La bestia sensible

El quinteto madrileño avanza un paso adelante en su camino por la búsqueda de la madurez musical con “El año del dragón” (Zero Records); un disco más íntimo y detallista en el que la emotividad se las vuelve a ver cara a cara con los residuos agresivos de antaño. Podemos adelantar que esta vez ganó la melodía frente a la distorsión.

En estos tiempos en los que comer sushi, llevar tatuajes con inscripciones chinas, decorar la casa con motivos orientales y ver películas de artes marciales es lo que mola, un título como “El año del dragón” viene que ni pintado. Pero obviando las modas pasajeras, hay que decir que el rumbo que han tomado Skunk D.F. no es para nada reprochable al de las corrientes musicales que más pegan. “Según hacíamos temas nos dimos cuenta de que nos tiraba más hacer canciones con rollo, más musicales y detallistas. Intentamos empezar alguna con un riff cañero, pero no nos convencía, preferimos desarrollar el tema y que aparezcan en medio de la canción. Ofrecer año tras año el mismo disco no es honesto, nuestra especialidad es mezclar la agresividad con la emotividad de las melodías y letras de Germán”. En este cuarto álbum de estudio, el grupo se mueve por terrenos más envolventes en el que las bases programadas toman fuerza con la peculiar voz de Germán; melodías etéreas que inundan un disco más relajado dónde el metal sólo asoma tímidamente la cabeza para subir la intensidad cuando todo está en calma. Un resultado más pasional que calculado.

“Tan sólo es dejarse llevar, no es bueno intentar hacer algo predeterminado porque te limita mucho. Nunca pensamos en el tipo de disco que vamos a hacer, dejamos que las cosas vayan surgiendo solas, siempre lo hemos hecho así. La verdad es que en todos nuestros discos anteriores hay temas similares entremezclados con otros mucho más cañeros, pero seguimos trabajando igual; sólo ha mejorando la formula a nuestro parecer, y a esto se llega trabajando mucho en el local, componiendo durante diez años algo se tiene que aprender”. Una de las asignaturas pendientes de los grupos españoles, es la de romper las fronteras para exportar sus composiciones fuera del ámbito nacional, y Skunk D.F. parece que van saliendo de este cascarón peninsular trabajando a fondo para llevar su música tan lejos como puedan (esta vez a Latinoamérica). La identidad propia, la otra asignatura cateada por la mayoría de grupos nacionales, también ha obligado al grupo madrileño a esforzarse para ofrecer algo nuevo y personal que de alguna manera justifique su experiencia en esto de la música y su estatus privilegiado. Es la evolución un proceso gradual y lógico, resultado de haber asumido las críticas y puesto en práctica los conocimientos y experiencias adquiridos durante la trayectoria; en “El año del dragón” no hay cambios drásticos, sólo algo que era de esperar. “De los errores se aprende siempre y sobre todo a no repetirlos, de los aciertos lo más importante ha sido poder controlar nosotros todo; nunca nos hemos dejado manejar por nada o nadie y seguiremos así. Siempre hemos tenido los pies en el suelo y llevamos muchos años de trabajo como para que ahora se nos vaya la olla”. Contrariamente a la tendencia de algunos grupos nacionales de buscar nombres de técnicos extranjeros para la grabación de sus discos, ya sea por gusto o por marketing, los madrileños han optado por una solución más convencional y efectiva. “Siempre hemos hecho todo en Madrid, no hace falta salir fuera de España para obtener buenos resultados como hemos demostrado. En el fondo salir fuera no deja de ser una ´paletadilla´, pero si el sello te paga el viaje y puedes contar con algún profesional de renombre que engorde tu hoja de promoción es normal hacerlo si te lo permiten. Nosotros nunca hemos estado en un sello con grandes medios económicos ni campañas de marketing millonarias, hemos ido poco a poco y sin ninguna ayuda, más bien al contrario. No nos han regalado nada nunca… muchas más zancadillas que ayudas es lo que hemos recibido”. No sabemos si Skunk D.F. habrá alcanzado con este, su cuarto disco, la madurez definitiva o todavía tiene mucho más que enseñarnos, pero de lo que no hay duda es que mientras siga su evolución no habrá de qué arrepentirse.