Kiko Veneno lleva una larga mañana de promoción en la pequeña oficina de su agencia de comunicación situada en el barrio de Gracia de Barcelona. Cuando llego está atendiendo a un compañero de la prensa generalista y en treinta minutos tiene que salir pitando para una radio. No me va a quedar mucho tiempo para descubrir las claves de este “Hambre”. Por lo pronto me consta que las canciones del álbum fueron compuestas en la misma época que las que integraron su exitoso “Sombrero roto”. Todas menos dos: “Hambre” y “Madera”. Sin embargo, y pese a jugar también con el revestimiento electrónico de lo temas, estamos ante un disco menos variado y amable. Más apesadumbrado, minimalista y triste. “Hambre” se adapta mejor a la época que vivimos. ¿Era esa la intención? Veamos qué nos cuenta su autor al respecto. Aunque con Kiko nunca se sabe.
Este disco, con respecto a “Sombrero roto”, me ha parecido más triste y en parte sorprende porque la mayoría de temas son descartes de ese mismo disco.
Pues mira, ahora que me lo estás preguntando tú me estoy dando cuenta de que, quizás, las canciones más graves son las que más cuesta dárselas a la gente. La alegría es más fácil de dar. Una canción que es buena musicalmente como “Hambre”, pero que es grave, pues como que te pone en otra situación. Porque no vas a poder contar con esa alegría más inmediata, sino que tienes que inventar un camino y abrir un hueco para que la gente conecte, un concepto, y es más difícil. Quizás sea eso por lo que mi tendencia natural me llevó a dejarlas ahí, que reposaran, hasta que les he encontrado la medida. Y por eso las canciones más alegres estaban en otro lado. Tiene sentido.
'“Hambre” y “Madera” se me han ocurrido ahora durante la pandemia. Y eso es algo que no me esperaba'.
Claro. Y es curioso porque, viniendo de la época de la que venimos, sí que parece un disco resultado de esa misma época.
Puede ser, puede ser. A veces hay muchas cosas que ni siquiera las veo, ni las pretendo, ni nada. Y muchas cosas son consecuencia de la época en la que estamos viviendo, y uno no se da ni cuenta de cómo se contaminan las cosas con lo que está pasando. Así que puede ser, puede ser. Yo creo en eso.
Recuerdo que la otra vez que te entrevisté me comentaste que, pese al revestimiento más electrónico del disco, todas las canciones de “Sombrero roto” podían tocarse a la guitarra. Sin embargo, con este, no estoy tan seguro de que sea así.
Bueno. Podemos intentarlo. [Se levanta y saca la guitarra española de su estuche]. A ver, “Hambre” la toqué el otro día en el programa del Francino [se refiere a “La ventana” de Cadena Ser]. Y “Madera” también la podemos hacer.
¿”Luna nueva” por ejemplo?
“Luna nueva” ahora mismo. [Entona y empieza a cantar] “Luna nueva, luna nueva, llena de buenas cosas pa ti...”... A ver dime más canciones...
No sé, por ejemplo... ¿”Dónde van”?
Esa no. Esa es complicada. [Aún así lo intenta y la entona]. Es la más rara. Venga. Dime otra.
[Da la impresión de que Kiko Veneno se ha tomado mi pregunta como un reto y ya me estoy arrepintiendo de haberla realizado. El tiempo transcurre y temo que la entrevista se va a reducir a nuestro juego. Aunque, por otro lado, no tiene uno todos los días la posibilidad de disfrutar del maestro en la distancia corta, así que ¿por qué no entrar en el juego?].
¿“Mujer volcán”?
¡Esa sí, hombre! [La entona de nuevo y la toca]. A ver ¿qué más podría tocar con la guitarra? [Se toma una pausa y empieza a tocar “Hambre”]. “Estoy fatal de la voz, la letra se me ha olvidao... menos mal que traigo yo lo zapatitos nuevos, nuevos sin estrenar y esos son los que me han salvao”. Esta también, pero es difícil ¡Eh!
"No me importaría ser consumista si viera que todo lo que se está fabricando hace que vivamos de puta madre".
¿Y cómo las vas a llevar al directo?
¡Hombre! Con una banda que estoy haciendo en la que lo más importante van a ser las máquinas. El batería y el bajo van a ir jugando con las máquinas. Van a ir, de alguna forma, dominando y humanizando las máquinas, pero al mismo tiempo van a dejarse robotizar por ellas también.
¡Qué concepto ese!
Sí, pero es un concepto que lo pueden hacer músicos que tengan esa habilidad, que no es fácil de encontrar.
¿Cómo los has encontrado?
No, hombre, si es el batería mío de toda la vida [se refiere a Jimmy González].
¡Ah vale!
Es un monstruo. Tú a ese lo pones a tocar al lado de una caja de ritmos y no le incomoda nada. Domina perfectamente a la máquina.
¿Dirías que estás en uno de los mejores momentos de tu carrera a nivel creativo?
