Algo que parece tan adusto e impasible como el silencio, puede llevarte al paradigma de descifrar el verdadero sentido de la vida. Podría sonar místico, pero cuando se visita el yermo estado del mutismo, es aconsejable madurar descubrir qué lo ha provocado y tratar de rebasar esa frontera autoimpuesta, para así trazar con sentido onírico el resto de recorrido que te quede. Cualquier idea o matiz puede servir de aliado para derrocar al lenguaje mudo, porque todos tenemos algo que decir. “A nadie le gusta tener ilusiones y que se vean frustradas. A nadie le gusta amar a alguien y que le dejen. Con la edad soy más del fair play y comprendo que perder es una parte más de la vida, pero creo que hay que intentar tener sed de victoria, tener metas y objetivos. A mí me ayuda a sentirme vivo”. Siempre he sido un tanto maniático respecto a la canción que abre un disco. Es como si ese primer impulso, el primer contacto con la obra que estás a punto de explorar, fuera una especie de síntesis del mundo en el que estás a punto de adentrarte. Y ciertamente, hacía mucho tiempo que el inicio de un álbum no me transmitía tanta emoción como lo ha hecho “Hambre de victoria”. Una intensidad que contagia al resto de la producción y que el interprete alicantino compara con la de “vivir la vida de la forma más plena posible”. Nach es un compositor proverbialmente meticuloso. Sus letras están extremadamente cuidadas, pero no por ello evita el instinto visceral y en sus estrofas afloran estamos de ánimo personales: la mejor señal de no sentirte un ser autómata. Además, como licenciado en sociología, cuenta con la ventaja adicional de canalizar aquellos contenidos que pueden causar mayor impacto en el oyente, aunque sin la dedicación, la emoción y la cordura que impone, de nada serviría el título universitario. Escuchando algunos de los pasajes, comprobamos como el cantante ha hecho un ejercicio de valor, desnudando sus sentimientos, sus miedos intrínsecos y ser capaz de plasmarlos en letras que son expuestas a todos los que quieran compartirlas contigo. “Hay temas que hablan de mis miedos, de cómo me he tenido que buscar la vida en el pasado casi sin ayuda, y de cómo veo a veces mi futuro cuando el éxito y el resto de cosas buenas que me están pasando ahora ya no estén”. Nach siempre ha sido una persona correcta en las formas. Padrino de un discurso coherente y respetuoso, pero no por ello carente de opiniones controvertidas. En “Pensando en voz alta” nos encontramos con una faceta poco frecuente en él, pronunciándose beligerante con las actitudes chulescas y baladíes de algunos raperos. Desde el prisma de un experto en descifrar miradas, se ven “actitudes demasiado copiadas de estereotipos americanos y letras que parecen escritas en diez minutos. A mí ese rollo no me aporta nada. Hoy te venden que debes ser alguien y tener cosas materiales, debes ser más fuerte que el resto y no mostrar debilidades. Debes ser el mejor y si hay que humillar a otros para parecerlo no debes dudar en hacerlo. Somos víctimas de una gran mentira. También entiendo que para otros el rap que hago yo no les aporte nada. Así funciona esto”. Defensor de las libertades, recrea una oda de recuerdo hacia aquellos que palidecieron, sufrieron y murieron por defender unos valores y unos ideales. Lennon, Martin Luther King, Bob Marley, Tupac Shakur, Sam Cooke, Víctor Jara, el Ché, Gandhi o JFK, son alguno de los personajes inmortalizados y que deberíamos tener más presentes en nuestra memoria. “En estos momentos difíciles que estamos viviendo hoy en día, hay que echarle muchos huevos para hacer lo que estos grandes personajes hicieron, pero la libertad, la justicia y la igualdad siguen siendo nuestras grandes asignaturas pendientes”. Es chocante encontrarnos con una tesis de tal calibre, cuando presuntamente habitamos en una sociedad que rebosa de libertad, aunque algunos actos parezcan más fruto del libertinaje. “A veces parece que el grito, la agresividad y el hecho de ganarse el respeto a base de hostias pueden más que la palabra y el razonamiento”. Con el debate sobre la mesa, “Réquiem” reflexiona sobre la necesidad de un cambio de modelo y un paso al frente en busca de nuevas propuestas de administración. “No creo que la anarquía sea la solución, pero este capitalismo que conocemos tampoco. Este sistema va a llegar a su fin y va a haber cambios muy dolorosos para la población. Deberíamos volver a la naturaleza y a explotar los recursos limitados de este planeta de una manera sensata”. Aunque Nach es un letrista de los que dan juego para llenar páginas y páginas con reflexiones con sentido, no podemos pasar por alto uno de los pilares de este proyecto: la producción musical. “Mejor que el silencio” nos ha sorprendido con el pulido mimo con el que se han tratado los arreglos musicales, calibrando una elegante musicalidad que marca distancia respecto a lo que estamos acostumbrados en el rap. “Me he sorprendido bastante de la cantidad de decisiones que he tomado musicalmente. He intentado ir más allá y para eso el talento de Moisés P. Sánchez en la composición ha sido fundamental”. El álbum cuenta con muchas y notabilísimas colaboraciones, seguro que todas ellas importantes para el autor, pero la que transmite un hálito distinto es el poema cantado junto a Ismael Serrano. “Ismael y yo tenemos muchas cosas en común. Tenemos una perspectiva y una naturaleza musical y vital parecidas y creo que hemos hecho un gran tema, donde nuestras voces se complementan muy bien”. Sin duda estamos ante una entrega notable y equilibrada, con su inconfundible épica y carácter, que vuelve a subir el listón de su construcción personal. “Si el silencio te está haciendo daño, una palabra, un acto o un sentimiento es más que bienvenido. Si al contrario el silencio es buscado, hay que mantenerlo el mayor tiempo posible. El silencio es algo muy valioso”.
Estoy extasiado con las palabras que aquí he leído, ¡bravo por Alberto Comeche y bravo por Ignacio Fornés!
Caballo Renoir.
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