Pese a que tanto Jorge Martí como quien firma tenían relativamente fácil eso de quedar para charlar en Valencia, la vorágine de compromisos promocionales en la que se han visto sumidos La Habitación Roja durante el mes de marzo hizo que esta entrevista tuviera que postergarse unos días. Así que al final transcurrió por Skype, a través de la pantalla del ordenador, en conexión entre Valencia y Molde (Noruega), ciudad en la que el vocalista, guitarrista y compositor de la banda valenciana reside desde hace años. El contraste climático no puede ser mayor: mientras a orillas de lo que queda del Turia estamos casi a treinta grados (en el primer día auténticamente primaveral que se tercia), Jorge nos muestra la vista desde la ventana de su casa, un paisaje soleado pero completamente nevado, a un grado bajo cero. Cualquier momento es bueno, en cualquier caso, para hablar largo y tendido sobre una carrera que sobrepasa las dos décadas, y que tiene en el reciente "Memoria" (Mushroom Pillow, 2018), producido por Paco Loco en su estudio de Puerto de Santa María, su decimoprimer capítulo. Tan reconocible y solvente como cualquiera de los últimos.
"A nosotros nos pasó que estábamos rodeados de gente que nos decía lo grandes que íbamos a ser y luego veíamos que algunos vivíamos en casa de nuestros padres, otros malviviendo, siempre sin un puto duro"...
¿Pensabais siquiera remotamente en 1995 que en 2018 podríais seguir dando guerra, o es algo que entonces ni os planteabais?
La verdad es que cuando creamos el grupo éramos muy ambiciosos, pero creo que de una forma un poco naïf también. Uno cree en lo que hace, tiene un montón de ilusión... casi lo compararía con aquello de cuando eres niño y te preguntan qué quieres hacer de mayor y dices: “futbolista”. Estás convencido de que jugarás en el Valencia y luego serás internacional e irás al Mundial, ¿no? De alguna manera, piensas en eso pero de una forma un poco abstracta también. Porque realmente no sabes lo que es ser músico profesional y todo lo que hace falta para llegar a tener una carrera consolidada. Sueñas con dedicarte a la música, pero cuando eres tan joven el futuro no existe. Uno es consciente del paso del tiempo a medida que se hace mayor. A esas edades uno piensa que va a ser siempre joven y que todo va a ser, no sé si como un juego, pero sí algo que no conlleve responsabilidad. No piensas más allá del día de mañana.
Por otra parte, sin darnos cuenta, esa es la forma en la que hemos planteado nuestra carrera: la primera vez que el grupo ha hecho balance fue con el veinte aniversario, en 2015, y porque nos lo dijo el sello. Yo sí que creo que está demostrado que somos gente que siempre, cuando nos preguntaban si vivíamos de la música, respondíamos que vivimos para la música. Sobre lo de vivir de la música pensábamos “el tiempo dirá”. Y creo que con el paso de los años se ha demostrado que no era un capricho de juventud. Aparte del grupo, todos hemos estado relacionados en proyectos varios y creo que va a ser así para siempre. ¿Pensábamos que nos iba a ir bien? Yo siempre he tenido fe en lo que hemos hecho, y ahí están los hechos. Siempre hemos tenido apoyo de concursos, sellos, público... no es una casualidad. Estamos sacando el decimoprimer elepé y empiezo a ser consciente de la magnitud. No conozco a muchos grupos de nuestra generación que tengan tantos discos. Los Planetas, por ejemplo, el grupo más importante que ha habido en España en los últimos treinta años, tienen nueve”. Pero más importante que el tiempo es para mí la forma, que hayamos sacado los discos con bastante ímpetu e ilusión y con ganas de hacer cosas distintas, aunque luego haya gente que no lo vea. Siempre nos hemos planteado los discos con cambios, y en cuanto acabamos de sacar uno ya estamos pensando en el siguiente, pensando en proyectos bastante estimulantes.
Reconoces que desde un principio siempre fuisteis ambiciosos. Sé que solamente puedes hablar por vosotros, pero he de preguntarte si tienes la sensación de que muchas veces es precisamente la falta de ambición lo que ha hecho que muchos músicos valencianos –ya sean bandas o solistas– no hayan trascendido.
