"Es innegable que hay una explosión desmedida de grupos"
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"Es innegable que hay una explosión desmedida de grupos"

Fran González — 15-10-2022
Fotografía — Archivo

Irene Gutiérrez y Diego Jiménez son hijos de su tiempo, y en ningún momento lo ponen en tela de duda. Letras ácidas que evocan a ese característico mal generacional llamado síndrome del impostor, piedras a su propio tejado, o himnos de desamor con sabor a homenaje a ídolos pop son algunos de los hilos con los que Malamute ha tejido su debut formal.

Una Gran Decepción (Snap! Clap! Club, 22) es la toma de temperatura que pone de relieve el próspero y alentador estado de salud de nuestro noisepop independiente, agarrando con actitud el relevo de esa veda que levantaron otros grandes nombres del género y escribiendo su propio destino con ambiciones comedidas pero muchas ganas de seguir explorando las sendas por las que este proyecto pueda llevarles.

Varios meses ya desde la publicación de vuestro debut. ¿Se le ha dado a “Una Gran Decepción” el amor que se merece?
Diego: La verdad es que al principio teníamos algo de miedo de que nuestros oyentes se quedaran solo con los tres singles que sacamos y ya. Pero sorpresivamente nos hemos encontrado con que la gente ha sabido rascar e ir más allá, escuchándose el disco del tirón y convirtiendo en sus favoritos personales temas que eran completamente nuevos. Estamos muy contentos, la verdad. Todavía hay locos que saben apreciar el valor de un disco en su totalidad.

Es un título de lo más peculiar. ¿Os curáis en salud ya diciéndoos todo a vosotros mismos?
Irene: Debo reconocer que al principio a mí no entusiasmaba demasiado el título. Había como una idea ahí de autoflagelación que no me convencía. Era en plan, joder, ya vamos diciendo que somos las mierda.
Diego: Hay mucha ironía en el disco. La intención era provocar algo de impacto con un título que imaginara una supuesta crítica o reseña de lo que los grandes medios musicales opinasen de nosotros, y va mucho con nuestra forma de ser.

¿Un poquito de síndrome del impostor, quizás?
Irene: Todo el rato. Continuamente.
Diego: En las mismas pruebas de sonido, sin ir más lejos.
Irene: Y no solo en la música, sino en el resto de ámbitos de nuestra vida.

“Creímos que La Oreja De Van Gogh iban a denunciarnos por haber usado su nombre para una canción”

¿Y cómo es ir haciéndose hueco en la escena, con estas cargas y sin contar con demasiada experiencia previa?
Irene: Yo nunca había tenido la experiencia de estar en un grupo como tal, eso es cierto, pero siempre he tenido la música presente en mi vida, ya fuera cantando en coros desde pequeñita o yendo al conservatorio. Era cuestión de tiempo que acabase en un grupo, y ahora puedo comprobar que vivir esto desde dentro es muy divertido.
Diego: En mí caso sí traía algo de experiencia previa, tras haber tocado la guitarra en algunos grupos de punk, y tal. Lo que sí que es cierto es que me costó entender al principio que el grupo pudiéramos ser tan solo ella y yo. Al venir de tocar en bandas con la formación clásica de bajo, batería y guitarra tuve que quitarme de viejos prejuicios que me impedían ver con claridad la viabilidad del proyecto. Pero no tardé mucho en entender que si nuestra música fluía bien siendo tan solo ella y yo, daba igual todo lo demás.

Vuestra banda recibe sin duda un espaldarazo directo cuando comenzáis a tomaros el asunto más en serio durante la pandemia. ¿Cómo es posible que una época tan negra de nuestra historia, que parecía que iba a acabar con todo lo artístico, haya acabado siendo el origen de tantos y tan buenos proyectos?
Diego: Creo que todos los que nos dedicamos a esto, de algún modo, vimos que la gente empezó a disponer de más tiempo del habitual para poder escuchar mucha música, y eso para alguien que se dedica a hacer música es una invitación directa a darle al público lo que reclama. A nosotros, particularmente, no nos vino nada mal la pandemia. Obviamente, nos hubiera encantado que no hubiera sucedido, pero nos supuso un momento interesante para reflexionar sobre hacia dónde queríamos que fuera la banda. Acabábamos de sacar “La Brecha” y de alguna forma, ya sea por la propia pandemia o porque sí, la gente comenzó a escuchar y compartir mucho ese tema. Y eso nos dio alas a empezar a tomarnos en serio el proyecto.

También parece que supuso un antes y un después en vuestro sonido. Corregidme si me equivoco, pero vuestras últimas canciones apuestan por ritmos más agitados y gamberros.
Irene: Digamos que nuestro objetivo siempre había sido ser un grupo como tal. Al principio, obviamente, desde el punto de vista logístico todo era más cómodo. Éramos Diego y yo, con un ordenador y ya. Pero musicalmente eso se nos quedaba corto y sabía a poco. Fue precisamente con “La Espiral”, la cual fue la primera pista que grabamos con instrumentos “de verdad”, que nos dimos cuenta de cómo de distinto era el sonido con respecto a lo que solíamos hacer. Con tanto cuerpo y tanta presencia. Así que, definitivamente, tras probar esa experiencia no queríamos volver atrás.

