“Todos hemos ganado eliminando prejuicios musicales”
EntrevistasJoe Crepúsculo

“Todos hemos ganado eliminando prejuicios musicales”

Yeray S. Iborra — 05-01-2021
Fotografía — Archivo

Segundas partes pueden ser buenas. Si son diferentes. Más de una década separa a Joe Crepúsculo de su primer Supercrepus. Ahora presenta Supercrepus II (El Volcán, 20), distopía y amor, una ensalada de estilos más setentera y ochentera, pero con toquecitos de magia. Repasamos con él estos años como orfebre del collage.

“Sideral vive”, se lee en una pared al final de unas escaleras en penumbra en Barcelona. A Joe Crepúsculo le hace gracia la pintada. Es un buen sitio. “En ausencia de terrazas y cañas…”, dice. Sideral vive, pero no en el nuevo disco del cantautor de Sant Joan Despí. En “Supercrepus II” se han embalado las máquinas y, dentro de la mezcolanza de siempre, hay más sonido setentas. De banda. Su atuendo acompaña: mueve las piernas como un muelle sobre los escalones y los botines rascan. Se escuchan por encima de su tono de voz, siempre pausado, un punto trasnochado –aunque se confiesa devoto de la luz solar– pero entregado.

Hay un pequeño reflejo del confinamiento en el disco: “Cuarentena sin ti”. ¿Hay algo más del encierro que no vemos en él?
Hay que remarcar que el disco lleva haciéndose dos años. Dos años desde que se creó la primera canción. ¿Cómo ha influenciado el confinamiento? Pues la segunda tanda de baterías se grabó un día antes de la declaración del Estado de alarma. Un poquito más tarde y no llegamos a tiempo. Las canciones ya tenían un punto muy apocalíptico antes de todo esto, eso sí.

"Quiero que a la gente le guste pero necesito vibrar yo. Prefiero mil veces estar contento con el disco a que guste"…

Te pasa como a Sr. Chinarro: adivino de los colapsos. ¿Y eso?
“Ratas salvajes” salió en enero y ya había otras que tenían ese punto. Algo que he visto es que eso ya estaba allá, como en “Discoteca en ruinas” o “Comiendo shawarmas”. Todo ha cogido más fuerza que la que tenía antes, aunque no fuese premeditado ni intencional.

Te salió el disco distópico y al final la realidad te dio la razón.
Yo soy muy fan de la ciencia ficción, de la literatura de ciencia ficción, y de alguna manera en mi proyecto quiero dar cabida a mis gustos. No había canciones así en este disco. Y poco a poco fueron metiendo la patita. Quería remarcar conceptos que me apetecía sacar… He hablado ya de tantas cosas…

¿Llegará un punto que no sepas de qué hablar?
He hecho muchos discos en doce años, sí. He hecho muchas canciones. Pero bueno, llevaba dos años sin sacar nada nuevo, teniendo en cuenta que han ido saliendo adelantos. He hecho muchos conciertos. No sé, no me voy a levantar y a ver series. Me gusta trabajar.

Y no han sido pocas las canciones nuevas: ¡Diecisiete!
Y se quitaron tres, antes eran veinte.

¿Para hacerlo como el primer “Supercrepus”?
Sí, pero el disco funcionaba mejor sin esas tres. Al final es una hora de disco, como el otro.

La sensación entre ese primer “Supercrepus” y el lanzamiento de este otro, ¿ha variado?
Todo ha cambiado mucho, sí… Cuando saqué ese primer disco tenía mi trabajo, en una oficina, digitalizando documentos antiguos. Me podía tirar meses escaneando multas de tráfico y luego a casa a hacer el disco. Ese disco me abrió puertas. Ha sido brutal. Y siempre he ido jugando a romper la baraja, después fue “Chill-out”, un AOR raro, “Nuevo ritmo”, música latina...

