“Pandemønium”” es un trabajo valiente e insólito fruto de la amistad y visión compartida del también ingeniero de sonido Óscar Moreno “Ojo” (guitarras, voces y grabación) y Borja Martín-Andino (baterías y voces puntuales), compañeros en aventuras previas como La Débil, con quienes converso en un conocido local del bullicioso barrio de Lavapiés.
Me gustaría empezar por una breve historia del grupo. ¿Cuál ha sido el camino hasta llegar a este álbum?
(Borja) Yo creo que esto empieza en mayo de 2016. En aquella época Ojo y yo estábamos colaborando con Alberto Acinas, haciendo de su banda. Él siempre ha ido por libre, pero había hecho un power trio con nosotros, Ojo con el bajo y yo con la batería. Y en los ensayos en una casa familiar en Torrijos, Toledo, el pueblo de donde venimos, una noche después de ensayar con Alberto, Ojo me dijo que tenía unas cosillas con la guitarra. “A ver si un día te las enseño”. Ahí empezó todo, con la guitarra española. Él había empezado a inspirarse en ciertos aires flamencos, y lo que fue como una invitación a compartir desde la amistad, fue cobrando forma de una manera bastante vigorosa. Sin ningún tipo de pretensión, por el mero placer de disfrutar juntos, como siempre hacemos, porque Ojo y yo estamos juntos, tocando y como amigos y hermanos, desde hace quince años. Las cosas que tenía Ojo nos fueron atrapando, y fuimos construyendo algo sin saber muy bien lo que estábamos haciendo. Cuando nos quisimos dar cuenta, había un repertorio. Contando también con que Ojo es ingeniero de sonido y tiene su estudio, nos lanzamos a grabar las canciones y todo aquello que iba pasando.
¿Teníais desde el principio unas referencias musicales compartidas o querías meteros más en territorios inexplorados? Dices que lo que salió fue sorprendente.
(Borja) Claro, sorprendente en el sentido de que como no había ninguna pretensión, no ha sido quizá como otras experiencias previas en las que te ajustas más al estándar de cómo se suele armar un grupo. Esto era más compartir unas canciones, y de ahí salió la necesidad de querer hacer algo con eso. No había intención de crear nada, y finalmente se construyó una propuesta.
(Ojo) Es verdad que al principio estábamos compartiendo bastante el flamenco y que todas estas canciones vienen de la guitarra española. Están arropadas por el ruido, pero tienen un fondo melódico.
“El título surgió en la pandemia y suena a pandemia”
Bueno, incluso hay una a capela.
(Ojo) Efectivamente. Las referencias comunes estaban entre el flamenco y el black metal, lo que hay ahí en medio. Porque también estábamos escuchando bastante black metal.
(Borja) Y mucho drone también. En aquel momento.
Puedo oír la huella de Swans…
(Borja) Sí, Swans es una banda que tenemos en el corazón desde hace muchos años. A lo que se refiere Ojo es a la fotografía exacta de lo que estábamos compartiendo en ese momento, como descubriendo juntos. Cosas del metal y del flamenco. Pero Ojo y yo llevamos juntos quince años con otros proyectos musicales, como amigos, creciendo juntos, saliendo adelante y apoyándonos mutuamente. Y claro, todo el aprendizaje musical mutuo viene de los primeros dos mil, de crecer juntos con la música con otras miles de referencias. Es la primera vez que tocamos juntos los dos solos.
(Ojo) Era la primera vez que yo componía unas canciones al uso.
Me sorprende que hayáis mencionado varias veces el “black metal”, yo he encontrado más influencias de post-hardcore. Pero supongo que cada uno oye cosas distintas, y que esto de los géneros es muy relativo.
(Borja) Eso pasa un poco cuando miras lo que has hecho a posteriori. Ahí encuentras la conexión con ciertas cosas, pero sí es cierto, y esto está muy manido, que nuestra manera de trabajar va en paralelo con la escritura automática de la que hacían gala surrealistas y dadaístas: ponerte a tocar sin una idea preconcebida, simplemente dejándote llevar. Ojo y yo trabajamos mucho con la “inspiración” y con el dejarnos llevar. Y esto es una cosa en la que él y yo nos entendemos desde que estamos juntos. Es verdad que algunas dinámicas pueden estar más marcadas por la racionalidad, un cierto diseño o una idea previa que se va a buscar con otra gente con la que tocamos, pero él y yo funcionamos un poco así. Cuando la forma queda más o menos fija, ya sabes a dónde vas, pero siempre hemos tenido esa cuestión de “encontrártelo”. El sonido y las referencias no son premeditados. Es consecuencia de lo que vas rumiando durante años.