La verdad es que tampoco me voy a poner a juzgar al resto de grupos porque tampoco sé las particularidades de cada uno. Conozco algunos casos, pero tampoco creo que se pueda generalizar. En nuestro caso, creo que somos un grupo de gente que tiene talento para la música, ante todo. Me hace gracia una frase que a veces dice Pau (Roca), cuando escuchamos algo que nos horroriza o que no nos gusta: “esto no lo levanta ni Brian Eno”. Creo que en la música lo más importante es tener buenas ideas, canciones y trabajo. Tengo que hacer un símil con el fútbol de nuevo: un jugador que tenga calidad, si se entrena bien va a tener más posibilidades de llegar lejos. Si no tienes calidad, ya te puedes entrenar, que no. A todos nos gustaría ser Messi, pero no es posible. En ese sentido, creo que hemos tenido las bases para desarrollar una carrera. Pero nuestra ambición no era mercantilista, era una ambición artística, de tener ganas de recorrer el mundo, salir de tu círculo. Salir de nuestro pueblo, de nuestra ciudad y de nuestro país, y eso sí que lo hemos tenido. Hemos sido gente muy obstinada y perseverante, y eso supongo que tiene que ver con mi forma de ser en la vida y también con la del grupo, porque siempre han estado ahí, subidos al barco y queriendo mejorar. Que otros grupos no lo hayan conseguido... pues no lo sé. Te puedo decir que nosotros nunca hemos vendido nuestra alma al diablo. Hay quien pueda pensar: pues mira estos, que han cogido a este manager o han fichado por este sello, han hecho esta canción o se han tirado al rollo... pero creo que La Habitación Roja hemos hecho una carrera muy coherente, sin tomar atajos. Y cuando hemos tenido presupuesto y apoyo para grabar con el productor que te podía hacer sonar para meterte en Los 40 Principales, nos hemos ido a grabar con Steve Albini. Y luego con Santi García, que no creo que haya conseguido muchos números uno en ninguna radiofórmula. Y luego con Paco Loco, y con John Agnello a mezclar... creo que todas las decisiones han sido artísticas.
También creo que vivimos una época muy diferente a cuando empezamos. Ahora, con distancia, veo muchos grupos que comienzan y tienen una ambición desmedida por el éxito comercial y por el profesionalismo. La Habitación Roja no viene de ahí. No planeaba sobre nuestras cabezas la idea de ganar pasta, forrarnos, llevar mil luces sobre el escenario y tirar confetti en los conciertos. Había mucha inocencia cuando empezamos, a mediados de los noventa, unos medios bastante precarios, y era difícil hacerte con buen material, aunque nosotros lo intentamos desde el principio. Era costoso agenciarte un buen amplificador, una buena guitarra o un buen pedal. Y no te lo compraban tus padres, te tenías que buscar la vida a todos los niveles. Recuerdo que al principio, cuando no teníamos un bajista fijo, probamos a diferentes personas. Uno de los candidatos era de La Pobla de Vallbona, y tocaba bastante bien. Me escuchó decir lo siguiente: “ahora vamos a ensayar, vamos a tocar estas canciones, vamos a grabar una maqueta, vamos a presentarla a concursos y a sellos, luego haremos una gira y después un elepé”. El tío contestó: “ufff, lo siento, pero yo no me veo haciendo eso”. Y se bajó del carro. Y eso que éramos unos chavales que ensayaban en un garaje. Esa era la visión que teníamos, pero no hablábamos de pasta ni de éxito. La música siempre ha sido lo más importante, por encima de todo lo demás. Y supongo que por eso estamos aquí todavía.
¿Ha habido algún momento de crisis en el que pensaras que a lo mejor convenía tirar la toalla y disolver la banda?
Creo que la crisis más aguda o grave que hemos tenido fue después de la publicación de “Radio” (Grabaciones en el Mar/Astro, 01). Tocamos en el escenario grande del FIB, estuvo bien, la salida del disco también, pero hubo una especie de desengaño, como que nos venía todo grande. Creo que nos pudieron las expectativas. Alrededor del grupo siempre las hubo, así que supongo que te vas haciendo mayor y dejas de ser un chaval que vive en casa de tus padres, de repente te haces un adulto... la música es bastante traicionera porque cuando te empiezan a ir bien las cosas es cuando te das cuenta de que te tienes que dar de alta de autónomo, tienes que cotizar, tienes que hacer facturas, tienes que pagar por esto o por lo otro, y de repente dices: “hostia, ahora que empezamos a ganar algo, y se nos queda en nada”. Y casi que acabas por pensar que era mejor quedarte como estabas, ¿no?.
