Al final de la escapada
EntrevistasLori Meyers

Al final de la escapada

Redacción — 02-09-2005
Fotografía — Archivo

Si con “Viaje de estudios”, el cuarteto granadino consiguió llegar a un público joven e indie que conectó desde el primer momento con su propuesta, todo parece indicar que con su nuevo largo, “Hostal Pimodan” (Houston Party), Lori Meyers van a pasar de esperanza a confirmación. Sus hermosas canciones lo valen.

Llego un minuto tarde a mi cita con Noni (voz y guitarra) y Julián (bajista y voces) –más tarde se unirán Alejandro (guitarra y voces) y Vanesa Zafra, autora de las portadas- en la terraza de un bar del centro de Granada. Son las ocho de la tarde. El verano se está acabando y parece que esta noche hará frío. No es casual que todos quieran venir a la cita. Van a poder escuchar por primera vez, en mi discman, una copia de su segundo disco, sin mezclar ni masterizar, cortada por motivos promocionales y antipirateo, insatisfactoria y frustrante, pero en la que se adivinan las muchas magias del segundo disco de estos chicos. Así, en esa primera escucha compartida de “Hostal Pimodan”, frente a bastantes cañas de cerveza, se desenvuelve nuestra charla. Noni abre fuego. “Me gusta como suena el título. Viene de un hotel que había en París a mediados del siglo diecinueve en el que los dueños habían dejado libre una planta entera del hotel para que gente como Baudelaire o Delacroix se instalaran allí para crear y drogarse y no hacer nada más. Eran los principios del orientalismo y toda la moda árabe, de ropas, decoración, inciensos y drogas. Nosotros creíamos que era una utopía muy grande, drogarse y crear sin no tener nada más que hacer, y para nosotros grabar este disco fue un poco hacer todo lo que hacía esa gente. Queríamos hacer las cosas de ese modo. Aunque lo hemos llamado ´Hostal Pimodan´ en lugar de ´Hotel´ porque es más el ambiente en que nos hemos movido. Además suena mejor así, más español, más cercano, ¿no?”.

"Yo he llorado porque este disco sonara tan bien porque las letras estuvieran bien escritas"

Noni se ríe y coge el discman. Le toca escuchar. No deja de sorprenderme la naturalidad con que afrontan la supuesta presión con que han grabado la continuación del celebrado “Viaje de estudios” (“la verdad es que nunca me importó demasiado la presión. Sólo una vez me planteé, joder, que el disco lo había escuchado mogollón de gente, y que había que hacer algo”), aquel trabajo grabado en una semana que sorprendió a casi todo el mundo. También me maravilla observar como se emociona sin ningún pudor ante sus propios temas. “Bueno, sí, somos conscientes. Siempre hemos pensado, y lo hemos dicho muchas veces, que lo importante era asomar la cabeza al mercado, y de repente el nuevo es un disco muy esperado y aquí estás tú con la entrevista y todo eso. Entonces es cuando te sorprendes. Pero luego, cuando estás en el estudio y grabando sólo piensas en acabar tal o cual canción. Y luego está la rabia de, joder, yo he llorado porque este disco sonara bien, porque las letras estuvieran bien escritas, y porque la gente se sintiera bien al escucharlo”. Ejemplo prototípico de buen segundo disco, donde todo está más matizado, mucho más cuidado, “Hostal Pimodan” es una obra algo menos rock (“yo creo que incluso el rock que hay en el disco es mucho más rock que en ‘Viaje de estudios’, es verdad que las canciones son menos cañeras, pero también son más densas y más complejas”, dice Julián) donde sobresalen, de nuevo, unas maravillosas canciones y unos increíbles juegos de voces.

