Para una banda en perpetua evolución como la valenciana, es difícil determinar si la presente etapa se corresponde a su versión definitiva, pero lo que está claro es que “Interzona” ilustra con fidelidad el momento circunstancial y emocional en el que sus cinco involucrados se encuentran actualmente. Diego Escriche reconoce que el discurso de su tercer largo mira de frente a la Interzona de William Burroughs, a la de Joy Division y Klaxons, o incluso a un efímero garito valenciano de principios de los dosmiles que también respondía a ese nombre. Sin embargo, lo que el quinteto logra aquí se aproxima más a una oda a la aparente plenitud en el estado vital de sus miembros y de la que hacen gala en sus doce nuevas canciones. “Cada persona tiene su propia ‘interzona’ y esta es la nuestra”, dice el aludido durante nuestra conversación. “Desde el punto de vista profesional y relacional nos encontramos dentro de lo establecido, pero en la medida que podemos también procuramos poner un pie fuera y recordarnos mutuamente que somos libres. Particularmente, nos sentimos muy felices estando en el lugar que estamos y este álbum es la representación sonora de ello”.
"La escena que tenemos en la Terreta supera con creces la de cualquier otra ciudad"
Para La Plata, el punto de partida de este disco nació en su EP “Sueños”, donde no solo se probaron a sí mismos en un terreno sonoro diferente, sino que también supuso la primera ocasión en la que lograban hacerse cargo de la producción, grabación y posproducción de su material. “Todos los miembros de La Plata estamos involucrados de alguna forma u otra en la producción de otros proyectos”, apunta Diego. “Carmona y Salva tienen varias bandas de hardcore; Patricia tiene un sello que se llama Dominio y está haciendo bandas sonoras para cine; María tiene un proyecto de art-punk y le encanta la música experimental, y yo hago cositas dentro del witch-house, así que ha sido de lo más natural y orgánico que nuestros vértices se encontrasen y acabáramos tomando la iniciativa en lo que al control de nuestra música se refiere”.
“Al contrario de lo que pueda parecer”, continúa, “trabajar de esta manera ha supuesto menos quebraderos de cabeza para todos. No nos ha hecho falta contar con ningún intermediario al que tuviéramos que venderle nuestras ideas, sino que simplemente hemos pasado de tenerlas a materializarlas. Contar con un productor externo es muy glamuroso por las comodidades que ofrece y el caché que aporta al disco, pero nosotros hemos preferido prescindir de ese lujo en favor de tener más control y autonomía sobre nuestro trabajo”. Y es tal el protagonismo que sus miembros han ganado en la realización de este disco, que el propio Diego nos cuenta que podemos escuchar cantando a la banda al completo y no solo a él. “Incluso he puesto a Carmona a gritar”, nos confiesa entre risas. “Hay canciones, como ‘mirar atrás’, donde Patricia lleva la voz cantante. Y otras, como ‘agua clara’, donde lo hace María. La elección dependía del registro y del tono que más se adecuase a cada una. Ellas han estado cantando en La Plata desde prácticamente el segundo EP que lanzamos, pero no ha sido hasta ahora que se han animado a tener más presencia a nivel vocal, reafirmando así el hecho de que esta es una banda en la que todo es responsabilidad de todos y todas”.
Recuperando el hilo sobre el giro estilístico que han experimentado desde los guitarreros días de “Desorden” (18) hasta las sintéticas atmósferas que ahora nos ofrecen en temas como “música infinita” o “ruido blanco”, no podemos evitar preguntarle por el peso que la tradición electrónica de su tierra natal ha jugado en su correspondiente deriva sonora. “Somos muy valencianos y la música que hacemos lo demuestra en cada nota”, confiesa. “No puedes ser de Valencia y que no te guste la electrónica. Está en todas partes y forma parte del ADN de la ciudad. Aunque tampoco hayamos querido poner el foco totalmente en el movimiento de La Ruta, pues a fin de cuentas aquello tan solo comprendió unos pocos años, nos gusta creer que con este disco le estamos haciendo justicia al sonido de Valencia [...] Me encantaría que Madrid me nutriera artísticamente una mínima parte de lo que lo hace Valencia, pero no es así”, concluye Diego. “Trabajo aquí como productor e ingeniero de sonido porque a fin de cuentas la oportunidad está en la capital, pero la escena que tenemos en la Terreta supera con creces la de cualquier otra ciudad. La valenciana es una escena romántica de verdad, que cree en el arte por el arte y no en el arte por el negocio. Los artistas que han logrado permanecer allí conservando su vocación tienen todo mi respeto, y mi mayor sueño sería poder volver a vivir en Valencia sin renunciar a mi arte”.
Fran González
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