(Ojo) Pero mola que no veas el black metal por ningún lado, porque en su momento lo estábamos oyendo mucho.
¿Qué dificultades se os plantearon en la grabación, sobre todo teniendo en cuenta que Ojo se ocupaba también de la parte técnica?
(Ojo) De hecho, ya de antemano era complicado que tuviéramos tiempo para quedar y hacer una grabación al uso con mucho ensayo. Las canciones estaban compuestas y en 2019 decidimos empezar a grabarlas. Lo que hicimos fue quedar cuando podíamos, trabajar dos de las piezas, y una vez que teníamos el músculo en su sitio y habíamos hecho el recordatorio del tema, no ensayábamos otras, sino que grabábamos esas dos. Teníamos a lo mejor dos días de ensayo, y luego dos de grabación. La particularidad que tiene la producción es que cada canción ha tenido un montaje muy específico.
Y que tú estabas a ambos lados del proceso. Tiene que ser estresante.
(Ojo) Sí, pero en este caso, grabar con el ordenador no es como si tienes que estar corriendo al magnetófono a cambiar la cinta [risas].
(Borja) Precisamente hemos tenido la suerte de contar con los medios de los que Ojo dispone. No hemos estado sujetos a las lógicas mercantiles ni de producción en las que otras bandas a lo mejor se ven envueltas. Un estudio con un tiempo limitado por tal. Era el estudio de Ojo, y nos hemos ido ajustando a sus tiempos y los míos. Le hemos podido dedicar todo el tiempo y cariño sin ningún tipo de prisa ni presión. Simplemente, sabíamos lo que queríamos. Lo teníamos súper claro. Y es cierto que Ojo ha estado currando como un hp: hacer el planteamiento de la sesión, montar todos los micros, grabar las tomas, y decidir cuál te quedas... Para él ha sido mucha carga. Y no sólo lo ha grabado, lo ha mezclado también. El disco, salvo el mastering, lo ha hecho Ojo. Eso es así y hay que reconocerlo.
¿Me podéis contar algo del título? ¿Partíais de algún concepto con el nombre y las letras?
(Borja) Las líricas son de Ojo en su gran mayoría. Al igual que en la mayoría de los cortes era él quien comenzaba el juego introduciendo una idea o leitmotiv, un hilo del que íbamos tirando, también escribía un esbozo de texto. Lo compartíamos y le íbamos dando forma a medida que lo íbamos tocando. En cuanto a la temática, quizá Ojo sea el más adecuado para hablar de sus propios textos [risas].
(Ojo) Son bastante claros. Si tuviera que definir un leitmotiv, diría que todas las canciones hablan de demonios. De ahí el título. Es una reunión de demonios que son esas canciones. Era apropiado. El título surgió, de hecho, en la pandemia. Inicialmente teníamos otra idea. Se convirtió en eso, y nos parecía muy adecuado.
(Borja) Se cerró el círculo. Fue un poco inesperado, pero cuando interpretábamos las canciones en los ensayos con esas letras, ya concebíamos que cada canción era una suerte de metáfora de un exorcismo personal, con todo el respeto hacia el ritual del exorcismo de la iglesia católica, que es otra cosa y no tiene nada que ver. Podría decirse que cada canción es una especie de exorcismo de un demonio que tienes dentro y te posee. Cuando ya teníamos todo el repertorio y ya en pandemia, Ojo me dice: “Borja, tío, me estoy dando cuenta de que esta colección de canciones es un pandemónium, porque es la casa de todos los demonios”. Pero es que suena a “pandemia” y estamos en pandemia…parecía de coña, pero tenía que ser así.
(Ojo) Los textos no van de autoayuda ni de algo positivo al uso, sino que tienen un factor positivo como consecuencia.
(Borja) Es una cosa bastante clásica, pero al final se trata de purificarte por medio de la expresión creativa. Esto se lleva haciendo toda la vida. En este sentido, es muy clásico.
Puesto a elegir una canción, me quedo con la última, “El templo”, por su intensidad y porque creo que condensa el sentido del disco.
(Ojo) Pues igual es de las primeras, primeras que empezamos a trabajar. Tiene un punto jondo y una armonía arabesca. Y es la canción que acaba el disco porque es el acabose en intensidad, es bastante bestia. En términos generales, está bastante clara por el texto. Lo último que oyes, que es una masa de ruido, fue el único momento en que hubo alguien dando al “rec” en el estudio. Vino nuestro amigo Tito, que metió unos sintes, y al final de la canción estamos Borja y yo pegando patadas a un bombo que dentro llevaba un micro Neumann que estaba reventando.
