Hay muchas formas de clasificar a los grupos de música: por su estilo, sus influencias –ésta es la que gusta a muchos periodistas–, por su actitud en el escenario e incluso por su forma de vestir (conozco gente que con sólo un vistazo a las pintas que exhibe el cantante grita: ¡pop con raíces folk de los setenta!, ¡rock con veneración por Poison!). A todos ellos les costaría su esfuerzo poder encasillar a Love Of Lesbian en alguna de las bolsas de suero musical. Algunos dirían: son indies. Pero ¿sería éste un diagnóstico adecuado? Disco tras disco, los catalanes han ido confirmando que su propuesta musical es única en el panorama actual. Santi Balmes (voz y guitarra) nos lo ha confirmado. “Esta isla aparte en la cual nos encontramos, es, por un lado, resultado de la autoprotección –nos encanta el victimismo–, pero también de que nos pasamos muchos años sin encajar en ninguna de las escenas musicales barcelonesas del momento. Cuando aparecimos, había claramente dos tendencias, una que se inspiraba en el rock de los setenta y otra más influenciada por el post-rock. Nos costaba mucho ser incluidos en los festivales precisamente por esta razón, y aunque ahora sea diferente sigo teniendo esta sensación. Imagino que aquello que nos diferencia más del resto de grupos son las letras que escribo…”.
"Nos pasamos muchos años sin encajar en ninguna de las escenas musicales barcelonesas del momento"
De sus tres primeros discos, quizá porque eran cantados en inglés, pocas veces se puso la suficiente atención en lo que Santi cantaba (buena parte del público tampoco lo entendía). Llegaron al punto de pensar en separarse antes de grabar “Ungravity” (Naïve, 03), un disco reivindicado habitualmente en estas páginas, y no hacerlo fue una decisión sabia, puesto que tanto éste –aunque a la pequeña escala de los críticos y buceadores musicales– como sobre todo su sucesor, “Maniobras de escapismo” (Naïve, 05), cambiaron su suerte y, de rebote, su estado de ánimo. El cambio del inglés al castellano fue un acierto indiscutible que han mantenido en su nuevo disco, aunque las nuevas canciones prueben involuntariamente: “un cambio de registro, un cambio de tonalidades (en algunos momentos es más ocre que el anterior)”. “Tengo un poco de miedo de cómo va a recibirlo la gente”, reconoce Santi. “Las letras son más crudas que en ‘Maniobras de escapismo’, que eran una serie de propuestas donde nunca se entraba a trapo en el sentimiento real; en cambio en éste sí, y esto pasa tanto en las canciones delirantes como en las autobiográficas. Todas tienen un punto violento o enfadado”. Si en el anterior álbum optaban por un triunvirato conceptual que les dio muy buenos frutos (la Ironía, el delirio, la nostalgia) las letras de este nuevo disco quieren mostrar “lo que pasa entre las bambalinas de mis momentos escapistas, que desde muy pequeño me han servido para huir de la realidad”. No negaremos que queda aún alguna muestra de su sentido del humor afilado como “Villancico para mi cuñado Fernando” o “Me amo”, pero la tónica general es mucho más intimista. “Además de algún arrebato de fantasía, en ‘Cuentos chinos…’ he hecho mucha espeleología interior, que he tenido que saber camuflar para que las personas que aparecen en ciertas canciones no se den cuenta que estoy hablando de ellas. Imagino que es también una manera de universalizar más los temas de que hablo, aunque si quisiera hacerlo de otra forma tampoco me saldría: no soy nada versátil, y creo que nunca podría aceptar un encargo”. Lo haga o no en un futuro –y consiga adaptarse o no a ello– si escuchamos atentamente las letras de “Universos infinitos” o “Los colores de una sombra” nos damos cuenta de lo preciso y poliédrico de su nuevo repertorio, característica que comparte con el título. “‘Cuentos chinos para niños del Japón’ puede ser una referencia tanto a la política en general como a sus maniobras concretas, pero también se puede entender como el mundo indie en sí, al cual explicamos una serie de historias que la mayoría no van a entender. Además, el título tiene que ver con mi segunda paternidad: cuando publicamos ‘Maniobras’ ya era padre, pero es ahora que me doy cuenta verdaderamente de lo que significa”. El disco se plantea como un viaje que empieza con “Universos infinitos” (impresionante) que, pasando por “La niña imantada”, nos lleva hasta un tríptico de canciones bastante duras –y con puntos temáticos comunes: “Noches reversibles”, “Los colores de una sombra” y “Un día en el parque”. Cuando esta última acaba entramos en: “los tres puntos de fuga, que dan la posibilidad de respirar al oyente, aunque creo que es la última vez que mezclaré el mundo delirante con el autobiográfico”. Son “Villancico para mi cuñado Fernando”, “Shiwa” –junto a miembros de Standstill y Sidonie, al final versionada en catalán por Lluís Gavaldà (Els Pets)– y “Me amo”. Habiendo recuperado el oxígeno entramos nuevamente en la seriedad para intentar describir “una sensación de euforia” en “Historia de una hache que no quería ser muda”, para a continuación llegar a la estación final de “La parábola del tonto”, la canción favorita de Balmes. “La línea instrumental me gusta mucho, a lo largo del tema se genera una tensión muy interesante. Es prima hermana de ‘Transatlanticism’, de Death Cab For Cutie”. Aún nos queda pasar por un par de “Momentos de reflexión” (silencios) que intercalan “Dios por Dios es cuatro”, donde Love of Lesbian se vuelven beligerantes contra “cierta forma de hacer muy típica de la derecha de nuestro país”. En una época en que predomina cada vez más el fast-listening (el iPod tiene buena culpa de ello) y la comercialidad instantánea, Love Of Lesbian han optado por firmar un disco que, lejos de ser un ejercicio narcisista, mira hacia sus entrañas y las disecciona hábilmente. “No queremos que cuando se escuchen nuestras canciones la gente sonría y al día siguiente se haya olvidado de ellas. Nuestra apuesta es que este disco pueda ser revisado al cabo de un tiempo y en diferentes momentos anímicos de la vida”.
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