De todo.
Hay mucho coqueteo. La gente tal vez cuando le gusta algo, quiere que repitas la fórmula. Yo he acostumbrado al público a otra cosa. Puede que eso haya hecho perder seguidores en algunos casos. Los hay que querrían otro “Supercrepus”... Pero eso es un disco grabado en una habituación, fresco y directo. Esa frescura tal vez no se vuelva a repetir. Yo lo que quiero es que un disco tenga cabida dentro de mi aceptación. Quiero que a la gente le guste pero necesito vibrar yo. Prefiero mil veces estar contento con el disco a que guste…

¿Sí?

Si hiciese algo que no gustara y tuviera que defenderlo… Girarlo… Venderlo… Me lo comería con patatas. Yo quiero un disco guay, y después viene la gente. Si yo estoy al cien por cien con estas canciones, la gente también.

No te pesa lo que la gente opina, pero, ¿durante la cuarentena has temido que esto se pudiese acabar? ¿Giras y demás?
Obviamente siempre pienso que lo mío se puede acabar. Para mí es un sueño. Cada día lo pienso… Esto es algo tan subjetivo… Puedes estar muy contento con un disco y que no guste. Puedes estar ahí y luego chao. Cada poco lo pienso. Y tengo varias otras opciones.

¿Cuáles?
Tengo dos trabajos que me gustaría hacer: reponedor o pasear perros.

¿Sin cinismo, eh?
Lo prefiero. Estaría pensando en mis canciones. Es lo más parecido a digitalizar multas de tráfico.

Mucho de lo que tú tocabas en ese primer “Supercrepus” estaba totalmente denostado. Cómo ha cambiado el panorama ahora…
En 2008 no había Youtube ni Spotify. Eso lo ha cambiado todo. Es una industria diferente. Yo hice “Supercrepus” y me gasté un dineral en discos en cartoncillos que luego regalaba… Y, ¡pusimos el disco gratis en Internet con Producciones Doradas! Lo que en aquel momento era una forma de ver cómo usar las plataformas y las redes. Y mira ahora. Al final los géneros también han cambiado mucho. Tenemos músicas que lo petan a un nivel bestia, a nivel global. Estamos en un punto en que tenemos opción de escuchar cualquier cosa que te imagines y al final, el noventa y nueve de la gente escucha lo mismo. Es contradictorio.

"A mí me decían: “Di tus influencias”. Y citaba a Dire Straits, a Supertramp… Y la gente se reía. Era la verdad. Me gusta esa música".

¿Pero es un momento más asimilable que antes para escuchar a Roxette en rumba (“No sé si es amor”), no?
Estamos en un punto en que la gente joven está muy desprejuiciada. Pasar de Nirvana al reggaeton, se puede. Antes había mucho prejuicio. A mí me decían: “Di tus influencias”. Y citaba a Dire Straits, a Supertramp… Y la gente se reía. Era la verdad. Me gusta esa música. Aunque me salga otra cosa. Ahora lo puedo decir libremente. Hemos ganado todos a la hora de quitar, eliminar, prejuicios musicales.

¿A tu proyecto eso le beneficia o le quita un punto de sorpresa?
Conforme tienes capacidad de llegar a más gente, quieres hacer las cosas mejor. Los discos cada vez han ido sonando mejor, he aprendido a cantar… Tengo la responsabilidad de hacer las cosas mejor. Muchas letras y sonidos no los cambiaría, pero ahora trabajo de otra forma en las cosas.

¿Y por qué tiene que ir ‘”a mejor”? ¿Si el “Supercrepus” es historia por cómo está hecho, por qué cambiar esa forma de hacer?
Me apetece. Me gustan los Eagles. Y no sé si sonaré como ellos algún día. Pero si puedo hacer que las guitarras suenen un poco parecidas, me gusta. Hay un momento para todo y ahora estoy en este punto.

