Hay cierto sector de la crítica musical que empieza a recibir cada nuevo disco de los Fiery Furnaces –dúo inclasificable de Oak Park, Chicago– con cierta indiferencia, lo peor que les podía pasar a Matt y Eleanor Friedberger y a su juguetona y desafiante propuesta musical. Incluso los directivos de Sanctuary, que distribuía sus discos en Estados Unidos, intentaron frenar su furor creativo cerrándoles sus puertas después de la grabación de “Rehearsing My Choir” (Rough Trade, 05) por razones económicas.
"Queremos hacer un tipo de música que sea lo suficientemente compleja como para ser escuchada más de una vez" |
Así nos lo contó Matt Friedberger en una conversación telefónica desde Chicago, justo antes de empezar la gira de presentación de “Bitter Tea”. Para él eran poco antes de las diez de la mañana y sonaba extrañamente despierto y amigable para tratarse del responsable de discos tan alucinados como “Blueberry Boat” (Rough Trade / Sanctuary, 06) o el que nos ocupa. “Tuvimos mucha suerte: después de los problemas financieros con Sanctuary enseguida encontramos otro sello dispuesto a publicarnos, Fat Possum (sello especializado en blues). Su propietario, Matthew Jonhson, ha sido fan nuestro desde nuestro primer disco. El cambio ha sido bueno y supongo que se nota que este es un trabajo grabado con menos presiones”. Se note o no, lo cierto es que “Bitter Tea” suena muy diferente de sus anteriores discos. Y eso que quiere ser una precuela de “Rehearsing My Choir”, que apareció a finales del año pasado y homenajeaba a la abuela de los hermanos Friedberger, la pianista Olga Sarantos –otra de sus fans declaradas que sigue con devoción sus devaneos musicales. Porque, ¿alguien tiene claro qué clase de música hacen los Fiery Furnaces? “Antes que nada, nosotros intentamos hacer música pop basada en la psicodelia de finales de los sesenta pero también en grupos como Tropicalia o Caetano Veloso y algunos de los cerebros más bien dotados de los setenta: Brian Eno, Sparks… Eso sí: queremos hacer un tipo de música que sea lo suficientemente compleja como para ser escuchada más de una vez”. Todo aquel que haya escuchado alguna canción de sus últimos tres discos puede certificar que este objetivo lo consiguen, y con nota. “No queremos sonar pedantes. Nosotros nos consideramos una banda muy normal. Creemos que muchos otros grupos de hoy en día deberían intentar buscar nuevos caminos. Lo que suena en la radio es todo igual”. Aunque pueda parecerlo, Matt no está arremetiendo contra ciertos cantantes y grupos cuyo máximo placer es hinchar sus cuentas corrientes: simplemente intenta explicar –y de una forma un tanto inocente– la necesidad de crear un sonido propio e intransferible para los Furnaces. Para “Bitter Tea” compuso un puñado de canciones que intentaban definir la locura y la tontería adolescentes. Para conseguirlo, echó mano de los sintetizadores: “No queríamos un sonido limpio y trabajado como el que se conseguía con el moog. Buscábamos un toque sucio y de segunda mano que sonara amateur y enloquecido, y para ello utilizamos sintetizadores de los años ochenta, que dotan de un patetismo inigualable a las composiciones. Intenté esforzarme en aporrearlos igual que lo haría una niña de doce años que quiere hacer una versión casera de los Black Sabbath”. Lo consiga o no, cabe reconocer el talento de Matt para definir la sensación vintage que uno tiene cuando escucha las canciones que integran el álbum. “Escogimos como título ´Bitter Tea´ porque queríamos dar a entender que se trata de un álbum viejo. La idea de que el té sea amargo nos remite a la dificultad aparente de algunas de las canciones. Solo cuando se superan estas dificultades nos damos cuenta de que en el fondo estamos ante una taza reconfortante de té”. Decir que las trece canciones pueden digerirse fácil y plácidamente como un saquito de hierbas es arriesgado, de acuerdo, pero lo que es innegable es el talento que tienen los Fiery Furnaces para convertir en composiciones con un cierto atractivo algunos tostones sonoros de cuidado (“Nevers!”). Además de la presencia masiva de sintetizadores, otra de las novedades de “Bitter Tea” es la presencia inquietante de algunos trozos de canción cantados al revés: “Queríamos que algunas voces sonaran como efectos de guitarra”. Disco galáctico, excesivo y alucinado –como un buen puñado de obras maestras que corren por ahí–, la última entrega de los Furnaces divierte y sorprende, casi tanto como la confesión de Matt que está a punto de estrenarse por partida doble en solitario y que en agosto grabará junto a Eleanor otro nuevo episodio musical impredecible.
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