Lo hace estrenando una perspectiva con la que recupera ilusión y la esencia de su música, a través de un disco orgánico y sin artificios en el que las (bonitas) canciones son únicas protagonistas. Contactamos por zoom con el vocalista para, a lo largo de una charla de cuarenta minutos, conocer más acerca de este bien parecido retorno.
Creo que discos como ‘Heavenly Hell’ (Universal, 09), ‘Dualize’ (Learning To Fly, 13) y, sobre todo, ‘From The City To The Ocean Side’ (Sony, 15), siempre insinuaron un cambio de estatus en L.A., que finalmente pudo no llegar ¿Te queda la sensación de que finalmente no sucedió algo que debería haber pasado? ¿Quizá fue ese uno de los motivos que te llevó a disolver L.A. hace unos años?
No, no. Aunque sí es verdad que durante muchos años viví con la presión del tener siempre la mirada puesta hacia delante, tío. Y eso es algo que es muy insatisfactorio. Con el tiempo me doy cuenta de que siempre estaba con cosas del tipo: si hoy tenía un sold out, ya me veía pensando en si mañana haría otro sold out, y no disfrutando del sold out de hoy. Por ponerte un ejemplo. Y siempre era como un empuje a la superación totalmente inducida por mi agencia de management, por mi manager, por mi entorno… era un espíritu de superación casi deportivo ¿sabes? Como ver qué pasaba en otros grupos, y ver si tenían más éxito o si llenaban o si tenían más likes o más seguidores. Imagínate el nivel de confusión que eso supone para un artista. Es obvio que en ese punto ya casi no haces caso al arte sino a los números. Eso sí pasó. Pero no fue el motivo como tal para que parase la banda. Hubo una serie de hechos, como una reacción en cadena, que tuvieron como consecuencia que dijese: ‘No puedo más’.
“Hace unos meses no daba un duro por volver a tener un disco”
¿Cuáles fueron esos motivos?
Hubo muchas cosas. Primero estuvo la paternidad. Empecé a un nivel profesional en la música sin hijos y a los cuatro años de empezar ya era padre. Ahora tengo tres hijos. Y empecé a darme cuenta de que quería estar más tiempo en casa que fuera, cuando el proyecto me pedía estar cada vez más tiempo fuera. Ese fue el punto de inflexión. Darme cuenta de que no anhelaba estar fuera de casa porque me perdía ver a mis hijos crecer. Y ya no es que estuviera en casa mucho tiempo, es que cuando estaba en casa estaba pensando en las cosas de fuera. También de repente murió Richard Swift, y había hablado con él hacía poco sin saber que estaba tan enfermo, pero con el tiempo revisé nuestras últimas conversaciones y me decía que pasaba mucho tiempo fuera de casa y que no era feliz, tío. Y se abandonó en su enfermedad, y en lo que le pasó: ‘me rindo, no soy feliz’. Eso me dio como un hostión de realidad. Ver a alguien de tu edad, con tus inquietudes, que vive la música con tu misma intensidad y pasión… y haber vivido en su casa, haber estado con su familia… tres niños, todo muy similar a mi vida. Y de repente ver que desaparecía. A eso súmale el tren que llevábamos de estar tanto tiempo fuera. Nos íbamos a Europa, luego pensando en si volvíamos a Latinoamérica, luego conciertos aquí, a la vez pensando en disco nuevo… El nivel de estrés mío (sobre el que recaía todo el peso de la banda) era tan grande que yo no pude más, tío. Lo más sensato era hacer lo que hice: parar. Y el error fue hacer lo siguiente tan de seguido: sacar el disco en castellano después de haber disuelto L.A.
¿Qué es lo que ahora te hace retomar el proyecto, tras probar suerte en solitario con ese disco en castellano, ‘Amenaza Tormenta’ (Hook, 19), lanzado bajo tu propio nombre y que significó cierta ruptura con todo lo anterior?
