Hablo con él al hilo de "Theatre of the Absurd Presents C’est La Vie" (BMG, 2023), el más que consistente álbum que acaban de publicar, tras siete años de sequía. Es el decimotercero en la carrera del sexteto que completan el vocalista Graham “Suggs” McPherson, el guitarrista Chris Foreman, el saxofonista Lee Thompson, el batería Dan Woodgate y el bajista Mark Bedford “Bedders”.
El disco se llama Theatre of the Absurd Presents C’est La Vie (2023). ¿Vivimos en un mundo que tiene mucho de absurdo?
Y que lo digas. Sin duda. Se está volviendo un poco loco. Tuvimos una discusión en la banda, porque Suggs quería llamarlo Theatre of the Absurd, pero luego la compañía de discos escogió “C’est la vie” como single. Chris (Foreman) y yo queríamos que tuviera un título que apelara a estos tiempos, porque no podemos aparentar que no está ocurriendo nada en el mundo. Suggs quería que prevaleciera su título. Así que pensé “¿por qué no llamarlo Theatre of the Absurd Presents C’est La Vie? Así juntábamos ambos. Y creo que funciona. Tiene un punto tradicional, típico de Madness, pero al mismo tiempo hace referencia a la modernidad.
Han pasado siete años desde vuestro anterior trabajo. ¿Por qué?
Íbamos a grabar este disco en tres semanas, y nos costó dos años. Cuando nos metimos en el estudio a instancias de Chris (Foreman), yo estaba un poco cansado de ciertas rutinas y les dije que esperásemos un poco. Y luego se fue alargando porque cada vez que alguien proponía empezar a ensayar las canciones, salía alguien diciendo que quería darse más tiempo. Luego llegó el confinamiento, con lo que en casi dos años apenas tuvimos tiempo de grabar nada. Muchos artistas publicaban sus canciones online durante aquellos días, pero a mí eso no me atraía nada. No quisimos hacer nada de ese estilo. Pero el hecho de que todo se prolongase más de lo previsible fue bueno, porque es como cuando das con una idea y la dejas reposar durante uno o dos años, como un agricultor que deja que su cosecha crezca, y cuando volvimos a la faena teníamos mucha creatividad y muchas canciones sobre las que trabajar. Trabajamos en una nave industrial que alquilamos en Cricklewood, nos instalamos allí con nuestro equipo y una larga lista de canciones, y entre todos elegimos las que mas nos gustaban, por votaciones, todo muy democrático, al menos al principio, hasta que la gente se empieza a desesperar para incluir sus propias canciones (risas). Ahí es cuando la democracia salta por la ventana y todo se vuelve un poco autoritario, pero esa es otra historia (más risas). El productor Charlie Andrew, quien había trabajado en nuestro disco "Oui Oui, Si Si, Ja Ja, Da Da" (2012), nos dijo que no podía producirnos por cuestiones de agenda, y nos recomendó a Matt Galsbey, quien grabó con nosotros y tocó la batería en algunas canciones. Al principio no teníamos ni idea de lo que saldría de todo aquello, era una incógnita. Me preocupaba no poder contar con Clive Langer, nuestro productor desde los primeros tiempos. Pero casi todos queríamos hacer algo diferente, y pensamos que estaría bien dejarlo así, producirlo nosotros mismos. Qué carajo, somos muy mayores ya, no te voy a decir mi edad, pero ya no somos unos chavales. Nos liamos la manta a la cabeza y la cosa fue mejorando. Escuché el disco entero un día en la cama, con los auriculares, y me di cuenta de que no había ni una canción que no me gustara. Sonaban todas bien. Valió la pena.
"Algunos despreciaban nuestra música porque consideraban que en nuestra propuesta el humor lo era todo, y no era así"
¿Pensasteis alguna vez que sobrepasaríais los cuarenta años en el negocio?
