Dices que “King of Beasts” es un disco que está repleto de melancolía, soledad, lejanía. ¿Esa fue la atmósfera en la que lo creaste?
Fue la atmósfera de alguna de las canciones pero no del disco entero. Ya tenía alguna demo preparada en el móvil en el caso de algunas canciones, como “Wind”, que tenía la maqueta hecha. Sí que son canciones muy alineadas con el aislamiento y la inocuidad, de estar en un sitio sin ningún tipo de input: como estar en una habitación blanca kubrickiana. Pero el resto del disco se ha hecho en el estudio, que está al lado de mi casa, en Mallorca, en un momento en el que yo he estado casi de vacaciones aunque haya sido un trabajo diario; pero el ambiente en el que se ha creado ha sido muy de estudio, rodeado de instrumentos, escuchando mogollón de música del momento, que es algo que hacía mucho tiempo que no hacía: en los últimos años había escuchado discos de hace 50 años…
"Estoy en una multinacional, ¿cómo voy a llamarme indie a mí mismo? Además creo que el concepto “indie” real murió hace mucho tiempo".
Resulta paradójico que después de una gira tan larga, una gira mundial, que hayas buscado esa sensación de inocuidad, de vacío existencial. Es como si te hubieras sentido solo rodeado de gente, ¿no?
Sí, eso me pasa constantemente. Ten en cuenta que llega un momento, según qué ámbitos de gira, en los que estás solo: en la habitación, en el camerino, en la calle paseando… Y eso contrasta completamente con el subirte al escenario, el ruido, los gritos, tocar con los colegas, el aftershow… Pero hay muchos momentos en los que estás solo sentado en el váter (risas). Y a veces pesa casi más el momento de soledad que el de trajín, gente y ruido. Ese momento es tan común que se crea como una nota constante donde pasan mogollón de cosas pero de repente estás solo; y el contraste es tan grande que afecta más al corazón. Y lo que te viene a la cabeza tiene más peso que lo que te viene en el momento de euforia. Y son esos momentos en los que cojo la guitarra y sale lo que sale. Yo no me pongo a componer cuando estás en el bus de gira: estás hablando de otras cosas o viendo Narcos en la tele; ahí no tienes ese mood de composición.
Hablas de contrastes y es cierto que aunque tiene ese aire melancólico, el sonido también es bastante luminoso. ¿Te gustan esas dos caras, esa dualidad?
Creo que es mi disco más luminoso. Es el disco en el que más he arriesgado por la luz. Es algo que hasta ahora no había hecho. No sé si era una cosa premeditada o simplemente no me llevaba a ello o los productores con los que trabajé no sacaron eso a flote. Ahora he producido el disco yo, junto con Antoni Noguera; y al ser yo el productor y el que arriesga sugiriendo cosas y arreglos he dado más rienda suelta a encender todas las luces de la habitación y a examinar todos los grados de luminosidad de cada arreglo, cada instrumento, cada armonía. Hay contraste con según qué temas más acústicos o instrumentales, que son más oscuros, pero creo que predomina ese halo de luminosidad.
No sé si ese “rey de las bestias” al que aludes en el título del disco es alguien en concreto, si es solo una sensación, si es que ha estado pululando por tu cabeza la imagen de algún tipo de bestia negra…
No es más que un personaje que me he visto obligado a crear un poco en base al tener todas las herramientas del disco. Cuando ya estábamos con la grabación avanzada y ver el material que teníamos se me aparecía la imagen o de un mamut o de un elefante o, como creo que sucede en este caso, un león, porque me transmite como más seriedad: en la sabana todo el mundo cuando lo ve se ponen firmes o se esconden. Y es lo que yo quería. Es un momento de mi vida en el que he tenido que inventar un personaje en el que esconderme debajo, en este caso el león, y que sea él quien hable: el personaje que ha creado el disco; yo no soy el “rey de las bestias”, el dueño de las canciones es ese personaje que me he creado.
¿Es como un alter ego tuyo? ¿Un alter ego tanto de L.A. como de Luis Albert?
No es que Luis sea un león. Y L.A. es el personaje que se sube al escenario y hace los discos, pero no dista mucho del real: no soy Bowie disfrazado de nada, sino que lo que ves es lo que hay. Pero en esta ocasión sí que hay un personaje en el que me cobijo debajo porque me va bien tener ese primo grande donde esconderme.
Recuerdo que con el disco anterior decías que habías conseguido un sonido que, de alguna manera, era el efecto de haber estado trabajando tanto tiempo en Estados Unidos. No sé ahora que has vuelto a Mallorca, que has vuelto a trabajar con Antoni como en “Heavenly Hell” y que te produces tú mismo, ¿qué sonido persigues? ¿Buscabas soltar lastre de ese “sonido americano”?