A nosotros nos pasó que estábamos rodeados de gente que nos decía lo grandes que íbamos a ser y luego veíamos que algunos vivíamos en casa de nuestros padres, otros malviviendo, siempre sin un puto duro... y tampoco podías dedicarte a currar en otra cosa porque eso te impedía dedicarte al cien por cien a la música. Ahí llegó un momento en el que vimos que era un gran esfuerzo a todos los niveles, que incluso podía afectarnos en el plano personal, y eso produce una gran frustración entre lo que parece y lo que realmente es. Creo que todo grupo llega a ese punto, en el que se produce una encrucijada en la cual uno ha de decidir. Y eso es difícil. Hay que arriesgar. Sí que teníamos claro que nos queríamos dedicar a la música como prioridad. Yo entonces trabajaba a tiempo parcial en otras cosas, para luego tener tiempo para dedicarme a la música. Luego con el tiempo, echas la vista atrás y valoras que aquel disco estuvo muy bien, crecimos un poco más, y aquel concierto del FIB estuvo bien, hasta el punto de que hay gente que todavía nos lo recuerda. Sin embargo nosotros nos veíamos al lado de figuras internacionales que eran como de otro mundo, y te dabas cuenta de que éramos muy amateurs en comparación. Creo que eso en España ha cambiado, pero entonces la diferencia con ellos, con los grupos de fuera, era mayor. Fue una especie de bofetada de realidad, de darte cuenta de que eras un grupillo. Hubo un momento en el que nos juntamos para hablar, yo planteé que quería seguir dedicándome a la música y puse sobre el tapete el asunto, para que si alguien quería bajarse del carro, que lo dijera. Sin problemas. Y entonces todos dijeron que continuaban. Luego, yo dije que había que ir como a la barricadas, con bayoneta en mano: tocar en todas parte, viajar, y ya con “4” (Grabaciones en el Mar/Astro, 03), que era un disco con menor presupuesto, llegamos a la convicción de que había que gastar lo que se tiene, ya no solamente a nivel económico, aunque –eso sí– sin vivir por encima de nuestras posibilidades.
Nos lo planteamos así: si hay en esta ciudad un garito de cien personas, vamos a ello. Y si vienen treinta, pues hay que tocar igual que si fuera un sold out. Hay que jugar siempre a tope en cualquier recinto y ante quien sea. Creo que fue un buen aprendizaje, que nos llevó a volver al FIB en 2003 y provocó que llegara un momento en el que Pedro Vizcaíno (Grabaciones en el Mar) nos dijera que el grupo podía crecer más y que quizá él no podía darnos lo que necesitábamos. Apareció Marcos Collantes (Mushroom Pillow) con una idea muy parecida a la nuestra, ya que él creía que teníamos proyección y que no estábamos aprovechando todos los recursos de la manera óptima, y al final acabamos con ellos. Luego vino lo de Albini, lo de México... fue como empezar una nueva etapa. Y con cada disco que sacas hay una especie de catarsis, eso también he de decirlo. Como si tuvieras que volver a empezar. Cuando estás lejos de los focos, componiendo, tienes la incertidumbre de si aquello en lo que estás trabajando interesará a la gente. Cada parada es en cierta manera como una crisis. Luego ves la ilusión del público y volvemos a ser esos chavales inocentes que creen que todo puede pasar, aunque hayamos pasado de los cuarenta años. En realidad, esa es la magia de esto. Que seamos capaces de aglutinar estímulos positivos que derriben tópicos, como la idea de que no se pueda mejorar con los años que llevamos en esto. Esa capacidad de volver a creer es una de las cosas más importantes que tiene el grupo.
¿Crees que hay también cierto relevo generacional en vuestro público? Lo digo porque hay muchas bandas de vuestra quinta, incluso foráneas y más reconocidas, que tienen una parroquia muy identificable por edad. Teenage Fanclub, por ejemplo. Pero en vuestros conciertos, incluso en salas cerradas, igual puedes ver a gente de entre cuarenta o cincuenta años como a gente de veinticinco o treinta...
Creo que no es algo desmedido, pero sí que hay un público intergeneracional, y es bonito ver esa mezcla de edades. Pero no hay una estrategia detrás. Nunca lo hemos pensado en plan maquiavélico. Sí creo que las canciones son bastante universales y al final conectan con un determinado tipo de gente que tiene una sensibilidad determinada y eso puede pasar de padres a hijos. El fenómeno de los festivales y el tocar con grupos que no tienen mucho que ver con nosotros –salvo que utilizan los mismos instrumentos y la misma lengua– también influye. El otro día tocamos en Madrid en una fiesta de Radio 3, y al acabar el concierto, cuando estábamos descargando por la parte de atrás de La Casa Encendida, vinieron una chicas bastante jóvenes, que nos dijeron que era la primera vez que nos veían –obviamente, habían ido a ver a Izal– y que les había encantado y habían flipado con nuestro concierto, pese a que las cinco canciones que tocamos eran nuevas, del último disco. Ahí te das cuenta de que hay gente que podría conocer tu música y no te conoce, y para mí es una sensación bonita.
