Goldfinger & The Mush Potatoes es un grupo del barcelonés barrio de Gracia que reivindica el latin-soul en este fin de siglo apelando a un sonido añejo y clásico, aunque siempre queriendo ampliar su horizonte musical. Son nada menos que diez músicos pero a nuestra entrevista sólo se presenta Marc, el guitarrista. A él, pues, le toca la responsabilidad de presentaros su segundo trabajo discográfico, titulado enigmáticamente «I Can’t Bellissima» (Plastic Disc, 99). El grupo ya tiene un nombre y un lugar en la escena musical de la ciudad, Goldfinger suena desde finales del 96 como sinónimo de soul bailable y fiesta asegurada. «Cerrarse en el soul y las versiones al principio va muy bien, porque la gente sabe lo que das, y lo que busca. Pero con el tiempo... en este disco todos los temas son nuestros, no hay ninguna versión y la mezcla es más evidente». La pregunta obligada para un grupo como éste, nacido en la escena catalana de estos últimos años, es sobre su vinculación con todo el mundillo del ska (sin ir más lejos, el grupo comparte local de ensayo con Mount Zion). Parece que a Marc no le hace mucha gracia e intenta desmarcarse, de buen rollo eso sí. «Nosotros no hacemos ska, las dos bandas salen juntas, pero sólo eso. Nos relacionan porque los dos cantantes son hermanos, todos somos amigos, hemos tocado juntos pero Goldfinger es algo diferente». Desde luego sí existe una relación con todo este mundillo skatalítico, aunque sea una confrontación amistosa. Marc me confiesa que ellos no tocarían un ska en sus conciertos ni aunque se lo pidieran a gritos. Se nos acaba el espacio y aún no hemos presentado el disco. «Hemos hecho lo que hemos querido, aquellas cosas que nos gustan. Hay mucho funky, salsa, acid-jazz, incluso samba. Todo con una base muy fuerte de soul que es lo que marca el ritmo.».
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