Rodés incluso se remite a sus primeros amores para cerrar un círculo al presente. En este volver a los inicios, entrelaza su folk y pop habituales con sonidos de la tradición musical latinoamericana, una experimentación que lo hace todavía más interesante. Estamos ante uno de los discos más sinceros de la artista catalana, que compuso una canción por día en el confinamiento a modo de juego, de reto, sin pretensiones más allá de crear y sanar a través de la música. De esta frescura sin pretensiones y de cómo investigó en las raíces de su amor hablamos con ella en esta entrevista.
¿Ha servido la creación de este disco de proceso autocurativo después de tu desamor?
Siempre es un proceso curativo sin querer. No lo hago con intención de curarme, pero cuando hay cosas que se tienen que decir, las transformo en canciones. Quieras que no, es una manera de procesar las cosas que te están pasando y darles una forma. Esto es sanador porque, de alguna manera, organizas lo que está pasando y le das un sentido y una forma.
¿Cómo fue componer el disco en el confinamiento? Componías una canción por día.
Estaba confinada en un piso muy pequeño de Madrid y para tener un objetivo diario y aprovechar el encierro, quería hacer algo creativo. Me lo puse como reto: cada día hacía una canción y al día siguiente lo compartía por Instagram y hacía algún vídeo con imágenes que tenía de archivo o grabando cosas en casa. Fue como un juego.
"Quería que el disco fuese una transición entre esta parte naive y pura del amor para llegar a una visión cada vez más compleja, con la idea de volver al inicio y hacer un ciclo"
¿Te ha servido también para procesar otras rupturas u otros temas pendientes?
Sí, al final te pones a hacer algo y van saliendo otras cosas. Me di cuenta que, hablando de otra ruptura, acababan surgiendo otras rupturas enquistadas del pasado. El disco tiene cierta evolución. El principio es más naive y alegre, pero el final es más oscuro. Explico el proceso de enamorarse y de cómo ese enamoramiento se va deshaciendo. Pero también hablo de la percepción del amor a lo largo de mi vida: empecé a leer cartas que escribía a los quince años y fragmentos de diarios personales y veía a una Maria muy ingenua delante del amor. En las cartas decía cosas como “te quiero mucho” o “eres lo mejor que me ha pasado en la vida”, y luego veo cartas de mayor y cómo te vas acomplejando y defendiéndote. Quería que el disco fuese una transición entre esta parte naive y pura del amor para llegar a una visión cada vez más compleja, con la idea de volver al inicio y hacer un ciclo.
¿Este disco ha sido diferente a los anteriores como solista?
Como iba haciendo una canción cada día, no tenía una gran ambición con las canciones, sino que era más bien un diario musical personal. Esto hacía que las canciones fueran más sencillas. El perfeccionismo que a veces me caracteriza se ha quedado apartado. La intención era hacer canciones y expresarme. En este disco, he dejado atrás el conceptualismo de otros discos y he buscado hacer algo más directo, formato diario, más emocional, sin tantas metáforas e imágenes. Mi primer disco también partía de aquí, así que ha sido volver un poco a los inicios.
Después de una experiencia de creación conjunta con tu anterior disco con La Estrella de David, ¿añorabas volver a componer en solitario?
Colaborar me encanta y tengo muchas ganas de seguir haciendo cosas con él o con otras personas. Para mí, tiene que ver con la amistad. Con David tengo una amistad muy guay. Durante el confinamiento nos hicimos mucha compañía y tenía sentido hacer un disco juntos. Me ha encantado el proceso. Aunque mi naturaleza es más hacer mi proyecto en solitario, estoy súper abierta a futuras colaboraciones.
¿No pensaste en volver al country que habías creado con él? Te sumaste a hacer un poco más de experimentación y búsqueda de sonidos.
No. Lo del country fue una apuesta ortodoxa de ese disco, y era la idea que teníamos para ese disco. Luego mis canciones de antes tienen algo de country.
Pese a ser un disco puramente de desamor, de lo que queda después de una relación, no suena a tristeza. ¿Querías conseguir esta mezcla entre una sonoridad fuerte ante el mensaje que transmitías con las letras?
No me lo estudio mucho esto. Miramos cada canción con Joel Condal, mi productor, vemos qué le puede quedar bien a cada canción y nos dejamos llevar.
Y en esa mezcla, experimentas con música latinoamericana, como con la chacarera de “Te voy a querer igual”, por ejemplo.
Sí, me dejo llevar un poco por lo que me gusta y lo hago de una manera intuitiva. También hay algunas canciones que son más andinas, como en “Fuimos los dos”, que tiene influencia peruana, o hay influencias brasileñas en “Prefiero no decir nada”.
¿Cómo siguen las colaboraciones con Isabelle Laudenbach, Marina Tomás y Marta Roma?
Ellas me acompañan en directo ahora y anteriormente. Fue muy fácil porque tenemos mucha confianza. Como seguirán en el directo, me pareció lógico que continuaran en el disco. Además de amigas, son muy buenas músicas, así que me conocen y hacen arreglos que siempre mejoran lo que yo hago.
¿Cómo ha sido volver a los escenarios después del confinamiento?
La verdad es que toqué bastante después del confinamiento y ya han pasado dos años. Al principio sí que tuve un choque de ver un público separado, con mascarilla, muy marciano. Este disco no lo he tocado todavía en directo, pero está claro que es un disco muy íntimo y se tiene que poder generar esta intimidad en directo.
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