“Nos sentimos perseguidos por nuestra propia sombra”
Entrevistas / Karavana

“Nos sentimos perseguidos por nuestra propia sombra”

Mara Gómez — 17-09-2024
Fotografía — Edu Pomares

Érase un grupo de pop-rock que murió en la disco. Y érase una resurrección cargada de autosabotaje, excesos y mucha guitarra. Esta es la historia de "Entre amores y errores" (Vanana Records, 24), el segundo disco de Karavana. Hablamos con ellos sobre esta resaca introspectiva y todo lo vivido después de Muertos en la disco (21).

A Gonzalo (voz y guitarra), Emilio (bajo) y Jaime (batería) les quemaba en las manos este trabajo desde hace casi ya dos años, cuando empezaron a incluir los primeros temas en aquella carpeta de su ordenador: “Disco 2”. Producido enteramente por ellos, por primera vez siendo tres integrantes (Fabián, vocalista principal, dejó el grupo por razones personales a finales de 2022) admiten que el proceso fue “caótico”. Pero no lo cambiarían por nada. Porque tener siempre a mano las grabaciones les daba un control pleno que nunca habían tenido, pero también “la facilidad de poder meterte en la canción y corregirla en cualquier momento, algo que complicaba un poco más las cosas”. Conformistas no son, así que su obsesión les hizo descartar muchas piezas “por no estar a la altura”: todo debía tener su peso. Y sin ese perfeccionismo caótico, “Entre amores y errores” quizá no habría funcionado tan bien.

Aún así, sí que han contado con algún nombre externo. Tan externo que ni siquiera lo conocen en persona: Aron Kobayashi, un productor e ingeniero de sonido neoyorquino que empieza a hacerse oír por sus trabajos con Been Stellar o Miss Grit, ha sido el encargado de mezclar el álbum. “Nuestro guitarrista, Luis, llegó un día al local y nos enseñó un grupo que se llamaba Momma, teloneros de Weezer, con un estilo noventero. Vimos que las canciones las mezclaba el propio guitarrista de la banda [Aron] y dijimos ‘Vamos a probar con alguien de fuera’”. No tuvieron ningún miedo al descubrir que Kobayashi apenas tenía veinte años. “Seguramente una persona con esa edad tiene muchas más ganas de aprender y de comerse el mundo que un tío de sesenta que te dice ‘Mira, esto lo hago así y te jodes’”. Al final, señalan, la experiencia ha sido muy positiva. “¡Otras bandas ya nos han dicho que suena como un pepino!”.

"Madrid es una ciudad que te lo da todo y te lo quita al mismo tiempo”

Al trío sevillano se le lleva conociendo en los titulares como el grupo de las “guitarras sucias y letras cursis” durante años ya. “Lo pusimos un día en la biografía de Spotify porque había que poner algo y nos ha perseguido toda la vida, pero no es que vayamos buscando que sean más sucias las guitarras en cada disco”. Aunque sigue habiendo hueco para sonidos más “chicharreros” en algunos temas, porque para ellos era importante que no todas las guitarras sonasen igual. “Ahora tenemos un mucho mejor sonido”, aseguran orgullosos. Si algo les ha enseñado también esta autoproducción es a centrarse. “Es un trabajo mucho más introspectivo en el que ha habido un progreso importante”. Han crecido en su forma de componer, de grabar y de trabajar en general y, admiten, haber sido “más exigentes que nunca en este nuevo trabajo”. Y lo reflejan no solo en el sonido, sino también en la temática: un autoanálisis con más errores que amores, lo reconocen. “…Errores que te hacen plantearte toda esa relación que tienes tú mismo con el amor. Porque hablamos del concepto del amor: de lo que significa el amor propio, hacia un amigo o hacia quien sea, no de uno específico”.

