Mano a mano
EntrevistasBunbury & Vegas

Mano a mano

Don Disturbios — 01-09-2006
Fotografía — Archivo

Puede que aquí no estemos tan acostumbrados a este tipo de discos hechos a pachas como lo están en el extranjero. Sólo por eso, una unión de este calibre ya merecía nuestra total atención. Si además su doble “El tiempo de las cerezas” (Emi/Virgin) no sólo convence sino que contiene grandes momentos de lucidez compositiva la portada de este mes queda más que justificada.

Como afirma Nacho Vegas en “Dias extraños”, brillante canción con la que se abre “El tiempo de las cerezas”, hay días en los que valdría más no salir de la cama. Aunque no viera mi vida cambiar en tan sólo un minuto, si es verdad que ese sábado 15 de julio –en el que se llevó a cabo esta entrevista- fue de lo más extraño. Constantes cambios en la hora y el lugar de la cita, mi teléfono móvil destrozado tras una caída y la resaca de la noche anterior en el Summercase de Barcelona, se combinaron por azar para que al final la charla y la sesión de fotos tuvieran lugar en la propia redacción de nuestra revista. El resultado fue una conversación jugosa que giró entorno a la unión de dos de los compositores más importantes que tenemos y al proceso de creación de un doble disco que, aunque resulte algo paradójico, inicialmente iba a ser un sencillo a tres bandas.
La génesis
Sentados alrededor de la mesa de reuniones de nuestra redacción Enrique Bunbury y Nacho Vegas se lanzan a explicarme cómo empezó todo. Incluso me cuentan la forma en que se conocieron en tiempos de “Radical Sonora” (primer álbum de Bunbury en solitario, publicado en 1997) y cómo han mantenido el contacto a lo largo de los años. Sin embargo, y por curioso que parezca, ninguno de los dos se apunta el tanto de la idea de este trabajo conjunto. En realidad fue Carlos Ann quien lanzó la primera piedra en los estudios de grabación Musicland de Figueres, durante las sesiones de “Freak Show”. (Bunbury) “Yo diría que el motor es Carlos Ann. No le quitaría ese mérito para nada. Él es un poco el aglutinador de esta idea y el que nos pincha para juntarnos”. Un primer encuentro en el que también está el músico catalán Adrià Puntí, quien, en palabras del propio Bunbury, pasa en segundos de estar en el proyecto a no estarlo. Luego vienen otras citas en Gijón, Zaragoza y con ellas se produce el desencuentro. (Bunbury) “De repente todo estaba yendo en una dirección y Carlos Ann quizás no se encontraba ni anímicamente ni musicalmente conforme con la misma. Digamos que estábamos intentando hacer un disco que a lo mejor era más orgánico de lo que él quisiera, no lo sé... Igual nosotros llegamos a una conclusión y él de alguna forma no sé si es que se sintió un poco desplazado o que no coincidía con esa visión, pero creo que había canciones muy bonitas de Carlos y hubiera sido chulo ver como hubieran quedado al final”...