Fue el hecho de tener tiempo para reflexionar y ver las cosas de otra forma, tío. Yo ahora mismo estoy disfrutando de cada pequeña cosa que me sucede. Porque, en comparación con lo que era sacar un disco hace cinco años, ahora es como muy tranquilo. Hay menos cosas, no hay giras programadas, no hay un fin de gira en el que haya que meter ocho mil personas… Es decir, ya no hay una presión. Ya he aprendido a disfrutar cada pequeña cosa, tío. Hoy me he sentado aquí a hablar contigo a disfrutar de hablar contigo un rato ¿sabes? Mi vasito de agua, mi lucecita… y estoy aquí tranquilo, cosa que antes no era así. Antes incluso hubiera dicho que no hacía un zoom, hubiera hecho un phoner rápido y nos lo quitamos de encima. Pero ahora estoy disfrutando de cada pequeña cosa. He disfrutado de grabar el disco, he disfrutado de diseñarlo todo, de hacer las fotos, de hacer un póster para un concierto… estoy disfrutando de todo.
En este punto es cuando llega ‘Evergreen Oak’ (Al’s Workshop, 21) y, sinceramente, me parece una gran noticia que nos devuelve a los L.A. más naturales y menos ostentosos, incluso envueltos en cierta sensación liberadora de lo más favorecedora ¿Entiendes este disco como un nuevo comienzo sin ambiciones malsanas y sin toda esa presión y condicionantes de antes? ¿Cuáles son tus expectativas reales con este disco?
Lo has definido perfectamente. Ahora mismo estoy sin pretensión alguna. Aparte de que yo deposite el proyecto en manos de una agencia de management como es Emerge y quedar con ellos en que manejarán el asunto; y de que, obviamente, hay un interés en que esto salga y los números salgan y no estemos perdiendo pasta; pero por lo demás: cero expectativas. De hecho, yo hace unos meses no daba un duro por volver a hacer entrevistas o por tener un disco. Y, de hecho, no daba un duro por volver con L.A. Hace un año, cuando todo esto explotó con la pandemia, yo sinceramente pensé que se había acabado. Pensaba que no iba a haber más. Porque esto había cambiado radicalmente y no iba a haber más giras ni nada: pensaba que estábamos metidos en un meollo muy grave y que nada de eso iba volver nunca. Y ya tenía que pensar con la mentalidad no de Luis el músico, si no de Luis el padre de familia que se tiene que buscar un curro. De hecho, me busqué un curro y me ofrecieron un trabajo llevando pan en una furgoneta que estaba a punto de coger. Pero de repente me levanté un día y pensé ‘cojo a la familia y me voy a la montaña a ver qué pasa’. Y ahí arrancó el nuevo disco, con un adelanto para pagar la casa y arrancó toda la historia. Pero mi mentalidad era de currante: vuelvo a ser un currante. Y sigo un poco con esa sensación, que es lo guay de todo esto, porque vuelvo a tener la sensación de que este es mi hobby, que es algo que había perdido totalmente y que creo que es lo más sano. Y creo, además, que es lo que ha hecho que el disco suene como tú dices: menos rutilante y más fresco. Se acerca mucho más a lo que yo hice antes de ‘Heavenly Hell’ (a esos dos discos anteriores que yo hice como maquetas en casa) y, por supuesto, se aleja muchísimo de lo último que hice, ese ‘King Of Beasts’ que era una cosa mucho más pensada para una gira europea, hacer festivales grandes y todo a todo trapo.
Precisamente, diría que ‘Evergeen Oak’ (21) recupera la que siempre he pensado que era auténtica esencia de L.A., reverdeciendo cualidades básicas del grupo que quizá habían quedado difuminadas en ese ‘King Of Beasts’ (Sony, 17) que acabas de mencionar. Creo que ese es un álbum con producción muy ambiciosa, algo excesiva y hasta preconcebida ¿Estás de acuerdo? ¿Qué opinas, con la perspectiva que da el paso del tiempo, de ‘King Of Beasts’ (17), el que hasta ahora era último disco de L.A.?
