Ver, oír y… Componer. Los artistas de verdad, y por rimbombante que suene nadie duda a qué club pertenece Joan Miquel Oliver (Sóller, 1974), no pueden ser ajenos a su entorno. Por ello, la voz del mallorquín se tambalea algo más de lo habitual hoy; la conversación tiene lugar pocos días después del temporal que ha destrozado el Levante de Mallorca y que se ha saldado con varias víctimas mortales. “Estoy un poco… Esto es pequeño, siempre conoces a alguien. Ha sido un desastre”. Y es que tras los triples saltos mortales de metáforas y personajes de Oliver hay mucha verdad. Y en "Elektra" hay una que nos toca a todos de cerca: las desigualdades de género. El disco, que cierra la trilogía que empezó "Pegasus" (15) y siguió "Atlantis"(17), revisa el patriarcado desde lugares cotidianos. Primeras personas, mayoría mujeres, mezclados con mitología e incontinencia imaginativa. “Esos grupos de escuela de papás y mamás… No me interesan mucho pero hay cosas que no cuadran en ellos. Las mamás se siguen comiendo mucha soledad. Hacen muchísimos transfers, acompañando a los niños a música, esgrima, etcétera. Y ellos siguen con la figura de mantener a la familia. Gracias al feminismo estamos tomando conciencia de ello”, analiza. Oliver se extiende sin problemas hablando de la cuestión. E incluso hace autocrítica. A toro pasado, tramos de su propia carrera no le convencen. "Un quilo d'invisible" (Editorial Empúries, 13), una obra de teatro ilustrada por Roger Padilla (Manel), –asegura– “no sería así ahora”. “Tiene un puntito machista... Lo tiene. Los hombres son víctimas o ‘guays’ y las mujeres son malas, manipulan. No hice más que seguir la tradición del teatro de costumbres, pero eso debe cambiar”, apunta. “¿Cómo puede cambiar? En dos minutos de pensar tienes suficiente para quitarte algo de esa mierda de encima”.
Una trilogía no es cortar un disco en tres trozos, sino navegar libre hasta acabar conformando un paquetito. Al final, su tripleta ha resultado en un completo retrato de la sociedad que le rodea. En lo musical ha mantenido la línea, pop alucinado aderezado con casi todos los géneros, aunque esta vez han entrado al estudio a componer junto él sus habituales en directo, Jaume Manresa y Charlie Oliver. “Mi forma de rematar mi relación con las máquinas fue 'Atlantis', donde no había ni una pista acústica. Todo electrónico. Ahora, después de cincuenta conciertos con Charlie y Jimmy tenía muchas ganas de grabar con ellos. 'Hipotermia', por ejemplo, está hecha con un bajo de sinte, otro bajo y una batería y, sin harmonía ni nada, toda la información que da es increíble. Uno sólo es difícil que consiga eso”. ¿Se abren nuevos caminos de banda para Oliver? En el futuro, ¿qué? “Desde 2008 he publicado un libro o un disco al año. Suficiente de momento. En Antònia Font me daban envidia los demás, que ‘sólo’ tocaban”, ríe. “Ahora quiero un poco eso: no pringar tanto e ir más en bici, tener la voz en forma, disfrutar de los directos. Otro disco ahora no, igual un libro”.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.