Una de las cosas que les pasa a los grupos es que se van desencantando porque conocen a su público y es como una relación entrañable pero en la que se pierde el margen de sorpresa. En ese aspecto, yo sigo pensando que hay gente que no nos conoce. Y de vez en cuando nos llegan tweets o mensajes de gente que nos acaba de descubrir, se dan cuenta de que tenemos once discos y nos comentan que prácticamente no se explican cómo han estado tanto tiempo sin descubrirnos. Estamos tocando al lado de bandas que militan en sellos multinacionales y cuentan con grandes agencias de promoción y management, pero el gran mérito nuestro es haber llegado hasta aquí editando siempre en sellos independientes, y habiendo tenido casi como única plataforma a nivel nacional a Radio 3. Todos los artistas que están a nuestro alrededor en listas de ventas son gente que suena en Kiss FM, Los 40, Cadena Dial, etcétera... es estimulante que gente mucho más joven conecte con tu propuesta. También es muy importante mantener al público de toda la vida. A veces es una relación muy bonita. Yo veo a gente que viene a nuestros conciertos, que tienen hijos, y que eres una constante en su vida, y eso es algo que tiene mucha fuerza. Gente que se ha casado con una canción tuya, o que han sido padres o han despedido a sus seres queridos y tu música ha estado ahí presente. Al final eres como de la familia, y eso es algo que he aprendido a valorar con el tiempo. Esa es también la gente que hace que el grupo exista todavía, porque es gente que vive contigo tus éxitos y tus fracasos. Una de las mejores cosas que tenemos es nuestro público, que es variado, muy cariñoso, y alguno también muy erudito. Y sobre todo que escuchan lo que hacemos, porque hemos llegado a un momento, en la música y en la vida, en el que la gente solamente lee titulares, no escucha discos enteros, no tiene paciencia... entonces que todavía haya gente que se pare a escuchar no es fácil.
"Sigo pensando que la mejor canción está por hacer y el mejor momento está por ocurrir. Es una especie de instinto que uno tiene".
Creo que un par de factores que explican esa conexión prolongada con el público son el carácter primordialmente melódico de vuestras canciones, y sobre todo tu forma tan particular de escribir, buscando palabras sencillas para transmitir emociones sin una mínima gota de cinismo ni ironía escéptica, como si fueras un chaval de más de cuarenta años –como decías antes– , siempre revelando lo que sientes sin pudor. ¿Lo ves así?
Antonio Luque (Sr. Chinarro), cuando hablamos de música, siempre me dice que yo soy puro, como mis canciones. Y yo luego le digo: “claro, es que tú eres un cínico” (risas). Pero luego le explico que a mí las canciones suyas que más me gustan son aquellas en las que se muestra vulnerable. Las canciones que más me emocionan son aquellas en las que uno se despoja de ese cinismo. Él me dice que yo tengo la capacidad de mostrarme como soy y que a él le cuesta más. En este último disco sí que hay alguna canción, como “La última noche del año”, que se desmarca un poco de eso. Sí que es verdad que las circunstancias personales nos han traído hasta aquí, y esa forma mía de vivir entre dos países, con una vida un poco complicada a veces, ha hecho que me refugie en la música siempre, y de una manera como muy a tumba abierta. Al final tengo a veces la sensación de ser un eterno adolescente, con una vida casi de estudiante, porque siempre he vivido en el alambre a todos los niveles. Personal, económica y sentimentalmente. Eso ha hecho que nunca haya escrito desde el cinismo. Así era también mucha de la música que escuchaba cuando era joven, al igual que los libros o las películas que consumía. Y al final, más que escuchar tú a la música, es como que la música te escucha a ti.