Sí. De hecho es curioso, porque hace unos días empezamos los ensayos de la gira y me di cuenta de que en la lista inicial para ese primer concierto con banda que va a ser en La Riviera de Madrid, no había ni un solo tema de ese disco. Y Pep, el guitarrista me dijo: ‘Hostia tronco, que hay canciones buenas y que funcionaban en directo como “Leave It All Behind” o “The Keeper And The Rocket Man”’. Hay canciones que sí que pueden funcionar. Pero mi subconsciente elimina ese disco. Yo hice ese disco tan convencido de que hacía un producto, con esa imagen tan potente de el león partido con mi cara de la portada, que mi sensación es que ese león me comió entero, tío. Yo lo he hablado mucho con los de la banda, con mi mujer, con mis amigos… y les digo que yo creo que hice una bestia que me comió. Yo no era el rey de las bestias, y el rey de las bestias me comió entero y me escupió. Y es un poco la sensación que tengo con ese disco. Me lo pongo… y me lo puedo poner cuando estoy un poco en esa época que puedo escuchar a John Mayer ¿sabes? O cuando puedo escuchar a gente de ese calibre sin que me chirríe. Yo normalmente escucho a Mapache o cosas mucho más indies, pero tengo momentos en los que me gusta escuchar cosas más mainstream y me pongo, por ejemplo, a John Mayer y lo disfruto y pienso ‘¡Joder, qué tío más bueno!’. Y acto seguido puedo escuchar ‘King Of Beasts’, tras abrir como un tipo de carpeta dentro de mí que me permite escuchar ‘King Of Beasts’. Es un disco… pues muy edulcorado tío, muy sobreproducido. Y hecho totalmente adrede. Quisimos hacer un disco ultra comercial o cómo quieras llamarlo, y al final salió un disco doble que era una locura: demasiadas canciones, temas instrumentales… se me fue la olla, tío. Esto ha pasado antes con muchos artistas: la grandilocuencia que tu te creas y te generas, te puede comer. Imagínate: ‘Hostia, soy Bono y voy a hacer un puto disco de U2, porque yo soy Bono’. Y lo hago, lo presento y sigo siendo Bono. Me voy a dormir y sigo siendo Bono. Pero yo me iba a dormir, y en realidad seguía siendo el tío que hacía canciones con el cuatro pistas en casa. Pretendí ser algo que no era. Mucha gente venera ese disco y lo adora y es su disco favorito de L.A. Y nos dicen que no lo defendimos lo suficiente. Y es cierto. A mitad de lo que tenía que haber sido esa promoción se paró todo y mandé todo a paseo. Eso es cierto, pero a veces hay que pensar más en uno mismo y asumir que no das abasto y no puedes más.
“Ahora estoy disfrutando con cada pequeña cosa”
El nuevo disco se ha registrado en una sierra mallorquina, lejos del bullicio de la ciudad. Y es cierto que la referencia transmite ese tipo de calma motivada por un entorno natural ¿Fue clave el entorno y esa manera de grabar en el sonido final del álbum?