A su vez, “Una Gran Decepción” os ha permitido cumplir con una serie de acercamientos a iconos clave de vuestro imaginario. El primero de ellos, Ariadna Paniagua de Los Punsetes.
Diego: Aquello fue totalmente improvisado. Recuerdo que Carlos [Hernández], el productor del disco, siempre intentaba liarnos para hacer alguna colabo, dado que él conoce a todo el mundo y tiene muy buenos contactos. Por nuestra parte, la verdad es que no lo veíamos en absoluto. De hecho, siempre hemos sido del todo reacios a eso de las colaboraciones y queríamos que el disco fuera 100% nuestro. Pero un día, mientras grabábamos “Una Casa En El Sardinero”, en qué momento se me ocurrió decir que el estilo de la canción me estaba recordando un montón a Los Punsetes [risas]... Tan pronto como lo dije, Carlos añadió que podría mover sus hilos y conseguir que Ariadna cantase con nosotros, y hombre, no nos encantan las colaboraciones pero gilipollas tampoco somos [risas]. Si te ofrecen que Ariadna de Los Punsetes cante en tu disco, dices que sí automáticamente.

Los otros que hay que mencionar son, obviamente, La Oreja de Van Gogh. Tras darse por aludidos con esa canción homónima, ¿cómo os quedasteis cuando la banda compartió vuestra canción?
Irene: Eso fue muy fuerte. Cuando vimos que habían compartido en Twitter nuestra canción, sin haberles etiquetado ni nada, flipamos bastante. Recuerdo perfectamente verlo cuando me levanté para ir a trabajar, y quedarme a cuadros. Luego, obviamente, no pude concentrarme en nada más el resto del día y estuve mirando el móvil sin parar durante horas. Fue increíble, pero sobre todo fue muy guay comprobar que eran gente majísima y tan cercana. Más tarde hablamos con ellos por Instagram y hasta acabaron dándonos las gracias a nosotros por el tema. Fue de locos. De hecho, les hemos podido conocer este verano.
Diego: Sí, vimos que daban un concierto cerca de donde estábamos y tuvimos el morro de decirles por Instagram que íbamos a ir a verlos. Pero lo más surrealista es que pudimos conocerles después del concierto e ir a tomar algo con ellos. Ahí fue cuando pensamos “¿en qué momento la vida nos ha llevado a acabar de cañas con La Oreja de Van Gogh?”. De locos.
Irene: En todo momento se mostraron muy agradecidos por haberles hecho una canción, no nos lo esperábamos para nada.
Diego: De hecho, en su momento creímos que nos iban a denunciar por haber usado su nombre para una canción [risas]. Pero no, fueron un auténtico encanto e incluso intuimos que habían escuchado más cosas del disco por la forma en la que hablaban de nuestra música.

Ahora os voy a poner quizás en un pequeño aprieto. ¿Sois más de Leire o de Amaia?
Irene: Hombre, mi disco favorito es “El Viaje de Copperpot”, en plena etapa Amaia…
Diego: Pero hay que admitir que es una banda que apuesta, sorprendentemente, por su material actual. Cuando les vimos en directo pudimos comprobar que, lejos de hacer un refrito de sus grandes éxitos de toda la vida, quizás tocan dos o tres clásicos, pero el resto son canciones más actuales, y llenan un montón. La gente se sabía más las canciones nuevas que las antiguas.
Irene: Eso es cierto. Además, Leire es majísima y a Amaia aún no la conocemos. Así que, si la cosa va de elegir, de momento nos quedamos con Leire.

Más allá del pop de masas, que sabemos que siempre termina por encontrar sus vías, ¿qué tal veis el estado de salud del pop independiente, ahora que estáis dentro del meollo? ¿Veis que sobrevive a pesar de todo?
Diego: Quizás, el mismo indicador que confirma la buena salud del pop independiente sea también su cruz, y es que hay demasiados grupos. Nosotros somos los primeros que, por esa regla de tres, también seríamos parte del problema, no nos malinterpretes. Pero es innegable que hay una explosión desmedida de grupos. Es algo que, por una parte está muy bien, pues refleja la gran creatividad de la que goza nuestra escena, pero por otro lado deja bastante en el aire cómo de posible es que todos los proyectos tengan un mínimo de viabilidad. Es muy ilusionante hacer canciones, pero no encontrar sitios donde poder ir a tocar puede llegar a ser muy frustrante.

Este debate, además, está más abierto que nunca ahora mismo en redes las últimas semanas. ¿Cuál creéis que es el secreto para que una banda no desista cuando ve que la viabilidad de su proyecto no es tan próspera como inicialmente se creía?
Diego: Por nuestra parte tampoco nos agobiamos demasiado pensando en esto, pues nunca hemos tenido una gran ambición por petarlo, sino por pasarlo bien sin más. Cada oferta para tocar hay que valorarla en su correspondiente contexto y ver hasta qué punto te va a aportar algo o va ser simplemente un “lo comido por lo servido”.
Irene: Por ejemplo, nosotros, de cara a los conciertos que nos quedan este año, vamos a intentar ser cuatro, lo cual sin duda complicará la logística y provocará que los gastos sean mayores. Tendremos que valorar hasta qué punto nos compensa tocar en según qué sitios. Lo que tenemos claro es que no queremos perder dinero. Esa ya no es una opción.
Diego: Ni tampoco dejarnos timar. Ya hemos sido tontos demasiadas veces [risas].

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