Hablábamos de cerebro, algo de lo que ni Lindberg ni Fletcher Dragge -guitarra de la banda y nuestro interlocutor- adolecen en absoluto y que es perfectamente compatible con el punk-rock claro y directo de “Yell Out”, “Competition Song” o “Dying”. “Pienso que es más noventas tanto en sonido como en actitud, son canciones que hablan de emoción y no de perfección y están grabadas de manera muy relajada. En ese sentido tiene que ver con la década pasada, cuando no tenías tantos medios ni tiempo y capturabas un espíritu más inmediato. Lo grabamos en Redondo Beach, muy cerca de nuestra casa. Ha sido relajado aunque es difícil hacer un disco de Pennywise porque funcionamos como una democracia y todos tenemos algo que decir en la composición o elección de los temas. Cada día es una lucha pero es algo que hace que te salga la rabia en los discos. Esta vez la lucha ha sido antes de la grabación aunque hasta la secuenciación de los temas hay batalla y no puedes respirar tranquilo”. El tono de Fletcher no denota resentimiento sino ironía madura, lejos quedan por tanto los fantasmas de disensiones internas. Sin crisis de edad y con más energía que muchos advenedizos, siguen manteniéndose por debajo de los tres minutos en once de los quince temas de un álbum que equilibra la dualidad lírica entre lo público y lo privado.
"Conozco bandas de multinacionales que aseguran tener control creativo pero eso es mentira" |
“Hemos sido bastante políticos y aquí también hay de eso pero hemos dado una pequeña vuelta a textos más personales. Hay un equilibrio representado por un lado por letras como ´Fox TV´ y ´Premeditated Murder´ y por otro por ´Take A Look Around´ o ´Best I Can´. Una revolución personal más que política, cambiarte a ti mismo como paso previo a cambiar lo que te rodea. Aún así no creo que vivamos para conocer un mundo así”. La nave mantiene su rumbo desde que en 1988 Fletcher, Jim, Jason Thirsk y Byron McMackin comenzasen a tocar en fiestas informales alrededor de Hermosa Beach. Un duro camino con el obstáculo mayúsculo del suicidio de Thirsk en 1996 y su sustitución forzosa por parte de Randy Bradbury a las cuatro cuerdas. “En el ochenta y ocho no teníamos expectativas, tocábamos sólo para divertirnos, el punk-rock no era demasiado popular y ahora Pennywise es nuestro trabajo, además de una diversión, claro. Ahora tenemos muchas más responsabilidades y presión”. Nueve álbumes después, el mismo grupo de amigos sigue detrás también en forma de sello discográfico. “Han venido algunas multis estos años pero les hemos dicho ´que os den´. En mi opinión no puedes tener una actitud punk y estar en una multinacional, es tan simple como estar contra las corporaciones y todo eso y necesitar tomar tus propias decisiones: no te permiten hacerlo. Conozco bandas de multinacionales que aseguran tener control creativo pero eso es mentira. Si uno de esos grupos les lleva un disco y a éstos no les gusta les van a decir que graben otra cosa. A las multis les da igual la política, lo que quieren es vender y punto. Epitaph es diferente, es una familia que aprecia y comprende la música que hacen sus grupos”. No puedo evitar la curiosidad por saber lo que piensa una de las guitarras más respetadas del punk-rock sobre la desviación al pop y el estilo de vida americano, ese maldito roedor de cabezas europeas. “La música pop es para bailar, para revistas de quinceañeros, para salir en televisión con un montón de maquillaje. Es lo que hacen Backstreet Boys o Britney Spears, pero también es lo que hace Good Charlotte, que no es sino un jodido grupo de pop. No puedes mezclar eso con el punk. Cuando nosotros surgimos era todo lo contrario: estabas contra la sociedad, la policía, los hippies y te asqueaba cuando salían Duran Duran en televisión. Ahora hay muchos grupos que se llaman punks que hacen las mismas estupideces que hace Michael Jackson... No quiero hablar mal de mi país, me gusta donde vivo, mis amigos, ir a la playa al lado de casa, pero odio a muchas de las personas de mi ciudad. No voy a los pubs por eso, están llenos de gilipollas, no es como en los ochenta, cuando se vivía de otra manera, con Black Flag o Descendents dando caña, surfeando, haciendo skate, etcétera. Ahora los chicos van de duros mirando mal con sus tatuajes y ropa siempre a la moda. Europa es un lugar donde la gente es mucho más agradable y sencilla”. Fletcher me confiesa que tienen unas doscientas canciones abandonadas y que tres cuartas partes valen la pena. No me lo creo del todo, pero algo me dice que no lo descarte vista la envergadura de las que pueblan “The Fuse”.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.