"Somos los más drogadictos, los más borrachos, los peores y por eso os encantamos"

“Es que a nosotros nos ha invadido el rollo del Hotel Pimodan en el aspecto de tomarse todo el trabajo con tranquilidad, de meditarlo más. Hemos metido más teclados, un piano eléctrico y hemos cuidado mucho más las voces. Nosotros somos tres voces casi todo el rato cantando en el concierto. Si te fijas en los coros, los hay en todo momento. Es verdad que en ‘Viaje de estudios’ ya había bastantes, pero ahora cantamos un poco mejor y surgen más ideas con las voces y haces más juegos. Imagínate si fuéramos una banda con una sola voz, con un cantante. A nosotros es que lo más nos gusta es cantar. Esa es la esencia de los Beach Boys o los Beatles, son las melodías. Si tú escuchas ´I’m Looking Through You´, por ejemplo –Noni empieza a cantar- todo es la puta melodía, la guitarra está por detrás. Todo es la melodía”. La producción. Si en “Viaje de estudios” fue Mac McCaughan (Superchunk) el encargado de darle al disco esa frescura, esas guitarras y, sobre todo, ese toque casi amateur, ahora tras los controles está Thom Monahan (Pernice Brothers, Beachwood Sparks o Devendra Banhart), cuya calidez ha contribuido a que el disco (grabado en el estudio de Paco Loco en el Puerto de Santa María) suene a la vez maduro e inocente y en el que las guitarras dan paso a los Rhodes, a los Moog o a las pedal steels. “Yo le di mucha importancia al instante en que apareció Thom. Nosotros estábamos en nuestro mejor momento y él también está muy en forma, haciendo unas producciones cojonudas. Era alguien que estaba a punto de estallar. Igual que nosotros. Se ha implicado muchísimo. Le gustaban bastante las canciones. Éramos su primer grupo fuera de los Estados Unidos, y con el tiempo se acabó haciendo muy fan de las canciones. Ha tratado cada una de manera individual. Siempre quería saber lo que Noni quería contar en las letras. El tío consiguió el sonido de cada instrumento para cada canción. Era muy exigente con las tomas y eso hace que tú también te esfuerces más”. En cuanto a apariciones estelares, Mike Daly (Whiskeytown) se encarga de la pedal steel en “Viajero del tiempo”, Rick Menck (Velvet Crush, The Tyde) añade percusiones a “Nuevos zapatos” y “Aprendiz”, la cantautora Blake Hazard (Starhustler) grabó algunos coros y el propio Monahan hace coros en prácticamente medio disco. Se cuentan muchas leyendas en Granada. La mayoría tratan sobre su abundancia en mujeres guapas, en casas encantadas y en buenos músicos. Leyendas negras sobre drogadictos (“tenéis razón, somos los más drogadictos, los más borrachos, los peores y por eso os encantamos. Nos gusta experimentar aunque no lo tomamos como modo de vida. Por la ciudad hay otros que lo hacen con más intensidad”) y hagiografías sobre estupendos letristas. En esa tradición granadina de grandes letristas (José Ignacio Lapido, Antonio Arias o J) se ha visto inmerso Noni, que casi ha tenido que hacer un doble esfuerzo para que los textos de Lori Meyers maduraran a la par que la música. “Los músicos de Granada, los letristas, son cojonudos. El secreto es el contexto que usan. Lapido es un ejemplo de eso. Cada uno tiene que encontrar su tipo de letra, su manera de contar historias siempre fijándote en el contexto en el que las cuentas. De todos modos esa presión que dices, en fin, sobre todo siendo amigos... -Noni duda-. Cuando escuchen el disco me dirán algo (risas). Pero ese era mi reto, contar algo en las letras, decir algo. Creo que podemos estar orgullosos. He contado historias. Como en ´El mejor de sus trabajos´, que es la historia de alguien que hace arte y no puede tirar para adelante. Tienes que ser tan breve, tan meticuloso. Me encanta inventar historias para un espacio tan corto. Como cuando escuché a Vainica Doble, ahí me di cuenta de que en el español hay una delgada línea roja, una línea muy difícil a la hora de escribir canciones, entre lo vulgar y lo genial”. Llego a casa a la mañana siguiente. Al final anoche no hizo frío. Abro el balcón y pongo en el lector mi copia mutilada de “Hostal Pimodan”. Incluso con los abruptos cortes puedo disfrutar del piano eléctrico de la homónima “Hostal Pimodan”, de la contundencia pop de ese single nato que es “Dilema”, de los maravillosos juegos vocales del principio y el arrebatador final de “El gallo ventrílocuo” (uno de los momentos del disco, entre los Doors, Santana y Los Pekenikes) y, sobre todo, de los abundantes medios tiempos (las estupendas “Nuevos zapatos” y “El mejo

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