Tantos años viviendo entre dos países, dos formas de vida, dos culturas tan diferentes, han hecho que me haya creado una especie de mundo propio, que es bastante único e impermeable a corruptelas varias y cinismos, y he intentado mantener esa pureza y ese romanticismo en mis canciones, algo que se desmorona de puertas para afuera de ese mundo. Supongo que es en las canciones donde uno proyecta sus ideales y sus sueños. Creo que todas las decisiones que has tomado en tu vida las has tomado por amor: ya sea a la música, a tus amigos o a tu familia. Y eso creo que ha quedado marcado a fuego en las canciones del grupo. Es un activo muy importante. Es nuestro patrimonio. Indivisible de lo que somos y de lo que hacemos. Hay otras formas de compromiso con el arte, pero para mí siempre ha sido importante no arrepentirse de lo que uno siente, y convertirlo en un activo. Y no ser un hijo de puta, obviamente. No importa la edad ni el tiempo que pase. Sigo pensando que la mejor canción está por hacer y el mejor momento está por ocurrir. Es una especie de instinto que uno tiene.
Como cualquier otra banda, nacisteis con unas influencias, y con el tiempo lograsteis dar con un sonido propio ¿Hay algún momento durante la carrera de La Habitación Roja a partir del cual tú creas que se puede decir que tenéis ya un sello plenamente reconocible?
La verdad es que somos un grupo que siempre se ha planteado cambios de disco a disco, y nunca ha habido un plan maestro de sonar de determinada manera. Sí que ha habido ganas de absorber lo que nos gusta, mezclar todas esas influencias y pasarlas por nuestro prisma. Pero no hay una voluntad de hacer que esto suene a La Habitación Roja., y creo que es otra de las virtudes del grupo. Hay grandes bandas en la historia del rock que, aunque cambien de disco a disco, preservan la esencia. Como U2 o R.E.M. o The Cure o New Order o Los Planetas. Somos cinco personas y siempre hemos intentado que el resultado final haga que todos se sientan representados. El sitio en el que convergemos es la letra, las melodías... y aunque los textos puedan ser más o menos personales, intentamos que la banda se sienta identificada, porque alguna vez que no ha sido así eso genera un conflicto. Hay un consenso no establecido en el que convergemos. Hemos cambiado de productor, de estudio, y hemos incorporado influencias, pero al final hay algo muy marcado. Dentro de esos parámetros vamos utilizando cosas que vienen y van, pero para nosotros ha sido mas importante el hacer algo especial que algo original. La mayoría de grupos que nos gustan son hijos de una herencia pop que viene desde los años sesenta. No nos vamos a poner ahora a hacer trap. Sabemos lo que cuesta llegar hasta el lugar al que hemos llegado, o tener el dominio del lenguaje que hemos adquirido, y para eso hace falta haber oído muchos discos, haber ido a muchos conciertos, haber viajado mucho, haber tocado un montón... no llegas al disco que acabamos de hacer por casualidad. Son como una oposiciones, realmente duras.
Creo que la frivolidad esta de decir, pues ahora voy a hacer esto, y hacerlo bien, pues seguro que hay gente a la que le puede salir bien, pero a veces eso se queda en meros ejercicios de estilo que son caprichos. Para ser Kendrick Lamar, tienes que tener detrás todo un bagaje que nosotros no tenemos, por supuesto. Es como tener otros estudios, otra carrera, que te lleva a hacer lo que haces. Pero cualquiera que conozca un poco la historia del pop y del rock y que escuche nuestros discos con detenimiento –yo alguna vez lo he hecho– apreciará cambios y matices entre disco y disco. Este nuevo disco tiene cosas muy diferentes a lo que habíamos hecho hasta ahora, por el tipo de sonoridad. Se ha grabado de otra manera, pero es verdad que hay un hilo conductor que son mis letras y mis melodías y el factor humano de otras cuatro personas que se implican en ello. Yo, desde luego, creo que es algo positivo el hecho de que seamos un grupo reconocible. Una de las pesadillas que uno tiene cuando empieza, y que muchos grupos tienen toda su vida, es no sonar reconocibles ni personales, que siempre suenen a otros pero nunca a ellos mismos. También creo que el legado nuestro y el valor real de la banda se va a reconocer más conforme vaya pasando el tiempo. No tengo la menor duda. Porque tenemos una vasta discografía, aunque mucha gente se quede solamente con las diez canciones más escuchadas de Spotify, y abarcamos una paleta de sonidos bastante amplia. Tanto Chris Walla como Dave Depper, quien ha entrado a formar parte de Death Cab For Cutie (y es muy amigo de Rauelsson), o incluso John Agnello o Paco Loco, nos lo han comentado. Creen que hemos cubierto un espectro muy amplio de la música pop. Hemos cambiado mucho, aunque quizá no sea esa la percepción de mucha gente que nos escucha.