Una cosa es estar en el negocio, y otra es estar en el negocio de una forma razonablemente exitosa, eso ya es diferente. Pero nunca lo imaginamos, no. Cuando empezamos, al menos en los primeros ochenta, creo que tuvimos éxito porque hacíamos algo diferente. Empezamos a ensayar antes de que el punk estallara. Aquella generación hablaba de dinosaurios del rock, se refería así a los músicos que tenían alrededor de cincuenta años, músicos maduros para quienes todo giraba alrededor de la destreza instrumental. Recuerdo ver a la Mahavishnu Orchestra, que parecía que estaban empeñados en ganar una apuesta a ver quién podía tocar más notas por segundo. Se volvió todo un poco ridículo. Nosotros éramos un puñado de chavales de 16 o 17 años, desde el principio sentíamos que no nos parecíamos a nadie, y entonces llegó el punk, que no es precisamente lo nuestro. Al menos, no lo mío: eso de escupir no me gustaba nada (risas). Ellos se llevaron parte de nuestra gloria, pero aún así yo estaba convencido de que todo saldría bien, de que al menos podríamos tener uno o dos singles de éxito, conseguir un contrato discográfico… pero no tenía la capacidad de anticiparme a todo lo que ocurrió luego. Fue como una sorpresa tras otra. Lo dejamos allá por 1992, luego vinieron casi diez años durante los que dejamos de tocar, hasta que volvimos en 1999, y para entonces ya teníamos una larga lista de hits, a diferencia de lo que nos ocurría al principio, cuando la gente apenas conocía una o dos canciones nuestras. Pero teníamos un directo muy teatral. Y empezaron a compararnos con The Kinks cuando volvimos, a finales de los noventa. Algo que nunca nos había ocurrido. Mucha gente nos había considerado hasta entonces como un chiste, un gag de comedia, de forma bastante irrespetuosa. Pero siempre hubo mucho trabajo detrás. Nunca publicamos nada que no nos convenciera. Fue en la prensa donde más notamos esa falta de respeto (risas). En los periodistas musicales. No todos, obviamente. Pero algunos despreciaban nuestra música porque consideraban que en nuestra propuesta el humor lo era todo, y no era así.
Supongo que también notaríais durante aquella vuelta que muchos grupos más jóvenes que vosotros habían mostrado vuestra influencia. Pienso en Blur, pero también en proyectos posteriores como The Streets o Kaiser Chiefs.
Echando la vista atrás, quizá. Supongo que es así como funciona. Nosotros nos fijábamos en músicos que nos gustaban, cuando empezamos, y supongo que estas bandas nos verían cuando estaban aún creciendo, y puede que hayamos tenido alguna influencia. Es bonito haber jugado ese papel en la música británica, sí. Son grupos a los que nunca he seguido mucho. Algunos lo han reconocido. La gente siempre ha destacado esa influencia en el "Parklife" (1994) de Blur. Una cosa que me gusta de The Kinks, con quienes también nos compararon, es que siempre mantuvieron ese sesgo tan británico a la hora de hacer música, porque cuando nosotros empezamos y hacíamos audiciones para reclutar cantantes, la mayoría de quienes empuñaban un micro ponían acento norteamericano, algo que suena extraño en Inglaterra. La música que habían escuchado era norteamericana, pero no sonaba natural en ellos. Ian Dury también nos marcó, porque al fin y al cabo hablaba sobre su experiencia genuina. No importa de donde seas, valoramos a la gente que canta sobre sus experiencias.
Lo local puede ser universal, si está bien contado, ¿no? En España vuestras canciones son disfrutadas y bailadas incluso por mucha gente que puede no entender del todo las letras.
¡Un paso adelante! (lo dice en castellano). Sí, la música que me gusta es genuina, no importa el estilo. Me gusta Dr. Dre y algunos discos de rap de los noventa, por ejemplo. Expresan situaciones vitales que te llegan. Igual que el reggae y el ska. O la Tamla Motown. Muchas veces son músicos mal pagados, que trabajan duro cada día, sobre todo en el caso de la Motown, donde muchos de ellos grababan hasta seis canciones diarias. Más que una influencia directa de su sonido, lo que me gusta es cómo la afrontan.
Es curioso, porque hace unos días entrevisté a Trevor Horn, y también me habló de Dr. Dre como uno de sus productores y músicos favoritos.
Bueno, hizo grandes trabajos. Recuerdo cuando empezó Eminem. Yo vivía en Holanda, y no escuchaba mucha música nueva, y mi hijo me avisó de una nueva banda que había escrito una canción sobre un tipo que mata a su mujer y mete el cadáver en el maletero del coche. Yo pensaba “¿qué demonios le ocurre a la juventud de ahora para escuchar estas cosas?”, algo que pensábamos mucha gente que compartíamos edad, pero luego empecé a escuchar sus discos y me di cuenta de que era todo más sutil de lo que yo pensaba a grandes rasgos, y empezamos a escuchar algunos de los cortes que Dr. Dre producía para Eminem y algunos eran geniales. Las letras, la música, la oscuridad, la utilización del piano… una combinación de elementos que me gustaban. Supongo que porque también eran genuinos.
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