"Una buena canción en un buen lugar puede hacer mucho bien”
EntrevistasJosé González

"Una buena canción en un buen lugar puede hacer mucho bien”

Marta Terrasa — 24-04-2023
Fotografía — Archivo

José González me estrecha la mano con delicada firmeza mientras sonríe y busca un sitio con luz para conceder esta entrevista, antes de ahondar de lleno en la oscuridad que supone hablar de sus diversos ataques psicóticos.

Ahora, diez años después del último episodio, presenta el documental “A Tiger In Paradise”, en el que refleja cómo se sintió, cómo afectaron su trabajo y qué lecciones y aprendizajes extrae de todo aquello.

Ahora lo presenta en Barcelona (26 abril, Paral·lel 62) en “An Exclusive Evening With José González”, en la que además de actuar nos brindará la oportunidad de ver “A Tiger In Paradise” meses antes de su estreno en plataformas digitales y de presenciar una charla sobre el funcionamiento de su creatividad.

La primera pregunta es aquella incómoda, a camino entre la sorpresa y la perplejidad de no tener ni idea del infierno por el que José González había transitado en los tiempos en los que disfrutamos de discos sublimes como “In Our Nature” (07). “En Suecia me empezaron a preguntar sobre el tema en 2015, pero el resto apenas sabe nada, así que con el documental es como hacerlo oficial a nivel mundial”, relata el músico. El “tema” son los ataques psicóticos en los que González experimentaba una fuerte disociación entre la realidad y la fantasía; llegando a creer que lo perseguían, que la luz de la alarma de incendios le indicaba cuándo despertarse o acostarse, e incluso que la ropa de la gente le enviaba mensajes. “Hace diez años del último episodio y hasta ahora he tratado de evitar hablar de ello, porque pensaba que la gente igual me miraría fijamente para tratar de saber si estoy bien o medio loco. O porque se desviara la atención de mi música y yo quedara reducido a esto”, confiesa el artista sueco-argentino.

“Hay una parte terapéutica cuando me meto en esas memorias. No me atraía la idea de hacerlo, pero Mikel hizo de la película algo poético y ahora me siento muy cómodo”

En los últimos tiempos hemos visto a deportistas tomarse un descanso, a artistas hablar cada vez más abiertamente de enfermedades mentales, de ansiedad y depresión, pero el estigma y el tabú siguen perdurando. “Esta es mi historia. Y también están los discos que compuse durante ese tiempo, así que igual la gente conecta con la música de nuevo con una nueva percepción. Puede ser interesante para los fans”, comenta el guitarrista y añade: “Con el documental compartimos esa parte de mi vida con la idea de poder ayudar a la gente que pasa por lo mismo y mostrar cómo el estilo de vida puede tener un efecto negativo o positivo en el cerebro”.

Hecho de una manera muy honesta y delicada, “A Tiger In Paradise” vuelve a estar dirigida por Mikel Cee Karlsson, como en “The Extraordinary Ordinary Life Of José González”, un retrato en el que lo ordinario se convierte en extraño con un González a las antípodas del cliché de rockstar. En esta ocasión, volvemos a la familiaridad del hogar del músico, quien nos presenta a su mujer e hijos. Planos cortos y frases de esas que duelen por la intimidad que desprenden; confesiones, rutinas. Todo ello embastado con bellas imágenes de la naturaleza y la música hipnótica del cantautor, sumergiéndote en un trance. “Hay una parte terapéutica cuando me meto en esas memorias. No me atraía la idea de hacerlo, pero Mikel hizo de la película algo poético y ahora me siento muy cómodo”, comenta. Aún así, el artista tiene algo muy claro: “Esta historia [los ataques] no es la principal. Es el primer paso para hablar de otros temas, como inteligencia artificial, el invierno nuclear, etcétera, que nombro en el documental”. La lista continúa y la ansiedad sube proporcionalmente, con una retahíla de conceptos que bien podrían mandarnos de vuelta a la cama. “No es solo identificar los grandes problemas del mundo y quedarnos paralizados, sino tratar también de buscar las soluciones. Buscar en la ciencia, la evidencia y las personas”.

La misma persona que habla de las trivialidades cíclicas, del amor y dibuja universos oníricos armado únicamente con su guitarra y su voz, introduce conceptos tradicionalmente económicos como “utilidad marginal” o “rentabilidad”, aplicados “a una manera de hacer el bien, como ‘effective altruism’”. Una dualidad que también aparece en la gran pantalla, donde vemos a un José González corriendo largas distancias, bebiendo batidos de manera metódica, siguiendo tablas de ejercicios de alta intensidad y monitorizando todo. Una imagen que choca con esa otra, la del artista convertido casi en una ceremonia del té japonés; pausado, intenso y tan reconocible. Realidad y fantasía. “He tenido distintas fases en la vida, pero siempre he sido de gustos eclécticos: me gustaba el hardcore pero tocaba guitarra clásica. Estudiaba materias mientras mis amigos estaban de fiesta, pero también salía a hacer skateboard. En los meses después de los episodios, que son muy cortos, sí que estaba más lento todavía, como períodos de depresión y me costaba encontrar las palabras”, relata el músico. Ahora, sin embargo, goza de muy buena salud y mejor vida social, atendiendo clubes de lectura en la línea de esos pensamientos, dedicándose a su familia y trabajando sin pausa, con un nuevo disco a la vista del que ya tiene “el esqueleto completo”, asegura y que seguramente salga a la luz en un año.

Hablamos durante un buen rato sobre el mundo, sobre las escenas incómodas del documental, donde hay una pequeña disputa entre González y su mujer por la intensidad de éste en centrarse en tópicos algo densos y descorazonadores. “He llegado a un punto en el que puedo meter en las canciones parte de esas palabras, introducir esos conceptos sin que sea demasiado nerdy, sin espantar a los oyentes”, dice. Un caballo de Troya musical en el que despertar algunas ideas o conversaciones. En el documental el músico reflexiona sobre su carrera como bioquímico y sobre si está en el lugar correcto, porque quizá podría haber hecho del mundo un lugar mejor, si hubiera seguido investigando.

Por qué tendemos a pormenorizar el impacto del arte, de las curas y de los afectos en un mundo donde todo parece que tenga que ser cuantificado? “Parte de las cosas que me interesan de ese altruismo efectivo tiene que ver con saber cuánto cuesta una vacuna o el precio de poner antimosquitos en ciertos países. Esto ya se sabe, se puede calcular. Pero sería interesante saber el valor de las ideas, del arte y cómo eso puede mejorar a los individuos o a las sociedades”. ¿Qué valor puede tener la banda sonora que te acompaña en una ruptura? ¿La canción que consigue que tu sobrina se duerma en tus brazos? ¿El artista que te eriza el vello solo con su voz y una guitarra? “Yo lo tomo como algo obvio, porque la música hace bien. Más allá del gusto, una buena canción en un buen lugar puede hacer mucho bien”.

 

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