Sobre "Memoria", vuestro nuevo disco: ¿sois de quienes creéis que todo lo que hacemos en esta vida, para bien o para mal, nos conduce a ser quienes somos en la actualidad, y que vale la pena preservar ese recuerdo nítido de todo lo que hemos sido?
Sí, esa es una de las razones, creo que estamos hechos de recuerdos, y que la memoria es una suerte de alma, y que sin ella somos poca cosa. Creo que en un mundo como en el que vivimos hoy en día, en el que solamente se resalta lo positivo y el selfie guay, se pierden los matices, y uno es lo que es y llega a donde llega porque pasa adversidades, momentos felices, pérdidas... y creo que todo eso te convierte en lo que eres. Me parece muy importante la memoria aplicada a la música. Por ejemplo, la forma en la que toda tu trayectoria te hace ser lo que eres a nivel musical o el legado de los clásicos, toda esa influencia que vas mamando desde bien pequeño, y que es importante que se manifieste a través de tus composiciones. Me parece muy importante la memoria histórica, el saber de dónde viene uno y por qué las cosas son como son. El aprender de los errores e intentar no volver a cometerlos... Y luego me parece que también es importante el ser agradecido y conservar la memoria de gracias a quiénes uno está en el sitio en el que está.
Luego he tenido experiencias a nivel profesional como enfermero, trabajando con pacientes de alzheimer y de demencia, y eso me ha causado una profunda impresión, que planea en la canción que cierra el disco, que me parece una de las canciones más bonitas que hemos hecho nunca. Todo esto ha ido calando en la creación del disco. Creo que hay muchos tipos de memoria, y que es algo que no desarrollamos al cien por cien de nuestra capacidad. La memoria sigue siendo como un planeta desconocido a todos los niveles, y las canciones están llenas de fogonazos, de destellos de recuerdos. Nuestro anterior disco, curiosamente, hablaba del corazón (“Sagrado corazón”, 16), y este habla de la memoria. El trabajar con pacientes que pierden el poder del recuerdo, que pierden la capacidad de saber quiénes son y de reconocer a los demás, me ha hecho pensar en ello. Vi un documental hace poco en el que mostraban cómo a veces las canciones pueden estimular la memoria en este tipo de pacientes, cómo se les ilumina la cara al escuchar determinadas melodías. Tuve una paciente que no podía comunicarse ni hablar con nadie, no podía ni vestirse ella misma, pero la sentabas delante del piano y siempre tocaba la misma canción, y la tocaba perfectamente. Era una cosa que me fascinaba. Muchos de estos pacientes tiene sus álbumes de juventud con sus fotos de toda su vida, y ahí está su memoria, y todos han tenido una vida plena cuyos recuerdos se han esfumado. La música es una especie de memoria, en las canciones está parte de nuestra vida. Cuando haces un disco, no hay un plan inicial, pero a posteriori sí que vas viendo hacia dónde te llevan las canciones, y vas buscando una explicación, y es bastante interesante el decodificar toda esa información que supone la creación del disco.
Creo que en este disco es posiblemente en el que más peso tienen los sintetizadores, con un tratamiento que remite bastante a los años ochenta. No sé si lo ves así, y si eso enlaza con la idea general del disco...
Bueno, creo que no es tanto así, aunque lo parezca –porque hay dos o tres canciones en las que el sonido de los sintetizadores tiene una presencia muy clara– como el hecho de que hemos utilizado un montón de instrumentos. Es uno de los discos con más detalles y más capas que hemos hecho. Cuerdas, sintes, pianos, celestas, vibráfonos, secuencias, guitarras de doce cuerdas, percusiones... El estudio de Paco (Loco) está lleno de aparatos y de cosas y ha sido una especie de collage sonoro. En ese aspecto ha sido muy liberador y divertido. También se ha juntado con que Paco está en un momento en el que está muy interesado con los sintetizadores y los teclados, y no tenía ningún reparo en llevarnos por ahí. Y a Jordi (Sapena) y a Pau (Roca) les gusta experimentar con cacharros, y quizá eso haga que haya más teclados que en otras ocasiones, pero ha sido un poco coyuntural, se han juntado el hambre y las ganas de comer. Aunque hay veces en las que metemos un melotrón, que es algo que ya utilizaban The Beatles en los años sesenta, aunque parezca que haya muchos sintetizadores. O un harmonio. No nos hemos parado a pensar en ello hasta que lo hemos oído al final.
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