¿Cuándo y por qué decidisteis entrar a grabar nuevo material?
Nos dimos cuenta de que habían pasado veinte años desde nuestro primer disco "K". Así que nos pareció que el aniversario era un momento apropiado para mirar hacia atrás y hacia adelante a la vez, tanto musical como espiritualmente. Y como un planeta. Podríamos haber llamado al disco "Pasado, presente, futuro...".
“Strangefolk” (Strangefolk, 07) fue vuestro primer regreso discográfico después de la separación, y ahora han pasado seis años desde vuestra anterior entrega “Pilgrims Progress” (Strangefolk, 10) ¿Tienes la sensación de que “K2.0” (Strangefolk, 16) es, de algún modo, un nuevo retorno del grupo?
Lo que sé es que estamos muy orgullosos de este disco. “K 2.0” contiene algunas de las mejores que hemos grabado. También es un gran disco para tocar en directo. Estamos arrasando al público con canciones como “Mountain Lifter”, “Infinite Sun” y “33 Crows".
“Éramos británicos y hacíamos pop, pero aparte de eso no teníamos nada que ver con el Britpop”
“K 2.0” (Strangefolk, 16) es en efecto un buen disco, representativo además de la esencia de la banda: tiene estribillos contundentes, algún ramalazo folk y psicodélico, latigazos eléctricos, el misticismo de George Harrison o Love, y el exotismo hindú ¿Pretendías que el disco fuese precisamente una representación del grupo?
No pretendíamos nada. El disco tiene vida propia. Sencillamente se manifiesta por sí mismo.
Y además genera sensaciones positivas (creativas y espirituales)… ¿Era vuestra intención conseguir ese efecto en el oyente?
¿Quién no busca buenas vibraciones? Es algo instintivo para todo el mundo. Incluso una canción sobre la miseria y el dolor puede ser edificante si viene del corazón.
¿Qué dirías que hay de inédito en este disco que no esté en ningún otro álbum del grupo?
Nunca antes había cantado canciones sobre horticultura orgánica y el ordeño de cabras.
¿Por qué decidisteis separaros pocos meses después de lanzar un disco tan exitoso como fue “Peasants, Pigs & Astronauts” (Columbia, 99)?
Fuimos testigos de un eclipse solar total. Fue la señal que nos dio el universo.
En cualquier caso la formación de Kula Shaker ha sido la misma prácticamente siempre ¿Cuál es el secreto para continuar unidos y haciendo música después de veinte años?
Amarnos los unos a otros. No gastar todo el dinero en drogas. No unirnos a Oasis.
“Incluso una canción sobre la miseria y el dolor puede ser edificante si viene del corazón”
En los 90 fuisteis la sección más psicodélica y sobre todo mística del Britpop ¿Crees que eso os aportó un punto diferenciador dentro de aquella numerosísima escena del Britpop?
Éramos británicos y hacíamos pop, pero aparte de eso…
Fue entonces cuando publicasteis “K” (Columbia, 96) y “Peasants, Pigs & Astronauts” (Columbia, 99), que siguen siendo vuestros discos más celebrados y los que os proporcionaron fama mundial ¿Cómo recuerdas el proceso de grabación de cada uno de ellos y su repercusión en el momento del lanzamiento?
“K” fue construido en su mayor parte en torno a material en vivo, mientras que “‘Peasants, Pigs…” fue escrito en el estudio. John Leckie produjo “K”, y fue un trabajador silencioso y eficiente. “Peasants” fue producido por Rick Rubin (que era un ególatra pasivo agresivo) y Bob Ezrin (que era un veterano de los discos conceptuales de los 70, multimillonario, y adicto al sexo rehabilitado). John Leckie siempre estaba colocado y era muy introvertido, lo que nos hizo sentir un poco inseguros. Bob Ezrin ayudó a que nos creciesen las alas y gastó hasta el último centavo de nuestro dinero. “K” había sido un gran éxito en todo el mundo. “Peasants” lo fue menos. Viéndolo con perspectiva, “Mystical Machine Gun” fue un primer single ridículo para tratar de sonar en la radio. Pero aun así lo hicimos bastante bien. Entonces el eclipse llegó, y la banda se separó. Habíamos salvado el mundo. Por el momento. Salvar el mundo es la mejor razón para formar una banda.
¿Qué sientes ahora cuando escuchas ambos discos?
Depende del de día que tenga. En cualquier caso amo a todos mis bebés.
¿Qué echas de menos de aquella "época dorada" que fueron los 90 para la música? ¿Cómo crees que ha cambiado la industria musical desde entonces?
Las bandas necesitan tiempo para desarrollarse. Antes las compañías discográficas invertían en ese desarrollo de las bandas. Ahora ya casi nunca sucede eso. Las discográficas pasan del desarrollo de cantautores jóvenes ¿Quién puede dormir en el sofá de mamá y papá y trabajar por nada? O están los putos DJs... La mayoría de las bandas que consiguen firmar ahora pueden tener un pelotazo o una canción pegadiza, pero no tienen ese tiempo crucial para tocar y desarrollarse, así que no hay mucha sustancia en ellas. Es trágico para los propios grupos. Son empujados del nido antes de que estén listos para volar.
Entonces se vendían muchísimos más discos, se publicaban singles con canciones inéditas, los álbumes se escuchaban con más atención... ¿Crees que en este sentido se ha perdido de algún modo el romanticismo en la música?
Sin duda. Qué vuelva el romance. No hay suficientes artistas muriendo de sífilis.
En medio de todo formaste la banda The Jeevas, pero tengo la sensación de que el proyecto no llegó a funcionar como esperabas... ¿Fue así? ¿Cómo recuerdas aquella experiencia?
Jeevas era un proyecto "enchufar y al lío". Fue una gran experiencia. Nos enchufamos, tocamos, y luego nos fuimos.
Tenéis varias fechas en festivales españoles este verano ¿Qué ambiente esperáis encontrar allí?
Una atmósfera de 'Grandes esperanzas'. Y tenemos la intención de colocarnos con vosotros.
Y en sentido contrario ¿Qué debe esperar el público que vaya a veros en directo?
Zumbido en los oídos, y el despertar del alma.
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