Una especie de resaca

De ahí que conciban este segundo álbum no como una continuación de “Muertos en la disco”, sino como… una especie de resaca. Los tres chavales vuelven a casa después del after y el discurso ya no es el de juerga eterna, sino “una hostia que les da el sol como venganza” de “¿Qué estoy haciendo con mi vida?”, como cantan en “Martes sábados”. “Entre amores y errores” recoge todo lo que han vivido “desde ‘Muertos en la disco’ y sus consecuencias”. El momento también influye, sostienen: “Cuando sales de una pandemia, lo único que quieres en tu vida es reventarte la cabeza; y cuando te la revientas lo suficiente, dices ‘Igual como siga así me voy a morir’”. Y es que ya no son esos muchachos que rozaban los veinte en aquellos primeros singles. Ahora son adultos (según el Ministerio de Salud) de veintisiete años, y se plantean otras cosas. “Me he dado cuenta hace poco de que no hay ninguna canción de amor en el disco”, comenta Gonzalo. “Antes, en el anterior elepé, buscábamos que todo fuera medianamente alegre y cantable, pero aquí ha sido como ‘Vamos a hablar un poco de nosotros’”. Sin embargo, seamos realistas: quizá no hay juerga eterna, pero no serían Karavana sin un poco de dosis de desfase. Aquí entra “¿Quién quiere más?”, con un sonido más roto que nunca y un alejamiento del pop-rock al que nos tenían acostumbrados. El tema nace de un cántico que el propio vocalista canturreaba en cada fiesta. “Siempre que había algo de tecno en alguna discoteca, intentaba seguir el ritmo cantando ‘¿Quién quiere más MDMA?’”. Un día, de resaca en su cuarto, tonteó con su guitarra y así nació esta “fumada de canción”, como él mismo la ha bautizado. Es precisamente esa habitación, la de Gonzalo, la que protagoniza la portada de este nuevo trabajo… y la que podría considerarse el cuarto miembro de la formación. “Ahí han pasado todas estas historias. El que ha vivido esto siempre ha tenido que pasar por ese cuarto, ya sea al principio o al final de cada historia”. Tampoco quieren que pase desapercibida la presencia de la ventana. Inesperadamente, Emilio, Jaime y Gonzalo se enzarzan en una profunda conversación sobre lo mucho que les gusta esta parte de la casa. “¡Son muy libres, muy atractivas! Una metáfora de la vida: te puedes tirar por ellas o mirar al cielo y soñar”. Ya lo dicen en su mayor hit: “Saltaré por tu ventana si pones a C. Tangana”. Va a ser verdad que Karavana y ventana son conceptos inseparables.

Hay otro personaje más del elenco del disco que aparece en la habitación. La silueta que se esconde en la contraportada nos lleva a otro de los singles del álbum, “Fantasma”. Una figura que atraviesa prácticamente todas las pistas. “Nos sentimos un poco perseguidos por nuestra propia sombra, por lo que hemos sido, por lo que lo que se espera que seamos o por lo que nosotros queremos ser”. Esa sensación de “angustia por algo que está a tu alrededor, pero que no se percibe” está presente en toda la grabación, ya sea en forma de espíritu fantasmagórico o del “careto de Bryan Myers”.

Entre los bártulos de ese dormitorio que lo ha visto todo, encontramos también cierto resquemor hacia Madrid, ciudad en la que llevan varios años asentados. En el primer disco, esta ciudad ya se llevó dedicada una canción entera (“Madrid”), pero ahora las calles son más grises en la capital. “Mismos vicios” refleja ese “amor/odio”. “Es una ciudad que te lo da todo y te lo quita al mismo tiempo”. Una trampa asfixiante pero seductora que “los lleva a buscar una vía de escape en esas noches eternas que no tienen final”. De hecho, afirman que “Madrid” y “Mismos vicios” pueden ser “la misma canción vista desde distintos años”. En la de 2021, querían expresar “que siempre acabábamos en los mismos lugares, pero estaba muy bien porque al final veías a la persona que querías… Y ahora ya parece que te da exactamente igual incluso la persona que querías ver. Ya estás cansado hasta de hacer siempre lo mismo”. No descartan una entrega más. “A lo mejor en el tercero ya es ‘Me he mudado a un pueblo”, comentan entre risas.

“¡Nuestros directos son un pepino!”

