¿Qué es el amor, más allá de la fuente de inspiración de miles de artistas a lo largo de siglos en los que se han vertido ríos de tinta y trazado millones de notas? Responder a esa misma pregunta es a lo que Julio de la Rosa lleva dedicados sus últimos tres discos en una especie de trilogía no impuesta que alcanza su cénit con este nuevo Hoy se celebra todo. “Fuí consciente de ello a medida que avanzaba en el álbum y me daba cuenta de que me quedaban cosas por decir. "La herida universal" (Ernie, 10) fue una forma de tratar las diferentes formas de amar, en cambio en "Pequeños transtornos sin importancia" (Ernie, 13) se sufría cuando la búsqueda de ese amor se convierte en desesperación. Ahora que tengo una relación estable y me he ido a vivir al campo, me apetecía cerrar todo eso. También quería romper con la herencia del romanticismo del siglo XVIIII que tanto daño ha hecho y que piensa que solo nos inspira el sufrimiento y que es imposible crear desde la alegría o desde la estabilidad y eso también era un reto... En el fondo es un disco que celebra, pero que lo celebra todo: celebra la vida, pero también celebra la muerte, como bien tú sabes, y con él doy por cerrada una etapa en la que ya me he cansado de hablar de este tema, aunque ¡quién sabe! igual sigo hablando de ello, pero en cualquier caso desde otro lugar”. Y claro, digo yo que... tras más de treinta y tantas canciones dedicadas al tema más universal que existe alguna conclusión habrá alcanzado nuestro autor ¿no? “¡Qué cabrón! (risas). En el fondo creo que todos tenemos muchos pajaritos en la cabeza y que hemos de quitarnos muchos de esos pajaritos para poder volar... Y es que el amor es la última trinchera que le queda al ser humano. Es más, creo que hablar de amor en estos tiempos que corren es un gesto político. De hecho si hablara de política en mis discos me sentiría completamente redundante y prescindible, por eso creo que cualquiera con dos dedos de frente sabe cuál es mi postura política con solo escuchar dos frases de cualquiera de mis canciones. Nunca me ha gustado hablar de política y de temas sociales en mi música porque creo que el arte te da la posibilidad de hacer algo más elevado. Creo que hay que perseguir a los dioses a la hora de crear porque no sabemos nada de nada de por qué motivo estamos aquí y nada tiene sentido, así que por eso mismo hay que hacerse preguntas todo el rato”.
Por lo que ha comentado nuestro protagonista hasta el momento ya podemos sacar unas cuantas conclusiones de su estado actual. Está claro que este disco cierra una etapa, que es un trabajo hecho desde el reposo, la estabilidad emocional y el aislamiento y, además, es un álbum que actúa como crisol del largo viaje musical emprendido por Julio de la Rosa en el que cabe incluir su ya dilatada experiencia como compositor de bandas sonoras. “De todo lo que hago se pasan ideas de un lado para otro y de hecho en este trabajo, como no iba a tocarlo en directo, me he permitido buscar texturas diferentes a las de otros discos. A mí la música de las películas, a pesar de que estoy sometido a una estructura narrativa que me viene dada, me libera una cantidad de fuerza creativa increíble y acabo utilizando un monton de intrumentos o armonías que serían muy difíciles de llevar al formato canción y eso mismo hace que me acabe resultando un poco aburrido hacer canciones que tengan que estar sometidas al esqueleto clásico de la estrofa-estribillo-puente. Es muy dificil escapar de todo eso por muchas vueltas que le des, pero ya que existe la posibilidad de divertirnos ¿por qué no hacerlo? Por eso cada canción de este disco tiene su estructura distinta... En fin, que he jugado a hacer arreglos que son imposibles de recrear en directo a no ser que los llevara sampleados”. No deja de resultar curioso que, justo cuando los ingresos de los músicos se basan principalmente en la venta de entradas, Julio de la Rosa haya decidido seguir trabajando en su guarida campestre acompañado por sus perros. “Hay muchos motivos para no salir de gira. Por un lado porque al menos este año me lo puedo permitir y por otro porque, como decía y explicaba muy bien Glenn Gould, el famoso pianista de la variaciones de Bach, no hay sitio en el que se ejercite menos la imaginación que tocando en directo y es verdad”.
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