Comencemos por no autoengañarnos. The Cardigans no han recuperado en "Long Gone Before Daylight" la luz con la que nos iluminaron en "Life" (95) y "First Band on the Moon" (96). Sin ser comparables, estos Cardigans se parecen más a la banda sin prejuicios pero correctita de "Gran Turismo". Pese a ello, el disco sigue presentando a un combo en buena forma, y debemos alegrarnos de tenerles de nuevo entre nosotros. Y más si tenemos en cuenta que la banda sueca ha estado muy cerca de pasar a mejor vida. Detrás de los proyectos de Nina Persson (A Camp), Peter Svensson (Titiyo, PAUS) y Magnus Sveningsson (Righteous Boy) se escondían diferencias que pudieron llegar a ser irreparables. Al habla Svensson.
"Estamos en un mundo cada vez más extraño, menos humano... nuestra única defensa es hablar del amor" |
"Cuando acabamos la gira de ´Gran Turismo´ nos despedimos con la intención de no volver a reunir la banda. No fue nada explícito, pero todos éramos conscientes que Cardigans había llegado a su fin. Aunque nunca llegó a ser una decisión definitiva, habíamos dejado de disfrutar juntos. Sin embargo, el largo descanso que nos hemos tomado y la oxigenación que han supuesto los proyectos personales, nos han hecho volver a retomar la ilusión". Una vez vueltas las aguas a su cauce, los suecos volvieron al estudio a grabar los once cortes que dan forma a "Long Gone Before Daylight", un disco de madurez que acoge en su paleta multitonal matices ocre de melancolía ("Somos cuatro años más viejos, así que se impone un cierto sentido de sosiego en nuestra música. No nos imaginamos a los Backstreet Boys con treinta y cinco años, pero sí queremos dar sentido a unos Cardigans de treinta y cinco años"), ambientes verde esperanza ("Nos volvemos a sentir activos, integrantes de una banda multidisciplinar. Creo que eso se ha acabado notando en las canciones, que despuntan un brillo de optimismo") y, curioso, un rosa algo pasteloso que envuelve unas letras intimistas, orientadas a relaciones que dejaron de ser. Digo curioso, porque no parece que pasemos por un momento muy indicado para ponerse tiernos ("Estamos en un mundo cada vez más extraño, menos humano. No hace falta analizar las tragedias o el ambiente bélico que se respira a nivel mundial. Sólo tenemos que mirar a nuestro alrededor. Nos estamos volviendo gente cobarde, recelosa. Ante eso, nuestra única defensa es hablar del amor; es de lo poco que nos queda"). Lo que no pierden los nórdicos es esa querencia por la melodía dulzona y melosa que con tanto mimo amasan y decoran, y que en este disco perfeccionan en cortes como "Communication", "Couldn´t Careless" o "For What It´s Worth", el primer single. Parece que en esta ocasión prefieren dejar en un tercer plano la tendencia electrónica que adjetivaba su grabación anterior. "Ya no tenía sentido. Esta vez hemos querido salir en busca de la perfección: la sencillez de la canción perfecta. Canciones simples pero redondas, sin caer en la repetición de esquemas. Las que tú apuntas son buenos ejemplos, aunque también hay un tema que rompe con el resto, y que aporta mayor vitalidad al conjunto, diversificándolo". Ese tema es "A Good Horse", un corte eléctrico y brioso que, efectivamente, destaca del resto, aunque sólo sea por su flama. A buscar esa energía contribuyeron ni más ni menos que Nick Royale de Hellacopters y Pelle Almquist de The Hives, "dos amigos de la banda. En Suecia las bandas estamos bastante bien avenidas, con independencia del género de nuestra música. Creímos que a la canción le podía venir bien la colaboración vocal de Nicky y Pelle, y ellos accedieron encantados. También colabora, en "Living & Learn", Ebbot Lunberg de The Soundtrack Of Our Lives. La idea, al final, era rodear a cada tema del condimento que requería". Sin embargo, no parece que haya resultado especialmente sencillo encontrar ese punto de sutileza. Hasta por cinco estudios han ido deambulando los suecos hasta encontrar el soundscape deseado, entre ellos El Cortijo, en Málaga. Tampoco, al parecer, resultó sencilla la elección del productor. "Estuvimos al principio con Tore Johansson, con el que ya llevábamos trabajando diez años, pero no nos convenció el resultado. Nos dolió, pero decidimos destruir todas las grabaciones realizadas hasta el momento. Al final dimos con Per Sunding, un viejo amigo, que nos entendió mejor y supo guiarnos en esa búsqueda de sensaciones y sentimientos volcados en la canción. Tenemos unas ciertas reglas en cuanto a búsqueda de matices que a veces nos suponen demasiados quebraderos de cabeza. Pero el resultado siempre lo acaba mereciendo". Un decálogo de lo más respetable para una banda que, tras el pelotazo que les supuso "Lovefool", supo rehacerse y reinventarse a sí misma, aunque eso supusiera encerrarse en la introspección y en un aislamiento puede que poco favorable para sus finanzas pero, probablemente, más que saludable para su integridad, no sólo musical.
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