¿Ha cambiado mucho lo que te mueve? ¿Esa chispilla de decir “esta guitarra sí o ese teclado no”?
La creación es una decisión. Cuando grabas una guitarra puedes hacerla como Metallica o como cualquier otra cosa. Cuando decides, dices que no a mil cosas. Parte de eso es el sonido. En este caso, Sergio Pérez, que ha producido, decidió darle un toque setentero, porque me encanta. Aunque es verdad que puede remitir a ochentas también. Aunque me gusta pensar que es setentero, no sé por qué. Cosas que vas decidiendo y que cogen la fuerza en el momento.

¿Y las colaboraciones?
Comparado con el “Supercrepus” uno, hay menos colaboraciones. No hay apenas. La verdad es que están Tomasito, Aaron Rux, Víctor Iniesta… Y luego está la banda que se creó, con Sergio como productor y bajista y Alberto Martínez del Río que grabó las guitarras en Pontevedra; él toca en orquestas de allí. También está Marc López, batería de Medalla. La manera de currar fue la siguiente: hacía maquetas con una batería normal, con la canción ya desarrollada y los solos, luego Sergio decidía un poco. Ese triángulo entre Barcelona, Madrid y Pontevedra ha creado la cosa. Sergio ha aportado mucho. Él hizo el bajo de Smiths de “Discoteca en ruinas”; es suyo. Y mil ejemplos más con el resto. El funky de “Chococristos”, queríamos guitarras de los discos de Prince…

¿Hace tiempo que trabajas en este formato?
No, ha sido con este disco. Llevaba dos discos sin Sergio y con él hay una empatía brutal. Fue productor de “Chill-out”, “Nuevo ritmo”... Sabía que si le mandaba algo, lo vería directamente. Puedo confiar en él ciegamente.

Es bueno darse treguas al trabajar, ¿no?
Yo me puedo tirar mucho tiempo con las canciones y en ese proceso lento en el que entraba Sergio, todo reposaba y el tema se iba formando. Ha sido guay. Cedes y permites que otros aporten ahí.

"Tengo treinta y nueve años, voy a hacer cuarenta y sigo enamorándome y sintiendo amor. Si somos capaces de seguir amando con cincuenta o sesenta, por qué no podemos hacer canciones de amor".

¿Eso es lo que más te ha ocupado en el confinamiento, entiendo?
Recibiendo cosas. Vibrando con lo que recibía. Tenía la cabeza metida en eso. Y luego hemos sacado muchos singles. Así que he tenido un confinamiento como todos, respetando medidas, en casa con mi chica, saliendo cuando se podía. Y respetando. Y compartiendo las canciones. Ha sido bonito ver el feedback. Cuando salió “Cuarentena sin ti”, a la segunda semana de encierro, tenía dudas si me estaba aprovechando del momento, pero luego pensé que igual podía ayudar, y mira, gustó mucho.

El directo, ¿cómo lo ves? ¿Lo echas de menos prematuramente?
En marzo había tocado hacía poquísimo en A Coruña. Y en ese momento me dio pena cancelar bolos, pero me dio por tomarlo como un descanso. Con el calor de junio y julio me empecé a agobiar. Ahora estamos preparando un directo muy especial con banda, con la banda de Aaron Rux, los Crying Cowboys, llevamos ensayando unas semanas y la intención es tocar las canciones del disco y antiguas que están quedando muy bien. Veremos. Un disco rock presentado como disco rock. Aunque la gente no se pueda abrazar, a ver si pueden sudar en otro tipo de circuitos.

¿Se podrá vivir de eso?
Ojalá sí. Es un momento muy malo. La gente lo está pasando muy mal. Los festivales no pueden ser como antes, baja todo y 2021 parece que será igual. No hay horizonte de cambio. En la medida que podamos aportar nuestro granito y que la gente pueda tener cultura, lo haremos. Te lo cuento en un año.

¿Hay otras fórmulas posibles? En el confinamiento vi tu stream del bakalao.
No quería hacer un “live” tocando mis canciones. Era duerme-cabras. Pero ya que hacía algo, pues en formato DJ y metiendo tralla. No lo vio mucha gente.

