica biografía “Los Smiths. La alianza rota”. Eso sí, prohibidos por decreto-ley los temas de más de cinco minutos y el pajilleo instrumental. “No me gustan mucho las canciones largas. Una vez que tienes estrofa, estribillo, ritmo y un puente, lo demás es trabajo de albañil, para el que no valgo porque me da pereza. No me parece una virtud hacer un disco largo, pero hacerlo corto no supone un problema. ¿Los discos largos molan? Pues no especialmente. En “London Calling” de The Clash todas las canciones son buenas, pero no me hubiese importado que fueran dos discos cortos”.
En “Grandes males, remedios regulares”, volvemos a encontrar el brutal humor marca de la casa, mezcla de greguería, escatología y dadaísmo, que mezcla por igual el metalenguaje castizo de Jardiel Poncela y el descaro del Gainsbourg más Gainsbarre. “Adoro los contrastes brutales en las letras. La primera idea que se me ocurre para una canción ha de ser fuerte, impactante. Luego intento que la letra no tenga un sabor muy claro. Ha de incorporar matices o detalles inquietantes”. Vale, pero entre hilarantes cantos a la misantropía militante, desastres futboleros y los recuerdos chungos de viajes, en canciones como “Caramelos con droga” se cuela alguna reflexión que congela la risa. “Para mí tiene un sentido político la canción, desde luego. Hay un cabreo frente a una situación, aunque no buscara una idea concreta. Eso es lo más político que me puedo poner. No es un proceso consciente para mí escribir una canción. Intento no concentrarme mucho en una idea y que la cabeza trabaje sola. Tampoco podría escribir una canción de amor, porque tener una intención previa que esté clara va en contra de mi forma de componer. A Nacho Vegas le sale bien cualquier tipo de letra. A mí no” ¿Y cómo se esquiva la tentación de la autoindulgencia cuando no se tiene al resto de Punsetes para dictar purgas stalinistas con tanto material compuesto? “Cuando empecé a hacer en este disco la premisa era hacer lo que me saliera de los huevos, pero en mayo quería que me pegaran un tiro, porque cuando estás tan metido en algo tiendes a perderte. Al final, he tirado más canciones de las que he metido. A Cristina Plaza (Los Eterno) la tengo frita ya de enviarles canciones malísimas. Ahora estoy muy contento, porque estoy haciendo canciones punsetiles y estoy liberado de responsabilidad”, confiesa.
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