LA ORQUESTA QUIMICA
EntrevistasWilliam Orbit

LA ORQUESTA QUIMICA

Enrique Peñas — 04-04-2000
Fotografía — Archivo

Más conocido como productor (Madonna, Blur, y hasta la Spice Mel C) que por sus anteriores proyectos como Strange Cargo y Bass-O-Matic, William Orbit se descuelga ahora con un disco (“Pieces In A Modern Style”) que toma composiciones de la música clásica para reinterpretarlas con una concepción más o menos ambient. Un trabajo, en definitiva, que no difiere tanto lo que es la labor de un productor, aunque Orbit matiza. “En realidad creo que son cosas muy distintas, porque la música clásica es muy diferente al pop. En la producción de un artista pop entran varios condicionantes muy fuertes: el primero es el tiempo, porque hay que hacer las cosas ajustándose a un plazo; y luego está claro que ese tema tiene que sonar por la radio, así que hay un factor de comercialidad que también es muy fuerte. Bueno, hay alguien que paga un trabajo, y eso es muy importante”.

Tanto como la producción del “Ray Of Light” de Madonna; Orbit es consciente de ello. “Creo que este álbum tiene muchas más posibilidades ahora que hace cinco años. En realidad debería haber salido entonces, pero hubo problemas con los derechos de algunas piezas, y se ha retrasado. Mira, al final ha sido mejor así...”. Lo dice porque desde entonces ha tenido el reconocimiento que no tuvo como Strange Cargo. “El disco de Madonna fue un punto de inflexión para mí, y también para ella; y además, legitimó la música electrónica en esta jungla”. De una manera o de otra, este “Pieces In A Modern Style” surgió como “un divertimento, algo muy gratificante; también como unas vacaciones, porque es como un respiro a toda la música dance que había hecho”. Un pasatiempo, pues, que adquiere una forma etérea, a medio camino entre Aphex Twin (la interpretación de “In A Landscape” de John Cage) y esas lecturas tan desafortunadas que hacía nuestro Luis Cobos (“L’Inverno”, de Vivaldi), para llegar a pasajes no muy distantes de la new age. Relajación total que a veces adormece, aunque este inglés que nos ocupa -de buen vestir, mejores modales y ojos claros- insiste en “la necesidad de que la música dance adopte todo tipo de formas para sobrevivir, a pesar de que la música clásica y la electrónica estén a miles de kilómetros”. Otra cosa es que exista una posibilidad de que compositores contemporáneos de música clásica acudan a la electrónica. “Yo sí creo que existe esa posibilidad. Hace poco hablaba con Zebigniew Presnier, un compositor europeo muy prestigioso; no tenemos ningún plan en firme, pero era fascinante, porque es un autor al que admiro, y a pesar de que tiene un estilo muy distinto al mío encontré cosas en común”. Esta admiración que William Orbit manifiesta por la música clásica tiene su más palpable consecuencia en la elección de los temas, desde piezas conocidas de Vivaldi, Ravel o Beethoven a otras de compositores contemporáneos como Gorecki (el único vivo) o Satie. Orbit sabe que parte con ventaja (“ellos no pueden juzgar mi obra, no están para mirarme por encima del hombro”), pero no ha querido desmarcarse mucho de los originales (algo que sí hace Ferry Corsten en su remezcla trance del primer single -“Adagio For Strings”, de Barber-). “El respeto de la melodía era muy importante, ya fuera la pieza de un compositor barroco, de un romántico o de un autor contemporáneo”. Y después de todo -y de afirmar que es “más difícil trabajar con Kraftwerk que con Madonna”-, consigue una espectacular e inesperada repercusión en Inglaterra, donde ha llegado a situarse número dos en las listas de ventas. “La verdad es que sí ha sido sorprendente. Llegar al número dos... Y Travis fue número uno. Bueno, si alguien tenía que estar delante de mí, Travis estaba bien”

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