Totalmente. Mira, yo con este disco lo que me planteé desde el principio era no tener que ir a un estudio de grabación. Y me salió bien porque ahí está el disco que se está fabricando ahora mismo. Pero lo que quería era buscar un entorno y meterme en ese entorno. Con este ordenador con el que estoy ahora mismo hablando contigo he grabado el disco ¿sabes? No hay más, tío. Con esto y un par de guitarras, bombo y caja. Con eso podía meterme donde quisiera. Quería demostrarme a mi mismo que las maneras con las que yo empecé a grabar, podían valerme. Aunque fuese con las tecnologías actualizadas que tenemos ahora: mac, pro-tools, plugins, simuladores. Pero en el fondo es un ordenador, tío. Yo era muy reacio al mundo tecnológico y para mí había cosas analógicas intocables, pero es que hay emuladores que sacan todo clavado y te lo puedes llevar a cualquier parte. Contra eso poco puedes hacer, porque te lo puedes llevar a una cabaña en la montaña con tu familia como yo he hecho. Le decía a mi mujer que esto podía haber sido un desastre: anuncio que vuelvo, enseño la portada, y que luego no haya disco. Pensaba que como esto saliese mal, era el fin (Risas). Lo bonito fue que mi idea loca de meterme en una cabaña iba saliendo bien, porque iban saliendo canciones. Y las iba mandando a la compañía y demás e iban gustando. E iba haciendo el disco. Y la sensación fue muy satisfactoria: el entorno recreado en un disco.
Diría que, de hecho, ‘Evergeen Oak’ (21) es un disco muy orgánico, con canciones cuidadas pero alejadas de cualquier ostentosidad que no aporte a las propias composiciones. Es un álbum que da prioridad a la propia composición y recupera en L.A. ese valioso equilibrio entre luminosidad y nostalgia… ¿Era esa ponderación una prioridad? ¿Qué clase de disco querías hacer?
Anteriormente sí que iba con una idea preconcebida del disco, sobre todo con el ‘King Of Beasts’ en el que pensábamos cómo hacer una canción en función de lo que suponíamos que estaba esperando la gente… Eso es lo que me he quitado de encima y en este disco no ha habido nada preconcebido. Ha sido ver qué me sale. Hay cosas como “On The Moon” que es pura sencillez. O “Judy” que son solo tres acordes de guitarra seguidos con una melodía dando vueltas, y que cuando la sacaba pensaba que era muy simple pero molaba. Y como no quería tocarla mucho más, solo le metí un punteo de guitarra. Antes habría pensando ‘Buah, esto es muy guay, voy a sacar una parte B y una parte C y a lo mejor hago aquí esto, y aquí se puede meter…’ No, no, eso no ha vuelto a suceder. Por eso en este disco no hay nada preconcebido. Tal como me iban saliendo las canciones, así están.
A grandes rasgos y hablando de referentes, diría que la base de este disco podría encontrarse en The Beatles y el ‘White Album’ (Apple, 68), además de en el sonido de la costa Oeste americana con nombres como The Byrds y Neil Young ¿Qué o quiénes han influido efectivamente en el sonido de este disco?
Pues mira tío, los tres meses que yo estuve en la casa, el ‘White Album’ estuvo ahí al lado del ordenador, con el poster desplegable y todo. Porque fue como un punto de guía. Digamos que The Beatles han sido como mis mentores desde que empecé a hacer música. Mis padres me metieron a The Beatles como una religión. Y aunque mi favorito es el ‘Rubber Soul’, el ‘White Album’ es como el timón al que siempre me ha agarrado. Siempre que he hecho algo, ha habido como un punto de referencia del ‘White Album’. Incluso en el disco en castellano, ‘Amenaza Tormenta’ , hice como un collage cuya influencia era el collage del ‘White Album’. Y la visión esa de canciones que parecen inacabadas pero que son perfectas como están, es algo que a mí me ha perseguido toda la vida, tío. Es una cosa sobre la que yo he tenido que pelearme con productores en plan ‘es que yo lo quiero así’. Y me decían, pero si aquí puedes meter una parte C, y les decía que no quería una parte C, porque es así y funciona así. Y el ‘White Album’ estuvo