Hemos cambiado. Hemos cambiado nuestros gustos. Hemos cambiado personalmente y hemos sido lo suficientemente honrados como para plasmar todo eso en nuestra música. Con la ayuda de Alejo Stivel, el productor, nos hemos quitado todos nuestros complejos de encima y hemos creado el disco que queríamos hacer. Un disco fácil, accesible, sencillo. Un disco para usar y tirar. De esta manera justifica el guitarra y relaciones públicas de M-Clan, Ricardo Ruipérez, el salto estilístico que ha realizado la banda murciana, que ha pasado de ser uno de los grupos de culto más seguidos del país a pretender ser la nueva banda superventas de la temporada, y codearse entre los primeros puestos de las listas. Pero hasta llegar a este punto ha habido mucho ir y venir, experiencias y accidentes en la todavía corta vida de M-Clan. Hagamos un poco de historia. Después de estar varios años viviendo en Barcelona trabajando como lampista, Carlos Tarque se vuelve a su tierra natal, Murcia y empieza a recopilar gente para una banda, que empezará llamándose Los Murciélagos, para evolucionar poco después al Murciélagos Clan (y de ahí al M-Clan final), y que se concentrará en torno a la voz de Tarque y las guitarras de Ricardo Ruipérez y de Santiago Campillo, principal núcleo de la banda desde entonces y hasta ahora, ejerciendo cada uno de ellos unos roles muy concretos en el seno del grupo. Al principio, como tantos combos al nacer, se convierten en una banda de versiones. Se pirran por los acústicos y en su primera época les puedes ver en cualquier garito imaginable, principalmente en Cataluña, montándose covers de canciones como el "Hard Luck Woman" de Kiss, experiencia que, por cierto, piensan recuperar a corto plazo. "Estamos preparando un repertorio acústico para posibles ofertas que nos hagan en este sentido. Nos apetece mucho volver a esas raíces". El sonido de los murcianos va evolucionando poco a poco hacia el rock sureño norteamericano. La voz de Tarque se parece cada vez más a la de Chris Robinson de los Black Crowes y por la actitud y vestuario de la banda nos parece estar ante unos resucitados Allman Brothers. En 1995 se les plantea la oportunidad de fichar por Dro y graban su primer compacto en Memphis, con un productor yanqui, Jeff Powell. El disco, "Un Buen Momento", impresiona a crítica y público especializado. De él destacarán pequeñas joyas como "Perdido En La Ciudad" o "Se Calienta". Las guitarras parecen más bien ser tocadas por las manos de Allen Collins o Gary Rossington, y no por unos tales Ruipérez y Campillo. La banda empieza entonces a ganar adeptos por toda la geografía española, gracias sobre todo a su energético directo. Tocan en cualquier lugar y a cualquier hora, incluso telonean a Bon Jovi en Madrid, Gijón y Pamplona, y el nombre de M-Clan empieza a ser sinónimo de noche adrenalínica. Tendrán que pasar dos años antes que se concrete su segunda obra, "Coliseum". El rock sureño dejará paso al hard-rock setentero más áspero y contundente. La voz y actitud de Tarque ya se parece menos a la de Robinson y se asemeja más a la del Coverdale más joven. Deciden también emigrar fuera, esta vez a Toronto, a grabar y el productor de esta ocasión, Richard Chycky, elegido por su trabajo con los Four Horsemen, da un nuevo giro al sonido, haciéndolo más duro y agresivo. De banda sureña han evolucionado a combo setentero, algo así como la traslación a nuestros días de los primeros Whitesnake. Apostolaba Tarque en aquellos días que M-Clan siempre había sido "una banda de directo. No buscamos música con mensaje ni nada por el estilo. Creemos que la gente quiere ir a un concierto a escuchar canciones, bailar y pasar un buen rato. Y es lo que intentamos hacer, de la mejor manera posible". "Deja Que Lo Muerda" o "Vuelve" reflejan de forma clara las nuevas inquietudes de la banda. Huelga decir que sobra la gente que suspiraba por la aparición de una banda de ese estilo. En un mercado en el que la música chicle y el pop de caramelo están a la orden del día, la fuerza de "Coliseum" arrastra a todos los desencantados y convierte a los murcianos en algo diferente,en un punto de conexión con el rock más auténtico y salvaje. El culto hacia la banda crece cuando uno se enfrenta con su directo. Lejos de desmerecer lo oído en el disco, la fuerza de las canciones se multiplica y los clímax se cuentan a uno por minuto en cada uno de sus shows. Ya en esa época se empieza a configurar una zona m-claniana en la que la banda murciana siempre debe colgar el cartel de "no hay localidades". Aparte de la natal Murcia, toda la zona de Andalucía y Levante rinde admiración y pleitesía a la banda. A Cataluña también llega la fiebre y se convierte en el segundo hogar de la banda. "Siempre nos ha impresionado el recibimiento de los catalanes. Hace unos meses tocamos por aquí, sin nada que presentar, y llenamos en todos los sitios. En Barcelona, en Lleida, y luego en pueblos como Sant Sadurní de no sé qué, a dónde íbamos con cierto miedo al fracaso, y luego resulta que se quedaba gente fuera de la sala". Y es en ese momento de gloria alternativa cuando a M-Clan les parece que llega la hora de la renovación, de esa repetida y consabida evolución con la que tantas y tantas bandas han justificado su falta de ideas nuevas, pero que con los murcianos sí alcanza su sentido más veraz. Hartos quizá de pantalones de campana, de actitudes demasiado serias y de sonidos algo pretenciosos, la banda se recicla de cartón a papel vegetal, mucho más fácil de usar, más suave al tacto. Y ante la ardua tarea de justificación de ese cambio de planteamiento se encuentran hoy Ricardo Ruipérez y Carlos Tarque, los dos miembros con los que me encuentro en un lujoso hotel en el céntrico barrio de Sants, en Barcelona. Cuando llego sólo me recibe Ricardo. Ayer actuaron en Madrid y a Tarque parece que se le han pegado las sábanas. Mientras esperamos al frontman, charlamos sobre lo evidente. ¿Cómo espera la banda que el público reaccione ante la nueva onda de M-Clan? Ricardo Ruipérez es todo honestidad. Ellos han hecho el disco que querían hacer. "A nosotros las canciones sureñas o hard-rockeras nos salen con la punta de la polla. En "La Mujer Norteña", por ejemplo, lo demostramos; eso ya lo sabemos hacer de puta madre. Ahora intentamos otras cosas". Ni más ni menos. Sin ninguna voluntad de ruptura, pero con un marcado ánimo de cambio. Y yo me pregunto. ¿Qué pasa con todos aquellos que veían en M-Clan su puente de conexión con los setenta; que iban a sus conciertos y oían sus discos como si de unos rejuvenecidos Whitesnake se trataran; que adoraban su actitud y su música revival; que incluso en la portada de "Coliseum" interpretaban un guiño a la de "Physical Graffitty", de Led Zeppelin? Bien. Todos ellos han vuelto a quedar huérfanos. Carlos Tarque y sus compañeros se han cortado el pelo, han adecentado su vestuario, han espetado un "adiós muy buenas" a ese espíritu medio sureño medio hard-rockero, han cambiado su logo y se han destapado con un disco de canciones, corto, de pop-rock, con melodías fáciles y accesibles. Paradójicamente, lo han llamado "Usar Y Tirar". ¿Ironía? "Sí, es irónico. Nosotros siempre hemos pecado de ser muy transcendentales. Nos queríamos ahora basar en las canciones y dejarlas respirar, que no se ahogaran en nuestro estilo, demasiado encorsetado. De hecho, efectivamente, es música de usar y tirar, como es la música actual. Dentro de otro año tendremos otro disco y éste quedará en el olvido". Giro radical, pues, en los planteamientos a los que M-Clan nos tenía acostumbrados hasta hoy. Un vuelco que se puede deber a razones premeditadas (¿ventas?) o evolutivas. "En nuestro caso hemos cambiado nosotros, como personas. Después de "Coliseum" compusimos otro disco. Teníamos ya todas las canciones dispuestas para ser grabadas, pero no nos convencía. Era más de lo mismo. Se las presentamos a Alejo, el productor, y nos preguntó si era realmente eso lo que queríamos hacer. Las tiramos todas. Sólo "Despier
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