(Vegas) “Fue una sorpresa encontrarnos con que Enrique y yo queríamos una cosa muy clara y Carlos otra. Entonces tomamos caminos diferentes. De hecho, cuando Carlos abandonó el proyecto tuvimos que reorganizar el disco y hasta grabamos más canciones de las que teníamos pensadas. Fue en ese momento cuando nos dimos cuenta de que el disco iba a ser mucho más en serio de lo que imaginábamos y de que además podía ser doble”. Esa seriedad en las formas ha dado como fruto un gran disco en el que ambos artistas se van intercalando en riguroso orden frente al micro, lo cual no significa para nada que estemos ante un álbum disperso. Ambos autores estaban dispuestos a encontrarse en lugares comunes. Bunbury va todavía más lejos y afirma que deberíamos ver este doble trabajo como la obra de un único grupo, pero con dos cantantes y compositores distintos, sin que ello genere competitividad entre ambos. (Vegas) “Cuando las reuniones de Gijón, sí que es verdad que todos traíamos canciones que teníamos guardadas y que habían sido escritas antes de hablar de este proyecto, pero luego, yo por lo menos, ya tenía la idea en la cabeza de que éste sería el siguiente disco que iba a grabar. Por eso hay un bloque de canciones, por ejemplo ‘Secretos y mentiras’ es la primera de ellas, que fueron creadas con la intención de aparecer en este disco. Por tanto, había conciencia de que iba a estar con Enrique y con el resto de la banda. Sin embargo, no ha habido eso que dices de ´voy a intentar superar a Enrique con esta canción´”. (Bunbury) “Entiendo lo que dices y te juro que es la primera vez que pienso sobre lo de la competición. Aunque es obvio y de hecho normal que Nacho o yo hubiéramos pensado sobre ello en algún momento, pero no ha sido así. Simplemente adoro las canciones de Nacho, me parecen fantásticas, y por eso lo que quería era hacer un disco conjunto con él en el que hubieran canciones mías. Creo que quien más va a apreciar este disco es alguien que no conozca ni la obra de Nacho ni la mía, porque entonces no va a pensar en términos comparativos: pues a mí me gusta más... No va a pensar en esa supuesta competición. De hecho yo no lo pensé así y creo que el disco es más bonito sin eso”. Los guiños
Por mucho que Bunbury nos recomiende escuchar este doble álbum como si del trabajo de una banda se tratara, hacerlo es muy difícil. Siempre habrá gente que prefiera las composiciones de uno a las del otro, lo mismo que habrá quien piense que veinte canciones son demasiadas. Sin embargo, más allá de las preferencias personales, no se puede negar que “El tiempo de las cerezas” es además un disco muy democrático en el que todo está muy bien repartido, un disco muy equilibrado en el que ambos artistas han explorado en océanos de referencias comunes. En lo musical planean nombres de grandes artistas como Bob Dylan, Lou Reed, Nick Cave, Leonard Cohen o Nick Drake, nombres a los que incluso homenajean. ¿Los homenajes más evidentes? El inicio a lo “Sunday Morning” de “Va a empezar a llover” de Vegas o los chillidos a lo PJ Harvey de “Welcome to el callejón sin salida”, composición que Enrique completó en la camilla de un hospital afectado de una infección renal sin importancia. (Vegas) “Ambas eran canciones que, en su fase primigenia en maqueta, no tenían ninguna relación con estos artistas. Fue luego en el estudio con Paco (Loco, productor del disco), que siempre le veía un referente extraño a la canción, cuando tirábamos por allí. A mí hay una cosa que me suelen recriminar, que creo que también nos van a recriminar de este disco y que a mí me gusta, que es lo de soltar guiños. Se trata de guiños totalmente conscientes y, que siempre que haya algo que decir detrás, me parece bien dejarlos. Si el disco está repleto de guiños, tanto en lo musical como en las letras, acaba por crearse un universo de referentes que en el fondo es el tuyo, lo cual me parece perfecto. Yo me considero un mitómano y lo digo con orgullo, aunque la mitomanía está un poco denostada. Creo en la mitomanía bien entendida; es algo que a mí me ha dado muchas alegrías”. (Bunbury) “De hecho yo creo que en este disco hay un álbum de fotos de la historia del rock. Hay ciertos pasajes que te llevan directamente a canciones muy concretas y a artistas muy concretos. No nos hemos cortado en absoluto porque pensamos que en ningún momento estábamos haciendo un plagio de una canción, puesto que pese al guiño el resto de la canción tiene su autonomía. Recuerdo que había momentos en que decíamos ´este bridge es Paul McCartney; esta cosita es muy Lou Reed; aquello es muy Simon & Garfunkel o Neil Young, venga, vamos a ser Neil Young; todos pensando en Neil Young´. Era una cosa de concentrarse sobre una idea lo que permitió a los músicos enfocarse mucho”. Si los referentes musicales son fáciles de encontrar, cuesta más definir el álbum desde otros puntos de vista. Más allá del referente cinematográfico de su título (“El sabor de las cerezas” de Abbas Kiarostami y “El árbol de las cerezas” de Marc Rech...

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