Las discutibles pinceladas electrónicas de su debut post Oasis han sido ahora permutadas por un tratamiento más orgánico pero estilísticamente mucho más audaz, insinuando senderos más adultos. Aunque, afortunadamente, imbricados en su propuesta con mucha más naturalidad. Lo mejor que ha hecho, sin duda, desde que se separó de su hermano. Y, por vez primera, producido por él mismo. Buen momento, pues, para hablar con él por teléfono, en una de las semanas más frías del año, y que aún lo es más en su Inglaterra natal (“aquí hace un frío de muerte”, nos comenta al poco de comenzar la conversación).
¿Por qué te has decidido a producir el trabajo tú mismo, por vez primera, y no has contado con David Sardy, el ingeniero de sonido de tus últimos trabajos?
Bueno, David estaba disponible, pero ha decidido meterse de lleno en la industria del cine, tomándose un descanso de la música, así que me vino bien para lanzarme a hacerlo yo mismo. Lo siento si es una decepción.
No, no lo es, en absoluto. ¿Crees que el hecho de que el resultado final parezca más liberado de corsés tiene que ver con el hecho de que lo has producido tú mismo? ¿Cómo ha sido la experiencia?
He disfrutado, no me resultó en absoluto difícil producir, y creo que es verdad que el resultado lo prueba, pero el sonido al final depende de las canciones. Aunque supongo que también influye el hecho de que nadie te intente convencer desde fuera para que hagas otra cosa: esta colección de canciones requería un sonido más exótico, pero no fue algo planificado.
Seguramente sea este el disco más aventurado que hayas escrito nunca, con canciones de que un fan de Oasis de toda la vida no se imaginaría escuchar. El primero de ellos, un tema como “Riverman”, que incorpora un saxofón protagónico, buscando ese toque jazzy pero sin incurrir en la chirriante salida de tono. ¿Cómo surgió?
Esa es fácilmente una de las dos o tres canciones que mejor suenan de entre todo lo que he escrito nunca. Bueno, de hecho diría que es la mejor en ese sentido, junto con “Fallin’ Down” de Oasis.
Podríamos decir más o menos lo mismo de “The Right Stuff,” algo que tú mismo has definido en algunos avances promocionales del álbum como un devaneo space jazz difícil de predecir, que a mi particularmente me recuerda a algunas de las últimas aventuras musicales de uno de tus referentes, Paul Weller. ¿Te has tomado en este disco más interés esta vez por las texturas que por las melodías?
No, las melodías son más importantes que los coros, que las letras o que cualquier otra cosa, porque al final es lo que tú recuerdas: siempre que te preguntes el por qué recuerdas tus canciones favoritas, es gracias a la melodía, y no a la forma en la que suenan.
¿Sigue siendo la melodía lo primero para ti, pues?
No es que sea lo primero: es lo más importante, porque la melodía es lo que separa las buenas de las grandes canciones. De hecho, te diré que cuando escribí “The Right Stuff” y la ensayé con guitarra acústica, simplemente me di cuenta de que necesitaba un toque jazz, pero sin querer marcar un movimiento creativo con eso.
¿Se puede decir entonces que con este álbum has tratado de escapar de la previsibilidad?
No intencionadamente. No me siento en el estudio pensando en si lo que hago va a descolocar a la gente o no. Solo intento escribir las mejores canciones y llevarlas al terreno en el que creo que se van a desenvolver mejor.
Tengo entendido que tuviste tus dificultades a la hora de buscarle un nombre al disco. Incluso llegaste a contemplar, aunque solo fuera como una broma, la posibilidad de añadirle una pegatina en blanco para que cada usuario final pusiera el título que le plazca. ¿Significa eso que tus álbumes son simples colecciones de canciones que no obedecen a una idea conceptual?
Si te soy honesto, mi último álbum sí respondía a una idea conceptual bastante potente, pero estoy de acuerdo en que este sí que puede verse como una colección de canciones, sí.
¿Cómo surge la colaboración con Johnny Marr en “Ballad Of The Mighty I”? Habrá sido un honor que una figura tan patriarcal para vuestra generación se prestase a colaborar, ¿no?
La canción lo pedía y él sabe tocar la guitarra mejor que nadie, al menos que yo conozca, él ha sido… (duda un momento) bueno, estuvo en The Smiths: no hace falta decir nada más.
Supongo que estarás un poco cansado de que te pregunten por una posible reunión de Oasis. Pero dados los rumores que apuntaban esa posibilidad el año pasado, por el 20 aniversario de “Definitely Maybe” (Creation, 1994), me veo obligado a insistir…
Pues a menos de que me den 50.000 millones de euros, no lo haría.
Eres de quienes prefieren mirar al futuro que al pasado, pues…
Bueno, vivo al día, ensayando los temas de este disco, y lo cierto es que no sé qué coño voy a hacer mañana.
La última vez que tuve la ocasión de entrevistarte, en 2006, me comentabas que Arctic Monkeys, Kasabian y The Zutons eran sus bandas favoritas. ¿Cómo ves las cosas en este momento, pasados estos ocho años?
En diez años no ha pasado nada importante musicalmente este país. Nada que haya trascendido, lo cual me parece una desgracia. De hecho, el bajista de The Zutons está en mi banda (se refiere a Russell Pritchard).
Bueno, quizá en términos de rock de hechuras clásicas no…
No, en términos de nada. Dime algo, porque yo no lo encuentro.
Vas a volver de nuevo a nuestro país, para actuar en un festival como el FIB, en la que ya debe ser tu cuarta o quinta visita en los últimos quince años….
Sí, me encanta España. Tengo una casa en Ibiza y actuar en Benicàssim, por ejemplo, me hace sentirme como en casa.
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