Buena pregunta. Yo creo que está saliendo un sonido nuevo. En “King of Beasts” ha salido un sonido que no tenía hasta ahora en cada canción del disco. Es algo que hemos perseguido: no pisar nada que hayamos hecho antes y construir un suelo nuevo donde ir pisando. Es el disco en el que más en el momento he estado a nivel de influencia, de escuchar músicas, de inspiración; tengo sonoridades de otros artistas, otros discos, otras grabaciones, estudiar qué instrumentos han usado, cómo sonaban determinadas cosas, cómo se llega a armar determinada melodía. No mirar a Elton John o a The Beatles, sino buscar cosas nuevas para crear un sonido nuevo.
Buscabas gente que haya filtrado el sonido ya.
Claro. Hay un elemento fundamental en el disco, que es el OP-1…
Parece un personaje de Star Wars
(Risas) Sí, totalmente. Pero esto es un emulador con forma de teclado, pero que tienes bases pregrabadas, es analógico y digital, es como un MIDI… es una virguería que se han sacado de una casa que se llama Teenage Engineering, que hacen como especies de calculadoras con bases que puedes alterar, modular y demás; y lo hemos prácticamente agotado: lo hemos filtrado, pasado por cinta, lo hemos vuelto a grabar. Me resultó curioso leer hace poco una entrevista a Bon Iver, que decía que para su último disco hicieron y deshicieron su último disco con este cacharro. Con eso quiero decir que sí que hemos buscado un sonido nuevo para L.A., saliendo un poco de algo que no descarto volver, que es el sonido de artistas que me flipan. Si quiero volver a sonar a Tom Petty volveré a Estados Unidos a aliarme con un productor americano.
Hay varias canciones, como “Again Today”, “Suddenly”, “Elephant Interlude”, etc., que tienen cierto aire indietrónico, como The Postal Service u Owl City. ¿Son cosas que están en tu órbita?
Creo que todos chupamos de una nave nodriza, que pueden ser unos Kraftwerk o unos Depeche Mode, por decir dos nombres grandes de los que todos podemos estar chupando. Pero no concretamente The Postal Service, no es una influencia directa. Pero puede que vengamos de un lugar común. Y cuando buscas esos sonidos y estás acostumbrado a buscar cómo hicieron eso y has usado prácticamente todo lo que hay en el mercado, de repente te viene un elemento nuevo como el OP-1 llegas a casa y te dan ganas de ponerte a currar. Parece un anuncio de Teenage Engineering (risas).
Probablemente sea tu disco de melodías más pop, compitiendo quizás con “Heavenly Hell”. ¿Querías retomar esa senda después de unos discos más rockeros como “Dualize” o “SLNT FLM”, sobre todo? ¿Buscabas la canción redonda pop que la gente pudiera cantar todo el rato?
No sé si lo que realmente quería es eso o si el hecho de aliarme con Toni Noguera de nuevo, y sumar su visión a la mía, hace que las canciones sean así: él sabe extraer muy bien esa parte de mí. No me deja tanta rienda suelta a la anarquía, pero sí que es una anarquía controlada, como en las canciones instrumentales, que es normal que haya gente que se pregunte que qué coño hace eso ahí en medio (risas). Eso meneado, bien parido y bien hecho dentro de un disco grabando con Toni y con los medios que tenemos ahí, que le da un nivel de calidad sonora a tope, hace que igual suene más pop; amén de que él además es un sibarita del hi-fi, que fue una de las premisas del disco, salirme un poco del lo-fi de los últimos discos, buscar un poco de brillo.
"Ojalá llegara a un nivel Leiva. Quien te diga lo contrario te está mintiendo, a no ser que seas multimillonario y te puedas permitir el lujo de no trabajar".
Me da la sensación de que tus últimos discos, aunque jugabas con otras cosas, eran discos más de género. Este me parece casi una recopilación de singles, hay más margen de movimiento. ¿Crees que es el disco donde hay más canciones potenciales a formar parte de esa última media hora del concierto?
Toni sí que igual piensa más eso, incluso se ha puesto a hacer gráficas.
La ciencia del pop.
(Ríe) Sí, totalmente. Él cogía los tempos de las canciones para ver cómo iba caminando el disco, si nos hacía falta una más rápida o una más lenta. Eso vendiéndomelo bien, me entra. Pero si me hubieran dicho de hacer un disco más calculado y medido no me hubiera molado. Toda esa parte más calculada y comedida y matemáticamente perfecta viene heredada de Toni.