a mi lado tres meses, haciéndome compañía, y de hecho sale en muchas de las fotos que fui subiendo. Ha sido una referencia total, hasta el punto de que pleno confinamiento, estábamos toda la familia con el maldito Coronavirus y yo estaba en estado febril indescriptible porque no tenía fiebre pero estaba como divagando, como en un viaje de LSD muy loco. Y en la sala donde tenía el estudio montado tenía una especie de diván, y estaba ahí tumbado queriéndome morir y estaba viendo en mi cabeza la serie de ‘Mindhunters’, febril de la hostia y el ‘White Album’ dándome vueltas. Grabando “Ringing The Bells” me pensaba que estaba grabando “Revolution”, pero pensé ‘qué coño, la voy a meter, que me mola está canción’. Pero tiene la misma estructura e hice un copia y pega de “Revolution”, pero todo esto mega febril. Estaba el fantasma del ‘White Album’ dando vueltas y la manzana verde por encima de mí…
“Todo lo que venga a partir de ahora es como volver a nacer
‘Evergeen Oak’ (21) parece enlazar directamente con From The City To The Ocean Side (15) y casi me parece una continuación lógica de aquél ¿Hay alguna conexión entre ambos trabajos? Hay que tener en cuenta que ese disco de hace seis años fue consecuencia de un viaje por la zona de Big Sur en Estados Unidos…
Puede ser… Piensa que si tengo dos discos de naturaleza, en donde la naturaleza ha entrado en mí, son esos dos. Es que, de hecho, la casa en la que estábamos era muy californiana. Recuerdo entrar en la casa y mi mujer dijo: ‘Esto es Lauren Canyon’. Con las encinas tapando, las mismas sombras, el mismo olor a pino mojado… muy California tío. Está en un pueblo de Mallorca, pero la similitud con aquello es enorme. Allí son secuoyas enormes y aquí encinas, pero la sensación de trabajar de forma muy natural y muy orgánica no se había vuelto a repetir hasta ahora. Porque los otros discos se grabaron en estudios más grandes.
Hay canciones encantadoramente pegadizas, como el sencillo “Spending My Time” o “Where Is The Fire?” ¿Qué puedes contarnos acerca de esos temas? Son los singles más claros del disco, sin ser evidentes…
Estamos hablando del concepto de single indie (Risas), ese es el contexto. “Spending My Time” es la primera canción que escribí para el disco, pensando en este proyecto. Y es la canción que empecé a trabajar una semana antes de irme a la casa. Ya tenía todo planificado: sabía a dónde iba, ya había ido a ver la casa previamente, y tenía ya un poco el feeling de la montaña y de los caminos, muy ‘Mulholland Drive’, muy locos de curvas, con pinos a los lados… Todo eso estaba en mi cabeza, y el sonido ya estaba rondando. Y me senté con Sergio, que es quien ha producido esa canción, con esa idea. Le dije que necesitábamos Orient (Mallorca), que es justamente donde viven sus padres y donde ha vivido él mucho tiempo. Y él entendió muy bien a qué me refería. Necesitaba plasmar ese camino en coche con los árboles pasando rápido. Y nos pusimos a jugar con un acorde que el que se repite toda la canción y de ahí salió. Y salió porque aún no estaba sobre ese suelo de la casa de cabaña, pero psicológicamente ya estaba metido ahí dentro y sabía por dónde iban a ir los tiros. Fue la primera canción que hice, fue el adelanto y además abre el disco, porque creía que tenía sentido que así fuera, al ser lo primero que imaginé casi a nivel introductorio. Por su parte, “Where Is The Fire?” es pura casa. Eso ya salió metido en el meollo de la casa y justo salió el nuevo de Fleet Foxes que me voló la cabeza e iba siguiendo lo que hacía Robin Pecknold, viendo que tenía similitud con lo que yo tenía en mi cabeza. Y decidí jugar con acústicas. Volví a meterme con la acústica, que me había pasado a la eléctrica y la había olvidado. Con la acústica salieron mogollón de canciones en la línea de “Where Is The Fire?”, pero ésta tenía algo especial, quizás el estribillo que le da un punto muy dulce. Me dejé llevar muy por el feeling. El disco es muy de sentimientos y de feeling.
