Me voy una semana fuera y cuando regreso la polémica sobre el nuevo trabajo de Love Of Lesbian está servida. O al menos lo está en nuestro foro de internet. Las opiniones sobre “1999” son encontradas. Desde quién opina que es su mejor trabajo y lo tacha de opera-pop, a los detractores que arremeten contra el timbre vocal de Santi Balmes –nada nuevo-, sus directos y lo ampuloso de sus nuevas composiciones.
"Las producciones indies de este país siempre han sido muy ñoñas"
Pues ni lo uno, ni lo otro. Ni nos encontramos antes su mejor obra, ni tampoco vamos a cargarnos ahora a un grupo por el mero hecho de arrastrar a un buen puñado de jovencísimas fans que se saben de memoria cada una de sus imaginativas letras y se empeñan en demostrarlo en cada concierto para enfado del público purista. Ese indie que los vió crecer hace una década y que ahora parece tener los cuchillos afilados, algo que por otra parte suele suceder cuando el éxito llama a tu puerta. Así que empezaré por decir, para ser justo, que “1999” es un disco algo fallido. Primero porque parte de una idea (narra la relación sentimental de una pareja a lo largo de un año) que acaba naufragando fruto del caos narrativo y unas letras más crípticas que de costumbre. Segundo, porque se hace excesivamente largo y acabas con la sensación de que un par o tres temas menos le hubieran sentado bien al ritmo global del álbum. Tercero porque apenas hay lugar para el desvario cachondo, las letras fuera de madre y el universo más trivial y jocoso de los lesbianos. Y cuarto porque, en ocasiones, el colchón de sintetizadores que envuelve a las canciones hace que la melodía pierda cierta inmediatez pop. Pese a todo, “1999” recoge grandes logros y muy buenas canciones. Temas como la que da título al álbum, el single “Club de fans de John Boy”, las preciosas “Voy a romper las ventanas”, “Incendios de nieve” e incluso la bailonga “Algunas plantas” dan para mantener el tipo de forma bastante más que digna y encima consiguen que estemos ante su disco más variado y en el que adoptan un mayor número de registros. Pero, para que no se diga que aquí enjabonamos a los artistas en los que creemos y pese a tener una relación excelente con la banda, dejemos que sea el propio Santi Balmes (quién por cierto acude a la cita en solitario) el que se enfrente a los diferentes defectos que le he encontrado a su disco. Porque los aciertos de esta banda son de sobras conocidos y los saben explotar como nadie. Sentémosle pues en el banquillo de los acusados y que responda por él mismo.
Primer cargo en su contra: El álbum como concepto. Las letras más crípticas y enrevesadas que de costumbre.
En realidad no es un álbum conceptual es más como un ábum de fotos. Suena muy pomposo el tema de hacer algo “conceptual” por mucho que me gusten Pink Floyd, pero en el caso de este disco la historia que se muestra es el resumen de un año conviviendo con una persona que tenía una vida caótica...Y puede ser que sea más críptico, no lo sé. Lo que está claro es que en el anterior volqué unas experiencias muy fuertes y en dos años no he tenido tiempo material de adquirir experiencias tan fuertes como para servirme del presente inmediato. Entonces tuve que hacer un ejercicio bestia de mirar hacia atrás y servirme del pasado para concebir un presente. Al fin y al cabo de qué quieres que hable sobre estos dos últimos años: ¿De los coles de las nenas?, ¿De cosas de las que no puedo hablar? (risas). Estaba un poco entre la espada y la pared porque llevo una vida bastante estable para estar metido en el rock’n’roll. Podría hablar de las nubes en un momento dado, aunque te engañaria si te dijera que en el disco no hay experiencias actuales, sí que las hay. Todo lo he condensado en un año y en una persona, pero son experiencias acumuladas durante años y en diversas personas...
Segundo cargo. El disco alcanza la hora y por primera vez me da la sensación de que le sobran canciones.
Puede que este disco no sea para los medios. Está hecho para toda la gente que piensa que los discos de los lesbianos se hacen cortos. Por cierto, el otro día soñé que Paco Rabal, como cuando aparece en “Airbag”, me decía: “Tienes huevos, chaval, sí señor. Déjame decirte que eres un poquito gilipollas, demasiado largo el disco”. Si lo dice Paco Rabal debe ser verdad. Es culpa mía, pero lo asumo... A veces pienso que hemos puesto un listón tan alto que tenemos derecho a equivocarnos en algun tema. Si acabas haciendo lo que todo el mundo espera, al final eso se vuelve en tu contra. Y no te creas, que cuando empiezas a saber lo que quiere la gente, es muy fácil complacerlos, pero entonces componer se convierte en un acto muy cerebral, por eso queríamos jugárnosla.
Tercer cargo. Apenas hay lugar para el desvarío cachondo.
Es verdad que teníamos miedo a caer en la trampa del “pallasismo”, porque ya tenemos canciones como “El villancico para mi cuñado Fernando” o “Shiva” y opino que habíamos llegado a un tope en el cual no quería ser el típico pavo que se lía a explicar chistes y, a partir del sexto, la gente empieza a desear que se calle. También es posible que haya algunas facciones que no hayan entendido esta dualidad nuestra. Creo que somos el único grupo de la escena que ofrece canciones con sentido del humor con otras que son para cortarse las venas.
Cuarto cargo. Es vuestro disco más barroco, más inflamado.
Sí, pero es lo mismo que te puede pasar si escuchas, no sé, a por ejemplo Animal Collective. Es que las producciones indies de este país siempre han sido muy ñoñas y con este queriamos que fuera un auténtico desparrame.
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