La nueva cançó
EntrevistasMishima

La nueva cançó

Fernando Campelo — 21-09-2005
Fotografía — Archivo

Ya olvidada la sorpresa de su debut “Lipstick Traces” el quinteto catalán ha afrontado su tercer disco como un punto de no retorno. Las variaciones en el fondo y en la forma de su música les han llevado por fin a su propio lugar, entre lo más alto de pop contemporáneo nacional, con “Trucar a casa, recollir les fotos, pagar la multa” (Discmedi).

Mishima están a punto de actuar. Es un concierto más en Barcelona, pero no es un concierto cualquiera. Hace tiempo que no tocan en la ciudad y se han montado una presentación con la incertidumbre de saber si el público responderá. Antes de eso y con nervios bien disimulados, charlan animados con la formación casi al completo. David Carabén, vocalista y compositor principal, también lleva las riendas de la conversación que, cómo no, gira en torno al cambio más llamativo de su nuevo trabajo: el catalán, lengua de once de las doce canciones de “Trucar a casa, recollir les fotos, pagar la multa”. “Nosotros hemos cantado en catalán desde el primer día”. Cierto, pero lo que antes se quedaba en anécdota, en una breve muestra de que se podía hacer pop emocionante en su propio idioma, se ha convertido en eje de todo un disco.

"Si sacas un disco y te lo trata bien la crítica te convierten en indie y aunque lo seas… Nuestra música le ha gustado siempre a mi madre, a la tía de no sé quién"

“Mi autocensura y la censura del grupo han permitido que hayan más temas. He encontrado el lenguaje en el que quería escribir. Esto ha sido difícil porque no tenemos una tradición sólida pop, como puede tener el castellano. Venimos de la nova cançó que estaba adaptada del francés nouvelle chanson y era demasiado reivindicativa políticamente. El catalán además ha tenido unas connotaciones muy negativas, asquerosas, con el rock català. Creo que ya han pasado suficientes años, yo me siento más seguro escribiendo en catalán y el grupo también lo ha aceptado”. Este cambio no sólo ha beneficiado en términos creativos al grupo. El oyente se ve obligado a modificar su actitud. “Sales a tocar un tema en inglés y bueno, mola, pero cuando saltas al catalán, la gente se queda pillada. Atiende más”. También la corriente renovadora de las letras ha afectado a la música que se ha hecho más ajustada, en busca de encajar con perfección en su cuerpo literario. “Con el segundo disco nos flipamos con la tecnología musical y descuidamos algo la intencionalidad de la producción, pero en éste lo hemos cuidado y hemos encontrado la combinación entre lo épico y lo precario de nuestros sonidos domésticos”. Esa dualidad entre la alta y baja fidelidad se ha equilibrado tras un “Lipstick Traces” demasiado casero y un “The Fall Of The Public Man” algo sobrecargado. Y con la estabilidad y la madurez compositiva llega el intento de fuga de un panorama indie en el que nunca se han sentido demasiado cómodos. “Si sacas un disco y te lo trata bien la crítica te convierten en indie y aunque lo seas… Nuestra música le ha gustado siempre a mi madre, a la tía de no sé quién y ¿por qué no se compran nuestros discos? Porque hay una escena que de hecho no existe. Si existiera tendríamos un recorrido de salas para tocar por toda España. Sólo somos indies en la prensa”. En su caso la precariedad y el espejismo del mundillo independiente se han hecho notar especialmente en cada paso de su trayectoria. Aunque siempre editados en su propio sello, The Rest Is Silence, las distribuidoras y las dificultades han hecho que más que un conjunto musical parezcan saltadores de obstáculos. La poca aceptación de su idioma lejos del Mediterráneo podría ser una barrera más. “Del primer disco, las primeras respuestas positivas al tema en catalán fueron de Radio 3 y de otras emisoras españolas. Hubo gente que nos dijo que era la primera canción en catalán que les gustaba. Creo que tenemos más complejo aquí sobre la intolerancia de los españoles de lo que es en realidad. El único problema es que nuestro disco sólo está distribuido en Cataluña. El primer disco lo distribuyó K-Industria, rollo indie, el segundo, Foehn, aún más indie, y ahora Discmedi, rollo catalanufo…”. Tres distribuidoras para tres álbumes. La elección de compañeros de negocios no les ha ido del todo bien. Sin embargo, el hazlo tú mismo sigue dándoles sus frutos. No sólo en disco, también con el éxito de su concierto en el que la sala repleta respondió con entusiasmo a una nueva mutación, más guitarrera, de su sonido. Preparados para vivir el presente, no desvelan nada sobre siguientes entregas. “Ahora estamos muy centrados en el catalán pero para el próximo ya veremos”.

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