Lo que está claro es que los tres adolescentes que aparecían borrosos en aquel primer single, “Me matabas” (18), probablemente no imaginaban ni que acabarían viviendo fuera. Y es que, realmente, ni siquiera lo iban a subir a Spotify. “Lo teníamos en Soundcloud escondido, hasta que conocimos a Jaime y nos dijo ‘¿Por qué no lo subimos? Igual en un par de años nos hacemos un Wembley’. Y nada, aquí estamos, intentando hacer un Wembley”. La canción se coló en lo más viral de España y explotó sin que se dieran cuenta hasta dos semanas después. “Yo creo que ahora hay mucha más competencia, y bastante buena. Aun así, incluso saliendo ahora, confío en que le gustaría a la gente”, considera Emilio. Han pasado seis años de aquello y hay un asunto que sigue presente desde entonces. Ninguna colaboración en sus lanzamientos. Abordo el tema sigilosamente y Gonzalo admite que siempre le ha dado “bastante vértigo. Para nosotros tiene que ser algo que tenga mucho sentido artístico…”. “Que de ahí salga una bomba”, completa Jaime. “Tengo la sensación de que ahora todo pasa por hacer ‘colabo’, y es uno de mis mayores miedos dentro de la música: que sea necesario hacer una colaboración para llegar un poco más alto”. Les aprieto un poco hasta que me dan un nombre soñado para “Entre amores y errores”: Pereza. “Si estuvieran Rubén y Leiva juntos, les incluiríamos en ‘Pastillas’”. Lo que sí confiesan sin presiones es que influencias no les faltan, y que cada canción tiene miles de alusiones. Señalan a Wallows, The Strokes o The Vaccines como sus referentes. “En “Mismos vicios” hemos hecho una parte muy rollo Muse, pero en otras hay detalles que nos recuerdan desde Harry Styles hasta LCD Soundsystem, o incluso The Prodigy en ‘MDMA’”.

En su anterior charla con Mondo Sonoro, contaban que la canción que más les representaba era “Resaca Pop”. Ahora el trío tiene más dudas (y más repertorio) y los tiros se reparten entre “Martes sábados” (con unas de las letras más absorbentes de las diez) y “Verano de los 27”, que ha sido, efectivamente, la banda sonora de sus últimos meses. “Está siendo nuestro verano ideal tocando. Aunque, hombre, ¡mi verano ideal sería todo pagado en Punta Cana!”.

Con quince noches repartidas por los festivales de todo el país, su gira “Verano del 27” está desafiando los termómetros subiendo las temperaturas hasta extremos imposibles. “Los conciertos están yendo guapísimo”, expresan. Para la producción de directo en esta gira, han contado con Raúl de Lara (responsable del sonido en vivo de Arde Bogotá, Second o IZAL, entre otros) y no recomiendan perderse los nuevos detalles: “¡Nuestros directos son un pepino!”. Cualquiera que haya estado en uno, sabrá que los conciertos de Karavana son difíciles de olvidar. Han atrapado hasta al público del otro lado del Atlántico, con varios conciertos en México, y agotado todas y cada una de las citas con su audiencia madrileña (La Riviera, Ochoymedio, Sala Cool…). “Nuestras canciones en directo, cuando estás con gente, ganan mucho. Mola ver cómo la gente comparte entre ellos la música que hacemos”. Eso sí, es una hora y media de “sudar, pasártelo bien y luego un par de horitas bebiendo agua”. Por si a alguien se le están poniendo los dientes largos: calma. Karavana encadenarán este tour de infarto con un recorrido por más de una decena de salas españolas a partir de otoño. Esperamos que sea cómoda la caravana (si me permiten la broma) en la que van a compartir tantos kilómetros. “Molaría poner una GoPro en nuestra furgo”: mucho humo de tabaco, palos de Chupa Chups por el suelo y cervezas del día anterior es lo que encontraríamos por allí. Postulan claramente para ser el icono del pop rock español de las nuevas generaciones. “Suelos sucios y letras cursis”, sentencian.

 

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