"Este es el primer disco que he hecho pensando en cantarle al mundo"
EntrevistasMaría José Llergo

"Este es el primer disco que he hecho pensando en cantarle al mundo"

Yeray S. Iborra — 21-11-2023
Fotografía — Miguel Sierra

Reconocida como una de las voces más potentes de la escena, María José Llergo llegó a nuestra portada porque queremos que su música viaje lo más lejos posible para contribuir al amor, el compromiso y la vanguardia. Porque eso, y mucho más, es Ultrabelleza (Sony, 23).

Lo notorio no es tener un superpoder: por efímero que sea, todos tenemos alguno (o en algún momento lo hemos tenido). Lo realmente bestia es aprovecharlo. María José Llergo (Pozoblanco, 1994) hace años que actúa como fuerza catalizadora. Las emociones pasan por su cuerpo y las transforma en algo siempre más bello. No es casualidad que las calidades de su voz y lo visceral de sus composiciones le hayan llevado a alcanzar altas cotas, pese a no llegar a la treintena: conciertos en medio mundo, un premio Goya por la canción de “Mediterráneo” y, evidentemente, el favor de otros artistas (Pablo Alborán, Fuel Fandango o Juancho Marqués) e incluso del público generalista gracias al homenaje a Lola Flores del anuncio de una popular cerveza o a la participación del prime time televisivo “La voz”.

La cordobesa ha combinado toda esa actividad hacia fuera con un cincelado trabajo desde dentro. La prueba más evidente fue “Sanación” (21). Ahora –anuncia– hacía falta cambiar las tornas, mostrar menos el yo y más el nosotros, fruto de todas las experiencias recogidas aquí y allá en estos años de girar y girar. “Ultrabelleza” es una celebración de lo colectivo, de la diferencia. Es un disco de muchas identidades. Es directo y hacia fuera, asimilable internacionalmente, y bebe de todas las manos que lo han mecido: sus habituales Lost Twin y Oddliquor, pero también Zahara, Martí Perarnau, Antonio Narváez, George Moore (Mura Masa) o Knox Brow (Mary J. Blige o Beyoncé).

El largo de la autora se mueve por vientos cordobeses, granadinos, madrileños, británicos o jamaicanos. Pop y electrónica. Tensión y ritmo. Un trabajo sin descanso y que ya tiene recompensa: sold out en los primeros bolos de otoño de la gira. Y lo más importante: sus queridos abuelos, abuelos ya un poco de todos (y a quienes va dedicado parte del largo, sobre todo “Intro”), ya le han dicho que les encanta el álbum. Es otro envoltorio, sí, pero la misma María José Llergo que vistió “con lo que había” aquella “Niñas de las dunas” hace algo más de un lustro. La misma que todavía se expresa con reflexión y calma, y que proyecta bondades. Todo piel.

"Quería rapear, quería invocar la oscuridad para luego ir a la luz, para luego cantar un bolero, e ir a Nueva York cantando"

¿Saliendo ahora mismo del ensayo?
Ay… Muchos melones abiertos. ¡Muchos, muchos, muchos! Pero estoy disfrutando del proceso más que nunca. Me siento muy realizada.

¿Hay mucha diferencia en el proceso respecto a tus otras publicaciones?
He aprendido mucho, sobre todo en hacer una buena juntera de personas con las que compartir. De eso depende el desarrollo de una carrera. Los buenos de siempre, siguen a mi vera, pero cada vez, ¡ampliamos más el equipo! Me encanta que haya personas preciosas trabajando por y para esto. También he aprendido a pensar mejor, a pensar desde el amor, la pasión por lo que hago. El desarrollo psicológico no es el mismo con veinticinco que con veintinueve años. He aprendido mucho de la terapia psicológica. Es un proceso precioso de autoconocimiento.

¿Explica eso que no te hayas quedado anclada a “Sanación”?
¡Qué bien oírlo, viniendo de ti! Qué lejos aquel día que nos conocimos en un menú de mediodía. ¡No había ni firmado con Sony! Sí, el autoconocimiento lo explica todo. Hace dos años que empecé a componer: hemos descartado unos veinte temas. Ha habido canciones compuestas en Montreal mientras viajaba, otras con productores de Jamaica, británicos, personas que hacen afrobeat en Londres, otras con Zahara y Martí en la Casamurada en Tarragona, otros que han nacido en Granada. Como 50 Cent paseando por los jardines y prometiéndole a su chica amor eterno.

