LA AMENAZA FUNKARRA
EntrevistasFunk Empire

LA AMENAZA FUNKARRA

Redacción — 28-01-2000
Fotografía — Archivo

Echa sobre la mesa un poco de house, disco, hip-hop, soul y mucho funk. Coge una tarjeta de crédito o, si lo tuyo es ir de sibarita, una tarjeta de Teléfonica. Machácalo con cuidado y esmero. No seas impaciente; aplícate. Enrolla un billete sin prisas –una pajita del Dunkin’ Donuts seria lo ideal, pero…- y procede a inhalar. Mientras lo haces, grita con lo ojos inyectados en sangre: ¡¡¡Funk Empire!!

"Sergi, que es de Torredembarra, y yo, que soy de Olot, nos conocemos porque nuestras madres iban a jugar al mismo club de bridge. Enseguida empezamos a hacer música con un par de teclados. Después conocimos a Miquel cuya ocupación por aquellos tiempos era repartir alegremente comida a domicilio. Un día, mientras estábamos componiendo, nos trajo una oferta de callos y cuatro latas de Coca-Cola a casa y se quedó con nosotros». Son la verdad. Tras ellos se vislumbran horas y horas de entrega a la noche; una pasión casi mariana por los tam-tams mántricos que llevan al contoneo a miles de almas entregadas a la química. ¿An Der Beat? ¿Teen Marcianas? ¿Frogmen? Por Dios señores, que esto es serio. Y es que el trío barcelonés se distingue del resto por algo tan sencillo como la paciencia y el amor a la artesanía. Dani Prieto –cincuenta por ciento del colectivo Motherfuckers y alma mater de Def Room, la mejor sala de hip-hop de Barcelona-, Miquel Gallart y Sergi Ramírez son los cerebros de la operación. Hace tiempo que el trío noctámbulo fragua un asalto al trono de la electrónica patria y lo cierto es que, con un house altamente barriobajero y los sonidos hard-disco más esnifables como arma, van a conseguir que los poseedores del cetro del dance castizo abdiquen por patas. Funk Empire es un proyecto modesto, una construcción de groove y sentimiento funk edificada sobre el amor más húmedo por las cadencias negroides de viejo y nuevo cuño. Desde la sombra, escondiendo sus rasgos bajo la capucha de sus anoraks, los autores de «Superfly» operan sin prisas, pero sin pausas. La gestación de su primer retoño no ha sido un capricho. Dani ataca. «La idea de Funk Empire y la inspiración de «Music» surgió en un cine porno homosexual. De hecho hay temas grabados en el 97, 98 y 99, o sea, que es un álbum que se ha gestado durante mucho tiempo. Es como un recopilatorio de todo lo que hemos hecho de house durante estos tres años. Pero cuidado nosotros no escuchamos house ni música moderna: yo me deleito con folk crepuscular australiano, Sergi es un fan de la música electrónica italiana de los años treinta y a Miquel, que sólo tiene un disco de Fugazi, le encantan los Juglares Anónimos de Castilla en el Siglo XX. Los tres juntos en una habitación con un solo reproductor de compactos tenemos más peligro que Tiburón 3 en Isla Fantasía». Y lo cierto es que la piel de toro pedía a gritos un grupo como este. Y también un debut como «Music» (Cosmos, 2000). El Imperio Del Funk es un torbellino de sensaciones negroides que dista mucho de las producciones autóctonas, más emparentadas con sonidos europeos y, en su mayoría, carentes de sustancia. Y el trío catalán tiene esa chispa, ese arrojo que echamos de menos en el once inicial de la electrónica ibérica. En otras palabras, la fórmula de Funk Empire contiene los ingredientes básicos para triunfar: potencia, aroma pistero, descaro y, sobre todo, una admirable puntería para dar con el hit. Las ambiciones comerciales del producto son incuestiona-bles; ya era hora de que alguien quisiese destronar a «Pastis y Buenri» con una propuesta bailable de calidad. Y pueden conseguirlo. Porque si su primer largo incluyese una pegatina en francés en la portada, los semanarios ingleses no dudarían en rendirle culto al dios Onán ante la foto de Dani, Miquel y Sergi. Posiblemente, junto al debut de An Der Beat este sea el álbum español de música electrónica con más números para triunfar más allá de nuestras fronteras. Dani, una vez más, se erige en el portavoz lisérgico de la formación housera y opina sobre la proyección internacional de «Music». «Tenemos una canción que es igual que Daft Punk». Con una producción más trabajada que la entrepierna de Mar Flores, un directo que ya ha dado muestras sobradas de su efectividad, un repertorio infalible y una frescura pareja a los Daft Punk más inspirados -¿me estoy pasando?-, Funk Empire llegan a nuestro estéreo con la dentadura apretada, las venas del cuello hinchadas y los ojos como platos. En su poder está el mejor disco nacional de música de baile. ¿Por qué? Porque lo digo yo.

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