Quique González tiene fama de ser un entrevistado escurridizo, de esos que ponen el piloto automático a la hora de responder a la prensa. Por suerte, o porque las leyendas, ya se sabe, no tienen por qué estar alineadas con la realidad, parece que eso no va a suceder hoy. “Hablamos de lo que tú quieras”, masculla con indisimulada amabilidad justo antes de comenzar. Los últimos días del mes de octubre aún regalan temperaturas casi veraniegas, así que la cita tiene lugar en la terraza del Café Moderno, en la madrileña Plaza de Comendadoras. González acaba de salir de Radio City Discos y lleva consigo una bolsa con varias novedades. “Me interesa mucho la música que se hace en la actualidad. Hay verdaderos discazos. No entiendo a los músicos que dicen que no escuchan discos nuevos”, confiesa. Madrileño de nacimiento y cántabro de residencia, el último rebelde del rock español publica ahora su octavo disco, grabado en Nashville con músicos de la talla de Al Perkins, un superviviente que ha compartido camerino con leyendas como Gram Parsons o Bob Dylan. Toda una experiencia. Los dos términos que componen el título, “Daiquiri Blues”, juegan a la sugestión de contrastes, implícitos en lo proteico de la música de Quique González, tan sencilla y directa como profunda e introspectiva, y probablemente extrapolables a su condición personal, tan disociable de su discografía. De la producción se ha encargado Brad Jones, responsable de trabajos de grupos como The Sunday Drivers y Josh Rouse, aquí, o Chuck Prophet y Matthew Sweet, allí. “Solía hablar con David Bonilla [A.R. de Warner] de la posibilidad de que Brad produjera un disco mío en su estudio. Llegó el momento en el que se animó y no lo dudé. Era la primera vez que iba físicamente, aunque mis tres últimos discos habían sido masterizados en Nashville”. Pero el trabajo comenzó antes del viaje (“Más que nada, hablábamos de los músicos que nos gustaría que estuvieran. Le mandé las demos de una forma muy básica, con guitarra, piano y voz. Él prefería que fuera así, quería trabajar desde lo esencial”); una vez allí, tal y como se muestra en el documental que acompaña al disco, primera referencia de Last Tour Records, todo fue sobre ruedas. En las imágenes puede verse a un Quique González totalmente relajado, un tanto perdido entre chistes y conversaciones en inglés y embriagado por el misticismo ancestral de las calles de Nashville, pero asintiendo satisfecho ante lo que escucha. Brad Jones lo explica perfectamente: “Lo bueno de Quique es que él sabe quién es, pero también sabe quién no es. Le sugieres algo y te dice sí o no al momento”. Quique tiene su visión sobre la estrategia de ponerse a grabar con gente desconocida y que acaba de ser expuesta al material con el que se va a trabajar. “Me extrañaba que Brad no hubiera enviado las canciones a los músicos. Las escucharon justo antes de hacer la primera toma. Al principio me extrañó mucho, pero ahí está el resultado. Por supuesto, eso es algo que se puede hacer sobre todo con músicos como los que están en el disco. Brad lo hace así porque piensa que la primera vez que alguien toca una canción lo está haciendo desde el corazón. La toma número nueve está mejor tocada, pero es menos natural que las primeras”. Así las cosas, el disco estaba terminado antes de lo planeado e incluso hubo días de sobra para socializar y digerir gustosamente la experiencia vivida antes de regresar. Una vez retractilado, cuando ya no puede cambiarse nada y a través del cartón se pueden casi sentir las pulsaciones de trece canciones serenas y crepusculares como la luz del atardecer, creadas desde la desnudez de la intimidad y la memoria, llega el tiempo de la apertura y la valoración. Con el piloto automático con el que los periodistas acudimos a menudo a las entrevistas, se suele preguntar a los músicos qué han aportado de nuevo en sus discos. A veces olvidamos interesarnos por lo contrario, mandar a paseo lo nuevo. Por ejemplo, olvidamos preguntar a los músicos qué es lo que, en su opinión, siempre va a haber en sus discos. “En mi caso, un perro, una chica y un coche”, bromea Quique, “me he dado cuenta hace poco. No sé aún qué significa”. El espíritu escurridizo ha asomado por un instante, pero vuelve a desaparecer. “En este disco el sonido es muy natural y los arreglos, sencillos y poco pretenciosos. Sin embargo hay muchos pequeños detalles que vas descubriendo con las escuchas. Conseguimos poder jugar con las dinámicas y no tener que hacerlo con el volumen, la excesiva instrumentación o la producción. Hago este disco porque a mí como oyente me gustan los discos así, que crecen de una escucha a otra. Supongo que en todos mis discos hay algo de esto. Por otra parte, en mis canciones siempre van a estar reflejadas mis experiencias personales”. El asunto surge como algo inevitable, porque lo es, y se trata como algo natural, porque lo es. “Entiendo los discos como ciclos vitales. Mi vida personal va en paralelo con mi música. Llevo tres años sin pareja y sin la estabilidad de vivir en un sitio fijo. Todo eso influye. He tenido la suerte de conocer a muy buenas musas. Me refiero a personas reales, mujeres que te dejan con una canción en los labios, que tienes que escribir para redimirte de alguna manera”. Finalmente, abordar otro asunto en principio peliagudo resulta no serlo tanto. ¿Qué pasa entre Quique González y la industria? “Me niego a hacer playbacks y a tocar para ayuntamientos, tampoco pido mucho más. Warner quería llevarse un tanto por ciento del dinero de mis directos, una condición que los sellos imponen ahora, y me negué. No trabajo para ellos. Nos separamos sin hacer dramas, eso es todo”. Y eso es todo porque Quique González es consciente de que su insobornable independencia, aún costándole dinero (él mismo ha sufragado parte de la edición de “Daiquiri Blues”), cuenta con el mejor aliado posible, un público fiel que se siente respetado y se identifica a muerte con el músico. “Me fue muy bien el año pasado. Di más de setenta conciertos y me parecía justo emplear parte de ese dinero en grabar. Cuando fui a Nashville, ya no estaba con Warner. El dinero vino de la música y ha sido empleado en hacer más música”.
Quique, eres un crack, te sigo hace bastantes años, aunque no he tenido de oportunidad de verte en directo. Estas llamado a continuar el legado q nos dejaron Enrique Urquijo y Antonio Vega.
Un saludo.