Yo más o menos me veo siempre igual. Pero en esa época, antes de “Sombrero roto”, en la que estuve trabajando unos cinco años, dos años para hacer las canciones y otros tres para hacer las maquetas y grabar el disco, total cinco años, pues ahí hice veintidós canciones que están en estos dos discos. Pero por ejemplo “Hambre” y “Madera” se me han ocurrido ahora durante la pandemia. Y eso es algo que no me esperaba y eso ¿a qué viene? Yo me pregunto ¿a qué viene? Es una apuesta como por sacar la rabia y la raíz del viejo flamenco, pero con sonoridad contemporánea. Eso es nuevo de ahora.
Porque durante los meses más duros de la pandemia, ¿cómo lo has pasado?
Bien, bien. Al margen de que falleció mi madre, que fue lo más duro, pero bueno... Afortunadamente me compré una casa con jardín y no la he pasado en un pisito sin luz y sin poderme mover. Además vivo en un pueblecito al lado de Sevilla y yo me salía a pasear al campo todos los días, hasta que me paró la Guardia Civil, que me pilló ya una segunda vez y me dijeron: “¿Otra vez?”. “¡Hombre! Si yo estoy aquí solo en el campo ¿a quién voy a contagiar?”. “¡Si hombre! ¡Si todo el mundo hiciera lo que hace usted!”. “Es verdad, tienen ustedes razón”. Me convenció la Guardia Civil, que la Guardia Civil también puede tener razón [risas].
¿Te conocían?
¡Claro que me conocen! Son de allí del pueblo que es pequeñito, al lado de Sevilla y tiene campo. Y yo tengo un jardín en mi casa con mi huerta y vivo con mi mujer a la que quiero, así que estuvimos bien, con la nevera llena. Porque una de las cosas de las que te das cuenta en esa situación es de la cantidad de cosas que tenemos en las casas.
"Cuando era joven a mí me gustaba trabajar con gente mayor, porque veía que ahí había sabiduría y conocimiento".
No deja de ser curioso que hayas titulado a tu disco “Hambre” como contraposición a esa opulencia en la que vivimos y en la que a veces nos rodeamos de cosas que no necesitamos ¿no?
Es el mundo de consumo en el que vivimos que, si fuera un mundo que le da de comer a todo el mundo, pues estaría bien. Pero si encima es un mundo que nos esclaviza y le da de comer a muy poca gente y obliga a malvivir a muchísima otra, pues entonces ya no está tan bien. No me importaría ser consumista si viera que todo lo que se está fabricando hace que vivamos de puta madre, pero no. Ese no es el caso. El caso es que el consumo es la cara agradable, la tentación, la golosina para permitir que haya gente ahí viviendo y trabajando en condiciones inhumanas, sin derechos y sin esperanzas.
¿Buscabas transmitir esa idea con el título del álbum? Porque impacta.
Buscaba transmitir el sentido de “necesidad”. Además es el primer título de un disco mío desde “Veneno” en el que uso una sola palabra. Y esto se me ocurrió en una fiesta que monta cada año en diciembre Emilio Aragón para ayudar a una ONG que trabaja con todo estos temas del hambre y los desfavorecidos. Me invitó a cantar en el WiZink Center de Madrid. Y en esa fiesta me inventé eso de “no quisiera que hubiera más hambre en el mundo que la que tengo yo de ti” e intenté colarla ese mismo día en la actuación, pero no se me ocurrió nada y, luego, a los pocos días ya estaba haciendo la base con Javi Harto [co-productor del disco junto al propio Kiko] en enero o febrero.
Las ideas pueden llegar en el lugar más insospechado.
Bueno, te tienes que poner, te tienes que poner. Yo vi algo bueno ahí y fue luego cuando le dije a Javi: “Vamos al estudio, que quiero desarrollar unas ideas que he tenido”. Y ese mismo día salieron “Hambre” y “Madera” que al principio eran el mismo tema y luego lo dividí en dos partes. [Coge la guitarra de nuevo y las canta].
Para finalizar, porque se nos acaba el tiempo, te quería preguntar por las últimas colaboraciones que estás realizando con gente joven como Vera Fauna...
Vera Fauna es un grupo de Sevilla que el cantante, Kike, es sobrino de mi bajista y a través de él me llamaron, me cayeron bien y a cantar. Es una canción muy melódica, es muy popera. Ha quedado muy bien.
¿Cuando uno trabaja con gente joven vampiriza en cierto sentido el espíritu de esa juventud?
Pues mira, cuando era joven a mí me gustaba trabajar con gente mayor, porque veía que ahí había sabiduría y conocimiento y ahora al revés. Me gusta trabajar con gente más joven para sentir esos diálogos intergeneracionales que son muy ricos. Además la sociedad ya está de por si muy fragmentada, muy dividida y eso es nefasto.
Pero entre los músicos existe un lenguaje común, una especie de fraternidad...
Puede ser, aunque a mí me gustaría que hubiera más de la que hay, pero sí. Hablamos todos un lenguaje tan etéreo y tan inmaterial que nos sentimos un poco parte de esa familia.
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