Hay canciones como “Lost & Gone” o “House of the Wasted Truth” en un registro más cerca del “Nebraska” de Bruce Springsteen, que es un poco el sonido de esas giras acústicas que hiciste. ¿Dirías que es algo de lo que no quieres despegarte aunque haya otras de las que sueltes lastre?
Es más una cuestión de que encaje. Y en este disco me encajaba. Hay muchas canciones, unas veinte, que se han quedado fuera del disco, y a lo mejor en ese momento no encajaba tanto. Pero de repente articulando el discurso del disco y cómo estaba todo colocado sí que me encajaba algo seco, pura guitarra y voz, o una canción con trompeta como “Lost & Gone”. Sí que todo eso le da forma a una película que yo la entiendo y espero que la gente la entienda y la escuche: va a haber una versión completa, de 17 canciones, y otra sencilla de 11 canciones, que es la que se podrá escuchar en streaming para quien se quiera escuchar el director’s cut, que es la versión extendida y como yo concebí el disco.
¿Lo consideras como una banda sonora de una película imaginaria?
Sí, sí, totalmente. Yo creo que cada disco que he hecho es una película. Pero esta, por su tamaño, más aún.
¿Y no te gustaría que lo sea de verdad? Eso o un videoclip por canción o algún tipo de complemento audiovisual formal…
Sí, pero es un poco complicado, por los costes, el tiempo y lo aparatoso de la idea. Pero me encantaría poder hacerlo.
¿Qué director de cine crees que eres haciendo música?
Que soy no sé, pero hay unos cuantos que me gustaría ser. Hay canciones como “Wind” que son bastante Kubrick, al menos en mi cabeza. Pero veo a Shyamalan, veo a Scorsese, veo a Wes Anderson… si me sentase a pensar le daría más sentido a esto, ahora me has pillado por sorpresa. Pero son algunos de los directores que me emiten sonidos.
¿Sería cine mainstream o cine indie?
Sería mainstream total, sin duda. Estoy cansado del indie. Toma titular, ¿eh? (risas)
Pero tenías ganas de decirlo…
Tampoco es que esté cansado del indie, pero es que nunca he creído en una etiqueta indie al hablar de L.A.
Cuando estás en festivales aquí, ¿sientes que tu discurso no conecta del todo con las propuestas que suele haber allí?
No. Quizás sí me pasaba eso al llegar, con el “Heavenly Hell”, que yo tenía una película hecha en la cabeza y de repente verte en según qué festivales descolocaba un poco. Pero ahora, llevando el tiempo que llevamos y habiendo hecho tantos festivales como hemos hecho, en cierto modo me siento parte de ello. Ya no concibo un verano sin tocar con todas esas bandas con las que nos encontramos siempre.
¿Pero te sientes parte de ello aunque te joda, a tu pesar?
No, para nada. Yo estoy muy orgulloso y muy contento de formar parte de eso… ¡y lo que nos ha costado llegar ahí! Pero al igual que hay muchas bandas a las que les da pánico el mainstream o que les daría pánico tocar en una fiesta de LOS40, yo no tengo ese prejuicio: yo tocaría ahí. Si la gente que te está viendo quiere verte y va a cantar tus canciones ahí, ¿por qué no tocar allí? ¿Por la marca? ¿Porque no te caen bien? Los complejos que pudiese tener ya me los he quitado todos. Y con este disco más que nunca: me ha dado absolutamente igual todo.
Estás en Sony y compartes jefe de producto con artistas como Leiva, David Otero, Melendi, Funambulista… artistas mainstream, vaya. ¿Te gusta estar en un róster que lo que proyecta es a artistas de masas? ¿O te sientes descolocado ahí?
Ojalá llegara a un nivel Leiva. Quien te diga lo contrario te está mintiendo, a no ser que seas multimillonario y te puedas permitir el lujo de no trabajar. Yo, si puedo seguir trabajando toda mi vida, creciendo, llegando a más gente y que eso me dé más trabajo y más poder, ¿por qué no? No me da miedo el mainstream. Toma otro titular (risas).
¿Hay posibilidades de llegar al mainstream cantando en inglés? Hay casos muy aislados como Dover, pero poco más.
Es bastante complicado. Sí que muchas veces me he planteado hacer algo en castellano. No cambiar toda mi carrera, pero sí probar a hacer algo. Lo que me pasa es que no me siento real. Tengo algunas canciones en castellano metidas en un cajón, y a quienes las han escuchado les gusta, pero no me siento preparado. Tampoco quiere decir que pasarme al castellano suponga sí o sí pegar el petardazo; eso sería quitarle mérito a todos los que cantan en castellano y les cuesta un infierno llegar a donde llegan. Hay bandas que están arribísima y ahí están, sin miedo a poder decir que llenan varias veces el Palacio de los Deportes diciendo que son indies.
