Diariu es, ante todo, un ejercicio de estilo que surge de la unión de Nacho Vega (definitivamente ex guitarrista de Manta Ray) y del escritor Ramón Lluis Bande (próximo a publicar su segunda novela); un proyecto en asturiano que tuvo su primera manifestación en el «Diariu» de 1997, y ahora se agranda en «Diariu Dos», dejando bien claro que no se trataba de una curiosidad del guitarrista de Manta Ray. Diariu sigue adelante, y lo hace por la vía de la poesía; «De grandes creadores como Carver o Cesare Pavese» (Ramón). La poesía deviene en música, y al revés, con el amor como constante: antes el amor como sufrimiento, y ahora el amor como salvación. «En el primer «Diariu» tratábamos de reflejar en cuatro frases un tópico de la cultura de final de siglo: el hombre que, víctima de una relación tormentosa, es capaz de asesinar. Aquí hemos dado entrada más a nuestra realidad, aunque siguen presentes elementos comunes». Y todo ello con la presencia de la piedra como «metáfora del hombre; es la piedra que se transforma en hombre, y que al final vuelve a ser piedra que rueda». La relación con «La Metamorfosis» de Kafka no es circunstancial; tampoco lo es la presencia de ciertos elementos de la tradición asturiana («Caer, Rodar» incluye arreglos de cuerdas inspirados en la Danza Parana de Baladrán; también en el primer «Diariu» se musicaba un romance asturiano, y –en una orilla cercana- Mus incluye una adaptación de un tema tradicional en su «Fai»). «No se trata de hacer nacionalismo ni nada político, simplemente recuperamos una tradición que es tan válida como cualquier otra» (Nacho). Podríamos hablar de folk, pero Diariu escapa a conceptos cerrados en beneficio de un aire cinematográfico con secundarios de lujo (entre otros, Mónica Vacas –Mus- en los coros, y sus ex compañeros en Manta Ray, Nacho Álvarez y Frank Rudow, en el bajo y las percusiones). «Es que efectivamente se trata de un proyecto abierto; Ramón hace las letras y yo pongo la música, pero hay muchos más detalles que también son determinantes» (Nacho).Suntuosidad emocional que tiene en «Caer, Rodar» o «Los Marrones Güeyos De La Esperanza» sus momentos más tranquilizadores, rompiendo en «Aquel Día» con una intensidad dramática que sólo encuentra «sofoco cuando dice que ‘todo el amor me salva’; es una visión más esperanzada, aunque hemos querido dejar un final abierto, de manera que las sensaciones son contradictorias, porque te gustaría tener la certeza de que se ha salvado…» (Ramón). y no lo sabemos porque el final retoma el principio («Caer, Rodar») con un experimento que da al contenido («Rueda La Piedra Que Soy») la forma de Haiku (pequeños poemas de origen japonés): «La estructura del haiku es de 5-5-7 versos, pero aquí lo hemos dejado 7-5-5 en beneficio de la sonoridad». Sin arreglos, sólo una voz susurra un fin que apenas intuimos, un soplo helado, la sensación y abatimiento y liberación: «Inmóvil Como Piedra De Río».
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