Pasados tantos años, ¿qué es lo que más te gusta del proceso de todo esto?
Las canciones a veces te llevan meses. Y otras las he hecho en una hora. Pero al final te levantas, te tomas un café, soy una persona muy solar y me gusta currar en el día, e intentas que la cosa salga. Y a veces pasa y a veces no. Cada vez cuesta más. “Supercrepus” salió en un momento muy rápido, tal vez en cinco meses y todas valían, pam-pam-pam. Y ahora no. Puedo dar muchas vueltas a letras y acordes. Con el paso del tiempo te vuelves más quisquilloso, es normal. Vale, todo eso que te decía antes de que me daba igual la gente… Sí, también lo piensas, piensas en que vaya bien y si gustará. Todo tiene que ver. Me contradigo, perdona. Todo forma parte de querer que todo esté bien puesto y aprendas. Y expresar mejor lo que quieres. Hay canciones que no te gustan ya, que no quieres que estén en los discos. Lo único que quiero evitar es que haya el máximo de esas canciones.

Hacer discos de diecisiete temas no te lo pone nada fácil.
Pues mira, quité lo que no funcionaba, y ahora está perfecto.

Has hablado de distopía. Pero sobre todo hablas de emociones, amor, desamor, ¿cómo te gusta llamarlo?
Romanticismo…

¿No se te acaba la cuerda?
Bueno… Tengo treinta y nueve años, voy a hacer cuarenta y sigo enamorándome y sintiendo amor. Si somos capaces de seguir amando con cincuenta o sesenta, por qué no podemos hacer canciones de amor. Las canciones tienen que hablar de nosotros, de lo que vivimos. Quiero pensar que mi música tiene que representarme. Entonces, mucha gente me pregunta: “háblame de la ironía en tu música, del sentido del humor”… Bueno, así como un día quedas con alguien a tomar un café y ríes, lloras, te enfadas, así tiene que ser la música. No estás una hora llorando. Qué café frustrado. Yo quiero que la música tenga un poco de todo eso. Bailar y llorar a la vez. Y mucho amor: tu horizonte más cercano es sencillo… La pasta y el amor. Y luego quien está mal, la salud. Los bienes negativos que decía Schopenhauer, cuando desaparecen... La libertad, la juventud… Él no habla del amor, pero está allá…

Se puede seguir hablando del amor eternamente…
La cuestión es rodearlo. Y hablar de cosas respecto al amor. En “Calaveras negras” me parecía más atrayente el escenario de un futuro tipo “Terminator” en que las máquinas ganan a los seres humanos y los seres humanos deciden hacer una fiesta y besar a alguien. Es amor en un escenario… ¿Cuál es el tema?

Es muy político.
Amor apocalíptico. El amor no es lo importante. Lo importante es “joder los putos robots atacando”.

Cuando hablabas de esa responsabilidad para con el público, ¿va más allá de ser profesional? Los debates que abordas… Ahora el tema del amor romántico ha dado muchas vueltas…
A veces está bien intentar meter cosas políticas cuando puedes o te apetece. Pero intento no hacerlo con calzador; me pueden chirriar al cabo de un tiempo. A veces meto temas de actualidad, más enterrados. No lo sé. Quiero que la canción funcione y yo esté a gusto con ella. Dentro del amor, sí que he hablado de relaciones… Pero desde un prisma desenfocado, como estar allí con un calidoscopio extraño… “Gabriela”... No entiendo muy bien. Que cada uno ame como quiera.

¿El sonido hace por desenfocar el mensaje y sirve para curarse en salud?
Es la intención de muchas canciones. Hablar de cosas serias e importantes dentro del ritmo de baile. Me gusta poner frases raras en canciones que ya funcionaban. Hablar de la música y hacernos mayores: “Música para adultos”. Joder, si te paras a pensar, es cruel y seria. Me gusta. Circuitos de chirrido.

Como la portada de Beatriz Lobo y el estudio Setenta. ¿Romanticismo sórdido?
El romanticismo con un punto macarra. Muy interpretable, como las canciones. Aunque nada de lo que hago es tan fangoso. Si te metes, no te deja manchado.

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