La Villana es un exquisito proyecto, macerado con calma –su único álbum hasta la fecha era “La Villana canta” (La Fórmula, 14)– y dedicación artesanal, que se mueve entre el folk, la leve psicodelia, el dream pop y los sonidos fronterizos, y cuya intermitente discografía tiene continuación en el sensacional “Valkenburg”. Un disco que ha sido alabado ya por David Gedge (The Wedding Present), Rodrigo Caamaño (Triángulo de Amor Bizarro), James Hoare (The Proper Ornaments) o Alistair Macaulay (Tindersticks), por solo mencionar aquellos nombres que figuran en su prosa promocional, y que es la excusa perfecta para charlar un buen rato con Natalia.
Vuestro anterior disco es de 2014. ¿Por qué ocho años entre ellos?
He trabajado como en otros proyectos: no cuando me apetece sino muchas veces cuando puedo, cuando las cosas van surgiendo. Nunca he querido mirar el tiempo que ha pasado. Fíjate que en 2006 escribí la primera canción para La Villana, y hasta 2014 no se publica el primer disco. Ya empezamos así. No voy mirando el reloj. No ha tenido nada que ver la pandemia tampoco, simplemente marcamos nosotros nuestros tiempos para componer, meternos en el estudio y grabar. Todo ese trabajo es pausado, sin ninguna presión. Ha pasado mucho tiempo, sí, pero ya desde el principio fue así. Se va cociendo a fuego lento.
"Siempre digo que cuando las canciones se publican, siento que ya no son nuestras, sino que son de otros"
En esa dinámica, según vais haciendo canciones, ¿tenéis claro que van a ir a parar a un álbum que las unifique, o simplemente vais componiendo y cuando tenéis un número suficiente las reunís todas?
Vamos haciendo. No solo compongo yo, también lo hace mi hermano Pablo. Cuando nos juntamos y ponemos todo en común, con una consistencia de la canción, y no con una sola canción, también por la gestión del tiempo, y cuando tenemos algo de lo que estamos convencidos después de darle muchas vueltas, se lo entregamos a Pedro Vigil], que es quien nos produce. A veces no tiene que hacer mucho, como en el caso de las composiciones de mi hermano, que están bastante armadas. En el caso de las mías, yo trabajo mucho con él, y les va dando la estructura. Lo bueno y lo malo de tener el estudio de grabación en casa es que nos vamos adaptando, lo hacemos cuando nos viene bien.
Vuestro anterior disco era autoeditado. Este lo edita Mushroom Pillow. ¿Cómo surgió?
Sí, la distribución de aquel primer disco nos la llevó Iván Sanchidrián, de Gran Sol. Cuando terminamos de grabar este, se lo enseñamos a Esteban Girón, quien se lo mostró a su vez a Iván, y él se lo pasó a Marcos Collantes, de Mushroom Pillow, pero sin decirle quiénes somos. A Marcos le gustó mucho. Para mí lo más importante es que escucharon el disco y les gustó, sin tener ninguna otra información sobre quiénes éramos. Les daba igual si éramos mayores o jóvenes, si era nuestro primer disco o habíamos hecho otras cosas… Eso fue genial.
El mar tiene una presencia constante en vuestras letras. Y caso siempre expresado de una forma muy poética. ¿Tenéis algún referente literario?
Yo creo que al final la parte lírica en todas nuestras letras es muy telúrica. Están muy agarradas a la tierra y a la naturaleza. Hablamos mucho del mar. Es cierto. Está en todo. Supongo que porque hemos crecido al lado del mar, porque nos atrapa en muchos aspectos de nuestra vida. Yo todos los días entro al mar. Me baño en él todos los días del año.
¿Incluso en invierno?
Sí, sí. Te acabas acostumbrando. Está incorporado a nuestro día a día. El mar está presente. Pero no solo el mar. Todo lo que tiene que ver con la tierra, con lo que nos rodea… Así como en el primer disco contábamos historias de personajes, de otros, aquí hablamos más de nuestro entorno, aunque también haya historias con personajes. Y nuestro entorno es el mar y la montaña, estamos entre ambos. Gijón es una ciudad que vive mirando al mar, y yo vivo a cinco minutos de la playa, tengo esa suerte. Todo eso se nota.
Os he leído decir que “Valkenburg”, la primera canción del disco y la que le da título, es la que mejor os representa. Curiosamente, es la única que tiene una guitarra eléctrica, ya al final, aunque el resto de la canción, como casi todo el disco, sea acústico.
Sí, nos representa porque, aunque la canción en su origen es una composición de mi hermano, tiene mucho de cada uno de nosotros. Nos sentimos identificados con la parte lírica, tiene esa parte más folk, acústica, con la que nos gusta arrancar, pero luego el final que ha creado Pedro nos encanta a los tres. Por eso creemos que es la que mas nos identifica, porque nos representa a los tres. Al final, esto es un proyecto de tres, y los tres somos muy diferentes. Esta canción posiblemente sea nuestro mayor nexo.
"No sabemos qué va a pasar, porque además llega en un momento en el que se publican muchos discos, finales de septiembre y mes de octubre. y no sabemos cómo lo va a recibir la gente"
También enlaza con vuestro pasado musical.