(Borja) Aunque cierra el disco, no se compuso para cerrarlo. Fuimos encontrando toda una narrativa con los cortes, para ir creando una historia de principio a final. En ese sentido, es un disco conceptual, somos muy antiguos porque creemos en los discos que empiezan y acaban, no en los singles, los Spotifys o las mierdas que no sé ni cómo se llaman. ¿Los TikToks? [risas]. Veíamos que podía cerrar, y es un tema que nos emociona mucho, porque siempre que la tocamos nos estamos destruyendo por dentro.
“Se trata de purificarte a través de la expresión creativa, es un clásico”
¿Cómo acabáis editando un disco doble con Broken Clover? También han publicado a otro grupo de aquí, Agrio.
(Ojo) De hecho, fue por Agrio. Son compañeros y ensayan en el estudio que tengo. En el momento en que teníamos el disco mezclado, lo empezamos a mover, a buscar sellos que nos interesaban: nacionales y una remesa de sellos extranjeros. Después de hacer eso, también hablamos con Jorge Fuertes, el batería de Agrio y me acordé de que ellos editaban con Broken Clover. Según se lo mandamos, Mickey [Darius], el director del sello, nos mandó un mail con las condiciones, haciéndonos una oferta en firme. Lo vio bastante claro. No nos puso pegas a hacer un doble, nos pagó el mastering… Fue bastante entregado.
(Borja) Increíble, la verdad. Estamos agradecidísimos.
(Ojo) Y hay que decir que es curioso, porque nos respondieron sellos como Ipecac diciéndonos que esperáramos un poco –era mayo del año pasado y había cola de lanzamientos–, pero ningún sello nacional nos contestó siquiera. Ni hola, ni adiós.
Eso lo puedo confirmar de primera mano, es un clásico. Lo más difícil de digerir, lo más deprimente, es que sellos de fuera te respondan en cualquier sentido, y los de aquí, no. Es simple educación, ¿no?
(Ojo) Es una cosa básica, porque suele ser gente que conoces en persona, a la que has hecho favores. Aquí nos conocemos todos. Luego, montan un bolo y te piden un ampli. Y esa misma peña, no te contesta.
(Borja) No es el hecho puntual de que le propongas sacar el disco, es que hay una relación de más cosas. Es, simplemente, educación. Formamos parte del mismo ecosistema.
(Ojo) Dame las gracias e ignórame, pero al menos dime “lo he recibido”. Pero si hemos editado con un sello de San Francisco es porque ningún sello nacional lo ha querido.
Asombroso. Es un sello, por cierto, que publica material personal pero muy variado, sin ningún prejuicio en cuanto a géneros.
(Borja) Sí, se deja llevar mucho por el criterio personal de Mickey, en cuanto a las cosas que a él le gustan. Y son de géneros diferentes. Él está haciendo un catálogo global internacional de artistas de distintos lugares del mundo, y de géneros muy distintos, pero de cosas que a él le atrapan de algún modo, por lo que sea. Mickey es así. No nos conocemos en persona, no deja de ser como Oz de “El mago de Oz” [risas]. Pero es la hostia, le queremos mucho. Es muy vieja escuela, una rara avis absoluta.
(Ojo) No quiere Spotify, se niega a hacer singles. No pone pasta para promo porque cree que los discos tienen que estar en las manos adecuadas y eso lleva tiempo… Está muy fuera de lo que se lleva ahora. Es un tío que apuesta por los discos y su calidad. Mola, pero hoy es hasta extraño.
(Borja) Cuando llevas veinticinco años en esto, ya sabes de qué va el rollo, y no te casas con cualquiera. Vimos que era una persona de ley cien por cien, oro de dieciocho quilates. Nosotros teníamos la obra muy reposada y decantada. Éste era el disco. Y en el momento en que planteamos hacer un vinilo, para que sonara mejor, por la duración de los temas tenía que ser doble. Al principio nos dijo que hacer un doble es muy caro, que igual podíamos hacer una selección, pero nosotros le respondimos que no se podía hacer de otra manera. Sabíamos que la podíamos cagar. Entonces nos pidió que le dejáramos oírlo otra vez y al día siguiente nos contestó: “Qué cojones, tenéis razón, es una obra. Si tiene que ser un doble, habrá que poner dólares, qué le vamos a hacer”.
(Ojo) Habíamos llegado a valorar quitar alguna canción, pero él mismo nos dijo que no tenía ningún sentido.
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