Como 50 Cent en Granada, eh… Buen contraste de culturas.
Este es el primer disco que he hecho pensando en cantarle al mundo. El primer disco pensaba que nadie lo iba a escuchar [ríe], por eso era una conversación de autosanación. “Ultrabelleza” es la celebración de la diversidad del mundo que me rodea. Por eso cada canción habla de ámbitos sociales que nos hacen mejores como persona. Cada canción diferente, registros diferentes, planetas diferentes. Muy exigente. Quería comprobar mis habilidades, mi capacidad de adaptación. Quería rapear, quería invocar la oscuridad para luego ir a la luz, para luego cantar un bolero, e ir a Nueva York cantando.

¿Todo esto lo has decidido por el camino o había un plan preestablecido?
Es un reflejo de mi crecimiento como persona, de aprender a moverme por el mundo y no tenerle miedo. Que el amor le gane al miedo, como digo en “Ultrabelleza” y en el manifiesto. Yo fui a Montreal a cantar en el festival de jazz. Allí se me ocurrió “Rueda rueda”: girando feliz por el mundo, con un poco de miedo y buscando lo que hay más allá, aquello que me protege para que no me pase nada. Celebración de poder dedicarme a esto. Cada día que me levanto y puedo seguir haciéndolo me siento tan privilegiada. También me fui a Londres buscando inspiración. Luego… Con Zahara y Martí fue un encuentro precioso que surgió a la hora de hacer “Sansa” para el disco “Reputa” (22). Ahí sentí una conexión bella, pura, enorme. Conocí a una referencia. Es muy fuerte lo suyo: canaliza la energía que da gusto. Tiene una capacidad de escritura.... Pero es que es una gran productora.

¿No está suficientemente reconocida?
En la industria no nos damos cuenta hasta qué punto las vocalistas, cantantes, compositoras, arreglistas, autoras… estamos detrás tantas veces de lo que acaba sonando detrás de los altavoces. Zahara está tras todas esas cosas. Es lo más.

Los otros nombres que has citado, ¿cómo llegas a ellos?
Son muy top [risas]. Me muero. Los tenía fichados. Pero no tenía los medios. Tampoco sabía cómo iba a salir. Yo pensaba “¿Cómo le explico el compás flamenco a un productor que no habla ni mi idioma? No me van a entender”. Pero al final coges tus herramientas: “One, two; one, two, three…”. Y te entiendes. Ha sido precioso.

¿Y seguiste el mismo proceso con el productor nacido en Jamaica, Knox Brow?
La música es universal, si a ti te mueve lo que hace un compañero, te inspira. Y si no te mueve, pues no te mueve. La música es como una sonrisa, cuando la ves la imitas sin querer. ¿Estás sonriendo?

Sí.
[Risas]

¡Tienes un Goya! ¿Cómo has hecho para encontrar el tiempo para el disco?
La prioridad siempre es la música. Mi vida se para cuando hago música. Lo demás, lo más mediático, es precioso, pero la música es lo más importante. Yo solo puedo controlar mi trabajo, ahí mejoro y estudio y aprendo, investigo y camino por nuevas sendas. No quiero simetrías en las canciones. Quiero divertirme y aprender, explorar, darle a los demás algo nuevo. Esa es la prioridad. Me encanta. Y lo demás lo hago encantada, con una sonrisa, si es un shooting o ir a “La Voz” o a la gala de los Goya; me parece precioso, pero no dejo de lado la razón principal. Mientras hago lo otro saco mil conceptos de los que tengo que hablar, cosas que me motivan.

"Al final, somos seres espirituales teniendo una experiencia humana, lo que quiero es celebrar porque esto es una suerte"

Lo importante es hacerse propios esos conceptos, imagino. El disco traspasa todo el rato la frontera de lo universal a lo íntimo.
Lo micro con lo macro. Eso pasa en la naturaleza. Igual que nuestras huellas dactilares parecen las marcas del agua cuando fluye. O nuestros alveolos, como las raíces del árbol. Igual que… [Piensa] Una piedra cortada parece los surcos de los ríos. Lo micro y lo macro tiene un impacto inmediato lo uno y lo otro.