¿Pero tú lo ves como una contradicción eso?
No. Yo además estoy en una multinacional, ¿cómo voy a llamarme indie a mí mismo? Además creo que el concepto “indie” real murió hace mucho tiempo. Para mí indies eran El Inquilino Comunista, Sexy Sadie, el inicio de Subterfuge y las discográficas más de batalla, más trinchera. Ahora “indie” es una etiqueta más estética que musical. Las etiquetas acabarán muriendo.
¿Dirías que L.A. es un proyecto con una vocación más internacional que estatal?
Después de los últimos dos o tres años diría que sí: hemos trabajado mucho afuera y diría que hay más perspectiva fuera que dentro. España es un país, pero cuando se te abre el universo es otra cosa, y más si cantas en inglés, trabajas bien y repites mucho en otras ciudades: es una manera más directa de ir conquistando nuevos territorios.
¿Te has sentido un igual al compartir escenario con monstruos del rock como Foo Fighters, Placebo, Arcade Fire o Franz Ferdinand…?
Si te digo la verdad, te sientes igual al bajarte del escenario. He tenido la suerte de compartir giras con bandas muy bajadas a la tierra: gente muy normal que cuando bajan del escenario te cogen del cuello, te ponen una birra en la mano, te pones a hablar de coches, de chicas, de discos, de guitarras… y son chavales. El ejemplo más claro puede ser Foo Fighters mismos: son casi dioses del rock, pero bajan del escenario y son gente normal con unas Vans, unos pitillos y una camiseta de Kiss y se te ponen a hablar de las pastillas de la guitarra Rickenbacker que usan. Somos todos iguales, trabajadores del rock. Nadie me ha hecho sentir menos.
Ahora acabas de aterrizar de gira con Band of Horses. No sé si fue una cosa puntual o si vais a recuperar la gira.
Seguramente estaremos haciendo más cosas en verano. Ha sido una apuesta en carretera de canciones nuevas, ha sido una buena manera de calentar.
¿Pero os buscaron ellos o cómo surgió?
Bueno, yo conozco a Ben Bridwell desde hace unos años, y siempre estuvimos esperando el momento de hacer algo juntos. Ahora ha coincidido que estaban por Europa y a nosotros nos coincidió que íbamos a empezar los ensayos generales y nos venía perfecto. Nos ha ido perfecto. Éramos como dos bandas teloneras a la vez, todo muy natural. Nos preguntan: “¿qué tal hemos estado?”. ¿Cómo van a estar? Tocan de puta madre, no saben hacerlo mal, suenan de maravilla todo el rato.
Recuperando lo de la producción del disco, no sé si es una manera de volver a las bases: a aquella manera de trabajar de tus discos inéditos para el gran público, cuando te grababas a título doméstico. Esa parte más “virgen” o underground, de alguna manera.
No te negaré que para mí el disco nuevo podría ser uno de mis tres primeros discos (esos que no mucha gente ha podido oír) pero sonando hi-fi y grabado con muchos mejores medios y mucha más experiencia. Es el mismo concepto de disco loco: partes instrumentales, canciones acústicas mezcladas con otros patrones…
A mí me recordó a los discos de Sparklehorse.
Totalmente. Son como el mismo mundo que yo hacía cuando empecé a grabar discos pero con diferente vestido. La misma modelo con diferente ropa. No lo hice conscientemente pero creo que es algo que hay en mí, que está intrínseco. No me quitaré nunca ese concepto donde hay un poco de todo y aunque haya 17 canciones no se te haga aburrido. Que espero que a nadie se le haga aburrido…
¿Fue tu etapa más creativa? Dejas 20 canciones fuera del disco pero haces una versión con 17. Hasta ahora tus discos tenían 10 u 11 canciones. De alguna manera es estar más orgulloso que en otros discos de tu cancionero.
Sí, seguramente. Es más una cuestión de tiempo. He tenido más tiempo para pensar, para hacerlo. No es como “Dualize”, que tenía catorce días para trabajar y salieron diez canciones como podrían haber salido seis. Ahora no he tenido fecha de entrega. Hasta el último momento, que ya me había pasado de la rosca (risas). Ahora nadie me ha dicho nada, no he tenido presión, hemos ido pagando por sesiones y días y Toni estuvo muy involucrado en la producción, y eso ayuda.
En alguna entrevista del “From the City to the Ocean Side” decías que querías cerrar la gira o en el Teatro Principal de Mallorca o en el Palacio de Deportes de Madrid. Lo primero lo hiciste, lo segundo aún no. ¿Lo ves factible para cumplir con este disco?
Yo diría que sí que es posible. Igual empezar por una versión Ring. Pero lo veo cerca, sí.
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