Sí, es verdad que hemos llegado a otro punto muy diferente del que veníamos.
¿Crees que hay mucha diferencia entre tu forma de escribir ahora mismo con la que ponías en práctica en Nosoträsh, que fue evolucionando hacia una mayor concisión, podríamos decir vainiquera, la de discos como “Popemas” (02)?
En Nosoträsh escribíamos todas, y con el paso del tiempo yo identificaba mucho la forma de escribir de Cova [de Silva] o de Bea [Concepción], incluso de Montse [Álvarez], y cuando yo escribía canciones para el grupo, creo que se entreveía hacia dónde quería ir. En mi caso, si leo las letras de canciones que escribí hace veinte años o más, me identifico y reconozco en mi manera de escribir, pero sí noto una evolución. Para empezar, porque hace veinte o treinta años contábamos todas nuestras historias, que era lo que tocaba en ese momento, te miras un poco el ombligo, pero ahora ya no, ya no tienes esa necesidad. Cambia mucho. Miras hacia arriba y buscas en lo que tienes a tu alrededor, ya no es necesario hablar de tu día a día, de lo que te pasa y de cómo te sientes. Te apetece contar otras cosas. Y eso que quieres contar, lo haces de una manera diferente. Miras más hacia afuera que hacia adentro. Observas más. Aunque a veces puedas ser tú la protagonista de la historia, no lo cuentas desde tu propia perspectiva, sino con los ojos de otros. Es una cosa que ahora valoro mucho más. Yo siempre digo que cuando las canciones se publican, siento que ya no son nuestras, sino que son de otros. Y lo que más me gusta es cuando la gente me cuenta cómo las perciben, de una forma que a veces no tiene nada que ver con lo que quería contar. Que cada uno lo disfrute como lo entienda.
¿Escucháis bandas sonoras o música instrumental? ¿Ennio Morricone y cosas así?
A la hora de tomar referencias, a mí me cuesta mucho, porque los tres escuchamos cosas diferentes, y luego tenemos puntos en común. Esos puntos en común están en los clásicos y en lo que hemos vivido los tres, durante los noventa y a principios de los 2000. Incluso en cosas que escuchamos ahora, yo comparto muchos gustos musicales con mi hermano, Pedro tiene su propia entidad musical y a veces coincidimos… No sé dar referencias. Escuchamos bandas sonoras, por supuesto. Sí que es verdad que este disco te lleva a esa parte folk, que existe, a esa parte de nueva psicodelia norteamericana que es afín a lo que hacemos, y que es una referencia con la que en principio yo no contaba, pero no sabría decirte. La base es el pop, no deja de serlo. El pop, el folk también por lo que vivimos, estando aquí en el norte, y todo lo que vas aprendiendo. Escucho mucha música y no me pongo límites. Desde el respeto, siempre he escuchado muchas cosas distintas. Pero a la hora de hacer música, hago lo que me apetece.
La primera vez que os escuché, me acordé inmediatamente de Elle Belga. Fue lo primero que me vino a la cabeza. Luego comprobé que han hecho alguna versión vuestra.
Ellos aparecerán en los créditos, porque hacen los coros en una canción. Y también participaron en el anterior. Son amigos. Son familia, mejor dicho, son la familia que escoges. Nos gusta mucho el trabajo que hacen y a ellos también el nuestro. Se identifican. Yo no me compararía con ellos porque me parecen maravillosos. Desde la prudencia y la humildad, de verdad que no me puedo comparar con ellos. Pero me encantan. Así que algo debe haber con común, sí.
¿Tenéis previsto llevar el disco al directo?
Lo hicimos con el disco anterior, montado una banda grande, y en espacios que creemos que se adaptan a nuestro tipo de música. En esta ocasión estamos a la expectativa, porque llevar este disco al directo sin montar una gran logística va a ser difícil. Ahora mismo no podemos hacerlo. Con lo cual tendríamos que apostar por un formato más acústico, que no nos disgusta, porque al final nos gustaría poder defender las canciones, aunque fuera en su estructura más acústica, pero sí que es verdad que debería ser un formato acorde a ese tipo de presentación. Así que lo tenemos todo por definir, esperando la evolución del disco. No sabemos qué va a pasar, porque además llega en un momento en el que se publican muchos discos, finales de septiembre y mes de octubre. y no sabemos cómo lo va a recibir la gente. Y eso puede influir en si luego lo puedes llevar al directo o no. Estamos a la expectativa, y lo que venga, bienvenido sea.
Entiendo que no queréis desmerecer su contenido en directo, que tiene que ser algo muy cuidado.
Claro, si tú cuidas una presentación acústica en un espacio que no se adecúa, se pierde. Pero si surgen espacios donde pueda encajar, nosotros encantados. A mí siempre me ha gustado tocar en directo. Lo echo de menos. Cuando voy a un concierto, siempre digo lo mismo: lo que daría por estar ahí arriba tocando con esos [risas]. Me gusta ensayar, es divertido, pero tocar te produce un vértigo. El respeto, los nervios… es otra manera de compartir las canciones. Hay gente que disfruta mucho en la grabación, y yo lo disfruto, pero no tanto como el directo.
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