Todas las historias de vida se parecen.
Todos estamos conectados con todos. Todos necesitamos lo mismo. Amor, aceptación, necesidades básicas cubiertas. Querer y ser amados.

¿No te costó encontrar el tono para que no quedase un panfleto?
Sí. Además, no quería reivindicar desde la tristeza, desde la rabia. No quería nada amargo. Quería celebrar la diversidad de la sociedad en la que vivo. Yo me monto en un taxi y me lleva una persona que viene de Colombia y me enseña la música de su tierra, me hace el regalo más grande del mundo. Salgo a la calle y veo cómo los vecinos escuchan salsa en el barrio de Tetuán. Conozco sus realidades y me inspiran en la mía. Traduzco a lo musical lo que vivo. Al final, somos seres espirituales teniendo una experiencia humana, lo que quiero es celebrar porque esto es una suerte. Que nos queda mucho por resolver, claro. Pero el primer paso es querernos a nosotros mismos, luego a los demás.

Es una apuesta valiente. Lo fácil es señalar. Destruir en vez de construir.
Coincido contigo. Es que el odio si lo alimentas, no va a dar amor. En cambio si cada vez le das más amor, igual dejas de odiar. No pienso convertirme en lo mismo que critico; no quiero ser hater de los demás.

¡No te conviertas en eso, no!
Es que… Cuando ves algo que no está bien, muchas veces criticar se queda corto. Lo que hace falta es proponer. Yo propongo esto. Celebrar nuestras diferencias, como una suerte. Nuestras diferencias, no nuestras desigualdades, eso no se celebra. Aceptarnos es el primero para cogernos de la mano y caminar juntos.

Como esa pareja de “Tanto tiempo”.
Tiene ese aura de bondad, de lugar seguro. Yo me imagino a dos personas mayores sin poder celebrar su forma de amar. Me imagino que tuvieron una infancia donde no pudieron ser lo que eran, después de tanto tiempo se reencuentra y pueden amarse, por eso lo del bolero, un guiño al pasado y por eso también lo de “matemáticas de Dios en esta habitación”, un guiño a Val del Omar: “Que me alejase de ti, no quiero”. [Canta al teléfono dos minutos y termina en un silencio relajado]

En “Lo que siento”, reside esa idea de romperse sobre el escenario. Un grito: ¡Soy una persona, no un objeto, un producto!
Habla sobre mi relación con el escenario, digo que “soy un corazón que se está partiendo para entregarte lo que tiene dentro”. Hablo sobre el espacio que abro en mi pecho donde todo el mundo mire, y duele tanto como sana. Soy una persona que se está entregando. Queda claro que soy una persona ante todo. Lo del consumo ya ni lo menciono, no me importa, queda en segundo plano.

Cuando saques el disco, se llenará la agenda de cosas. ¿Cómo haces para seguir siendo persona, encontrar el equilibrio, cuidarte?
A mí me sana la naturaleza. Yo vivo en el campo. Me canta el río, me cantan los pájaros, me canta el árbol que mueve el viento. Me da tanto la naturaleza.

¿Y tienes el tiempo para esa descompresión?
No siempre tengo el tiempo, pero lo busco. Comprendo que hay veces que no se puede. A veces tengo que descomprimir yo: hago mucho deporte. Rocódromo, boxeo, crossfit, mi tabla de ejercicios de fuerza… El boxeo me tiene enamorada.

Para acabar, ¿por qué hay un sonido de cassette al inicio?
El cassette sirve para encapsular una declaración.

¿Qué querías inmortalizar?
Ahí le estoy diciendo a mi abuela que a mí siempre me dijeron que creyera en la virgen María, pero yo solo puedo creer en ella. Si le tengo que pedir algo a Dios, viendo como nos cuida y nos protege, es que ella nunca nos deje. “Aprendiendo a volar” la hice porque estaba triste, afectada por un miedo recurrente, que es que la muerte de mis abuelos me pille en el otro lado del mundo y sobre el escenario. La canción me sirve para prepararme, por si eso pasa.

¿Qué te han dicho ellos del disco?
[Risas] Les ha gustado mucho, se han reído mucho. No se lo esperaban. Pensaban que iba a ser más tradicional, pero les ha gustado. Con “Visión y reflejo” les explota la cabeza, claro. Si yo tuviese un siglo de vida, igual diría lo mismo.

 

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