Cuando murió su mujer, en 1991, el escultor Jorge Oteiza, realizó dos sencillas cruces de madera con un único travesaño; en la primera figuraba el nombre de Itziar, con las fechas de nacimiento y defunción, mientras que la segunda se reservaba desde ese momento para el propio artista guipuzcoano, fallecido doce años más tarde. Esa poética manera de unir amor y muerte aparece también en la portada de “Apar”, en un homenaje que de ningún modo es un detalle menor, sino que a su manera sirve también sirve como carta de presentación. “Es un disco más reflexivo que “Subiza”. Las canciones tienen menos ornamentación, van a lo esencial, a una idea principal, sin que quede enterrada por millones de arreglos”, explica Ekhi Lopetegi, cantante y bajista de Delorean, cuyos estudios de filosofía parecen encontrar un cierto reflejo en el espíritu de este trabajo. “De fondo está el problema o la cuestión de comprometerse incondicionalmente con el otro. Eso es paradójico, porque al ser personas finitas y condicionadas, asumir ese compromiso es contradictorio y al mismo tiempo necesario. No se trata de amor eterno, que a lo mejor puede ser algo muy naif, sino de afirmar y renovar tu compromiso con el otro a pesar de las circunstancias. Y eso no sólo se da en la pareja, sino también en la amistad, las relaciones sociales, etcétera. No es algo autobiográfico, sino que resuena a otro nivel con los tiempos que vivimos”.
Ese sentimiento trágico de la vida subyace en un disco que desde el principio se muestra lejos de la euforia que dominaba “Subiza”, el trabajo que puso a los de Zarautz en el pelotón de cabeza del pop electrónico, con una repercusión internacional casi inédita hasta entonces. Abrir ahora la página de True Panther (aunque en España sigue editando Mushroom Pillow) supone encontrarse a Delorean compartiendo sello con Hyetal, Real Estate o Cloud Nothings, además de repasar las más de veinte fechas que tienen cerradas para presentar “Apar” en Estados Unidos a partir de octubre. Un crecimiento ante el que la banda no ha podido permanecer al margen. “Nunca nos habíamos preocupado por el mundo exterior al grupo, pero después de tres años de gira casi ininterrumpida, de haber firmado un contrato discográfico a nivel internacional y sobre todo después de haber parado bastante tiempo para hacer el disco, sí notamos una cierta presión, o más bien incertidumbre. La expectación no sólo de la gente, sino nuestra, aunque creo que ese estado de ánimo no ha influido en las decisiones musicales”. En buena parte porque el rumbo a seguir estaba claro desde el momento en que Ekhi Lopetegi, Igor Escudero, Guillermo Astrain y Unai Lazcano terminaron ese trabajo de orfebrería digital que fue “Subiza”. “Quieras o no, desde que empezamos a hacer la primera remezcla hasta que terminamos el disco habíamos estado trabajando sobre todo con el ordenador, a golpe de click; era parte del proceso de aprendizaje, crear canciones como lo hacían los productores de baile. Desde que acabó aquello ya teníamos en la cabeza que en el futuro no iba a ser del todo así. ¿Qué nos faltaba? Pues el elemento más real, menos editado. No es que nos cansáramos de los samples, porque al trabajar con un editor de audio o un secuenciador como Cubase aprendes mucho de música, pero sí teníamos la sensación de haber culminado ese camino; era algo así como ‘esto ya lo sé hacer’. Es decir, con la idea de incorporarlo como un recurso más y no sólo como método; queríamos probar otras cosas: por ejemplo, cómo se trabaja con una cantante”.
A partir de ahí, la composición de “Apar” se prolongó durante casi un año en el estudio que el grupo tiene en Barcelona, de donde las canciones salieron ya muy definidas rumbo a Nueva York. Allí, con Chris Zane (Passion Pit, Friendly Fires, The Walkmen, Holy Ghost!) en labores de co-producción, terminaron de rematar la faena, incluyendo la sorprendente colaboración de Caroline Polachek, cantante de Chairlift, en “Unhold”. “Es un tema muy particular, no recuerdo que haya canciones así, y es algo de lo que estamos bastante orgullosos. Te puede gustar o no, pero está claro que no tiene parecido con nada, aunque igual me equivoco”. El resultado es un álbum más contenido, incorporando nuevos registros y marcando las distancias respecto a la premeditada linealidad de sus canciones inmediatamente anteriores, aunque sin que exista una ruptura tan significativa como en su momento supuso el EP “Ayrton Senna”. “Yo sí veo un cambio importante, y no sólo porque ocurren menos cosas a la vez. Igual es porque lo sé y lo veo desde dentro, pero las percusiones están tocadas, las panderetas no son de librería, y lo mismo la caja de batería, los charles… Y luego es un disco menos frenético, menos clubero si quieres, aunque el bombo sigue estando presente y la sección rítmica es muy fuerte, pero ya a nivel de bpm’s hemos bajado bastante. Hay temas a 105, cuando antes estaban siempre en el entorno de los 130, y en general no dan esa sensación de rapidez. En ese sentido la impresión es que las canciones son más pop-rock, además de que la instrumentación es más limpia, la voz está más presente y las estructuras tienen un estribillo mucho más marcado”. Así ocurre en “Spirit”, el primer tema del disco, con un inicio en calma que ya advierte de que el hedonismo esta vez ha quedado aparcado, lo que no significa que su pop no siga sonando igualmente evocador y expansivo. “El álbum empieza más vacío de lo que acaba, porque también hay canciones que suenan muy llenas, más abigarradas. La última, ‘Still You’, creo que transmite esa sensación, y está hecho con toda la intención, porque veíamos que establecía una cierta continuidad con ‘Subiza’ a nivel de feeling. Es una despedida mandando un saludo a ese disco, porque al final hemos acabado trabajando un poco a medio camino entre lo que hacíamos y lo que queríamos hacer”.
Un sonido en el que resuenan también los ecos de lo que los propios Delorean presentaron como un álbum de producción grande, definición que Ekhi Lopetegi sitúa ahora en su contexto. “Es una frase que no sé si ha sido malinterpretada o, mejor dicho, que nosotros hemos utilizado mal. Queríamos destacar que los referentes que hemos tenido eran trabajos de mediados de los ochenta, cuando se movía mucho dinero en los estudios. Teníamos en mente discos de ese tipo cuando empezamos con el nuestro, aunque obviamente con un presupuesto mucho menor. Es más una referencia que un hecho constatado”.
De Peter Gabriel a Daft Punk
Hablando de referentes, Ekhi Lopetegi cita dos ejemplos, aunque “a condición de señalar que no me gusta decirlos porque nombrar a uno supone dejar fuera muchos otros: discos como los de Prefab Sprout nos han influenciado mucho; y aunque no me guste tanto a nivel musical, el ‘So’ de Peter Gabriel también lo he tenido como referencia”. Tirando del hilo, ese camino entre “Subiza” y “Apar” guarda ciertas semejanzas con el que El Guincho recorrió entre “Alegranza” y “Pop Negro”, un álbum que se miraba en el espejo de las grandes producciones de los ochenta. “También me recuerda un poco a lo que han hecho Daft Punk, que han vuelto a un planteamiento muy purista de la música, siendo ellos estandartes de la producción electrónica”, termina el vocalista y bajista de Delorean.
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