“Ringing The Bells”, de la que ya hemos hablado antes, para mí además tiene un corte noventero…
Hostia pues no sé. Habiendo hablado ya de que es “Revolution”, aparte yo la veo más cerca de T. Rex que de Pearl Jam o cualquier banda de los noventa. La veo más dentro de un glam que en los noventa, o al menos en mi cabeza estaba metido en una sesión del ‘White Album’ y grabándola con ellos, tío (Risas).
Por su parte, “Hit Me. Raising Sun” es el (doble) corte que cierra el disco: una pieza inicialmente acústica que deriva en épica y certifica el triunfo y, en realidad, parece una buena elección por lo representativa que es del universo L.A. ¿Fue ese el motivo por el que la elegiste como epílogo de esta obra?
Yo encuentro esa canción un poco más densa y en el medio del disco no me pegaba. Y me quedaba muy buen cierre, es como epílogo en plan ‘cierro el disco con esto’ sin más historias, ni hidden tracks ni cosas raras. Acaba y acaba. El disco no me pedía otra cosa. La canción acaba bien y es un buen final incluso para un directo. La veo como muy final. Pero lo vi cuando tuve las canciones sobre la mesa. Al hacerla tenía muy claro que eran dos canciones que iban a ir juntas. Es muy bueno cómo surgió esta canción: fue en pleno proceso Covid, que me vi el documental de Lauren Canyon de MoviStar Plus, que son dos capítulos, y hace hincapié en Joni Mitchell, que a mí me flipa desde hace muchos años. Pero imagínate que yo estaba en pleno sudor absoluto, todo tapado y ella habla de que cuando grabó con David Crosby (que le produjo el primer disco) jugaron en afinación de D. Y yo siempre he sido súper reacio a cambiar afinaciones porque soy muy torpe. En directo ya me cuesta mantener la afinación normal como para ponerme a cambiar la afinación entre canción y canción. Pero como estaba absolutamente febril me decidí a probarlo. Imagínate, sudando como un pollo, cogiendo la guitarra e intentando afinar con el móvil… y así saqué “Hit Me”. Y pensé ‘esto es la polla, he descubierto el mundo con cuarenta y dos años’. Que es una cosa normal, quien más y quien menos cambia afinaciones… y yo en siete u ocho discos que llevaba no había cambiado la afinación nunca, tío. Y esas dos canciones salieron de ahí.
¿Habrá, si la pandemia lo permite, una gira para presentar las nuevas canciones en directo? ¿Da un poco de miedo publicar un disco en medio de todo el caos que estamos viviendo?
Si te digo la verdad, lo estoy disfrutando. Estoy disfrutando de colgar el cartel de sold out cuando se ponen a la venta cien tickets o sesenta tickets, tío. Porque he estado tan convencido de que no iba a volver a suceder, que cuando de repente me sale un bolo en Cartagena y hay cien entradas a la venta, me parece lo mejor del mundo. Voy a tocar en La Riviera, donde la última y la única vez que tocamos creo que el aforo estaba en dos mil doscientas entradas, y la petamos. Y ahora creo que el aforo son cuatrocientas sesenta entradas, y me parece maravilloso. No sé cuántas entradas llevamos vendidas y no quiero saberlo, pero el simple hecho de tener un bolo me parece un regalo. Todo lo que venga a partir de ahora es como volver a nacer. Empezamos de cero y que siga habiendo gente que me escriba e interesada en escuchar las canciones… todo me parece maravilloso, tío. Ya no me preocupa si un post tiene cuarenta likes, me da igual. Creo que, para según que cosas obviamente, nos ha venido muy bien esto de la pandemia, sobre todo a los que habíamos perdido un poco el espacio/tiempo. Ha colocado a mucha gente en su sitio y a mí me ha colocado en mi sitio. Y la verdad es que lo agradezco.
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